NOVENA EN HONOR AL SEÑOR DEL BUEN SUCESO
PATRONO DE LA MUY NOBLE CIUDAD DE SAN
PEDRO DE RIOBAMBA, ECUADOR
Venerado en el Templo de las Madres Conceptas
de Riobamba
ACTO DE CONTRICIÓN
Dulcísimo
Redentor mío, vedme aquí postrado en tu divina presencia, llorando los muchos
delitos que he cometido contra ti ¡oh Señor! digno de infinito amor, confieso,
lleno de confusión y vergüenza, que eh sido un ingrato y desconocido a tantos
beneficios con que me ha colmado tu bondad infinita, más ya que padecisteis
tantas penas y tormentos, y que derramaste tu Preciosísima Sangre por mi amor,
te suplico encarecidamente, que no solo me perdones los pecados de los cuales
me arrepiento de todo corazón, sino que, dignes conducirme siempre por las
sendas de dolor, por las de la amargura y penitencia, hasta tener la dicha de
morir en tus divinos brazos y en los de tu bendita Madre María. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Amabilísimo
Jesús del Buen Suceso, a quien, en esta Soberana Imagen, con profunda
reverencia venero ¡Oh Padre de misericordias y fuente inagotable de piedades!
aquí tenéis a esta criatura que redimiste con tu pasión y muerte, ella es
pobre, enferma, desvalida, llena de mil culpas, por eso se llega a ti dueño
amoroso, en busca de remedio. ¡Oh bien de mi alma! Como te han puesto mis
pecados, como te han afeado mis culpas ¡bellísima flor divina! como te veo
Jesús mío, y como te contemplo ¿quién ha sido del autor de esa desfigurada
imagen de mi dueño? ¿Quién a borrado esa celestial hermosura? ¿quién manchó el
rostro del paraíso? ¿Quién ensangrentó esas mejillas, esa frente, esos ojos?
Asiento del amor y trono de la piedad misma ¡Ay, quien había de ser, si no esta
ingrata criatura que aquí tenéis, Dueño mío, arrepentida a tus pies! Si yo eh
sido la causa de este horrible sacrilegio, y yo el autor de esas heridas, yo,
que con mis culpas ensangrenté y afeé ese rostro divino ¡oh culpas malditas! ¡Oh
pecados míos, que tanto deformasteis el semblante de mi Jesús! Es necesario que
me asegure la fe, que eres tú, dulce hechizo de mi corazón, para que te
conozca. Amén.
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
Oh
Jesús, hombre de dolores, como quisiera participar de tus acerbísimas penas ¡ay! El Inocente padece y el rey de regocija,
el justo entre tormentos y el pecador entre deleites, el Señor tratado como
esclavo y el esclavo como si fuera el señor, este cambio lo han hecho mis
pecados, Amabilísimo Redentor mío, arrancad de esa soberana cabeza, Oh Rey de
dolores, aquella cruel corona y pásala sobre mis sienes, aquí es donde
estuvieran bien empleadas esas agudas espinas, pues yo debo ser el hombre de
los pecados, pues yo debo ser el hombre de los dolores, si, aquí esta el
malvado castigable, aquí esta el pecador infame, haz que pague sus delitos,
aqui la más ingrata de las criaturas, fustígale con sus ingratitudes. Más tú,
Redentor mío, quieres penar y padecer y pagar por mí, para que yo te ame, para
que yo te sirva, quiero en adelante, Jesús mío, corresponderte con un verdadero
arrepentimiento de mis culpas y con un vivísimo amor, pagarte los excesos de tu
infinita caridad, ayúdame con todos los auxilios, y concédeme la gracia que más
necesito y pido en esta novena, si ha de ser para gloria tuya y bien de mi
alma. Amén.
Padre
nuestro, Ave María y Gloria…
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
¡Oh María Santísima, Madre de Dios y de los pecadores! tu Señora que, al pie de la Cruz de tu Santísimo Hijo, mereciste el título glorioso de Reina de los Mártires, pues si estos padecieron agudos tormentos en el cuerpo, tu padeciste indecibles martirios en el alma, acuérdate piadosísima Reina, que las últimas palabras que dijo tu Hijo Jesús antes de expirar por mí en el árbol sacrosanto de la Cruz: “Mujer, ves aquí a tu Hijo” Mujer te llamó y no Madre, ¿Por qué una palabra tan dulce, un título tan inefable, una expresión de tanto consuelo, no quiso pronunciar Jesús en una ocasión en que ardía de sed por padecer más por los pecadores? Este celestial consuelo, que no quiso Jesús para sí, no, que no aliviara sus penas y dolores, me lo dio para alivio en mis aflicciones y desgracias, mandándome que en persona de San Juan te reconozca y te reverencie como a mi verdadera Madre ¡Oh María, Madre purísima! ¡Madre amabilísima! ¡Madre admirable! Mi Madre eres y como a mi Madre te invoco en todas mis necesidades y miserias, sin cesar de llamarte en mi auxilio, con todas mis fuerzas, sentidos y potencias, en todas días, horas e instantes de mi vida, diciendo a gritos: ¡María es mi Madre! ¡Oh clemente! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulcísima Virgen María! ¡Que gloria para los santos en el cielo! ¡Que consuelo para los justos en la tierra! ¡Que confusión para los condenados al infierno! Oídme decir, lleno de amor y de confianza: ¡María es mi Madre! ¡Que voz tan dulce! ¡Que eco tan suave! ¡Que expresión tan consoladora! ¡María es mi Madre! Alentado pues, Madre amorosísima, y constituido bajo tu poderoso patrocinio, pongo en tus manos santísimas este devoto ejercicio, y te ruego humildemente, los unas a tus méritos y los ofrezcas a tu santísimo Hijo, para que se digne concederme por su preciosísima sangre y tu poderosa intercesión, las gracias que deseo conseguir en esta novena, si es para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
Se
reza una Salve.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Vedle
aquí, alma mía, míralo con amor tuyo con la corona que le labraron tus perversos
pensamientos y deseos, mírale con el rostro acardenalado con los golpes que le
imprimieron tus sacrílegas manos con tantas obras malvadas, mírale cubierto de
lágrimas que arrancó tu sonrisa infame, de sudor que le saco de tu desidia y tu
impureza a las buenas obras, de sangre que le hizo derramar tu corazón duro,
empedernido para ablandarse a sus voces y preceptos. ¡Basta, Jesús mío! Mi
dolor que os consuele, mi arrepentimiento que os alegre, mi propósito que os
haga olvidar mis pasadas infidelidades e ingratitudes, asistidme con un rayo de
vuestra tu luz, y ayudadme con vuestra gracia, para que os ame y sirva para
todos los días de mi vida. Amén.
DÍA SEGUNDO
ORACIÓN
Te
venero, efigie dolorosa de mi amoroso redentor, objeto para mi confusión y de
amor, si, ¿y como no me ha de cubrir de vergüenza al ver ese rostro divino que
me recuerda a la multitud de mis culpas? ¿cómo no me veo abrazar en vivas
llamas de amor al considerar lo que hizo por mi esa caridad infinita? ¡Oh
ingratitud la mía! ¡Oh piedad de mi Redentor! Que pudiera Dios mío, derramar
por mis ojos lágrimas de dolor, toda mi sangre, más ya no puedo hacerlo, hazlo
tú, Señor, que sea tal mi contricción que por ella alcance el perdón de todas
mis culpas pasadas, las que llorare toda mi vida, esperando así tu
misericordia, y aquella gracia que pido en esta novena, si es para mayor honra
y gloria tuya. Amén.
DÍA TERCERO
ORACIÓN
Tu,
Oh Dios mío, que pusiste a nuestra imitación este ejemplar de dolores en tu
Divino Hijo, espejo de todas las virtudes, aquí nos tenéis Señor en este día,
penetrados de dolor y sentimiento, a la vista de esta soberana imagen de
nuestro Redentor ¡Ah! Desprende, dueño mío, unos rayos de tu amabilísimo Rostro
y con el alumbre y traspasa lo duro de nuestros ciegos corazones, que mejor
gracia podemos pedirte, oh Dios mío, esta es la gracia de las gracias, pues con
ella lograremos amarte y servirte, conociéndolo lo malo para no hacerlo y lo
bueno para abrazarte, tu que puedes Señor, de las piedras más duras, sacar hijos
de Abrahán, saca Señor del pedernal de mi pecho, afectos dignos de un hijo tuyo
para que con ellos corresponda de algún modo, aquel afecto infinito con que tú me amas hasta
padecer tanto por mi amor. Así, Redentor dulcísimo, conseguiré ser admitido en
el número de tus escogidos, y viviré con la esperanza de obtener el fruto de tu
sangre preciosa, y de conseguir aquella gracia que necesito y pido en esta
novena, si es para mayor gloria tuya y bien de mi alma. Amén.
DÍA CUARTO
ORACIÓN
¿En
donde estuve yo, Jesús mío cuando te hayas en tantas penas? ¿porque no me haría
entonces presente para impedir esos golpes, detener esas manos y estorbar esas
heridas? ¿porque no pude recibir en mi rostro esas bofetadas? Admitid en mis
sienes esas espinas, dad lugar en mi corazón a esas agonías de tu espíritu,
¡Ah! Si, que yo me haré muy presento a lo que mi amor padeciste, presente en tu
memoria, y presente en la bárbara ejecución de tus verdugos, tu entonces en mi
pensabas y mi ponías tus ojos, en mi se ocultaba el amor de tu corazón divino,
yo me hago presente a tus afrentas porque mis pecados fueron los impíos
ministros de tus tormentos, ¡Oh piedad sin igual de mi buen Jesús! ¡Oh crueldad
semejante de mi corazón despiadado! Pero ya que tu dueño mío, me tuviste tan
presente para amarme y padecer tanto por mí, tenme presente para perdonarme y
expulsar tal sacrílego atrevimiento, un ciego, Dios mío, no ve lo que hace, y
ciego fui cuando te ofendí, ciego cuando me amé contra ti, ciego cuando cometí
tantas culpas, perdonadlas Señor y borradlas con tu sangre, concediéndome valor
verdadero de todas ellas y aquella gracia que necesito y pido en esta novena,
si es para mayor gloria tuya y bien de mi alma. Amén.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
Decís
bien, Redentor mío amabilísimo, que no hay parte sana en tu divinísimo cuerpo,
bien decís que los hombres no te trataron como uno de ellos, bien decís que las
culpas del mundo han sido las causas de tus penas, ese rostro lacerado es el
signo más claro de la crueldad del corazón humano, eclipsados nuestros ojos en
las liviandades en el mirar, ensangrentada y herida la frente por nuestra
altivez y por soberbia, traspasados tus sienes por nuestros torpes y libres
pensamientos, acardenaladas las mejillas por nuestras indolencias y lascivia,
hincados los labios por nuestras palabras sueltas e injuriosas, muda la lengua
y seco el paladar por nuestros desordenes y gula, esto es lo que hemos hecho
con nuestras culpas, y este es el libro escrito con la negra tinta de nuestras maldades,
pero ¡ay Dios mío! ¿Quién nos dará torrentes de lágrimas para borrar esos caracteres?
Tu solo eres el consuelo del triste, el alivio de los afligidos, el remedio de
los enfermos, el padre de la vida y vida de los que han muerto por el pecado,
si, Redentor dulcísimo, dadme aquella vida que necesito y sin la cual no puedo
esperar tu misericordia, así como lo que te pido en esta novena, si es para
gloria tuya y bien de mi alma. Amén.
DÍA SEXTO
ORACIÓN
¡Hombres
todos, los que amáis a Jesús! Venid a ver como se halla por vosotros ese
inocente cordero, venid que el es quien nos convida, venid que es el quien nos
llama, venid a mi todos los que halláis en trabajos que yo os aliviaré ¡Oh buen
Jesús! Que amor ese el tuyo, llamáis a todos los hombre, para convidarlos y
llenarlos de favores, a unos ingratos, a unos rebeldes, a unos que así te
maltrataron, bendito seáis dueño amoroso, por tan grande misericordia, aquí estoy
yo, aquí me tenéis Padre mío, hasta ahora no eh sido tuyo, si no del demonio, pero
hoy que me llamáis tan amoroso, tuyo soy y tuyo quiero ser para siempre, hasta
hoy solo eh obedecido a mis pasiones desenfrenadas, pero ahora que oigo tu voz divina,
a ti solo eh de obedecer, a ti solo eh de complacer, estando contigo, mi Rey y
mi Padre, obtendré todas las dichas viviendo con tu amor, no quiero otra cosa,
viviré contento con mi Jesús y confiado de su bondad infinita esperaré sus piedades
y aquella gracia que pido en esta novena, si es para gloria suya y bien de mi
alma. Amén.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Soberano
Rey de la Gloria, dulcísimo Redentor de mi alma, escuchad los ruegos de vuestro
esclavo, ya que estáis siempre presto a oír las súplicas y conceder las gracias
a quien os busca, oídme pues Jesús mío, me hayo acongojado y afligido a vista
de mis pecados, mi corazón lleno de dolor y de arrepentimiento, da voces y pide
tu socorro ¿A dónde iré oh Padre de misericordias si vos no me admitís? ¿A donde
iré, amor de mis amores, si vos me rechazáis? ¿A dónde iré, hechizo de mi alma,
si vos me desamparáis? ¡Ah! Recibidme pues, soy vuestro hijo, admitidme pues os
amo tanto, ayudadme y consoladme, pues soy vuestro redimido, así me lo promete
vuestro rostro apacible. Entro yo en vuestras llagas, me escodo en tus heridas,
me abrigo en tu corazón, de donde sacaré el consuelo, la alegría, la fortaleza,
la pureza y un volcán de verdadero amor tuyo, aumentad en mi Jesús amoroso, el
dolor de veros ofendido, y concédeme la gracia que pido en esta novena. Amén.
DÍA OCTAVO
ORACIÓN
Así
lo sois, Jesús mío dulcísimo, de todos los pecadores, a vos me acojo como el
más perseguido de los hombres ¡Ay! Y como me hacen guerra mis pasadas maldades,
como me acometen mis rebeldes pasiones, como inquieta mi mayor enemigo, el
demonio, enemigos tengo que quieren perder fuera de mis enemigos que me combaten
de día y de noche, enemigos de mi alma y enemigos tuyos, pues a ella la
compraste con el precio infinito de tu sangre divina ¿Cómo has de permitir que
ellos triunfen y que yo me pierda? ¿Cómo puede ser, que yo haya de vivir
entregado a sus furias y lejos de vos, ultimo fin para que me criaste? ¡Ah! En vos
confío, pues eres mi esperanza, a vos recurro, pues sois mi vida, de vos espero
la defensa contra todas las tentaciones y el escudo contra todas las asechanzas
de mis enemigos, cantaré Señor, vuestra gloria, alabare misericordias, y
lograré vuestras piedades concediéndome tu amor, y aquella gracia que más
necesito y pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios y bien de mi
alma. Amén.
DÍA NOVENO
ORACIÓN
¡Oh Padre amorosísimo! hijo, oigo que me dices, oh dulce embeleso de mi alma, hijo dame tu corazón ¿mi corazón queréis, amabilísimo dueño de mi alma? ¡Ah! Mirad Señor que es carne, mirad que, ha sido cueva de áspides inmundos, considera que es duro y asqueroso, como podéis Jesús mío, contentarte con esa dádiva, como puede agradarte un corazón como el mío, pero ya que vos me lo pedís, helo aquí, te lo entrego para siempre en tus divinas manos, sin duda se ablandará su dureza, desaparecerá su fealdad, se limpiarán sus manchas, junto con el tuyo, mi corazón será morada de la virtud, asiento del amor, y casa de la más angelical pureza, el corazón me pedís, es vuestro por muchos títulos, si vos lo queréis también por título de donación ¡que fortuna para mi alma! ¡que dicha para mi espíritu! ¡que felicidad la mía! ¿Así me pagáis los obsequios de estos días, así correspondéis a un amor tan escaso y tibio como el mío? Gracias te doy Señor, por este nuevo beneficio, y propongo no apartarme jamás de vos, jamás dejaros de obsequiaros con mi devoción en toda mi vida, tu soberana imagen me ha robado el corazón, no me lo devuelvas, Dios mío, quédate con él, llévalo contigo a la gloria, en donde te amará por toda la eternidad. Amén.
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