DÍA XXIX.
Santísimo
Patriarca San Ignacio: Yo os he pedido en este raes hasta el día de hoy diferentes
gracias muy necesarias a mi alma. Hoy os he de pedir una que es la más necesaria
de todas, y sin la cual todas las demás me servirían poco. Esta es la
perseverancia en el bien empezado hasta la muerte. Santo Padre mío, fue en Vos
don excelentísimo, el no haber jamás descaecido desde el primer día, que os
entregasteis a Dios, en el fervor con que comenzasteis, y en el generoso
ejercicio de las virtudes cristianas, de tal manera, que viéndoos llegar a lo
más alto de la perfección el grande Javier, no hallo otro modo de explicarse, que
llamándoos gigante de santidad. El por su humildad se llamaba pigmeo en
vuestra comparación, siendo así que había copiado en sí mismo todas vuestras
virtudes. ¿Y yo con sobrada razón, y aun con obligación debo llamarme nada
delante de Vos? Pues apenas empiezo una obra virtuosa, cuando ya la dejo y
vuelvo atrás. Buen testigo puede ser este mismo mes, en cuyo principio estaba
yo con algún fervor de devoción, y ahora por mi culpa me hallo quizás muy frio.
Vos lo podéis remediar, pues tenéis nombre y hechos de verdadero Ignacio, esto
es, de un santo todo fuego. Dad esfuerzo a mi flaqueza, si no estoy muy en
peligro de perderme; abrasad todas mis frialdades, si no queréis que este
helado en el servicio de Dios: enfervorizad mi espíritu, si deseáis mi
fidelidad y perseverancia. La corona celestial no se da sino a quien pelea valerosamente
basta lo último de la batalla: y Vos sabéis bien que toda mi vida es una batalla
sin tregua. Es verdad que, si vuelvo vergonzosamente las espaldas, será todo por
mi culpa, y no por parte de Dios, que siempre esta pronto para ayudarme con su gracia;
más esto mismo haría mi suerte más desgraciada. ¡Ah! no permitáis que se pierda
esta alma devota vuestra, que con toda su eficacia os pide la gracia de que antes
se le acabe la vida, que falte a su indispensable obligación de vivir sirviendo
a Dios, adelantando de día en día en el camino de la virtud.
Padre nuestro, Ave Marta, Gloria.
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