DIA XXV.
Santísimo
Patriarca San Ignacio: Juntamente con la obediencia ciega a mis superiores, os
suplico en este día, me alcancéis del Señor una total sumisión a todas sus divinas
disposiciones; esto es, una perfecta conformidad con la voluntad de Dios, en todo
lo que dispusiere de mí y de cuanto me pertenece. Esta es la virtud, que me puede
hacer bienaventurado anticipadamente en la tierra, haciéndome de este modo superior
a todos los desprecios, persecuciones, enfermedades y a cuantos otros males pueden
acaecerme en esta vida miserable. Esta fue la virtud que a Vos os hizo santamente
sordo a las injurias y calumnias; mudo a las excusas y defensas, y muerto al
mundo; pero vivo a solo Dios, cuyo santísimo beneplácito fue siempre el norte
de todos vuestros viajes, empresas y trabajos. Ella os hizo fuerte e
imperturbable en todas las adversidades, en tanto grado, que, aunque se
deshiciera la Compañía, que tanto amabais, como la sal en el agua, dijisteis
que os hubiera bastado un cuarto de hora de oración, para serenaros y no sentir
pesar alguno, conformándoos plenamente con la voluntad de Dios, que así lo habría
permitido. Hasta del cielo bajasteis para ensenar esta virtud a una persona muy
atribulada, animándola a llevar con alegría cuantos males le sucedían; porque
Dios que la amaba mucho, veía y sabía bien todo lo que entonces padecía. Santo
Padre mío, esforzad hoy mi alma con estos heroicos sentimientos, para que ella,
que no sabe distinguir bien entre lo conveniente y lo dañoso, este siempre
contentísima con todo aquello que le enviare el Señor; pues solo el conoce
perfectísimamente nuestro verdadero bien, y nos ama con amor perfectísimo.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
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