DÍA
DÉCIMO QUINTO
MEDITACIÓN
Escriben autores de nota que el exterior y semblante de Jesús era muy parecido al de María, y natural es que el Hijo se pareciese a la Madre. A su vez el Corazón inmaculado de la Madre era muy semejante al de Jesús en su interior, participando en cuanto era posible de sus sentimientos y excelencias. Esta semejanza la reducen los autores a los siguientes capítulos: 1. Semejanza en las perfecciones, bondad, pureza, poder, misericordia, etc. 2. Semejanza en las virtudes, humildad, obediencia, mansedumbre, caridad, celo, etc. Semejanza en los títulos, atributos y cualidades: Jesús es Rey, María, Reina; Jesús, Señor, María, Señora; Jesús el camino del cielo; María, la puerta, etc. Semejanza en los privilegios: Jesús, impecable por naturaleza; María, por gracia; Jesús, inmaculado por derecho; María, por privilegio; Jesús, subiendo al cielo en cuerpo y alma por su propia virtud; María, llevada por los ángeles, etc. Semejanza en las riquezas, poder y gloria; el Padre comunica el poder al Hijo, el Hijo, a la Madre; al nombre de Jesús toda criatura dobla la rodilla en el cielo, en la tierra, en los infiernos, al nombre de María se alegran los cielos, rinden homenaje los hombres, tiemblan y huyen aterrados los demonios. Gloriosa semejanza entre la Madre y el Hijo: ¿y yo con quién tengo semejanza? ¿A quién me parezco? Fui criado a imagen y semejanza de Dios; pero ¿la conservo limpia é intacta, la he afeado con la culpa? ¡Quiera Dios que no lleve mi alma la imagen y semejanza de la bestia infernal!
¡Oh Corazón de María! haz mi corazón semejante al tuyo.
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