DÍA VI.
Santísimo Patriarca San Ignacio, que mostráis ternura de padre con todos vuestros devotos, y los amáis como si fuesen todos hijos vuestros: es verdad que a veces os vieron en vida, terrible y severo, porque verdaderamente lo fuisteis; más solo con los obstinados en la maldad, siendo todo benignidad y dulzura con los reconocidos y penitentes. Cuentan de Vos vuestros historiadores, que, para llenaros de alegría, no era menester más que llegar a vuestros pies un pecador arrepentido y deseoso de enmendarse. Hoy, pues, quiero yo que rebocéis de gozo. ¿Queréis un grande pecador tocado de la gracia? Aquí lo tenéis a vuestros pies. ¿Queréis un corazón arrepentido de sus pecados? He aquí el mío, que antes quiere perder la vida que volver a pecar. En una palabra: ¿queréis un hijo prodigo, indigno del nombre de hijo vuestro? Heme aquí postrado delante de Vos. Os elijo ahora de nuevo por padre mío amoroso, y os prometo vivir de hoy en adelante como verdadero devoto e hijo vuestro. Padre, os digo, peque contra el cielo, y delante de Vos: ya no soy digno ser llamado hijo vuestro. Si no me queréis por hijo, tenedme por uno de vuestros esclavos. Pero el afecto de padre con que me amáis, que se contenta con eso, y me quiere no esclavo, sino hijo enmendado. Así lo dijisteis a un hijo vuestro tentado de dejar vuestra casa, cuando por un corto obsequio que os hizo, vinisteis desde el cielo a visitarlo, y echándole una ojeada amorosa, le dijisteis: Hijo mío, yo me contento de poco. Contentaos, pues, santo Padre mío (que así os llamare en adelante), contentaos de este poco, que os puedo ofrecer y ofrezco con todo mi corazón, resuelto a mudar de vida; y alcanzadme lo mucho que me falta para ser digno hijo vuestro.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
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