viernes, 14 de agosto de 2020

NOVENA AL CRISTO DE LAS CLARISAS DE PALENCIA


NOVENA DE LA MILAGROSA IMAGEN DE JESÚS SEPULTADO 

Que se venera en el Coro del Convento de las Religiosas de Santa Clara de la Ciudad de Palencia. España.

 

DISPUESTO

Por su Vicario el P. Fr. Salvador González Mingúela

Predicador Apostólico

Sale a luz a expensas de dicha Comunidad, y le dedica al mismo Señor sepultado.

Con Licencia en Valladolid.

Año de 1807

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Padre piadosísimo, en quien creo, y firmemente espero no ha de malograrse mi pobre alma a quien criaste, y con tu Sangre preciosa redimiste. Bien sé, Señor, que mis pecados, por graves y muchos, han desmerecido tu amistad y gracia; pero desde ahora yo les aborrezco. Quitadme la vida antes que yo vuelva a ofenderos. No precisamente por conseguir et hermoso cielo que me prometéis, quisiera yo amaros; ni por el temor del justo castigo, dejar de ofenderos: solo el grande amor que vos me mostráis en tan lastimoso estado, en que os ven mis ojos, sea lo que me mueva á maros de veras, y en todo serviros. Avivad mi fé, Jesús clementísimo, fortalecedme en la esperanza, y encendedme mucho en la caridad, para que llore de corazón mis muchos pecados: propongo la enmienda de mi mala vida, fiado solo en los auxilios de vuestra gracia, con los cuales procuraré satisfacer debida me tue a vuestra justicia, y finalmente quiero perseverar ea vuestro santo temor, amor y servicio hasta el fin último de mi vida. Amén Jesús.

 

 

DÍA PRIMERO

CONSIDERACIÓN

Considera alma con atención en este primero día a tu Dios humanado, que aunque sumamente agobiado de la penosa fatiga que en el huerto había padecido con las congojas, tristezas y amarguras que en la oración le ocasionó la viva representación de tormentos tan terribles como ya se le acercaban; y mucho más al ver malograda en tantos, que se habían de perder, su doler esa pasión, y afrentosa muerte; sin embargo se levanta presuroso a salir al encuentro a sus más crueles enemigos, deseoso de entregarse cuanto antes a las afrentas, a los dolores y a la muerte, para redimir al hombre, de quien hace más aprecio que de tu misma vida: avergüénzate tú á vista de tu torpe ingratitud, y mala correspondencia y hablando con el Señor, dile así de corazón.

 

ORACIÓN

Oh Jesús inocentísimo, que, enamorado de mi alma, y ansioso de mi eterna salvación, corres apresurado a perder una vida que vale más que todas juntas, y solo por hacerme participante de tus tesoros y eternas felicidades, te vas a entregar a las afrentas y ultrajes los más vergonzosos, é insufribles! ¡Cómo puedo mirar sin deshacerme en lágrimas ese sagrado cuello atado con una soga, saltando por entre las uñas la sangre de esas divinas manos atadas furiosamente con cordeles, y rodeado todo vuestro virginal cuerpo con cadenas! ¡Así trata el hombre a quien le quiere hacer feliz, y libertarle de padecer eternas miserias! Oh loco de mí, que aun conociendo esto, no doblo la cerviz al suave yugo de vuestra santa ley, y libres mis manos no cesan de obrar acciones livianas con que hago más cierta mi condenación. No permitáis, Jesús humildísimo, se malogre en mí la redención que me vais a merecer, ni haga yo en vos más amarga y triste vuestra pasión por no aprovecharme de ella. Haced que humillado para que, en adelante las virtudes santas, que vos me enseñáis en esta ocasión, de oración silenciosa, paciencia, y perfecta caridad, con que triunfe de mis enemigos, como Vos triunfasteis de los vuestros, para que logrando de todos ellos la victoria, consiga el mérito de tan fuertes peleas, y al fin por premio gozarme con vos en la eterna mansión de vuestra gloria. Amén Jesús.

Ahora se rezan con devoción cinco Padres Nuestros y al fin de ellos un Gloria Patri, en reverencia de las cinco llagas de N. R. Jesucristo; después la oración siguiente, que se dirá en todos los días, como también los gozos verse, y oración.

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

 ¡Amoroso Jesús y Padre mío! ya vengo a confesar rendido a vuestras plantas, que atrevido os ofendí: ingrata os menosprecié y ciego de mis pasiones he afeado esa hermosura. No puedo mirar con reflexión tu sagrada Imagen, que tan al vivo me representa el horrible estrago de mis viles gustos, sin desagradarme de mi mucha locura. Si el medio único de alcanzar indulto de tales delitos es la penitencia, alientos cobro, al ver tus tormentos, para abrazarla: ¿más qué podré yo, dulce dueño mío, si no me ayudáis? ¡Oh qué cruel batalla es toda mi vida! Por dentro temores, luchas por de fuera, sin cesar me cercan. La carne rebelde combate a mi espíritu, y éste tibio, y flojo, no hace resistencia. El mundo con sus embelesos sin sentir me lleva para el precipicio: y el demonio astuto con lo deleitable á los sentidos disipa muy luego las inspiraciones que el cielo me envía. ¡Infeliz de mí! quién me librará de tan cruel tormenta? Mas quién sino vos, que sois la fuente de toda bondad, ¿cuyas antiguas misericordias triunfaron siempre de la multitud de nuestras miserias? A vos pues me acerco, donde tantos grandes pecadores han hallado abrigo. Sé que, si llegáis a obrar en mí el convertirme, os podréis gloriar que haber domado un, corazón el más rebelde y haber encontrado una miseria la más grande. Solo hay en mí abono el conocer ya la falsedad y apariencia que ofrece el mundo en cuanto presenta como gustoso a los apetitos y que la quietud del corazón solo se asegura con una vida arreglada a vuestra ley santa, en que no hay temores ni latidos de la conciencia. Haced Señor que no falte en mí jamás este conocimiento, para no dejarme llevar de la falsa dulzura, con que me halagan mis enemigos. Sea este el logro de mis peticiones, y lo que intento conseguir en esta novena. Así mismo os ruego miréis piadoso a la santa iglesia; y deis acierto a los que la gobiernan: y finalmente a los que devotos os tributamos estos rendidos y humildes obsequios, para que en todo acertemos a hacer vuestra santísima voluntad. Amén Jesús.

 

 

GOZOS

Pues Tesoro tan sagrado

El cielo en vos nos previno:

Socorred, Jesús divino

A todo necesitado.

 

En alta mar con su gente

El Almirante navega,

Y una luz es quien le entrega

El más precioso presente;

En una urna patente

Mira a Jesús sepultado.

 

Que á Palenzuela se lleve

Para su culto dispone,

Y el cielo luego se opone

Obrando un prodigio en breve:

El bruto andar ya no puede

Sino al sitio destinado.

 

Palencia, Pueblo dichoso,

Tú eres a quien se inclina

La providencia divina

Para hacerte venturoso;

Pues á ti desde Reynoso,

Viene á ser depositado.

 

Se Colocado en su capilla,

Y en un Coro religioso

Se deja ver prodigioso,

Y en el arte maravilla;

El que a pedirle se humilla

Va luego bien despachado.

 

Gloríate sin cesar

Comunidad religiosa.

Pues gozas la mejor cosa

Que pudieras desear;

A todos das que envidiar

Con Cristo tan afamado.

 

Entre las castas esposas

Con veneración estáis,

Y aunque afeado os mostráis.

Sois lirio hermoso entre rosas:

Amantes, y fervorosas

Os rinden culto sagrado.

 

Una madre inadvertida

Al niño un vidrio entregó,

Y éste incauto le tragó

Con acción no prevenida:

Viene a ti luego afligida

Y el vidrio se ve arrojado.

 

A una moza que tullida

Una novena os ofrece,

Sin dejar vos que la rece

Le dais salud muy cumplida;

Y en su cuerpo conocida

Señal del prodigio obrado.

 

Pretendió la devoción

Tan gran tesoro usurpar.

Mas no se pudo ocultar

Con la lluvia la intención;

Doblase la admiración

Con suceso tan probado.

 

La langosta destruía

Los campos, y los sembrados,

Mas la comen á bocados

Avispas que Dios envía;

Cesó la plaga en el día

Con haberos invocado

 

Con un sacrílego horror,

Y abominable insolencia.

Se ejecuta en tu presencia

La impureza sin rubor;

Mas no sufre tu rigor

Omitir pruebas de airado.

 

Aunque vuestro pecho es fragua

De los divinos amores,

En los peligros mayores

Llovéis favores como agua;

Si tal fuente se desagua

El campo queda regado.

 

Cual florido Nazareno

Con vuestro cabello hermoso

Nos cautiváis cariñoso,

Mirándonos muy sereno:

Creció aquel, y en vuestro seno

Crece el amor y el cuidado.

 

Es tu rostro sacrosanto

Tan singular, y extremado.

Que al pincel deja burlado,

Y al corazón con quebranto;

Y a quién no provoca á llanto

Viéndote tan lastimado.

 

Por tu pasión dolorosa,

Dulce Jesús, te rogamos.

Nos oigas, pues te invocamos

En la aflicción más penosa;

En la muerte (¡fuerte cusa!)

Amparadnos con tu lado.

 

 

DÍA SEGUNDO

CONSIDERACIÓN

Reflexiona atentamente, después de haber mirado el venerable y divino rostro de tu Salvador, cuán atroz fue la osadía del atrevido ministro que tan sin razón levanta su mano cruel contra el mansísimo Cordero de Dios, da con él en tierra, le abre los labios, y deja entumecida aquella divina cara, en quien se miran los Ángeles, a la violencia de tan furioso golpe; y por otra parte admira la serenidad y mansedumbre del Señor en responderle; y la eficacia de sus razones para quedar confundida su maldad, y formidable audacia: llénate tú de compasión á vista de esto, y habla al Señor de esta manera.

 

ORACIÓN

Oh Rey inmortal de los siglos humanado: qué manso, qué benigno, y qué sufrido os hace el amor a los hombres. ¿No sois vos quien trasiega los montes con su furor, antes que puedan ellos entenderlo? ¿El que mueve la tierra en su lugar? ¿Sacude una con otra sus columnas? ¿Ante quién doblan la rodilla los que sustentan el orbe? ¿Y a cuya ira nadie puede resistir? ¿Y sin embargo toleráis tanta lluvia de oprobios, blasfemias, golpes y bofetadas? ¡Mas ay de mí! que estas son penas para vos dulces, escogidas y amadas; pero mis pecados tan renovados y repetidos son en realidad para vos golpes amargos. Crueles y sensibles. Haced, Señor, que yo conozca esta verdad, para no repetir más tan feas culpas, con que no hago sino deslucir la hermosura de vuestro divino rostro: y que lave con copiosas lágrimas a mi pobre alma, viva imagen vuestra, a quien tienen tan denegrida y manchada. O y qué lejos he estado yo de sufrir injurias a imitación vuestra, cuando yo he sido el primero en injuriar a mis próximos sin causa alguna. No sea ya así, Jesús pacientísimo. Ayudadme vos para que lleve a efecto mi arrepentimiento, y que mis propósitos sean eficaces. Esta gracia os pido; y que se extienda vuestra piedad a todos los demás pecadores. Concededme también lo que deseo conseguir en esta novena siempre que sea de vuestro agrado, y bien de mi alma. Amén Jesús.

 

 

 

DÍA TERCERO

CONSIDERACIÓN

Entra, alma, en este día en el palacio de Pilatos, y procura admirar con la más atenta consideración la inalterable paciencia, mansedumbre, é inaudita templanza de Jesús en tanto tropel de injurias, desacatos y crueldades como ejecutan en su dignísima y real Persona; mírale ya públicamente desnudo con vergonzosa confusión, atado cruelmente a un mármol, descargando sobre sus virginales y delicadas carnes un diluvio de azotes; y si á vista de tan lastimoso espectáculo no acabas de mirar con horror tus torpes gustos, que son los que en tu Redentor causaron tales estragos, no dudes que tu inhumanidad y fiereza con el Señor, aun es superior a la de aquellos ministros de Satanás: y que tu insensibilidad te hace sumamente cruel contra ti mismo; pues así atesoras ira en el pecho del justo Juez para el día de la ira: vuelve sobre ti, y poseído del más justo sentimiento dile postrado a tu Redentor.

 

ORACIÓN

¡Supremo Rey y dueño mío! Bien conozco que no tanto los cordeles y las sogas os han amarrado fuertemente a esa columna, cuanto las cadenas eslabonadas de los yerros de mis repetidos pecados; ¡Oh fealdad horrible de la culpa, que así has desfigurado la hermosura del Ciclo, y obscurecido los claros soles de ese venerable rostro! ¡Oh cruenta fiera del pecado, que tan sin humanidad tratas al mismo reparador de tus daños! Cómo hallamos. Señor, ¿gusto en lo que a vos resulta tanta confusión, dolor y empacho? ¿Cómo corremos los hijos de la Iglesia tan desenfrenadamente en busca de nuestro daño y precipicio? ¡O crueles azotes los que a mí me esperan en aquel horrendo lago del infierno, si ahora no tomo por mi propia mano la mortificación de este brutal cuerpo! Concededme, Dios mío, alguna gota de esa divina sangre que tan abundantemente corre y se rebalsa a los pies de los verdugos, para que con tan eficaz medicina sane yo del mal incurable de mis desenfrenadas pasiones. Estas me precipitan a cada paso, y han hecho sumamente frágil mi flaqueza. Dadme vos firmeza y esfuerzo en mis propósitos, para que dé una vez dé de mano a mis infames vicios, y os siga con tesón por el dulce camino de vuestra ley. Esta gracia os pido, y espero de vuestra piedad; y el que me concedáis lo que humilde os ruego en esta novena, para gloria vuestra, y mi espiritual aprovechamiento. Amén Jesús.

 

 

 

CUARTO DÍA

CONSIDERACIÓN

Levanta hoy, alma, tus ojos, y mira con reflexión la Persona del supremo Emperador de los Cielos, Príncipe de las Eternidades, y Ángel del gran Consejo, reducido en este paso al estado más ignominioso y deshonrado que pudo inventar Ja malicia y furor diabólico apoderado de aquellos fieros ministros. Advierte de cuantos modos es aquí atormentado: la cabeza con aquella horrible diadema de espinosos juncos; los hombros con la púrpura de escarnio; y la mano con una contentible caña por real cetro; las salutaciones son blasfemias y contumelias horribles y las adoraciones golpes, bofetadas, salutaciones y ceremonias de mofa, escarnios é irrisión; así quedó desfigurada, y como un feo y horrible monstruo aquella divina cara, fuente clara de toda hermosura; pero mira, y admira mucho, entre tanta ignominia, tormento y confusión, tal humildad, paciencia, mansedumbre y silencio, y llénate de un justo horror contra tu soberbia y vanos pensamientos, y dile al Señor así.

 

ORACIÓN

¡Oh esplendor de la gloria del Padre! ¡Oh paraíso de deleites, que con la luz de tu cara alegras la ciudad de Dios! Quién así ha confundido y trastornado ese aspecto de la mayor veneración, claridad y hermosura. Mas ay de mí! que la altivez y soberbia de mi corazón, y de todos los mortales, ha derribado tu grandeza, soberanía y majestad de supremo Monarca, reduciéndote al más bajo y vilísimo concepto de Rey de burlas, de irrisión y escarnios como loco, fantástico, y mentecato: así pagas mis locuras, mi vanidad y temeraria presunción con que vivo, sin querer sujetarme a tus divinas leyes y mandatos; ni reflexionar en la manifiesta contradicción que entre sí dicen mis obras con la fé de lo que creo y confieso. Mirad, Jesús mío, con ojos compasivos a mi alma, digna de la mayor compasión, para que se humille á vos á vista de tanto abatimiento en vuestra incomparable grandeza. ¿Qué encanto es este Señor que padecemos? cierto es que es infinito el número de los necios, y que yo soy el que más incurro en esta horrible estulticia y ceguedad; pero ya quiero someterme a vuestros divinos preceptos, y arreglar á tan justo arancel mi proceder y mi vida. Ayudadme para ello con vuestra gracia, que de veras os lo suplico, y que logre lo que pretendo en esta novena, si es de vuestra gloria, y bien de mi alma. Amén Jesús.

 

 

 

DÍA QUINTO

CONSIDERACIÓN

Encamina tus pasos este día al pretorio de Pilatos, juez injusto, que arrastrado de la ambición, y deseo de mandar, condena a muerte al que a todos dio la vida; y confesándole inocente y justo, le da sentencia la más cruel, inicua é ignominiosa que jamás se oyó en el mundo: mírale sacar del palacio, y observa bien la procesión que se dispone: sale un formidable escuadrón de soldados; suena la trompeta; se oye el pregón; levanta el grito el concurso innumerable de vecinos y forasteros; sale un ladrón tras el otro, y dos sayones tirando de los cabos de una soga que tiene rodeada al cuello el divino sentenciado ; presentan al público al mismo hijo de Dios, al Salvador de todo el mundo, y al hijo purísimo de la siempre Virgen María, como á malhechor el más infame é inicuo, y le hacen caminar apresurado con el pesado madero de la Cruz hacia el monte Calvario, lugar destinado para su suplicio. Reflexiona bien cuanto peso se le ha añadido tu Redentor con las muchas y repetidas culpas que has cometido en toda tu vida; y al verle tan agobiado, caído por tierra, y tan lleno de heridas y de penas, dile compungido y humillado.

 

ORACIÓN

¡Dulcísimo Amor mío Jesús, luz de mi entendimiento, y gloria de mi alma! Bien sé, Señor y Dueño mío, que no solo bajasteis del cielo a rescatarme de la esclavitud de mis pecados, sino también a enseñarme como divino Maestro la senda segura de mi salvación. Yo os veo en este paso tomar gustoso en vuestros delicados hombros esa pesada Cruz, con que me dais la lección más importante de que en el padecer trabajos, enfermedades y persecuciones en esta vida mortal con resignación y conformidad, está el más claro y auténtico testimonio de ser virtuosos, perfectos discípulos de vuestra escuela, y de estar marcados con la señal más cierta de la predestinación. Pero ay Señor! cuán violento y repugnante es el dolor de los trabajos para la naturaleza por parte de la carne, y cuán oculto y escondido el valor y fruto que de él resulta a nuestro espíritu, para tomar afición a tan penoso camino, sin admitir alguna humana consolación. No ignoro, mi Dios, que, si el rigor de la justicia divina descargó del cielo sobre vuestra inocencia tan copiosa lluvia de trabajos, penas y deshonras, es mucha razón haya de sufrir algunas penas el reo y culpado, en este destierro, para que se purgué de tantos delitos, y sepa que acá no es lugar de gozos, gustos, ni descanso, sino de peleas, aflicción y llanto. Mas de vos nos ha de venir la soberana luz de tan venerables y ocultos sacramentos, si hemos de lograr el copioso fruto de la redención que nos vais i merecer en esta última jornada. Concedédnoslo así. Señor, y el que yo logre lo que pretendo en esta novena, si es de vuestro agrado, y bien mío. Amén Jesús.

 

 

 

DÍA SEXTO

CONSIDERACIÓN

Mírate ya hoy en lo más alto del monte Calvario, donde se le prepara a tu Redentor, y Padre amorosísimo, un tosco madero, lleno de garfios y puntas, por cama para su último descanso; ya le desnudan hasta de sus mismas carnes, arrancándoselas con la más desmedida crueldad, por estar pegadas a la túnica con la sangre de las llagas: mándale tender sobre la cruz los impíos verdugos, y el Maestro de la paciencia les obedece prontamente: extiende sus brazos sobre ella, desmayado, exangüe, y casi mortal, y le penetran las palmas de las manos con dos clavos esquinados y gruesos, rompiendo venas y nervios, y desconcertando todos los huesos de los brazos: pasan a los pies, y amarrándoles con una cadena, tiraron con tal fuerza y crueldad, que dislocando toda la fábrica de aquel divinizado Cuerpo, sin dejar hueso en su lugar, les hicieron llegar al barreno, que de malicia habían alargado y les clavaron uno sobre otro con un clavo más grueso y largo que los otros. Así quedaron sujetas aquellas sagradas manos, que fabricaron los cielos y tierra, y estaban hechas a obrar prodigios y milagros: así quedaron fijos aquellos benditos pies, que tantas espinas pisaron, y tantos caminos anduvieron por tu salvación y remedio. Considera bien si son motivos éstos eficaces para que aborrezcas el pecado, que tanto estrago hizo, y hace místicamente en ese mansísimo Cordero: y reflexiona si tantos excesos de amor serían bastantes para obligarte a otra correspondencia; y a que, dejando los vicios, te vuelvas de veras a tu Dios; justo será lo hagas así, y que resuelto enteramente le digas de lo íntimo del alma.

 

ORACIÓN

generoso libertador de mi alma, é insaciable Jesús en padecer más, y más por mi remedio! Conozco bien, Señor, no eran menester para mi redención tanto género de tormentos, ni tan excesivos, desusados, y aun ájenos de vuestra grandeza y Majestad ; pero si les veo necesarios para manifestarme lo inefable y excesivo de vuestro amor, y ablandar la dureza, y obstinación de mi corazón, y el de los demás hijos de Adán, cuándo, señor, acabaré de conocer que la libertad de mis acciones viles y livianas, y los torcidos pasos con que he caminado hasta aquí por las sendas difíciles de una vida sensual, terrena y mundana, me conducen sin remedio al fin más desastrado de una eterna maldición; y a una prisión la más formidable, por justo castigo de no haber querido aprovecharme de esos raudales de preciosa sangre que se derrama tan a manos llenas, y no sujetar mis pasos y acciones á cuanto conduce al bien de mi alma y santo servicio de vuestra Majestad.  Confieso, Jesús mío, que como oveja descarriada he corrido hasta ahora por las remotas regiones de los vicios, guiada del infernal lobo, en busca de mi eterno daño; más ya vengo como otro pródigo reconocido a las plantas de mi amoroso padre; ahí quiero quedar fijo con vos en esa cruz, sin apartarme un solo instante. Este favor, Señor, es pido, ¡aunque le tengo tan! desmerecido, concedédmele por vuestra clemencia, y el que consiga lo que os suplico en esta novena, si á vos agrada, y a mí me conviene. Amén Jesús.

 

 

 

DÍA SÉPTIMO

CONSIDERACIÓN

Enarbolado el madero de la cruz en el monte Calvario con el hijo de Dios, comenzó su divina Majestad á hacer cátedra y trono de la misma cruz, para enseñar en ella la ciencia de la vida, y autorizar con el ejemplo aquel su especial mandato, que tan recomendado dejaba á sus discípulos. Escucha, alma, con cuidado a tu Redentor, y le oirás por última despedida hablar palabras del amor más excesivo, y caridad la más ardiente, é inefable, Cuando había llegado la malicia del hombre a lo supremo contra su Dios, y Hacedor, entonces llegó a lo sumo el entrañable cariño de Jesús para con el hombre; no solo le perdona, le ama y le disculpa; sino que al espirar, le dice así: muero de sed de más tormentos, y el ansia de tu salvación es quien me quita la vida. Así acabó de vivir quien nació para morir por el hombre; y así te dejó recomendado al morir esta admirable virtud de la caridad, y amor a tus próximos, perdonándoles los agravios que te hicieren; pagándoles bien por mal; y rogando por ellos al Señor, para que no les castigue. Mira si has procurado tú hasta aquí tener entrañas tan compasivas, amando a tus próximos por Dios, como á hechuras de sus manos, en quienes depositó su cariño hasta dar por ellos la vida, y al ver que tu gusto y fruición ha estado en publicar sus defectos, en desearle mucho mal, y buscar a veces la venganza; llégate pesaroso a los pies de tu Salvador difunto con deseos de corregir tu mal proceder, y dile así con confianza y humildad.

 

ORACIÓN

Oh Jesús clementísimo! yo os adoro y os confieso triunfador victorioso de la muerte, del demonio, y del pecada Sujetándoos vos a morir sin culpa, habéis satisfecho por las nuestras, y nos librasteis de la jurisdicción, y tirano imperio de la muerte espiritual y eterna, sin que ya puedan impedirnos vuestra amistad, y vuestra gloria, si nosotros de nuestra voluntad no volvemos a sujetarnos a tan infame servidumbre. Bendita sea vuestra inmensa caridad, que así ha echado el resto por nuestro bien, y eterna felicidad. Y si es cosa horrenda y espantable venir a caer en manos de Dios vivo, como el Apóstol nos lo asegura; ponerse a las plantas de un Dios humanado, muerto, de amores por el hombre, no podrá menos de ser muy dulce y saludable. Oh si yo llegase a ese divino propiciatorio con aquella pena, y sentimiento debido a mis pecados, ¡y cómo lograda fácilmente la remisión de todos ellos! Vos perdisteis por mí la vida, porque no me pierda, qué no deberé yo perder, por no perderme. Piérdase todo, Señor, con tal que yo no os pierda á vos mi única ganancia. O Cristo muerto, que así mortificas a los vivos, ¡y das vida a los muertos! Me mandas que ame de todas veras a quien me aborrece, y a ello me animas con tu admirable ejemplo yo de verdad digo, que he mirado hasta ahora por muy difícil esta doctrina, a la condición de mi viciada naturaleza; pero véngame el auxilio de tu divina gracia, que con él prometo vencerme en todo, y amar a todos por imitaros. Yo quiero morir a todo lo mundano y terreno, y cuidar solo de mi espíritu, pues veo en este lance de vuestra muerte, que el encomendar a vuestro eterno Padre vuestro espíritu, es todo vuestro último cuidado. Sea pues, Jesús, en aquella hora todo mi consuelo; y Jesús muerto en la cruz sea en mi vida el objeto único de mis atenciones y afectos, para que mi vida se halle escondida con Cristo en solo Dios. Esta es la merced que hoy os pido; y también lograr lo que pretendo en esta novena si es de vuestro beneplácito y bien de mi alma. Amén Jesús.

 

 

 

 

DÍA OCTAVO

CONSIDERACIÓN

Contempla á tu Redentor en este día, que no satisfecho de haber dado la vida por el hombre, colgado por tres horas en aquel afrentoso madero de la cruz, entre indecibles é inauditos tormentos, quiere aun después de muerto dar la mayor prueba del excesivo amor que le tiene, y como quien no había desahogado a su gusto las avenidas inefables de sus favores, gracias, y dulzuras verdaderas por las cuatro heridas de pies y manos, ríos más copiosos y eficaces para fertilizar el campo de las almas, que lo fueron las cuatro del Paraíso terrenal para regar la superficie de la tierra, se deja romper con una lanza su sacratísimo costado, de cuya herida sale sangre y agua para lavar todos los pecados del mundo, y queda abierta la puerta del corazón de Jesús, puerto el más seguro para cuantos a él se quieran acoger. Avergüénzate, Alma, tú que piensas que amas a Jesús al ver lo poquísimo que le amas, en vista de tales extremos de fineza, aun mas allá de la muerte, y dándote ya por obligada de caridad tan generosa y excesiva, dile llena de amargura y de confusión, adorando su sacratísimo Costado.

 

ORACIÓN

¡Oh sacratísima llaga del costado de mi enamorado Jesús! tú eres la puerta del Cielo, ventana del Paraíso, torre de fortaleza, santuario de los justos, y lecho florido de la esposa del mejor Salomen. Dios te salve rosa de inefable hermosura, fragua del amor divino, casa de paz, tesoro de la Iglesia, fuente de mi consuelo, asilo y arca de Noe, para los que tentados se refugian á ti. ¿cómo he podido yo vivir sin ti un solo instante?  Morir ha sido cuánto fuera de tí he andado. ¡O mi amor Jesús! ya estoy cansado de buscar, y apetecer charcos cenagosos en que mi amor loco se ha embelesado malamente. Tú, fuente de aguas vivas, serás de hoy más el blanco de mis cariños, y el dulce objeta de todos mis deseos; en ese agujero quiero descansar, y en ese nido hacer mi mansión; porque en nada quiero contento, ni gusto fuera de ese centro. Tú eres, Señor, quien de veras me ama, pones aún más allá de la misma muerte se explica tu amor para conmigo. ¿Quién es el que así sabe amar entre los hombres? ¿Quién tan desinteresadamente así solicita el bien ajeno? ¿Ni aun con tan vivas ansias busca el suyo propio? ¿Quién se echa tan á pechos el cáliz amargo, y acibarado de tales penas, y amarguras por toda su vida, como este buen Jesús se le bebió solo por mi bien aun antes de nacer? Haced, Señor, que á ti solo ame, y por ti padezca cuanto me convenga en este destierro; fuera deleites. fuera pasatiempos; mi gloria sea solo padecer algo por quien tanto padeció por mí: Esta es la mayor honra en la casa de Dios, padecer por su santo amor: Esta gracia os pido, amador grande de los hombres; y lo que intento conseguir en esta novena, si es de vuestro agrado, y bien de mi alma. Amén Jesús.

 

 

 

DÍA NOVENO

CONSIDERACIÓN

En este último día procurarás, alma devota, retirarte a meditar con despacio en el sepulcro el sacratísimo cuerpo de tu difunto Jesús: en esa sagrada y devotísima imagen te se representa bien el sangriento destrozo, que hizo la espada de la justicia divina en la mayor hermosura, y más Cándida inocencia para tomar satisfacción de la injuria que hizo con su pecado a Dios, el hombre; pero llévate principalmente la atención en este paso observar lo admirable de la providencia divina en la muerte de los justos, y del mayor de todos ellos, que si permite que en vida sean deshonrados, perseguidos y blasfemados, ordena que en su muerte sean honrosamente sepultados, y venerados con aclamaciones y aplausos a fuerza de prodigios y milagros; mira aquí con que reverencia, devoción, afecto y lágrimas le dan sepultura aquellos virtuosos varones José y Nicodemus, adorándole con el supremo culto que como á Hijo de Dios le era debido, ungiendo su sagrado cuerpo con aromáticos ungüentos, y envuelto en una sábana limpia, lo colocan en un nuevo y bien labrado sepulcro. No sin gran misterio dispone el Altísimo se honre con este aparato en su entierro a su divino Hijo, para que tú, alma, que esto consideras, trates de aparejar a este mismo Jesús vivo, que con apariencias de cordero muerto viene a ti sacramentado, hospicio honroso en tu corazón, adornado de los preciosos ungüentos de las virtudes, y limpio en las aguas de la confesión, sin dejar mancha alguna por lavar en ella; más al descubrir en ti el poco aliño, y aun tal vez haber llegado algunas veces sucia y hedionda en mal estado a aquella divina mesa del altar, arrójate humillado a sus sacratísimas plantas, y dile con gran pesar y sentimiento.

 

ORACIÓN

¡Adorable Señor, y Rey eterno! ¡Oh cuán eficazmente siento qué habíais a mi corazón desde el sepulcro en que yacéis muerto por mi amor! Verdad es, me decís al interior, que mis enemigos me persiguieron tan cruelmente, que acabaron con mi vida; más a la vista de algunos justos y varones piadosos, que con piedad y religión trataron mi difunto divinizado Cuerpo, llegaron muchos de ellos á compungirse, y sentir dentro de sí el horror y confusión de su pecado en haberme perseguido tan inhumanamente. Mas tú y muchos cristianos, no contentos con despreciar mi santa ley, llegáis faltos de fé y reverencia a comer conmigo a mí mesa, como si fueseis mis amigos, sin el aseo, limpieza y amorosas ansias, con que era justo me recibieseis en vuestro pecho en aquel Sacramento de mi amor, donde quiero descansar en vuestras almas como en cama y gustoso lecho de mis escogidos confieso, Señor, excede muy mucho la infame osadía de muchos cristianos a la de los ministros crueles, que os atormentaron, en recibiros sacrílegamente, cuando ya glorioso, vivo y verdadero os hospedan en unos sepulcros sucios, y manchados con sus torpes vicios; y que si el recibiros con poco fervor y mucha tibieza es causa bastante para que llorásemos de día y de noche tan mala correspondencia; qué deberá hacer quien cual traidor Judas os pone a los pies de Satanás, que hecho dueño de su corazón, reside en él pacíficamente 1 Solo un, auxilio eficaz de vuestra gracia podrá dar a conocer y sentir debidamente tan horrenda injuria. Enviadle, Dios mío, á cuantos miserables así os atropellan, pisan y maltratan. Yo quiero llorar tan enorme delito quedándome siempre con vos en esa cama; pues, aunque hoy se concluye este novenario, para mí jamás acabará la meditación de vuestra pasión dolorosísima. Concededme esta gracia, y lo que os pido en esta novena, siendo provechoso al bien de mi alma, y mayor gloria vuestra. Amén Jesús.

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