SEPTENARIO A SAN IGNACIO DE LOYOLA
Compuesto por Sor Juana María de San
Ioseph, perteneciente al Convento de San Juan Bautista Coyoacán
Año de 1715
ACTO DE CONTRICCIÓN
Dios y Señor mío, por lo inmenso, incomprensible, Santo y misericordiosos que sois, dadme por vuestra santísima Pasión, y por los dolores de vuestra Santísima Madre, auxilios eficaces para arrepentirme de mis enormes culpas, que tan presentes están en el libro de vuestra justicia, en que he de ver el cargo de mi mala vida, pero Señor, mucho mayor es vuestra Sangre, que el peso de mis pecados, y con tal confianza me arrepiento y me duelo de haberos ofendido, y me pesa en lo íntimo de mi corazón, de haberos correspondido tan ingrato y desleal, a tan innumerables beneficio, y así, protesto enmendarme, solo por ser quien sois, infinitamente santo y digno de ser amado, y por no agraviar a mi Madre y Señora Dolorosa, y a mi Padre y Patriarca San Ignacio, a cuyo asilo me acojo para ser perdonado. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dulcísimo
y amorosísimo Jesús, Poderoso Autor de todo lo creado y su admirable
conservador, y que todas tus obras se dirigen a l bien universal de las almas,
y con tan soberano amor, quisisteis tomar el nombre admirable de Jesús, que
significa Redentor, dándonos a tu Santísima Madre Dolorosa por Corredentora y
protectora de las almas al pie de la Cruz, y pasando tu soberana providencia a
enviar al mundo a tu siervo y ejemplar capitán de tu santa compañía, el gran
patriarca San Ignacio de Loyola, para alivio de tantos males, en que echó el
resto lo sumo de tus finezas: ofrézcote con todo el afecto de mi corazón, las
obras de este glorioso santo y sus heróicas virtudes, con que siguió
obedientísimo tus soberanas huellas, imprimiendo fijo carácter en su corazón, y
practicadas en sus voces su soberana sentencia, de que le sirve al hombre ganar
todo el mundo, si se pierde su alma. Ecos tan penetrantes en los oídos de los
pecadores, haz que por ella mi alma rinda en holocausto el albedrío, como le
consagro a ti este Santísimo Patriarca, cuyos méritos imploro a tu dulcísimo
Jesús y a tu purísima Madre, para que por ellos sean oídos y admitidos en tu
divina presencia, estos mis deseos de que seas alabado y glorificado en tu
amante San Ignacio, siendo mis acciones y operaciones espirituales y
espirituales, a mayor honra y gloria tuya, y que todos mis afectos enderece a
ti, divina hermosura de los cielos, admitiendo la petición de este septenario,
con todo lo que fuere de tu agradable voluntad. Amén.
Se rezan siete Padres nuestros, Aves Marías y Glorias.
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
Oh
Serenísima Reina del Cielo, María Dolorosa, y madre de pecadores, que al oír
aquellas amargas y verdaderas razones del Santo Simeón, cuando profetizó los
acerbísimos tormentos de tu amante Jesús y dulcísimo Hijo, afiló la espada loa
rigores tan anticipados en tu tierno corazón: Yo te doy gracias Señora, por
estos primeros pasos de nuestra Redención, y por los que acompañó tus penas tu
gran siervo San Ignacio de Loyola, imitando tan al vivo la vida de Jesús, como
que Jesús fue toda su vida, desde que mereció alistarse en su bandera, y
conseguir de tu liberal mano el don admirable de pureza, y en divisa de ser el
glorioso santo quien admitió muy en su corazón tan angelical dádiva, obediente
a la voz de tu Hijo, y tú, rindió en Monserrate a tu Santísima Imagen la
espada, tomando las armas de la Jesús, y renunciando las humanas, con infinito
sentimiento de sus culpas, admitiéndole tu patrocinio por compañero de tus
Dolores, por los cuales te pido, Madre de los Afligidos, consueles mi alma,
concediéndome una angelical pureza, a vista del aborrecimiento de mis culpas,
para que en mi contrición imite a mi padre San Ignacio, correspondiendo pronto
a las divinas inspiraciones, y recogiendo mi espíritu a Dios, conforme mi
querer en todo, con su divina voluntad. Amén.
ANTÍFONA: Como
un hombre prudente, que construyó su casa sobre la roca.
L/: Lo
amó el Señor y lo adornó.
R/: Lo revistió con una
estola gloriosa.
ORACIÓN:
Oh Dios, que, para la mayor gloria de vuestro Nombre, habéis dado por el
bienaventurado Ignacio un nuevo socorro a vuestra Iglesia militante, haced que
después de haber combatido en la tierra, siguiendo su ejemplo y bajo su
protección, merezcamos ser coronados con él en el Cielo. Por Jesucristo Nuestro
Señor. Amén.
DÍA SEGUNDO
ORACIÓN
Oh Madre Dolorosa y desamparada Reina en el riguroso camino a Egipto, trasminando tu afligido y amante corazón las incomodidades, y acelerado paso con que llevabas al tierno infante Jesús, huyendo de la inhumana ira de Herodes: yo te doy gracias dulcísima Madre, por la paciencia que tuviste en tan mortificado camino, y porque tu amante hijo San Ignacio siguió las huellas de tus desconsuelos, caminando por tan ásperos montes y rigurosas breñas, huyendo del Herodes de las culpas, por llegar al Egipto de su mayor afecto al retirarse de sus cariños a la Cueva de Manresa, haciendo en ella, admirables penitencias, vestido de un tosco saco, que adornado de penetrantes silicios, eran verdugo de su carne los abrojos, cadenas, disciplinas, ayunos y vigilias de la noche, tomando venganza de los agravios hechos contra un Dios tan benigno, así, al son de la disciplina y del amargo llanto, clamoreaba así: ¡Ay buen Jesús de mi alma, como te ofendí! ¡Señor, ten misericordia de mí, que soy un gran pecador! Siendo estos ecos en los oídos de Cristo, sonora música, y a tus Dolores, compañía y tiernas endechas: por esto te suplico, benignísima Señora, que yo lave mis culpas con las dulces lágrimas de contrición, detestando de ellas, y borrándolas con la penitencia, a el ejemplo de este penitente admirable San Ignacio, caminando seguro en este miserable destierro, sea mi alma admitida en los brazos de su misericordia. Amén.
DÍA TERCERO
ORACIÓN
Oh Emperatriz Soberana y vigilantisima Madre Dolorosa, que siendo ausente de tu vista por tres días la luz de tus ojos, el zagal mas hermoso que los astros adornan el bello cielo. Tu dulcísimo hijo Jesús, que apartado de tu compañía, se quedó en el Templo, como Suman Sabiduría, a disputar entre los doctores, que los futuros gozos que esperaban, eran ya poseídas glorias, y en tu corazón presente los sentimientos: yo te doy gracias, prudentísima Madre, por esta soberana enseñanza del Sapientísimo Maestro, y por el gozo que te causó tu siervo San Ignacio de Loyola, perdiéndose y ausentándose de los suyos, para mostrar en los templos el amor ardiente de las almas, y enseñar con su doctrina el camino del cielo, y de ella conseguir infinitas conversiones a costa de industrias que fabricaba su ardiente caridad, influida del Divino Maestro, en los continuos éxtasis, en que perdidos los sentidos, solo hallaba ligeras alas su espíritu, volando a su Criador, pues a los cuatro meses de su conversión, eran tan repetidos los favores del cielo, que se anegaba su alma de divinos consuelos, y perdido de amores de su Jesús, estando en el hospital de Santa Lucía, donde brillaba su caridad con los pobres enfermos, tuvo por espacio de siete días un maravilloso rapto, hallándose al fin de ellos en las manos de Jesús, deseando que todos los hombres le amen. Y a ti, bellísima Señora, que así acompañaba tu hijo San Ignacio tus dolores, por ellos te pido, Madre piadosa, que no se pierda mi alma por la culpa, antes, si que mi ejemplo sea viva predicación, y con divina luz busque al Señor, y merezca hallarle por medio de la gracia. Amén.
DÍA CUARTO
ORACIÓN
Oh Afligidísima Señora y agonizada Madre, a vista de tan afrentosos tormentos, como toleró el inocentísimo Jesús, tu Santísimo Hijo, siendo preso, calumniado y azotado ignominiosamente, afrentado y hecho irrisión del pueblo, por la verdad de su admirable doctrina, y por puro amor de las almas: yo te doy gracias, tiernísima Reina, por la mansedumbre con que visteis estas injurias, y por el amor con que tu amante hijo San Ignacio siguió los pasos de Jesús. Siendo muchísimas veces presto. Llevado de juez en juez, puesta su doctrina en pareceres, baldonado y calumniado aun de los mismos cristianos, por publicador de la religión cristiana, siendo en Alcalá aprisionado con rigurosas cadenas, donde le tenía preso el amor de Dios, y a la consideración de sus obradas finezas por la humana naturaleza, tendía las velas a desear más padecer y padecer, y logrando el premio de sus deseos, llegó el conseguir ser apaleado por el celo de las almas, y por suma de sus finezas ser sentenciado a los azotes, en este teatro le puso el amor de tus Dolores, Señora y Purísima Madre, por ellos te suplico, sea yo libre de la disciplina del riguroso juez, y consiga de tu mano, paciencia y humildad en las contradicciones de esta vida, para que mereciendo el padecer por el amor de Cristo, y aborreciendo la culpa, solo ame lo que es de su agrado. Amén.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
Oh inconsolable Reina y constante Madre en la Crucifixión ignominiosa del Hijo de tus entrañas, tu amantísimo Jesús, que enarbolado en la Cruz, redimió la humana naturaleza, hallándose glorioso de padecer por conseguir el triunfo de tus deseos, que era la salud de las almas, por medio de la Ley de la Gracia, que fundamentó en la Cátedra de la Cruz, y mostrando lo sumo de sus finezas, te encomendó a los pecadores, dejándolos a tu protección, aun estando afligida, sola y rodeada de tormentos: yo te doy gracias, Divina Madre, por la compañía que te hizo tu querido hijo e ilustre Patriarca San Ignacio de Loyola, poniéndose en la cruz de tormentos, desconsuelos y contradicciones por fundar la sagrada Compañía de Jesús, de cuyos deseos vivió crucificado, fiando el Eterno Padre del favor de su Unigénito Hijo y de tu protección, Divina Reina, la ejecución de esta soberana empresa, venciendo como valeroso capitán en la cruz de los trabajos, la pertinaz herejía, formando divinas escuadras de vigilantes soldados, que acompañando a Jesús, alcanzan victoria contra la malignidad del pecado, obra tan gloriosa a Cristo nuestro bien, y de tanto consuelo a tus Dolores. Por ellos te suplico, bellísima María, viva yo crucificado con tu Hijo Jesús, gozoso en la cruz que su Majestad me ha dispuesto, y cumpliendo perfectamente con las obligaciones de mi estado, consiga vencer la culpa, ahuyentando el demonio, y consiguiendo la divina gracia. Amén.
DÍA SEXTO
ORACIÓN
Oh atormentada Virgen y desamparada Madre al pie de la Cruz, viendo expirar en ella a tu inocente hijo Jesús, y acabada la obra de nuestra redención, no hallar por premio de tamaña fineza, otro amparo, ni alivio que tus amantes brazos y tu afligido corazón, que rendías al Hijo de tus entrañas: Yo te doy gracias acongojada Madre, por tanto desamparo, y por la compañía que hizo a tu soledad, tu esclarecido hijo San Ignacio de Loyola, muriendo en viernes, a imitación de su soberano Maestro, en soledad y desamparo de sus queridos hijos y discípulos, huyendo toda vanidad y aplausos, por solo seguir a Jesús en la Cruz, que siempre le siguió e imitó como fiel soldado que observante obedeció pronto a la voz siempre de su divino Capitán, hasta ver cumplidos los sagrados estatutos de su ejemplar religión, fundando en toda su felicidad el gloriosos santo, en ser de la Compañía de Jesús, y Jesús regocijándose en tener la Compañía de Ignacio, como se lo mostró la Señora en diversas revelaciones, prometiéndosele favorable, y empeñándose toda la Trinidad Santísima a favorecerlo, y así fue este santo Patriarca, compañía a tus dolores, Oh Purísima Reina, por ellos te pido, no me desampares en el instante riguroso de mi muerte, antes si, consolada mi alma con tu presencia, se halle libre de las sujeciones de la culpa, y de las tentaciones diabólicas, para que, acabando en felicidad mi vida, comience la eterna en tus divinas manos. Amén.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Oh Solitaria Princesa y atormentada Madre Dolorosa, a vista de tan crecidos sentimientos, como anegaban tu tierno corazón, hallándote en suma soledad, ya sin la luz de tus ojos tu divino Jesús, y que en un pobre sepulcro quedaba toda la riqueza de los cielos, visitando aquellos santos lugares donde padeció tu Hijo y mi Redentor, siendo esta dolorosa vista, recuerdo a tus sentimientos: por ellos te doy gracias, afligida y dolorosa Madre, y por la compañía que te fue, tu tierno hijo y fundador de San Ignacio de Loyola, siendo los primeros pasos de su conversión, los Sagrados Lugares de nuestra Redención, que con tiernísimas lágrimas regó, y con sus afectos amorosos veneró su gratuito corazón a costa de infinitos trabajos, y desamparo sumo, y siendo esta la primera estación de su vida, consiguió hasta el fin de ella la imitación de nuestro dulce Jesús, queriendo que su sepulcro fuese el campo, o lo más humilde de él, y que su memoria estuviese sepultada, porque solo de su Soberano Maestro fuese ensalzado y glorificado su Santo Nombre, fiando en la Divina Majestad todas sus acciones y sus constituciones, todas las dictadas de tan sapientísimo Maestro, y así en esta fuente de vida, hallaron los sedientos deseos de mi Padre San Ignacio, el portento de tan inauditas virtudes y admirables maravillas, que centellan en los cielos, y resplandecen en la tierra, siendo el motivo acompañar tus Dolores, tiernísima Reina, por ellos te suplico me halle acompañado de tu Patrocinio y del Patriarca San Ignacio, en la presencia de tu Dulcísimo Hijo Jesús, para ser libre de la infernal sepultura, y que aborreciendo la culpa consiga las virtudes que este glorioso Santo, como alistando debajo de la bandera de la ley de gracia, con el asilo del dulcísimo Nombre de Jesús, y del Poderosísimo Nombre de María, y del ardentísimo de mi amorosísimo Padre San Ignacio de Loyola, y abrazado se un amor intenso de Dios, merezca por medio de la gracia, la unión de tan Divina Compañía en la Patria Celestial. Amén.
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