DÍA XXIV.
Santísimo Patriarca San Ignacio: Si lo mejor y lo más estimable de la humildad, y aun de todas las demás virtudes, se contiene en la perfecta obediencia, esta es la virtud que hoy os pido. Si ella es tan necesaria a los soldados que militan debajo el mando de cualquier capitán del mundo, como saben todos: cuanto más necesaria me será a mí, que estoy firmemente resuelto a ser soldado de Jesucristo, que quiso vivir y morir obedeciendo: factus obediens usque ad mortem? (Phil. 2.) Esta obediencia es la que os pido, y tan perfecta como Vos la enseñáis, exhortándome a la obediencia ciega, y tal, que no solamente rinda mi propia voluntad, sino también mi juicio propio a aquellos, que en lugar de Dios me gobiernan; hasta buscar razones, que me persuadan ser mejor cuanto me ordenaren. Esta es aquella obediencia, que me hará vencer de un golpe todos mis enemigos, y aun a mí mismo: y esta es también aquella obediencia que Vos estabais pronto a tener, no solo al vicario de Jesucristo, más aún a cualquiera criatura, por vil que fuese, si Dios os la hubiese dado por superior, porque vuestra obediencia era hija de la Fe. Hubiera yo obedecido mejor a mis mayores en lo pasado, si en ellos hubiera mirado la persona de Jesucristo, que representan. Pero ya conozco mi grande yerro, que me ha privado del mérito de una virtud tan heroica: y propongo con toda firmeza, no tener en el obedecer otra prudencia, que aquella que el mundo llama y tiene por necedad, y es, cerrar los ojos del entendimiento a todo lo que se me mandare (como no sea pecado) y abrirlos solo para defender y ejecutar cuanto me sea ordenado de mis superiores.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario