PIADOSO NOVENARIO AL SERÁFICO PADRE Y
PATRIARCA SAN FRANCISCO DE
FUNDADOR DE LA ORDEN DE LOS FRAILES
MENORES
ACTO DE
Dulcísimo
Jesús mío, en quien creo como verdad infalible, en quien espero como bondad
infinita, a quien amo, como bien sumo. ¡Que locura ha sido mía cuando por un
vil deleite, por un gusto ligero por el interés de un bien engañoso y
momentáneo, he abandonado tu amistad y gracia, y me he puesto a riesgo de
perderte para siempre! Yo mismo me avergüenzo de tan torpe ceguedad, de tan
loco desacato. ¡Ojalá y como es tan claro el conocimiento de mi maldad, fuera
verdadero mi arrepentimiento, y que mi dolor fuera tan grande como lo fue mi
locura! Yo protesto, Señor, que ni aliento tuviera para levantar los ojos y
ponerlos en ti, si la fe no me ensenara que jamás se ha cerrado el seno de tu
piedad a quien llega arrepentido. Yo lo estoy tanto, Jesús mío, que si con la
sangre de mis venas pudiera borrar las ofensas que te he hecho, no dudara
derramar hasta la última gota. Ea, Jesús mío, que tuviste paciencia para
sufrirme cuando te ofendí, ten piedad de mi ahora que postrado a tus pies te
pido perdón. No atiendas, Señor, a mi maldad sino al arrepentimiento que tengo
de haber sido tan ingrato a tu suma bondad. Me pesa de haberte agraviado, porque
eres tan digno de ser amado, y propongo el no volver a ofenderte. Espero de tu
bondad me daréis gracia para cumplir este propósito. Amen.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS
LOS
Purísima
Virgen María, concebida sin pecado original, Madre del amor hermoso, iris que
convierte los rigores de un Dios airado en dulces rocíos de misericordia. ¡Oh
Santísima Reina! ¿qué recurso le queda a un infeliz que ha caído en la
indignación de Dios sino acudir a ti, Refugio de pecadores? El que se conoce
digno del castigo, no tiene otra esperanza sino en tu amparo y patrocinio; pues
tu eres el consuelo, vida y dulzura de todos los mortales. Por eso Madre y
Señora mía, a ti recurro, a ti me acojo; porque sé, porque entiendo y porque
todo el mundo lo publica, que nuestro Padre Dios tiene determinado no dar
despacho favorable a las suplicas que no van recomendadas con tu piadosa y
poderosa intercesión; ni conceder alguna gracia, si no viene encomendada por tu
mano. Y este mismo Señor ha puesto en ti unas entrañas tan de misericordia y de
piedad, que no puedes ver miseria alguna, sin que te muevas a socorrerla. Ea,
pues, clementísima Virgen María, sienta yo en mi el efecto de un poder tan
amplio como una misericordia tan desmedida: abre el tesoro de las gracias que quiso
el Omnipotente depositar en tus divinas manos. Derrama sobre mí el torrente de
beneficios que esta manando siempre de tu tierno corazón. Repite ahora,
Inmaculada Madre, aquellas suplicas, aquellos ruegos que en otro tiempo hiciste
a tu amantísimo Hijo, cuando resuelto a acabar con el mundo por los pecados de
los hombres, le pusiste delante de los ojos a tu querido siervo amartelado
devoto nuestro Padre San Francisco, para desarmar sus enojos. Haz que ponga la
vista en esas llagas que se me imprimió el en su cuerpo, y recuérdale que ellas
son el precio con que su Divina Majestad pago al Eterno Padre nuestras deudas,
nos negocie su gracia y amistad, y nos compre el derecho a la gloria.
Ahora
se rezan tres Padrenuestros y Avemarías, y un Gloria.
ORACIÓN A PARA TODOS LOS
Gloriosísimo
Patriarca y Padre mío San Francisco, a tus pies tienes la criatura más
miserable, la más pobre, y más necesitada de tu favor. Yo te alego para
conseguirlo el voto que a Dios hiciste de no negar cosa alguna que por su amor
te pidiesen, por amor de Dios te pido que abogues por mí en el cielo, y que me
alcances de mi Dios y Señor el que me admita en su gracia y amistad: que me dé
una contrición perfecta de mis culpas y un verdadero odio al pecado por amor de
Dios te pido el que imprimas en mi corazón un agradecimiento igual al ti que
viste a su divina Majestad por todo lo que por nosotros padeció?; y que así
como tu tenías en tu cuerpo y en tu corazón las señales de nuestra redención,
así yo tenga estampada en mi memoria y en mi conocimiento la dolorosa Pasión de
mi amado Redentor, para vivir y morir lleno de amor de aquel Señor que murió
por mí en la cruz. Amen.
Aquí
se hace la petición.
PRIMER
Seráfico Padre mío San Francisco, que, destinado de la divina Providencia para viva Imagen y copia fiel de Jesucristo, mucho antes de que nacieses, fuiste anunciado al mundo con celestiales profecías como lo fue nuestro amantísimo Redentor. Yo humildemente postrado, venerando en ti la Imagen de mi amorosísimo Jesús, te suplico me alcances de su infinita bondad luz para conocer el que la obligación con que salí de las manos de mi Creador fue la de conformarme en todas mis acciones al sagrado ejemplar de su Vida, Pasión y Muerte afrentosa. Alcánzame, pues, Santo Padre mío, los auxilios de la gracia que necesito, para obrar ajustado a este conocimiento, y para que con la luz de la fe que recibí en el Santo Bautismo, está siempre unido al ardor de la caridad, y el amor de aquel Señor que me crio solamente para amarle servirle en esta vida, y gozarle eternamente en la otra. Amen.
RESPONSORIO
El mundo, Francisco admira,
Tus portento y milagros,
Los elementos rendidos,
Los muertos resucitados.
La naturaleza guía
Tras el poder de tus manos,
Aves festejan tus oídos,
Peces te oyen admirados.
El demonio se retira,
Los enfermos vuelven sanos,
Y los tristes y afligidos,
Se ven por ti remediados.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo.
La naturaleza guía
Tras el poder de tus manos,
Aves festejan tus oídos,
Peces te oyen admirados.
L/: Ruega por nosotros, Oh Seráfico Padre San
Francisco de Asís.
R/: Para que seamos dignos de las promesas de
Jesucristo. Amen.
OREMOS:
Dios
Nuestro, que otorgaste a San Francisco de Asís la gracia de seguir gozosamente
a Cristo, en una vida de humildad y pobreza, haz que, a ejemplo suyo, nuestra
preocupación esencial sea, la de amar y seguir a tu Hijo. Por Jesucristo
Nuestro Señor. Amen.
ORACIÓN EN HONOR A LAS LLAGAS
Gloriosísimo
Protector y Padre mío, San Francisco, a vos acudo, implorando vuestra poderosa
intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor os manifestó al
martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Vuestras llagas son cinco focos de
caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo;
cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador os confió para que las
distribuyeseis entre vuestros devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pedid por mí a
Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en vuestra alma aquel día
dichoso en que recibisteis la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando
vuestros privilegios sobrenaturales, imite vuestros ejemplos y siga vuestras
enseñanzas, viviendo y muriendo amando a Dios sobre todas las cosas.
Rezar
5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San
Francisco. Concluir con la oración final:
Seráfico
Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto,
engrandecido y favorecido de Dios. Porque os veo tan rico en tesoros divinos,
vengo a pediros limosna. Dádmela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra
Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hicisteis de dar por su
amor todo lo que se os pidiese. Por amor de Dios os ruego que me obtengáis
dolor de mis pecados, la humildad y el amor a vuestra pasión; conformidad con
la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de
la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores,
perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Os
lo pido por amor de Dios. Así sea.
SEGUNDO
Seráfico
Padre mío San Francisco, que para ser una viva imagen y un perfecto retrato del
príncipe de las eternidades Jesucristo, saliste del vientre de tu madre marcado
con la señal de la cruz de color rojo en tu hombro a semejanza de aquel Señor
que vinculo su mayorazgo y principado en la cruz que llevo sobre sus hombros
hasta el Monte Calvario. Yo te doy a ti los plácemes, y doy las gracias a aquel
Señor que quiso honrarte con tan singular favor, y pues tu supiste llevar la
cruz de la mortificación y penitencia con tanto gusto y alegría, que en ella
vinculaste toda tu gloria haced que yo también me abrace con ella, y que lleve
conforme con la voluntad divina los trabajos y aflicciones de esta vida, para
que merezca lograr el premio que Jesucristo tiene prometido a los que le imitan
y siguen en el camino del Calvario. Amen.
TERCER
Seráfico
Padre mío San Francisco, que en prueba de que venias al mundo a ser copia fiel
y verdadero retrato del hombre Dios, que en la tierra ni almohada tuvo en que
reclinar su cabeza, tú mismo te desnudaste de todos tus vestidos, y renunciaste
no solo a los derechos a tu herencia, sino aun a tu propio padre, para poder
decir a Dios: Padre nuestro que estas en los cielos. ¡Oh que felicidad fuera la
mía, si a imitación tuya, me desnudara yo de todos mis deseos carnales para
abrazarme desnudo con mi crucificado dueño! Ti, pues, Santo Padre mío que estas
ya gozando el premio de tu altísima pobreza con la posesión de todo un Dios,
alcánzame de su divina Majestad un verdadero desengaño de las vanidades de los
bienes terrenos, y que solo aspire y solicite los bienes celestiales.
CUARTO
Seráfico
Padre mío San Francisco, que, empeñado en seguir las huellas de tu divino
Maestro, y de renovar en el mundo el método de vida que observaron los
Apóstoles, fundaste tu Religión, desprendida eternamente de todo humano apoyo,
y solo pendiente de la Divina Providencia. Yo te pido humildemente me alcances
de Dios nuestro Señor robustez de espíritu para no poner mis esperanzas en las
criaturas de la tierra, sino únicamente su divina Majestad. Ti Santo mío, eres
testigo en el cielo del fervor con que los sagrados Apóstoles están pidiendo a
Dios por la conservación de tu Religión, y por la puntual observancia de tu
regla, para que no se borre de la memoria de los hombres el temor de la vida
que practicaron los Santos Apóstoles dirigidos de su divino Maestro Jesucristo.
Une, pues, Santo Padre mío tus ruegos a los suyos, y alcánzanos del Padre
celestial luz para conocer que el único camino para ir a lograr los bienes
eternos, es apartar el corazón de los terrenos y caducos, y ponerlos solamente
en Dios. Amen.
QUINTO
Seráfico
Padre mío San Francisco, que siguiendo el sagrado ejemplar que te propusiste
para su imitación, y movido del celo de las almas, destinaste a tus discípulos
a la predicación del Santo Evangelio, señalando a cada uno el Reino o Provincia
que le tocaba por suerte. Yo te suplico humildemente, el que acordándote del consuelo
que recibía tu espíritu cuando veáis los prodigiosos frutos que cosechaba la
Santa Iglesia por la diligencia de estos apostólicos operarios, me alcances de
Dios nuestro Señor docilidad de espíritu, para que de oídos a las verdades
evangélicas, y me haga sordo a los silbos engañosos de la antigua serpiente.
Así mismo el que intercedas con nuestro amorosísimo Redentor, para que prospere
y facilite los afanes y trabajos de los ministros que se ocupan en la reducción
y conversión de los infieles y de los pecadores, y les comunique la gracia
necesaria para dar con sus obras y ejemplo practicada la doctrina que ensenan
del divino Salvador. Amen.
SEXTO
Seráfico
Padre mío San Francisco, que para dar la perfección a la vida que conforme el
retrato de Jesucristo venias a formar con tus virtudes y prodigios, hiciste en
un desierto un riguroso ayuno de cuarenta días, obrando por este medio no menos
el triunfo del demonio y de sus tentaciones que el desahogo de tus pavorosas
ansias por la mortificación y penitencia. Yo te pido me alcances de Dios
nuestro Señor el valor que necesito para vencer las sugestiones terribles del
demonio. Mira, pues, Santo mío, desde esa feliz región que habitas el que este
mundo es para mí un campo de batalla, en que peleando contra mi pobre alma sus
más crueles enemigos, no tengo otra esperanza para vencerlos que tu socorro
desde el cielo. Ruega por mí en esa celestial corte, favorece mi causa para que
Dios se apiade de mí, y me envíe los auxilios que necesito de su divina gracia,
para ir en tu compañía a gozarlo eternamente en la gloria. Amen.
SÉPTIMO
Seráfico Padre mío San Francisco, que ardiendo en el celo de la honra de Dios y bien de las almas, para el más glorioso retoque a la Imagen que ibas formando en ti dulcísimo Redentor de las almas, te ofrecías a ser víctima de la caridad, hasta comprar, si posible fuese, la salud espiritual de los hombres con el precio de tu sangre y tu vida. Humildemente te pido que atendiendo a mi miseria y a los deseos que tengo de servir y agradar a Dios en todas mis obras, me comuniques tu fervoroso celo. Intercede, Santo mío con el Todopoderoso, para que en mi se logre el fin para que fue derramada la sangre preciosísima de mi amado Jesús. No desprecies, Padre mío, a quien no menos afligido que incapaz de buscar por si su remedio, pone en ti sus ojos y todas sus esperanzas para lograr el único verdadero bien, que es ir a gozar de Dios eternamente. Amen.
OCTAVO
Seráfico
Padre mío San Francisco, que, para imitar a nuestro Señor Jesucristo, hasta en
los últimos instantes de tu vida, estando ya para subir al cielo a celebrar la
eterna pascua en el cenáculo grande de la bienaventuranza, tomaste en tus manos
un Pan, lo bendecirte, y partiéndole en pedazos diste a cada uno de tus hijos
la parte que le tocaba, exhortándolos a la paz, unión y caridad fraterna. Yo te
suplico, Santo mío, que acordándote a hora de aquel fervoroso celo con que
entonces los animabas a la práctica de esta virtud me alcances del Padre
Celestial que mi corazón se aparte del Espíritu de la discordia, y que la joya
preciosísima de la caridad, la paz que en herencia nos dejó Jesucristo, la que
forma su Reino, y que brilla en la patria celestial, esa sea el hermoso adorno
de mi alma. Amen.
NOVENO
Seráfico
Padre mío San Francisco, que para manifestar al mundo el que viniste a ser
copia fiel, imagen viva, retrato verdadero de Jesucristo; te mantienes aun
después de muerto, puesto en pie y con las llagas frescas y rubicundas. Te doy,
Santo mío, los debidos plácemes, por esa maravillosa situación en que se
mantiene tu cadáver, para que en los cielos y en la tierra vean que has
triunfado de la muerte, como triunfaste del pecado; y que el sepulcro no ha
sido para ti funesta pira en que se sepulten tus cenizas, sino nido glorioso en
que como Fénix de la gracia has renacido a vida inmortal y eterna. Vuelve,
amado Padre mío, tus ojos desde esa feliz mansión a los que caminamos por este
triste valle con riesgo de perder a Dios para siempre, y ser infelizmente condenados
al infierno. Ruégale a Dios que se duela de nosotros, que nos perdone nuestras
culpas y que nos conceda el ir en tu compañía a verle, adorarle amarle y
gozarle eternamente en su gloria. Amen.
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