DÍA OCTAVO
MEDITACIÓN
Heroico fue el Corazón de María en la presentación de su Hijo Jesús en el templo. Heroico en el sacrificio que hizo de su honra, presentándose como una mujer ordinaria y común que necesitaba purificarse como las otras madres, ella que era inmaculada y había concebido por un milagro de la virtud del Espíritu Santo; heroico en su obediencia sometiéndose a una ley que no la obligaba; heroico, sobre todo, en el sacrificio generoso que hacía de su Hijo, ofreciéndolo desde entonces a los azotes y salivas de la soldadesca, a los insultos del pretorio y a la muerte en la cruz. ¡Oh, cómo debieron resonar terriblemente en sus oídos las proféticas palabras del anciano Simeón: ¡Una espada atravesará tu corazón! Y clavada la llegó en él toda su vida con heroica fortaleza y cuando después miraba a un Hijo, cuando le tenía sentado sobre sus rodillas, cuando besaba su frente o acariciaba su hermosa cabellera, súbitamente venían a su pensamiento las palabras de Simeón, ¡las afrentas de Jerusalén y los dolores del Calvario!... ¡Qué prolongarlo martirio! Dios nuestro Señor, cuando concede favores extraordinarios, quiere que quien los recibe se prepare para llevar también extraordinarios trabajos y tribulaciones. Dios purifica a los suyos en el dolor como se purifica el oro en el crisol. A los que más ama, más los regala con su cruz. Las penas regalo son, no veneno.
¡Oh Corazón heroico de María! Hazme conocer estas verdades. Sígante
á ti en la humildad, obediencia y sacrificio.
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