DEVOCIÓN
DE LOS NUEVE MIÉRCOLES A SAN NICOLÁS DE BARI
Por el P.
D. Francisco García Pérez de Vargas de la Congregación nacional
de
Monjes de San Basilio.
CON
LICENCIA ECLESIÁSTICA
ACTO
DE CONTRICIÓN
Dulcísimo Jesús mío, por ser tan bueno como sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa en el alma de haberos ofendido, y propongo firmemente con vuestra divina gracia antes morir que pecar. Amén
Se
reza nueve veces el Padre nuestro, Ave María y Gloría Patri, e inmediatamente
se dice la Oración correspondiente.
MIÉRCOLES
PRIMERO
ORACIÓN
Oh
Santo Protector mío Nicolás, que nos habéis dejado unas señales tan manifiestas
de la sinceridad del amor divino que abrasaba vuestro pecho, haced que imitando
nosotros vuestros generosos ejemplos, amemos a nuestro Dios, no solo en las
palabras, sino también en las obras. Estas no puedo practicarlas sin los
auxilios celestiales. Alcanzádmelos, pues, oh Santo mío, ya que sois tan
piadoso, y tan amigo de favorecer a los que se acogen a vuestro poderoso valimiento;
alcanzádmelos de aquel Señor de cuya deliciosa posesión gozáis, para que,
obrando en todo con rectitud, le ame verdadera y entrañablemente en esta vida,
y vaya a alabarle por eternidades en la Bienaventuranzas Amén.
RESPONSORIO
Si
buscas milagros,
atiende
y verás,
que
Dios en obsequio
de
San Nicolás
hace
que sus huesos
destilen
Maná,
da
la vista al ciego,
y
al cojo el andar.
Diga
el navegante
que
en la tempestad
implora
el auxilio
de
San Nicolás,
cómo
se mitiga
la
furia del mar,
los
peligros cesaran
y
hay serenidad.
Digan
los paisanos
de
San Nicolás,
como
a tres doncellas
socorre
eficaz,
y
Adeodato vuelve
con
su padre ya,
absortos
los Moros
de
prodigio tal.
Diga,
diga Bari,
la
feliz ciudad
que
tiene el sepulcro
de
San Nicolás,
de
qué lejas tierras
peregrinos
van
á
rendir sus dones,
y
obtener Maná.
Digan
finalmente,
aquellas
que están
para
dar el fruto
de
amor conyugal,
cuanto
alivio sienten
llegando
a tomar
el
Maná sagrado
de
San Nicolás.
Sigue,
pues, mostrando
tu
benignidad,
¡oh
Patrón glorioso
Grande
Nicolás!
el
enfermo, el triste,
el
que pobre está,
por
tu patrocinio
se
libren del mal.
L/: Ruega por nosotros, Santo Protector
Nicolás.
R/: Para que seamos dignos de las promesas
de Cristo.
ORACIÓN:
Oh Dios que honraste, y no cesas de honrar con innumerables milagros a tu
glorioso Confesor y Arzobispo San Nicolás, concédenos por sus méritos y ruegos
el quedar libres del Infierno, y de todos los peligros, por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
MIÉRCOLES
SEGUNDO
ORACIÓN
Oh
poderosísimo Protector mío San Nicolás: ¡qué duras son las cadenas que me
oprimen, y qué fuertes los lazos que me aprietan! Mis propias pasiones, el
afecto desordenado a mí mismo, y las cosas del mundo no me permiten elevarme a
Dios con el pensamiento, y mucho menos con la voluntad: mi alma muy llena de
las pompas y vanidades, se halla incapaz de entregarse a la contemplación de la
Divinidad, mi corazón inclinado a seguir las insinuaciones de la carne y de la
sangre, se sujeta con mucha repugnancia a las disposiciones del Altísimo. Vos,
Santo mío, que conseguisteis uniros estrechísimamente; con el Señor, alcanzadme
la virtud de vencer completamente mis imperfecciones, para que, unido espiritualmente
a Dios en esta vida, le acompañe eternamente en la Bienaventuranza. Amén.
MIÉRCOLES
TERCERO
ORACIÓN
Oh gloriosísimo Protector mío San Nicolás: si el celo de la divina gloria tanto os conmovió, que jamás dejó descansar a vuestro espíritu; este mismo os mueva a tener piedad de mi pobre alma. Ella será de hoy en adelante con la gracia celestial más pura en sus intenciones y más celadora de la gloria del Dios de los ejércitos, si vos me favorecéis con vuestro poderoso patrocinio. En esto agradaréis a aquel amabilísimo Redentor que la compró a costa de su preciosa sangre, ganándole una prenda de su mayor estimación. Socorredme, pues, oh Santo mío: haced que imite yo vuestro ardentísimo celo en la extensión de la honra y gloria del Señor, a pesar de cuantas fatigas y trabajos me lo impidan, y que nada me moleste en este mundo sino el dolor de las ofensas, con que se hiere a su augusto nombre; para que así celando sus derechos en la tierra, pueda ser participante de su gloria en el Cielo. Amén.
MIÉRCOLES
CUARTO
ORACIÓN
Amado
Protector mío San Nicolás: humillado ante la divina presencia, confieso no
haber llenado los deberes de la caridad cristiana, unas veces no socorriendo a
mis próximos en sus necesidades corporales, y otras escandalizándoles con mi
depravada conducta. Cuando esto considero, me parece que siento pararse la
sangre dentro dé mis venas que él susto y la turbación se apoderan de mi alma;
y que ya veo relumbrar sobre mi cabeza la espada del furor divino, que tan
justamente la amenaza. Pero luego que me acuerdo de vuestra piedad, o Santo mío,
y del alto valimiento que tenéis con el Señor, me consuelo esperando me
alcanzaréis gracia para edificar a mis semejantes con una nueva vida, y para
ayudarles con mis facultades, según mi posibilidad. Si así lo hacéis, imitaré
vuestras gloriosas acciones en esta vida, y llegaré algún día a veros reinar
con el Dios, que es caridad por esencia en la Bienaventuranza. Amén.
MIÉRCOLES
QUINTO
ORACIÓN
Santo Abogado mío Nicolás: el amor de aquel Señor que, siendo rico por naturaleza, se quiso hacer pobre y mendigo por nuestra salud, os mueva a alcanzarme la gracia de estimar según su mérito la preciosa joya de la santa pobreza, que vos tanto amasteis. Yo deseo esta hermosa virtud, que quita del alma todos los pecados, arrancando su perversa raíz, que es la codicia; y que la deja en estado de elevarse con libertad a Dios, y a crecer con presteza y robustez en todas las virtudes. Mas ¿cómo podré yo conseguir este valeroso desasimiento, cuando se halla mi espíritu tan débil y apagado? Vos, Santo mío, me alcanzaréis del Señor una centella de su gracia, que, desprendiendo mi corazón de todos los bienes de la tierra, me haga que los mire con indiferencia, y que los reparta con liberalidad entre mis hermanos necesitados. Así imitaré vuestras memorables limosnas en esta vida y lograré acompañaros con los pobres de espíritu en el Reyno de los Cielos. Amén.
MIÉRCOLES
SEXTO
ORACIÓN
Oh Santo Protector mío Nicolás: aquí tenéis a vuestros pies un negro y hediondo tizón del Infierno; un alma ya casi consumida en el fuego de su misma concupiscencia. Vos que fuisteis un Ángel en vuestra pureza, apagad la horrible llama que me devora, y encended en mi corrompido corazón un ardentísimo afecto a la virtud de la castidad. ¿Y cómo me atrevo yo a llegar a vuestra presencia, sabiendo que una imagen vuestra volvió las espaldas a una devota, que, hallándose de parto, en aquel acto mismo imploraba vuestra protección y que aquella otra María de la ciudad de Melfi no pudo merecer vuestra vista por su incontinencia? ¿Cómo me sufrís ante vos conociendo la perversidad de mis pensamientos y la brutal disolución de mi vida? Pero ¡ah Santo mío! ahora sí que advierto cuanto suspiráis, porque todos vuestros devotos sean puros y castos. Yo deseo imponderablemente esta soberana virtud, y espero conseguirla del Señor, mediante vuestro poderoso valimiento, para que permaneciendo siempre puro en esta vida, pueda ver eternamente a aquel Dios que es la misma pureza por esencia. Amén.
MIÉRCOLES
SÉPTIMO
ORACIÓN
Oh
glorioso Padre mío San Nicolás: vos que habéis recibido del Señor la gracia
singularísima de librar a vuestros devotos de los peligres del naufragio,
volved hacia mí vuestros ojos compasivos y escuchad benignamente mis suplicas:
mirad, Santo mío, que me ahogo en el borrascoso mar de mis desenfrenadas
pasiones. Yo perezco miserablemente, si vos no me alcanzáis gracia para imitar
aquella penitencia, con que lograsteis sujetar vuestros apetitos a la razón mortificando
vuestro delicado cuerpo, tratándole con rigor, y negándole todo aquello que podía
en algún modo ser contrario a las leyes del espíritu. Haced, o Protector mío, que
yo tome mi cruz con alegría, y camine con ella en pos de Jesucristo por las
estrechas sendas de la virtud, para que escapando sin lesión del naufragio de
las culpas que me amenazan, y de las penas eternas que tengo por ellas
merecidas, llegue con seguridad al feliz puerto de la Bienaventuranza. Amén.
MIÉRCOLES
OCTAVO
ORACIÓN
Oh
glorioso Protector mío San Nicolás: si yo no imito en un todo vuestro amor a
Dios r vuestro celo por su gloria y las demás virtudes que hermosearon vuestra
grande alma, mereceré alguna disculpa; más si no procuro seguir los admirables ejemplos
de humildad que practicasteis en vuestra vida, seré digno de que apartéis de mí
vuestros ojos, y acreedor al desprecio de todos los hombres. Sí, Santo mío: á
vista de vuestra profundísima humildad en medio de los honores que se os
tributaron en la tierra y de los singulares favores con que os distinguió el
Altísimo, ¿cómo, me atreveré yo siendo polvo y ceniza, á ensoberbecerme con mis
hermanos? Alcanzadme, pues, de aquel Señor, que se humilló y abatió por
nosotros hasta la afrentosa muerte de cruz, una gracia especial, que,
ilustrando mi entendimiento, me dé a conocer la bajeza de mi condición, y me
anime a llevar con alegría todos los oprobrios y menosprecios, con que el mundo
me quisiere afligir; para que, siendo humillado en esta vida, consiga ser
exaltado en el Reyno de los Cielos. Amén.
MIÉRCOLES NOVENO
ORACIÓN
Oh valerosísimo Protector nuestro San Nicolás: en este día con las mayores veras de nuestro corazón, multiplicamos las súplicas para obtener por vuestra intercesión la divina gracia, é implorar vuestro poderoso patrocinio. La muchedumbre de nuestras miserias nos hace conocer la precisión en que nos hallamos de recurrir a vuestra protección, clamándoos con vuestro devoto el Archimandrita San Miguel: Padre Nicolás, necesitamos vuestra ayuda. Las enfermedades nos molestan, los demonios nos acometen, el terror del juicio divino nos confunde, y los eternos tormentos nos espantan. Oíd pues, oh Santo, mío, aquellas tiernas y devotas expresiones con que os invocaba San Juan Crisóstomo: Querido Padre Nicolás rogad por nosotros a Cristo nuestro Dios, para que así consigamos la salud de nuestras almas. Defendednos en esta vida de todos los males que nos persiguen; socorrednos en el terrible lance de la hora de la muerte; libradnos de las horrorosas penas que por nuestros pecados merecemos, y conducidnos por último al Trono de la Beatísima Trinidad; para que siendo felices por vuestro medio os acompañemos en el goce de aquel Señor que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Oh
Nicolás glorioso,
llévanos
con acierto
desde
esta vida al puerto
del
Rey no Celestial.
Tu
influjo poderoso
nos
libre de los males,
que
ofrece a los mortales
la
vida temporal.
Cuando
en borrasca fiera
vacilante
el Piloto
acude
a ti devoto
é
implora tu favor.
Presto
la mar prospera,
cede
su furia brava,
la
tempestad se acaba,
y
hay viento ya mejor.
De
tus sagrados huesos
mana
un licor precioso,
que
al enfermo piadoso
da
mil veces salud.
Nosotros,
pues, ilesos
de
la aflicción vivamos,
y
luego nos veamos
en
la eterna quietud.
Por
esta unción preciosa
con
que los males calmas,
alcancen
nuestras almas
una
unción de dolor.
Una
unción prodigiosa
cual
Magdalena tuvo,
cuando
lavando estuvo
los
pies del Salvador.
Para-
que así podamos
los
que aquí te aplaudimos
y
cultos te rendímos
de
sólida piedad.
Cuando
por fin salgamos
del
mundo con victoria,
ver
en la eterna Gloria
al
Dios de la bondad.
ANTÍFONA: Oh
Varón a todas luces laudable, por cuyos méritos se libran de la calamidad los
que te buscan de todo corazón.
L/:
Ruega por nosotros, Santo Protector Nicolás.
R/: Para
que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN: Concédenos Omnipotente Dios, que Los que solicitamos en la tierra la protección de tu Confesor y Arzobispo San Nicolás, logremos acompañarle en los Cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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