NOVENA DEL GLORIOSO ARCÁNGEL SAN RAFAEL
PARA ALCANZAR POR SU INTERCESIÓN TODA
SUERTE DE GRACIAS Y FAVORES
Compuesta por el R. P. José Ríus, O. P.
Año de 1947
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, mi poderoso Creador, mi dulce Padre y
mi piadosísimo Redentor; aquí tenéis postrado a vuestros pies a este hijo
pródigo, que tantas veces ha malogrado el patrimonio de vuestra gracia con
enormes pecados. La contusión cubre mi rostro, Dios mío, y apenas me atrevo a
levantar mis ojos para miraros, aterrado con el asombroso número de mis
pecados. Mas ¿a quién iré, bien mío, sino al que me dio el ser, y derramó por
mí toda su sangre? Levantare y me iré al Padre, os digo como el primer pródigo.
A Vos, pues, vengo, cierto que me esperáis con los brazos abiertos para
abrazarme, y regar con dulces lágrimas mi cuello. Si para esto queréis también
mi llanto, de sangre viva quisiera yo formarlo, y daros con esto un testimonio
de mi verdadero arrepentimiento. Dad Vos, Señor, firmeza a mis buenos
propósitos, para que, dejando ya de ser demonio por los vicios, sea por las
virtudes un ángel puro, semejante a vuestro querido arcángel San Rafael. A vos, pues, me dirijo Príncipe gloriosísimo y
ángel de la salud, Rafael, para que, a la vista de vuestras virtudes y
excelencias, salga con vuestra protección del abismo de mis vicios y miserias,
y merezca con esto el favor que solicito en esta Novena y que espero de aquel vuestro
tierno corazón y fondo de caridad que forman vuestro carácter. Amén.
DÍA PRIMERO
RAFAEL, GRAN PRIVADO DEL REY SUPREMO
Para
formar el debido concepto de la íntima privanza y especial predilección con que
honra a Rafael el Rey Supremo, basta considerar la alta cumbre de honor a que
lo ha sublimado. Mas ¡oh qué altura de honor tan asombrosa! El menor do los
ángeles ocupa ya un trono incomparablemente más excelso y brillante que el
mayor de los monarcas de la tierra: ¿cuál, pues, será la elevación de un
Espíritu que so eleva sobre millares de millones de ángeles, por ser uno de los
que honran y decoran el celestial imperio! El mismo reveló por su propia boca a
los dos Tobías esta tan sublimo preeminencia, cuando les dijo: Yo soy el ángel
Rafael, uno de los siete que estamos delante del Señor, esto es, uno de los
siete más allegados a su augusto solio, prontos a desempeñar las comisiones con
que nos honra como a sus más íntimos privados, y de aquí es, que del
incalculable número de ángeles, que, como dice Santo Tomás con el Areopagita,
es mucho más crecido que el número de todos los seres juntos, sólo de Rafael y
otros dos espíritus angélicos ha querido Dios dar cierta e individual noticia a
los mortales: que por esto, sólo de estos tres celebra en particular su fiesta
la Iglesia. ¡Oh excelencia de Rafael verdaderamente admirable! (Medítese
un poco, y pídase el favor que se desea).
ORACIÓN
¡Qué
grande os hizo, sublimo Rafael, la poderosa diestra del Altísimo! ¡Ah! yo
quiero levantar la vista al refulgente solio de vuestra gloria, y los vivos
rayos de brillante luz que os rodean, deslumbran y obligan a cerrar mis
endebles ojos. Vos sois uno de aquellos siete supremos senadores que le forman
al Rey inmortal e invisible su más secreto gabinete y que, a la manera de
inextinguibles antorchas, arden y brillan sobro los siete candeleros de oro que
vio San Juan en el Apocalipsis delante del Cordero de Dios. A vos dirige con
dulce majestad sus cariñosos ojos el Rey de la gloria, haciéndoos con su luz
eterna e increada un fidelísimo espejo de su hermosura. A vos confía aquellos
profundos arcanos, de que no os lícito hablar al hombre; y como a su apreciado
valido os concede todas las gracias con que, como ángel de la caridad, queréis
socorrer a los afligidos mortales. Ya que tan grande sois y tanto priváis al
Rey de reyes, sacadme de mi pequeñez y alcanzadme de su Divina Majestad que se
eleve mi espíritu a las cosas celestiales y eternas, en cuya comparación todas
las grandezas y pompas do esto mundo no son más que vanidad y aflicción de
espíritu. Y para más obligaros, unido mi
espíritu con las tres jerarquías de los ángeles, saludo a la sacrosanta e
individua Trinidad con tres Padrenuestros, tres Avemarías y un Gloria Patri.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Excelentísimo príncipe del Empíreo, Rafael, ministro del gran Rey, celador de su honra, protector de la castidad, patrono do la limosna y oración, conductor de los caminantes, libertador de los peligros, proveedor en las necesidades, iluminador de los ciegos y módico universal de todas las enfermedades: a vos clamo, y a la sombra de vuestro patrocinio acudo, para que os dignéis sostenerme en todos mis peligros, consolarme en todas mis tristezas, dirigirme en todos mis apuros y remediarme en todas mis necesidades. Vos reunís todas las prerrogativas de los nueve coros angélicos. Tenéis la pureza y candor de los ángeles comunes; sois embajador de las cosas grandes como los arcángeles; sobre vos descansa Dios como en los Tronos; con las Dominaciones señoreáis los ánimos; con los Principados veláis sobre reyes y reinos; enfrenáis los demonios con las Potestades; obráis estupendos milagros con las virtudes; en vos, finalmente, se ven brillar las luces de los Querubines y arder las amorosas llamas de los Espíritus Seráficos. Ya, pues, que residen en vos tanta grandeza, poder y gloria, usad vuestra generosa beneficencia con esta inútil criatura, que, aunque frágil, al fin os ama con dulce pasión, para que sea feliz en el tiempo y en la eternidad. Amén.
GOZOS
De Dios íntimo Privado
Y su ministro escogido:
¡Rafael, de Dios querido,
Dad la salud, invocado!
Tú eres en Naturaleza
Un puro espíritu, y tal,
Que en la Corte Celestial
Descuella tu grande Alteza;
Al sol vences en belleza,
Del eterno Sol bañado:
En aquella antigua lid,
En que el valiente Miguel
Ajó al soberbio Luzbel,
Fuisteis invencible adalid.
Tropas del abismo, huid,
Pues ambos os han hollado:
De los siete más vecinos
Al trono augusto de Dios
Por uno os cuentan a vos
Los oráculos divinos.
Nuestros discursos mezquinos
Vencen tan noble dictado:
Principado en dignidad,
En las luces Querubín,
En las llamas Serafín,
Y trono en la majestad;
Reúnes la autoridad
Del Angélico Senado:
Aunque tan grande en el Cielo
Del hombre no os desdeñáis,
De allá a la tierra bajáis
Para su guía y consuelo.
De Dios tomando el modelo
A nadie os negáis, llamado:
Por vos Tobías el mozo
Libre de un susto mortal
Halló bienes sin igual,
Halló mujer, halló gozo.
Por vos llena de alborozo
A Raquel su suegro amado:
Sara, antes entristecida
Con siete maridos muertos
(Por ti echado a los desiertos
Asmodeo), vuelve a vida,
Y a un santo marido unida
Prole feliz le has logrado:
Tú de Gabelo el dinero
Para Tobías cobraste;
Tú siempre caudal hallaste
Al que te ama con esmero.
Siempre en ti un fiel tesorero
Halla el bien intencionado:
Tú a Tobías el mayor,
Ya de muchos años ciego,
Con hiel de un pez diste luego
De la vista el resplandor.
Loa el anciano al Señor
Y ve al hijo suspirado:
Tú ofreces en copa de oro
Al gran Rey de la alta Sión
La limosna, la oración
Y del pecho humilde el lloro.
La piedad es tu decoro
Y hacer bien al angustiado:
Ángel de salud te llama
La Iglesia, la cual opina
Que el Ángel de la Piscina
Eres tú: y quien a ti clama
De tu caridad la llama
Presto siente remediado:
Ya tu nombre mismo expresa
Que eres de Dios medicina;
De socorro rica mina
Todo el mundo te confiesa.
¡Feliz el que te profesa
Un amor fiel y alentado!
No es Córdoba solamente
La que, por ti apadrinada,
Se vio pronto libertada
De un contagio pestilente:
A cualquiera edad y gente
La salud has alcanzado:
ANTÍFONA:
Príncipe gloriosísimo San Rafael Arcángel, acuérdate de nosotros, y aquí y en
todo lugar ruega siempre por nosotros ante el Hijo de Dios.
L/: Estaba junto al altar del templo el
Ángel.
R/: Teniendo en su mano un
incensario de oro.
ORACIÓN: Oh
Dios que has dado a Tobías tu siervo al bienaventurado Arcángel San Rafael como
compañero para el viaje, concédenos la gracia, a quienes también somos tus
siervos, que también podamos ser protegidos por su vigilancia y fortificados
por su ayuda. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA SEGUNDO
RAFAEL, CELADOR DE LA HONRA DE DIOS
El
alto grado de gloria a que elevó el Todopoderoso a Rafael, es una prueba cierta
del ardiente celo con que en el día primero del mundo defendió la honra del
Altísimo, inicuamente ajada por el príncipe de la soberbia, Lucifer, cuando con
impotente orgullo quiso fijar su trono sobre el Monte del Testamento, elevarse
sobre los astros del Cielo y arrogarse la gloria del Creador. El fue entonces
uno de los más valientes campeones, que, al lado del grande Miguel, sostuvo los
derechos del Sumo de los reyes, y con el rayo de la verdad vibrando por su
fulminante boca, lanzó a los abismos aquel dragón horrible y todos sus
secuaces. Este celo de la divina gloria es el resorte que da impulso a todas
sus acciones; y aun en los continuos actos de bondad y misericordia con que
socorre a los hombres, lejos de buscar su propia gloria, no se propone otro
objeto, sino que los favorecidos bendigan, alaben y glorifiquen al Señor. Esta
es la única recompensa que exigió de los imponderables beneficios que había
dispensado a los dos Tobías. Bendecid, les dijo, al Dios del Cielo, y publicad
su gloria delante de todos los vivientes, por haber usado para con vosotros de
su misericordia. (Medítese un poco, y pídase el favor que se desea).
ORACIÓN
¡Cuán feliz sería yo, celosísimo Rafael, si llegase a imitaros en el celo de la honra de Dios! Vuestro purísimo pecho es un volcán de amor divino, y esto fuego de amor es el que levanta allí la llama da vuestro celo. Quien ama, olvida sus propios intereses, ni conoce más anhelos que los que se dirigen al provecho y gloria del amado. Vos, que tanto ardéis en incendio de amor seráfico, sólo respiráis llamas de inflamado celo por la gloria de vuestro amado Dios. Mas yo ¿qué celo puedo tener de esta honra, cuando mi corazón para con Dios vence en frialdad y dureza al insensible mármol? Todo concentrado dentro de mí, sólo vengo a ser el ídolo de mí mismo, en cuya sola ara quemo todos mis inciensos. Mis pensamientos, mis afectos, mis obras sólo se dirigen a contemporizar mi amor propio, procurando de mil maneras la satisfacción de todas mis propensiones y antojos, aunque para esto sea preciso ofender e insultar a mi Creador, violando su ley en su presencia. No sé mirar la más leve injuria que se me haga sin amotinarse luego mis pasiones, y mirar con indiferencia y sin dolor innumerables ofensas que se hacen sin cesar al Dios de la majestad y de la gloria. ¡Qué contraste, ardiente Rafael, entre mi frialdad y vuestro celo! Curadme, oh médico celestial, de enfermedad tan oprobiosa. Y para más obligaros, unido mi espíritu con las tres jerarquías de los ángeles, saludo a la sacrosanta e individua Trinidad con tres Padrenuestros, tres Avemarías y un Gloria Patri.
DÍA TERCERO
RAFAEL, PROTECTOR DE LA PUREZA
Aunque
la pureza sea blasón común do todos los ángeles, por ser puros espíritus, y
carecen por lo mismo de esta grosera y corruptible masa do carne, que grava a
nuestra triste alma; sin embargo, ella pertenece y distingue do un modo
especialísimo al purísimo Rafael, por cuyo motivo es considerado por especial
protector de la castidad. Él es quien ata, sujeta y confina al infernal
Asmodeo, que es el portaestandarte de la lujuria. Efectivamente, leemos en la
Sagrada Escritura que él libró a Sara, hija de Raquel y Ana, de la obsesión de
aquel inmundo demonio que le había ya muerto siete maridos, en quienes había
atizado primero el hediondo fuego de la lujuria. Pero la protección del gran
Rafael escudó al joven Tobías; y lejos de permitir a aquel impuro espíritu que
le asestase tiros como a los demás maridos de Sara, tómale, dice la Escritura,
y le amarró en el desierto del alto Egipto. Así es que este angélico protector
de la pureza quita las fuerzas al demonio tentador y corona de triunfos a los
que reclaman su auxilio en las arduas y siempre temibles batallas con que
pretenden los demonios conquistar el preciosísimo tesoro de una virtud tan
bella como frágil. (Medítese un
poco, y pídase el favor que se desea).
ORACIÓN
Purísimo
Rafael, ¡oh cuan enamorado os contemplo de la fragantísima azucena de la
pureza! ¡Con qué ahínco y con cuan sabias y oportunas instrucciones
procurasteis inspirarla a vuestro querido Tobías, pintándole la brutal
condición de aquellos infelices, que a la manera del caballo y del mulo corren
precipitados a disfrutar unos placeres que, gustados, acarrean la muerte! Ángel
de la pureza, interesaos también en mi ayuda, sostenedme en mis choques, y
esgrimid la espada de vuestra irresistible virtud contra los infernales
enemigos, que con incesantes y porfiados ataques pretenden abrir brecha en mi
corazón, para hurtarme aquella preciosa joya que forma la delicia del Hijo de
la Virgen. Mirad que son muchos y muy temibles los enemigos que se han aliado
con cruel mancomún en contra de mí: el mundo con mil aparatos lisonjeros, mi
propia carne con sensaciones tan halagüeñas como traidoras, todo el infierno
con innumerables artimañas; todo, santo mío, conspira a triunfar de mi
constancia en ser puro. ¿Qué haré, triste de mí, que no soy sino imbecilidad y
flaqueza, sino sucumbir y perderme? Preciso me será una mano tan robusta como
la vuestra para sacarme airoso y triunfante. Esta mano, pues, pido; ésta deseo,
y con ésta cuento. Y para más obligaros, unido mi espíritu con las tres
jerarquías de los ángeles, saludo a la sacrosanta e individua Trinidad con tres
Padrenuestros, tres Avemarías y un Gloria Patri.
DÍA CUARTO
RAFAEL, AMIGO DE LAS OBRAS DE MISERICORDIA
Otro
de los timbres que más ilustran y engrandecen a Rafael, es aquel vivo empeño
que toma en atender y recompensar las obras de misericordia con que los hombres
se socorren mutuamente, y especialmente la limosna. Su genio tierno, benéfico y
bondadoso, le hace mirar con fino cariño a cuantos congenian con él en la
piedad y misericordia. Aquel héroe de la caridad para con los vivos y difuntos,
el anciano Tobías, ¿qué beneficios no recibió de mano de este generosísimo
Príncipe? Cuando él distribuía con
franca mano su pan a los pobres, cuando interrumpía su comida y se desprendía
del descanso del sueño nocturno para dar sepultura a los muertos; cuando, en
fin, desplegaba de mil modos su caritativo pecho en beneficio de sus con cautivos
hermanos, Rafael vigilaba solícito, atendiendo con dulce complacencia estos actos
de humanidad, 30 presentándolos en copa
de oro ante el acatamiento del Dios de la misericordia. ¿De qué bienes en
seguida no colmó su persona, su casa y su familia? Vista, riquezas, consuelo,
larga vida, virtudes, toda clase de prosperidades, fueron la recompensa que con
su famosa aparición le negoció. Tanto como esto amó Rafael la misericordia. (Medítese un poco, y pídase el favor que
se desea).
ORACIÓN
Misericordiosísimo
Rafael, yo no sé ver en vos sino la más cabal y exacta imagen del Padre de la misericordia
y Dios de toda consolación. A imitación suya, no contento con favorecer vos a
vuestros queridos hombres, formáis un empeño de que ellos se favorezcan
recíprocamente. Mientras que vos estabais acumulando mil importantes beneficios
sobre las dos casas de Raquel y Tobías, inculcabais con estilo enérgico el
ejercicio de la limosna, y demás actos de beneficencia. Mejor es, decíais, dar
limosna, que almacenar tesoros de oro. Ella es la que preserva de la muerte;
ella la que limpia los pecados, y el más seguro garante de la misericordia de
Dios y de vida eterna. ¡Ay de mí, que tengo un corazón tan de piedra, para con
mis hermanos! Todo miel y regalo para conmigo, reservóles la hiel y los ajenjos
para los otros; y antes de arrostrar la menor incomodidad, sufriré que padezca
de hambre un infeliz. ¿Cómo podréis vos mirarme con buen ojo? No, no es vuestra
protección para los insensibles y crueles. Rogad, pues, a Dios, mi amado
Arcángel, que sensibilice, mi corazón, para que, a ejemplo vuestro, me haga todo
para todos, ejercitándome en adelante en todas las obras de misericordia. Esta es la merced que hoy os pido. Y para más obligaros, unido mi espíritu con
las tres jerarquías de los ángeles, saludo a la sacrosanta e individua Trinidad
con tres Padrenuestros, tres Avemarías y un Gloria Patri.
DÍA QUINTO
RAFAEL, ABOGADO DE LA ORACIÓN
Es
increíble la complacencia que perciben los santos ángeles en las oraciones que
dirigen los hombres al Omnipotente. Por esto se nos describen en el Apocalipsis
con azafates de oro en sus manos, llenos de aromáticos olores, que, corno allí
mismo se dice, son las oraciones de los santos, que ellos presentan como
fragante timiama ante el inaccesible Altar de la tremenda y centelleante
Divinidad. Pero, además de este amoroso anhelo con que todas las inteligencias
angélicas generalmente miran y protegen la Oración, tenemos datos particulares
del especial interés que toma en ella el gran Rafael. Desde los altos cielos
parece está continuamente atalayando para ver y descubrir los hombres de
oración y ofrecerla al Altísimo en favor de ellos. “Cuando tú orabas con tierno
llanto, yo fui quien ofreció a Dios tu Oración”. Así desabrochó su pecho,
hablando con Tobías. Y no hay duda que hará lo mismo con cuantos se dedican con
esmero a la oración, especialmente si invocan su auxilio con fervor y alentada
confianza; que por esto lo considera la Iglesia estar en pie con el incensario
en la mano ante el ara del templo, como que está siempre en actitud de ofrecer
a Dios el oloroso perfume de nuestras oraciones. (Medítese un poco, y pídase el favor que
se desea)
ORACIÓN
Ya que sois, excelso Príncipe Rafael, el abogado y promotor de la oración, alcanzadme de Dios el espíritu de esta virtud elevadora, que transforma los hombres en serafines. Ella es la que corre la cortina a los sublimes espectáculos de la eternidad; entabla una amistosa correspondencia entre Dios y el hombre; da al alma alas de paloma, con que se traslada en un momento desde el abismo do la nada hasta el refulgente solio de la Divinidad; enerva la fuerza tirana de las pasiones, degüella los vicios, da vida a las virtudes, hace llover del cielo mil saludables destellos de toda suerte de favores; ella, en fin, infunde en el alma aquella dulce y vehemente llama, limpiándola do toda escoria de terrenos afectos, la eleva a los místicos ósculos y abrazos del Dios del amor puro, hasta unirla y hacerla un mismo espíritu con Él. Ella, pues, formará en adelante mis delicias, dedicando a su ejercicio tantas horas como hasta ahora se me ha llevado la ociosidad y unas tareas vanas y aun perjudiciales. Estos son mis propósitos. Vos, que sois el amigo de la oración, suplicad al Señor me dé la gracia de saber llevarlos a generosa obra. Así lo espero de vuestra condición. Y para más obligaros, unido mi espíritu con las tres jerarquías de los ángeles, saludo a la sacrosanta e individua Trinidad con tres Padrenuestros, tres Avemarías y un Gloria Patri.
DÍA SEXTO
RAFAEL, CONDUCTOR DE LOS CAMINANTES
Pasma
verdaderamente la cariñosa solicitud que manifestó el gran Rafael en ofrecerse
por compañero de Tobías y seguirlo en todos los puntos de su famosa ruta.
Disimulando la alta dignidad de su carácter y trasformado en un joven viajero
con el nombre de Azarías, para hacerse más franco y familiar, ¿qué dulzura no
usa en su trato? ¿de qué riesgos no lo preserva? ¿qué bienes no le alcanza? ¿y
qué saludables preceptos y máximas no le inspira? Do esta manera, mientras es
su guía y conductor por los caminos de la tierra, es al mismo tiempo un sabio
mentor, que lo ilustra e instruye, enseñándole el verdadero camino que lleva a
la eterna vida. Y verdaderamente, como dice San Gregorio, mientras vivimos en
este mundo, estamos como en camino, por el cual nos dirigimos a la Patria: que
por esto somos llamados viajeros. ¡Dichoso y bienhadado el hombre que,
desviándose del camino de la iniquidad y perdición, atina con el que guía a la
morada feliz do los bienaventurados! ¡Y mil veces también dichoso el que logra
para esto un conductor tan diestro y oficioso como Rafael! Seguro podrá estar
con tan buen compañero de no tropezar en los continuos obstáculos que se
atraviesan por este camino, y llegar prósperamente al fin de tan crítica o
interesante jornada. (Medítese un
poco, y pídase el favor que se desea)
ORACIÓN
A vos invoco, dulcísimo Rafael, mientras que voy viajando por la peligrosa carrera de esta frágil y deleznable vida. Más tímido e inexperto que el mozo Tobías, preciso será que os dignéis asirme de la mano, para que no dé en algún horrible precipicio. Por todos los puntos de esta derrota hay ladrones y asesinos, que están siempre acechando, para hurtarme el oro do las virtudes, y hasta la vestidura do la gracia, y quitarme con esto la vida del alma, que es la única verdadera vida. Se hallan con frecuencia caminos espaciosos y amenos, cubiertos de flores y de varios hechizos, a que se nos llama con mil lisonjeros atractivos de honras, riquezas y placeres. De otra parte, se presentan páramos desiertos, montes escabrosos y ardientes arenales, que meten grima y horror al sólo verlos. ¡Cuán fácil es atendida nuestra innata propensión a lo agradable, andarse por los caminos deliciosos y volver las espaldas a los arduos! Y sin embargo, éstos son, en boca de la verdad eterna, los que guían a la vida, mientras que aquéllos tienen por remato la muerte en la sombría región del llanto sempiterno. Tenedme, pues, siempre de la mano, Ángel conductor, y obligadme, aunque me cueste la vida, a seguir siempre los que tienen por término la eterna vida. Y para más obligaros, unido mi espíritu con las tres jerarquías de los ángeles, saludo a la sacrosanta e individua Trinidad con tres Padrenuestros, tres Avemarías y un Gloria Patri.
DÍA SÉPTIMO
RAFAEL, LIBERTADOR EN LOS PELIGROS
De
ningún otro de los espíritus angélicos refiere la Sagrada Escritura tantas
particularidades y pormenores como de Rafael. La historia de Tobías no parece
también sino la historia de este humanísimo Arcángel. Allí, pues, se descubre
su sabiduría y prontitud en librar de los peligros al hijo de aquel héroe. Un
pez descomunal sale del fondo del río Tigris y va con furia a tragarse aquel
mozo, mientras que éste quería lavarse los pies. Asustado y atónito Tobías,
grita con alta voz al Ángel: Señor, mirad que me embiste. No te asustes, le
responde: antes bien, agárralo por las agallas y échalo en la tierra. Así lo
hizo impávido; y lo que al principio causó susto y aspaviento, fue después
origen de imponderables ventajas. Con no menos prevención libró al mismo y a su
esposa Sara del inminente riesgo de la crueldad del demonio, enseñándoles el
medio con que precaverse de su furor, y hacerse invulnerables a sus tiros. Y si
pudiésemos abrir aquí los anales de la Iglesia, ¿no hallaríamos innumerables
testigos del pronto auxilio que experimentaron invocando a Rafael en sus
peligros? Acudamos, pues, a él con fe, y será nuestro fiel libertador de
cuantos males puedan amenazarnos. (Medítese un poco, y pídase el favor
que se desea)
ORACIÓN
Con
tantas voces quisiera llamaros, mi amado Rafael, cuantos son los innumerables
peligros que me rodean. Peligros de salud, peligros de la fama, peligros de los
bienes de fortuna, peligros en la soledad, peligros en el concurso, peligros en
el mar, peligros en la tierra, peligros de cuerpo, y, lo que es más sensible y aún
más frecuente, peligros del espíritu. ¡Oh, con cuánta Propiedad mostró Dios al
grande Antonio Abad este mundo, como un campo vastísimo todo sembrado de lazos
y peligros! ¿Qué vigilancia no se necesita para poner el pie en punto seguro?
¿Qué astucia y valor para no ser presa de nuestro adversario el diablo, que
como león bravo da con feroz rugido mil vueltas a nuestro rededor para
devorarnos? ¿Qué superioridad de espíritu para no sucumbir a la fuerza
dominante de unas costumbres perversas, que tanto se han generalizado en
nuestros días, con dispendio de la Divina Ley? Casi cuanto vemos, cuanto oímos,
cuanto gustamos, cuanto, en fin, está cerca de nosotros, compromete nuestra
seguridad y pone en contingencia nuestra salvación. Vos, pues, que tanto os
distinguís en preservar de los peligros a los que os invocan, sedme presente en
mis apuros, protegedme, cubridme, salvadme, y no me desamparéis hasta ponerme
en la excelsa región de la imperturbable seguridad. Y para más obligaros, unido
mi espíritu con las tres jerarquías de los ángeles, saludo a la sacrosanta e
individua Trinidad con tres Padrenuestros, tres Avemarías y un Gloria Patri.
DÍA OCTAVO
RAFAEL, PROVEEDOR EN LAS NECESIDADES
También
se atrae los solícitos desvelos de Rafael la provisión de lo que necesitamos
para poder pasar esta miserable vida, si lo que pedimos no lo deseamos para
prodigarlo a la satisfacción de nuestras vergonzosas pasiones, sino para
nuestra decente manutención y otros fines útiles a la gloria de Dios y socorro
de nuestros semejantes. Testigos de esta verdad será en todos los siglos la
casa de Tobías, para quien no sólo fue él mismo en persona a cobrar la
considerable, suma de diez talentos de plata que le adeudaba el buen Gabelo,
vecino de la ciudad do Rages en la Media; más aún enriqueció su casa con la
mitad del opulento patrimonio de Raquel, y aun con todo el patrimonio entero,
seguida la muerte de este virtuoso varón. Esta misma generosa providencia
mostraría a los necesitados, si con los fines arriba indicados depositasen en
él toda su confianza; como lo han experimentado diferentes recurriendo a este
tesorero del gran Rey con viva fe e inflamada devoción. Enciéndase, pues, en
nuestro pecho la viva llama de nuestro afecto y confianza, y desde luego nos
inundarán las efusiones de generosidad y bizarría con que este Arcángel de la
conmiseración nos proveerá en todas nuestras necesidades. (Medítese un
poco, y pídase el favor que se desea)
ORACIÓN
Benéfico
y próvido Rafael: pues que tantas pruebas de socorro habéis dado en todo tiempo
a vuestra providencia me asilo, para que me alcancéis todo cuanto sea menester
para pasar en tranquila paz y decencia esta breve y fugitiva vida. No pretendo
montañas de oro para fijar sobre su cumbre un trono a mi soberbia, sino
precisamente aquello que vos, ilustrado con los rayos de luz, sabéis que me
conviene para mi manutención y otros fines de la divina gloria. Pero los bienes
de que con más ahínco os suplico me proveáis, son los bienes del alma, en cuyo
confronto, según expresión del Sabio, ni la plata es más que lodo, ni el oro
sino despreciable arena, ni todas las riquezas merecen otro nombre que el de
nada. ¿De qué me serviría que montes de oro procediesen mi carro triunfal, como
al de Pompeyo, si en remate quedase para siempre privado de las verdaderas
riquezas, de que hace magnífica ostentación el Rey inmortal de los siglos, en
aquel brillante Reino que mide su duración con la eternidad? ¿Seré tan loco
como Esaú, que por un puñado de legumbres me venda tan rico patrimonio? No, no,
santo mío. Lo que primero pido es el Reino de Dios y su justicia, y lo demás
sólo por añadidura. Esto espero de vos. Y para más obligaros, unido mi espíritu
con las tres jerarquías de los ángeles, saludo a la sacrosanta e individua
Trinidad con tres Padrenuestros, tres Avemarías y un Gloria Patri.
DÍA NOVENO Y ÚLTIMO
RAFAEL, MÉDICO DE NUESTRA SALUD
Si
bien en todo género de urgencias se ha mostrado siempre Rafael un dulce amigo
de los hombres; pero lo que más particularmente lo distingue y caracteriza es
el oficioso anhelo con que se interesa en curar nuestras enfermedades. Su
nombre es ya su más completo elogio: pues Rafael significa medicina de Dios.
¿Qué enfermedad habrá tan renitente, que no ceda a tal medicina y a tal médico?
Cede, en efecto, la ceguera de Tobías; cede la obsesión de Sara; cede la
devorante melancolía de Ana y de Raquel; toda aflicción, en fin, toda dolencia
cede. Persuadida la Iglesia Santa de esta verdad consoladora, invoca en las
enfermedades de sus hijos a este Ángel de la Piscina como al único instrumento
de que se vale Dios en todas las curaciones milagrosas, como dicen los santos
padres Gregorio y Agustín. La ciudad de Córdoba, con sólo acudir a este médico
celestial y colocar su imagen en el pináculo de su catedral, vio cesar
repentinamente una peste desoladora, que iba acabando con todos sus vecinos,
sembrando por doquier el llanto, el luto y la orfandad. ¿Qué beneficios no
percibió de él aquel inmortal héroe de la caridad con los enfermos, San Juan de
Dios, hasta verlo con el hábito de su Orden servir y curar a aquéllos, ¿y
tenerlo por su agonizante en la última hora de su vida? Acudamos, pues, a él
con viva fe, y sanarán nuestras enfermedades. (Medítese un poco, y pídase
el favor que se desea)
ORACIÓN
Sapientísimo médico del cielo, piadoso Príncipe Rafael, ¡qué tiernas son vuestras entrañas y cuan fino y dulce vuestro corazón, pues tanto interés tomáis en consolar y aliviar a los afligidos dolientes quo yacen sobre el lecho de su dolor! Ya, pues, que tan tierno sois y tan piadoso, a vos pido y de vos espero la salud del cuerpo para poder trabajar continuamente a gloria del Creador y bien de sus criaturas. Pero ante todo os suplico miréis con ojo compasivo las innumerables enfermedades de que adolece mi alma. ¡Oh, qué campo tan ancho ofrecen éstas a vuestra compasión y humanidad! La hinchazón de la soberbia me tiene todo entumecido; la comezón de la codicia me irrita; la maligna calentura de la lujuria me enciende; la inflamatoria ira me agita; el bolismo de la gula me embrutece; el tétrico humor de la envidia me tiene pálido y afilado, y la gota de la pereza me tiene del todo paralizado. Tantos, tan graves y tan inveterados males sólo medicina de Dios podrá curarlos. Vos, pues, a quien honra el Todopoderoso con tan interesante dictado, enterneceos sobre tan horroroso cúmulo de males, curando las dolencias de aquellos vicios capitales con los medicamentos de las virtudes opuestas. Este es el fruto especial que deseo alcanzar por vuestra mediación en esta novena: pues él solo me asegura la salud eterna en la gloria. Y para más obligaros, unido mi espíritu con las tres jerarquías de los ángeles, saludo a la sacrosanta e individua Trinidad con tres Padrenuestros, tres Avemarías y un Gloria Patri.
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