DÍA DÉCIMO
MEDITACIÓN
Iba la Esposa del Cantar de los Cantares dando vueltas por la ciudad y buscando por calles y plazas al amado de su alma preguntaba a todos por él. y nadie podía responderle acerca de su paradero. Así, puntualmente, aunque con afecto más crecido, buscaba la Virgen Santísima a su divino Hijo cuando, habiendo subido a Jerusalén, éste se quedó en el templo 6 se deslizó del lado de sus padres sin que éstos lo advirtiesen. ¡Qué tres días tan amargos fueron aquellos para el Corazón de María, herido de amor inconsolable! Era aquella la primera esencia de su Hijo desde que lo parió en Belén. ~y qué habría sido de él? ¿Le habrán cogido ya los enemigos de cuyas manos escapó recién nacido? ¿Quién es capaz de imaginar las conjeturas a que se entregarla nuestra Señora y el hondo pesar que anegaría su Corazón? ¿Habría llegado ya el tiempo en que se cumpliese el vaticinio de Simeón? ¡Pierde a Jesús la Virgen sin culpa suya ninguna, y corre desalada día y noche buscándole por todas partes; y nosotros perdemos por nuestra culpa a Jesús, ¡y no damos un paso para volverle a encontrar! ¡Renuncia la Virgen a todo descanso, no come ni duerme con sosiego hasta volverle a ver; y nosotros, perdida la gracia de Dios y muertos por el pecado, nos entregamos á banquetes y pasatiempos, y dormimos tranquilos al borde del abismo, ¡sin cuidarnos de que podemos despertar en el infierno!... ¡Oh ceguedad! ¡oh insensatez! ¡Y cuán cara ha costado a muchos!
¡Oh Corazón Afligidísimo de María! Detesto mi criminal ceguera, que tanto se aflige por la pérdida de mi bien temporal y caduco, y ve insensible la pérdida de la grada y la pérdida del alma. ¡Oh! ¡no será así en adelante, no será así, Madre mía! Piérdase todo, pero no pierda a Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario