miércoles, 22 de julio de 2020

MES DE JULIO A SAN IGNACIO - DÍA VEINTIDÓS


DÍA XXII.

Santísimo Patriarca San Ignacio: Oigo lo que me dice el Apóstol San Pablo: que no puede el alma alcanzar una vida divina, si no trata de mortificar el cuerpo. Y es mucha verdad, porque si esta vida divina en nosotros, consiste principalmente en tener la carne perfectamente sujeta a la razón y al espíritu, como podrá tenerse a raya y en obediencia este cuerpo, ¿si no se le trata como un esclavo vil, rebelde y contumaz? Vos supisteis sujetar bien el vuestro con el rigor de la penitencia. Desde que os entregasteis a Dios, empezasteis a dormir sobre el duro suelo: es azotabala cruelmente tres y cinco veces al día; ayunabais de continuo, menos los domingos, y en estos mezclabais tierra y ceniza con la comida; y vez hubo, que pasasteis ocho días sin más alimento que el de los consuelos celestiales. Vestisteis un saco de lienzo crudo, forrado de un áspero cilicio: os ceñíais con una cadena de hierro y con una faja tejida de espinas. Vuestra habitación era una cueva desabrigada, en donde os heríais el pecho con una piedra: andabais descalzo, con la cabeza descubierta y los cabellos desgreñados. En suma, supisteis de tal suerte sujetar la carne al espíritu, que siendo de natural fogoso y ardiente, llegaron los médicos a teneros por flemático, y alcanzasteis tal dominio sobre vuestros afectos, que en Vos las pasiones no se movían sino al imperio de la razón. Que distante me hallo yo, oh santo Padre mío, de estado tan feliz? Alcanzadme Vos un santo odio de mi cuerpo, para que sepa yo tratarlo como esclavo infiel, ya que, por haberlo tratado como amigo, me ha puesto tantas veces a punto de perder el alma.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.


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