lunes, 6 de julio de 2020

VISITA AL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS


VISITA AL DIVINO CORAZÓN DE JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR, QUE PODRÁ SERVIR TAMBIÉN PARA EL JUEVES Y VIERNES SANTO

Tomado de Miscelánea Espiritual: devocionario para toda clase de personas, y en particular de suma utilidad para las embarazadas.

Recopilado de los autores más selectos.

Con Licencia

Barcelona, Año de 1819.


Yo os saludo en el Santísimo Sacramento del altar, ¡Oh Divino Corazón de Jesús! que sois el centro de todos los corazones, don de estos hallan su reposo, su alegría y su felicidad, y fuera de él son siempre miserables.

Os saludo, ¡Oh Vaso admirable! Que sois la obra más excelente del Altísimo, en que su poder, su sabiduría y su bondad parece haberse agotado.

Os saludo, ¡oh teatro de maravillas! que solo Vos encerráis mayor número que todo el universo junto.

Os amo con todos los afectos de mi corazón, ¡Oh Corazón infinitamente amable! que sois el objeto de todas las inclinaciones del Padre celestial, y que merecéis también ser el objeto del amor de todas las criaturas.

Os adoro ¡Oh Corazón soberanamente perfecto! que sois el rey de todos los corazones, los cuales están obligados a sujetar se á vuestro imperio, y obedecer a vuestras leyes.

Os bendigo y doy gracias ¡Oh muy caritativo Corazón! por el amor en que os abrasáis por mí, por la bondad con que me atraéis á vuestro seno, y por el continuo cuidado que tenéis en todo lo que me toca.

Me uno a Vos y a todas vuestras divinas operaciones, ¡Oh adorable Corazón! Entro en todo el amor, en lodo el respeto, en toda la alabanza, en toda la gloria que rendís eternamente a Dios. Junto en Vos todo el amor, todo el respeto, todas las alabanzas, todas las adoraciones de los ángeles y de los hombres permitid que yo los una á Vos, para que pueda amar a mi Dios con

todo este amor, reverenciarle con todo este respeto, alabarle con todas estas alabanzas, y adorarle con todas estas adoraciones. Enteramente me consagro á Vos, ¡Oh Corazón Santísimo! para emplear me solo en vuestro servicio, y

trabajar con todas mis fuerzas en el aumento de vuestra gloria. En Vos pongo toda mi esperanza, ¡Oh corazón lleno de bondad! que estáis siempre pronto a recibirme bajo vuestra protección, a socorrerme en mis necesidades, y a colmarme de vuestros beneficios.

A Vos recurro, ¡Oh abismo infinito de perfección! que sois el principio, el centro, y el modelo de todas las virtudes y perfecciones de las criaturas; y vengo a suplicaros las comuniquéis a mi corazón. Derramad en él la caridad, la obediencia, la pureza, la paciencia, la mortificación, la dulzura y todas las demás virtudes. Todos los días vendré a sacarlas de Vos como de la fuente, y no os dejaré mientras no sea enriquecido con ellas.

Manantial de misericordia, que continuamente corréis, y jamás os secáis, agobiado de miserias vengo a buscar alivio en Vos. Fuente de agua viva, siempre franca a los que quieren beber, y cuyas aguas llegan hasta la vida eterna, vengo a Vos para apagar la sed que me abrasa. Sol de gloria, que alumbráis todo el mundo, y cuya luz jamás se eclipsa, vengo a Vos para que

disipéis mis tinieblas, y me dejéis gozar de vuestros amables resplandores. Fragua de amor, que con vuestros fuegos abrasáis el cielo y la tierra, vengo a Vos para rogaros derritáis el hielo de mi corazón, y me abraséis con vuestras divinas llamas. Principio de vida, que la comunicáis a todos los miembros del cuerpo de Jesucristo, vengo a Vos para pediros me hagáis participar de ella, a fin de que sea un miembro vivo que merezca ser conservado, y no un miembro muerto que merezca ser cortado. Escuela santa donde se tiene la felicidad de ser instruido por el Padre celestial, vengo a Vos para aprender las verdades de la salvación. Divino propiciatorio, de cuyo pie

todos los pecadores reciben la absolución de sus pecados, vengo a Vos para obtener la remisión de los míos. Océano de todos los bienes, de donde salen sin cesar arroyos y ríos de gracia y misericordia, que riegan todo el universo, vengo a Vos para que llenéis de vuestras divinas efusiones toda la capacidad de mi alma.

Cuando considero en las bondades incomprehensibles que Vos manifestáis, y en los servicios obligatorios que sin cesar hacéis a los hombres, o muy perfecto y caritativo Corazón, me siento enteramente transportado de amor y reconocimiento para con Vos; porque Vos sois el arca de la alianza, que nos hacéis entrar en una dichosa sociedad con Dios, y que continuamente nos alcanzáis del cielo una infinidad de favores. Vos sois el arca de Noé, en la cual sola se puede esperar la salvación, y fuera de la cual es preciso perecer; y que recibís en vuestro seno, no un corto número de personas, sino todos los que quieren entrar, con tal que renuncien la corrupción del siglo. Vos sois el carro de fuego que transportáis al cielo, no solamente a Elías, sino a todos los fieles que se unen a Vos, despojándose de la capa de todas sus afecciones terrenas. Vos sois el tesoro del mundo que enriquecéis igualmente a los hombres y a los ángeles, y en donde es permitido a cualquiera ir a tomar todo lo que desea. Vos sois el templo del Señor, que estáis siempre lleno de su gloria, y en el cual cada uno tiene la libertad de entrar para adorar su infinita Majestad. Vos sois el altar sagrado, en que solamente recibe Dios las ofrendas, y a donde nos manda llevemos todas las nuestras. Vos sois el solo holocausto perfectamente agradable a sus ojos, que santificáis los nuestros por vuestra unión, y que sabéis apreciarlos consumiéndolos con el fuego en que Vos mismo ardéis. Vos sois el sacerdote universal, que presentáis a Dios todas las ofrendas de los hombres, para que yendo por vuestra mano le sean agradables. Vos sois nuestro abogado y mediador para con el Padre celestial, que defendéis sin cesar nuestra causa en su tribunal, y nos reconciliáis con él. Vos sois el libro de vida, en que todos los predestinados están escritos y en que necesariamente es preciso estarlo para salvarse.

Vos sois un paraíso de delicias donde habitan las almas puras, y gozan de placeres inefables. Vos sois un cielo abierto para todos los que quieren entrar en él, y, dejar la criatura para poseer al criador. Yos sois en fin la ciudad santa, en donde toda la augusta Trinidad y todos los santos hacen su morada, y en la que también he elegido hacer la mía. Diré con el profeta rey: Este es para siempre el lugar de mi reposo; habitaré aquí, porque es el lugar que he escogido: quien me quiera encontrar, vaya a buscarme en el corazón adorable de Jesús; porque estoy resuelto a no salir jamás de él.

¡Oh dulcísimo Corazón! Yos sois por nuestra dulzura mi asilo contra la formidable crueldad de los corazones de los hombres: Vos me recibís cuando ellos me repelen: Vos me aliviáis cuando ellos me abandonan: Vos me consoláis, cuando ellos me afligen, ¡Oh Santísimo Corazón! Vos sois por vuestra santidad mi amparo contra la corrupción de los hijos del siglo: Vos me inspiráis el menosprecio del mundo, cuando ellos procuran hacérmele estimar: Vos me lleváis a la mortificación, cuando ellos quieren empeñarme en el deleite: Vos me animáis á abrasarme en una llama celestial, cuando ellos procuran consumir me en una infernal. ¡O muy generoso Corazón! en Vos es donde hallo abundantemente con que reparar todas mis pérdidas: reparo por vuestra humildad lo que yo he perdido por mi orgullo; reparo por vuestra obediencia lo que te perdido por mi rebelión; reparo por vuestro fervor lo que he perdido por mi pereza; en fin, reparo por todas vuestras virtudes lo que yo he perdido por mis vicios. ¡Oh muy caritativo Corazón! Vos sois por vuestra caridad el rico suplemento de todos mis defectos: Vos amáis a mi Dios por mí, le dais gracias por mí, le honráis por mí, le satisfacéis por mí, para suplir por mí las faltas de todas estas obligaciones, Vos veíais por mí, cuando yo duermo: trabajáis por mí cuando yo descanso: os aplicáis

á mis negocios, cuando yo los dejo. ¡Oh benignísimo Corazón, fiel amigo de los hombres! Vos sois todo mi consuelo, porque no hallo otro gusto en la tierra más que unirme y consagrarme a Vos: Vos sois toda mi esperanza, por

que solo de Vos espero el socorro y la salvación: Vos sois mi único refugio, porque no tengo otro apoyo ni recurso sino Vos. ¡Oh seguro puerto de los que no saben dónde hallar abrigo! vengo a buscar un asilo favorable ante Vos para librarme de tantos males de que me veo amenazado; vengo a Vos, para que me sirváis de escudo contra la ira de mi Padre celestial que he irritada con mis delitos; de muralla contra el furor de mis enemigos invisibles que continuamente tiran a perderme; y de apoyo contra mis propias flaquezas, que a cada momento están a punto de causarme la muerte.

¡Oh manantial de amor, de luz, de gracia y santidad! derramad, os pido, en mi corazón este amor, esta luz, esta gracia y esta santidad; volvedle manso como Vos, humilde como Vos, sencillo, paciente, obediente, diligente, y desasido de todas las cosas sensibles: ablandad su dureza y obstinación, detened sus ímpetus, reglad sus afectos, dadle parte en vuestra pureza, comunicadle vuestra rectitud, encended en el Vuestro fervor, inspiradle vuestro valor, imprimidle todos vuestros movimientos, y no sufráis que jamás siga oíros. A Vos toca como al primero y al soberano de todos los corazones, gobernar, arreglar y conducir el mío.

Pero haced más, ¡Oh divino Corazón! venid Vos mismo a ocupar el lugar del mío, para comunicar la vida, el calor y el movimiento a todos mis miembros.

Este corazón está tan corrompido, que casi no hay ya remedio para su corrupción; y aun cuando se curase, recaería luego por su inconstancia en sus primeros desarreglos. Venid pues, ¡Oh divino Corazón! a ocupar Vos mismo su puesto: venid a encender, vivificar y gobernar todos mis miembros: venid a comunicarme vuestro amor, vuestra gracia y vuestra santidad. ¡Oh que dicha será para mí tener un corazón tan santo y tan perfecto! Entonces ya no temeré faltar al amor que debo a Dios y al prójimo, porque tendré dentro de mí el origen de toda caridad. No temeré más el pecado, porque poseeré el manantial de toda justicia. No temeré más el infierno, porque tendré dentro de mí la causa de toda la felicidad del cielo, cuyas dulzuras empezará a hacerme gustar desde esta vida para saciarme plena y eternamente en la otra. Amén.

Hágase ahora la estación al Santísimo Sacramento.

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