sábado, 15 de agosto de 2020

NOVENA AL SEÑOR DE BURGOS

 

NOVENA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE BURGOS

QUE SE VENERA

EN EL REAL CONVENTO DE S. AGUSTÍN DE LA MISMA CIUDAD

 

Por el M. R. P. Miro. Fr. Marcelino Diez de Antón, ex-Definidor y ex-Prior de diversos conventos de la provincia de Religiosos Agustinos de las Castillas, e hijo de esta Ciudad y Convento.

 

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador de todo, dueño de mi vida y Redentor de mi alma, por ser Vos quien sois, y porque os amo de corazón sobre todas las cosas digo que me pesa de haberos ofendido. Pésame, Señor, pésame, mi Dios, de lo poco que siento vuestras ofensas, y propongo confesarlas con verdadero dolor y constante enmienda, para que con mi arrepentimiento merezca vuestra divina gracia. Dádmela, Señor y Padre misericordioso, para toda obra buena, para perseverar en vuestro santo servicio y gozaros después eternamente en vuestra gloria. Así sea.


 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Redentor Soberano, Omnipotente Criador de cielo y tierra, y de todos los demás seres misericordioso Salvador del género humano que sentado en el trono de vuestra gloria conserváis todas las cosas con un acto simple de vuestra voluntad y disponéis de ellas con la mayor suavidad y dulzura, dirigiéndolas a los altos fines a que las destinó vuestra adorable providencia; y que por salvar al hombre pecador os ofrecisteis a pagar cuanto él debía y lo pagasteis superabundantemente padeciendo y muriendo angustiado en una cruz; yo miserable pecador, postrando en vuestra presencia, confieso Heno de rubor todas mis culpas que cometí contra vuestra bondad infinita; y os pido que, apiadado de mi miseria, me las perdonéis por' los méritos infinitos de vuestra dolorosísima pasión é ignominiosa muerte que para darnos la verdadera vida sufristeis enclavado en ese madero santo de la Cruz, ensenándome así a abrazar las humillaciones y todos los trabajos antes que faltar al cumplimiento de mis deberes y santos preceptos de vuestra divina ley; y haced, amantísimo Jesús, crucificado por mi amor, que hasta el fin de mi vida conserve el sagrado depósito de la santa fe que profesé en el sagrado bautismo, en cuya confesión firmemente apoyado, os pido lleno de confianza por la exaltación de la santa fe católica, por verdadero conocimiento y conversión de los impíos y demás pecadores; por la perseverancia de los justos, y por todos mis prójimos amigos y enemigos. Dignaos, Señor, imprimir en mi alma los sentimientos de vuestras amargas penas e intensos dolores para conseguir el perdón de mis pecados, y la gracia que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria vuestra y provecho de mi alma. Así sea.

 

 

PRIMER DÍA

ORACIÓN

Omnipotente y misericordiosísimo Jesús, Hijo unigénito, coeterno con el Eterno Padre, que ansioso por sacar al linaje humano de la esclavitud del demonio, bajo cuyo yugo gemía por sus culpas, quisisteis no solo vestir nuestra carne mortal, si también sobrellevar incomodidades indecibles, trabajos y penas desde vuestro nacimiento temporal hasta ofreceros voluntariamente a morir por el hombre pecador é ingrato; sin que arredrase vuestra amorosa voluntad ni entibiase vuestro amor la ingratitud continuada del hombre mismo: aquí tenéis, benignísimo Jesús, reconocido, humillado y contrito a vuestros sacratísimos pies un pecador de los más ingratos, que habiendo seguido el partido del hombre carnal y corrompido, os pagó vuestras amorosas finezas con ofensas continuas y culpables desvaríos, hijos de la concupiscencia sensual; más ya recapacitados y reconocidos mis pecados y pasados desordenes, me ofrezco desde hoy, auxiliado de vuestra gracia, a sufrir por vuestro infinito amor hacia mí, cuantas penas, amarguras y trabajos me dispense vuestra adorable providencia, para satisfacer en algo lo mucho que os debo, y mover vuestra piedad siempre misericordiosa a que os dignéis, amoroso Padre de todo consuelo, admitirme en el número de vuestros, escogidos, que serán participantes de vuestra santa gloria. Así sea.

Se rezarán cinco Padrenuestros, cinco Avemarías y el Gloria Patri en reverencia de las cinco principales llagas, y en seguida todos los días la siguiente:

 

 

ADORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO

Salve Cruz preciosa, yo te adoro lleno de respeto y agradecimiento; tú eres él árbol escogido; desde la eternidad para la salvación del género humano; en ti está pendiente el Cuerpo Santísimo de mi adorable Redentor; en ti veo clavadas aquellas poderosas manos, que crearon la brillante luz y fabricaron el Sol, la Luna, la Aurora y las estrellas; por ti corrió aquella preciosa sangre con que se lavaron los pecados de todos los siglos; en ti se miran traspasados aquellos Sacratísimos pies que siempre anduvieron en busca de pecadores; en ti se consumó el sacrificio más; cruento, expiatorio y saludable que presenciaron los tiempos, en ti se firmó con la sangre de todo un Dios hombre, el rescate del linaje humano, cautivo y aherrojado en las cadenas del demonio. Tu eres él árbol de la vida, el consuelo de los afligidos, puerto seguro en las tempestades, alivio y medicina de todos los males. Salve pues Cruz Santa, lecho privilegiado donde espiró mi amoroso Redentor, yo te vuelvo a saludar ton sinceros afectos de amor y dé gratitud. Ven Cruz adorable; yo quiero llevarte sobre mis hombros, a imitación de mi Salvador; yo deseo morir en ti como mi buen Jesús. Viva yo siempre mortificado: no más placeres; no más caprichos; no más rencores; no más envidias; no más soberbia; no más vanidad, viva yo y muera abrazado contigo, Cruz amorosa, y reciba mi Criador desde ti mi espíritu en las moradas eternas de la Gloria. Así sea.

 

L/: Os adoramos Jesucristo Señor nuestro y os bendecimos

R/: Porque por vuestra Cruz redimisteis al mundo.

 

OREMOS: Mirad, Señor, os suplicamos por vuestra familia, por la cual Nuestro Señor Jesucristo no reusó ser entregado en manos de pecadores y padecer el tormento de la cruz, quien, con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina Dios por los siglos de los siglos. Así sea.

 

 

GOZOS

Pues tenéis todo el poder

del Dios Padre en vuestra mano.

Crucifijo soberano

Venidnos a socorrer.

 

Vos sois la imagen primera

que de nuestro Redentor

Nicodemus con primor

sacó a luz en esta esfera;

un ángel guió su mano,

parecéis al mismo Ser:

 

Por ocho siglos y mas

fuiste en Siria venerado,

y por no ser cautivado

os echaron a la mar;

entráis en el mar ufano

para venirnos a ver:

 

Si disteis serenidades

Cuando bramaban los vientos

y en choque los elementos

causaban las tempestades;

y al levantarse temprano

os vio luego el Mercader:

 

Si desmayada la gente

á quien la borrasca ultraja,

al abrir la frágil caja

ven un milagro patente,

y el negociante cristiano

os trae a su poder:

 

Si en feliz navegación

surcando mares y mares

encerrado entre cristales

llegáis a nuestra Nación,

y en navío castellano

arribáis a Santander:

 

Por común necesidad

vienen muchas procesiones,

aceptáis sus oraciones

y cumplís su voluntad:

nadie aquí os suplica en vano,

todos llevan su querer:

 

Sojo en esta fiel Ciudad,

Sin duda para su abono,

eligió fijar su trono

Vuestra Sacra Majestad:

El extranjero y paisano

os visitan con placer:

 

L/: Os adoramos Señor y os bendecimos

R/: Porque por vuestra santa Cruz vino el gozo a todo el mundo.

 

OREMOS: ¡Oh Dios! cuya inmensa bondad nos justifica, multiplicad en nosotros los dones de vuestra gracia; y pues: que en la muerte de vuestro unigénito Hijo nos lucisteis esperar lo que creemos, lleguémosla conseguir la gloria a que aspiramos por los méritos de Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

 

DÍA SEGUNDO

ORACIÓN

Pacientísimo Jesús, que con una paz inalterable sufristeis no solo la infame venta de vuestro pérfido discípulo Judas, y que os condujesen con algazara por las calles de Jerusalén atado como a un facineroso y que, presentado en casa del Pontífice Caifás os injuriasen como á insolente malhechores os calumniasen y abofeteasen: ¡Oh mi pacientísimo Jesús! ¡Todo un Dios abofeteado! ¡Todo un Dios maltratado por amor del hombre! ¡Alma mía! ¡Ponte junto a Jesús, mira como suspiras adóralo, compadécelo y procura aliviarle de tanto padecer con tu obsequioso y humilde amor! ¡Oh cuan digno sois de ser amado Soberano Redentor mío, cargado de ignominias y de penas! ¡Y cuan indigno del nombre cristiano es el que huye de las humillaciones que desprecia la cruz, el que se ensoberbece, el que resentido de las injurias desea vengarlas y tiene la bajeza de vengarse! Perdonadme, amor mío, padre y esposo de mi alma; perdonarme, amoroso Jesús, he pecado, he sido soberbio y vengativo; lavad mis iniquidades con vuestra sangre preciosa: sanadme médico celestial, de mis dolencias y fragilidades, y haced qué; a la luz de las injurias que Vos siendo mi Señor padecisteis por mi amor, se iluminé mi entendimiento é inflame mi voluntad, y abrace como un don venido del Cielo los trabajos y las injurias. Jesús mío, esperanza mía, de Vos ha de venir la gracia; para que pueda yo alcanzar la victoria: venced os ruego, por los infinitos y superabundantes méritos de vuestra pasión, venced mi soberbia, mi malicia, mi vanidad, y miseria; para que imitándoos humillado y despreciado en la tierra, os. goce glorificado en el Cielo. Así sea.

 

 

DÍA TERCERO

ORACIÓN

¡Oh dulcísimo Salvador! Hoy os contempla mi alma arrastrado por los judíos furiosos, hasta el Pretorio, atado en él a la columna, desnudo vuestro sacratísimo cuerpo, avergonzado con tanta ignominia, descolorido, confundido y colmado de oprobrios esperar con indecible paciencia la infinita tempestad de azotes que cabéis descargarán sobre vuestra delicada carne los rabiosos y enfurecidos verdugos ¡O Dios amantísimo! ¿Cómo puedo yo ver tan cruel escena sin llorar? ¡Un Dios a la vergüenza! ¡Un Dios confundido, injuriado, vilipendiado, atado y desgarrado! ¡un Dios! Pero ¡ay de mí! Que ya descarga sobre el buen Jesús los golpes más fieros. Quién le hiere en el pecho j quién en el costado, quién en los muslos, y hasta en el cuello y en el rostro descargan crudos azotes sobre azotes, ¡Oh que amoratado y llagado está ya todo el cuerpo del Divino Redentor! Mira alma mía como se abre en llagas toda su santísima carne: ¡ay que ya empieza a brotar la sangre por todas parles! ¡Oh adorable Jesús mío! Desde esa columna os oigo yo decir; alma pecadora, mira mí pecho acardenalado, ensangrentado, y conoce así el amor que te tengo y lo que me cuestas: mírame hecho una llaga de pies a cabeza, y conoce la deformidad y gravedad de tus pecados qué tanto me hacen padecer; ¡Oh corazón mío! si no te conmueve la vista de tantos dolores como padeció el dulcísimo Jesús, ¿qué cosa será capaz de ablandar tu dureza? ¡Oh amable Salvador mío, tan cruelmente azotado! ¿Es posible que por pagar mis delitos hayáis sufrido Vos tantos golpes, tantos azotes, tantas heridas? ¡O mi amado Señor! Me compadecen vuestros martirios, os doy gracias por tan inmenso amor, me arrepiento de todo mi corazón; me duelo de que yo con mis pecados ayude a azotaros: ¡Malditos placeres! ¡Malditas deseos! yo os detesto con toda mi alma, pues que fuisteis la causa de tantos dolores como padeció mi amado Jesús; ¿Qué más pudo hacer el amable Redentor por verse amado de ti? Responde, si no le amas eres un tigre, un mármol, eres más cruel que sus mismos verdugos, eres un monstruo del infierno. ¡Oh Jesús mío, Bondad infinita! Yo os doy mi corazón y con él todo mi amor. Vos seréis de aquí adelante el único objeto a quien ame esta pobre alma ¡Oh Jesús, Dios mío y todas mis cosas! o amaros, o morir por Vos. Así sea.

 

 

DÍA CUARTO

ORACIÓN

¡Oh clementísimo Jesús! que coronado de espinas me presentáis el modelo más perfecto de verdadera humildad: ¿Vos que coronáis a los mártires de rosas, permitís ser coronado de espinas? ¡Oh cuanto mejor que en vuestras sienes estarían sobre mi cabeza delincuente y soberbia esas penetrantes puntas! ¿Vos inocente Señor queréis ser coronado de espinas para coronar de gloria a este siervo desleal é ingrato? Toda la Corte celestial se pasma, dulcísimo Salvador mío, de ver al Rey de los reyes y Señor de los señores, al Emperador del universo y de todo lo visible e invisible, coronado, por mofa y burla, de espinas. ¡Aquel Señor, a quien aún como hombre se deben las coronas más ricas de oro y piedras preciosas, coronado de viles y punzantes espinas por mi amor! ¡Oh sienes de Jesús! ¡Oh cerebro de mi Dios! Esas espinas que tan cruelmente traspasan vuestra sacrosanta cabeza son mis culpas y pecados, esa sangre adorable que corre de vuestra hermosa y santa frente, la está derramando mi ingratitud y mala correspondencia. Mi soberbia, mi vanidad, mi altivez, mi presunción, mi orgullo, mis malos pensamientos, mi codicia, mi venganza, mi poca honestidad; y en una palabra, mi maldad: esta es la corona, estas las espinas, estos, los dolores; esta la fea sombra de la corona hermosa de mi Dios. ¡Oh Dios mío! acabe ya de conocer mis yerros para llorarlos dignamente. Herid Señor mis ojos con esas espinas para que lloren lágrimas de sangre: traspasad mis sienes para que ya no piense sino en Vos: rasgad últimamente mi corazón, para que se deshaga en lágrimas de compunción y fructuosa penitencia; y para que abrasado entre las espinas arda en vuestro divino amor. Así sea.

 

 

DÍA QUINTO

ORACIÓN

¡Oh amantísimo Jesús! que colocado en esa Cruz, como en cátedra por Vos escogida, estáis enseñando a todo el linaje humano y especialmente a vuestros escogidos una ciencia altísima, unos preceptos saludables para entablar una vida santa, en la pronta obediencia a vuestro Eterno Padre. Enseñadme, amorosísimo y obediente Señor, esta verdadera y saludable ciencia, y que yo obedezca gustoso vuestros santos mandamientos, y no me aparte en cosa alguna de vuestra divina voluntad. Leedme, sapientísimo Maestro mío, una y muchas veces tan utilísima lección: Repetídmela a menudo, pacientísimo Maestro, que soy muy rudo para todo lo bueno. Inflamad también mi voluntad para que oiga, entienda y ejecute lo que tanto me conviene y Vos tanto deseáis. No se pierda en mi tan saludable doctrina; no se malogren tan celestiales consejos, y edificantes ejemplos. ¡Oh escuela divina, donde el maestro es el mismo Hijo de Dios, el esplendor de los Santos, qué es. la misma sabiduría eterna y en cuya cátedra se enseña y aprende una ciencia de. ciencias, una doctrina toda del Cielo, una enseñanza la más alta, útil y provechosa! Haced, divino Señor y amoroso Redentor mío, que no se borre de mi memoria y sí la ejecute gustosamente por toda mi vida. Así sea.

 

 

DÍA SEXTO

ORACIÓN

¡Oh misericordiosísimo Redentor! que clavado en esa preciosa Cruz estáis con los brazos abiertos convidándome a penitencia, y ofreciendo universal perdón y misericordia sin límites. Bendito seáis Señor para siempre. Bendita y alabada sea vuestra bondad eternamente. Mira bien esto alma mía; míralo bien y reflexiona que no es posible, sino que la inmensa bondad de Dios crucificado te robe el corazón; y para que lo conozcas mejor míralo en ti mismo: considera lo que tú has hecho y haces con Dios, ¡Oh que confusión! Yo he empleado mi vida en devaneos, en gustos y diversiones. Yo no hice otra cosa que ofender a mi Dios, y quebrantar sus santos mandamientos. Yo con mis pecados he puesto a mi Criador en esa Cruz. ¡Oh ceguedad! ¡Oh ingratitud! ¡Que toda mi vida haya sido tan contraria a la vida de Jesucristo y fin para que me crió! Y Vos, Señor, ¿qué hicisteis por mí? Me criasteis de la nada; me escogisteis para vuestra iglesia; me habéis alimentado hasta ahora; me estáis esperando con los brazos abiertos convidándome con el perdón de mis culpas. Me decís desde ese santo madero, lleno de amor y suavidad ¡Oh hijo! ven a mí que soy tu padre y Padre amorosísimo. Ven hijo, que, aunque tus pecados sea más que las arenas del mar, y más que los atamos del sol, para todos hay perdón llegando arrepentido. Ven a mí, que esperando estoy con los brazos extendidos; pues, aunque clavados en la cruz, están sueltos y libres para recibirte en mi amistad y gracia ¡Oh mi buen Jesús! ¿qué podré yo responder? Yo soy aquel hijo pródigo é inconsiderado: pequé, Señor, contra Vos y contra él Cielo. No soy dignó de llamarme hijo vuestro; pero ya que Vos me llamáis, quiero llegarme a tan amoroso Padre, y pedirle perdón de tanta ingratitud mía. Confieso, Señor, mis culpas; pero confió en vuestra infinita misericordia, a esta apelo a esta llamo, y esta espero conseguir para vivir por eternidades en la Gloria. Así sea.

 

 

DÍA SÉPTIMO

ORACIÓN

¡Oh benignísimo Padre y Salvador de mi alma! Me confundo al consideraros en esa sagrada Cruz todo descoyuntado y dolorido. Bien conozco amoroso Jesús, que esa dura cama os la han preparado mis culpas y pecados: esos dolores y angustias efectos son de mis ingratitudes; esos baldones y afrentas los han causado mis extravíos; esa sed terrible é insufrible que os obligó a clamar, desde la cruz: Sed tengo: ¡Afligidísimo Señor! siendo Vos el que crió los mares, los ríos y las fuentes; siendo aquel misterioso arroyo que fecunda y hermosea los jardines del Cielo; siendo el venero inagotable, y fuente saludable de la vida: el que dice a todos Quien tuviere sed, venga a mí: el que está clamando Venid, sedientos, a las aguas que se os ciarán de valde, ¿cómo ahora tenéis sed? Pero ya veo que lo que os aflige es la ansiosa sed de la salvación1 de las almas, a las almas llamáis; a los pecadores convidáis á penitencia y prometéis aquella agua viva que ofrecisteis a la Samaritana, que es agua de vida eterna. Tenéis sed' para que yo la tenga: Pedís agua para que yo la pida. Todas son trazas de vuestro ardiente amor a los humanos. ¡Oh Jesús mío! ¡O fuente viva! Dadme de esa agua para lahar mi conciencia y limpiar las manchas dé mis culpas. Dadme de esa agua para ablandar mi corazón y fertilizar mi alma. Dadme de esa agua para saciar mis afectos, y que yo nunca vuelva a tener más sed. Dadme, Señor Dios mío, de esa agua, y me será dulce la penitencia, dulce la mortificación, dulces los trabajos, dulce vuestra cruz, dulce el yugo de vuestra santa ley, dulces las continuas lágrimas con que llore dignamente mis culpas. Vea yo, Señor, en mí esta mudanza: con la eficacia de vuestra pasión dolorosa y sacrosanta. Así sea.

 

 

DÍA OCTAVO

ORACIÓN

¡Oh inocentísimo Salvador mío, por mis culpas crucificado! Adoro. vuestras sagradas manos clavadas en esa cruz: ¡Oh manos sacratísimas y liberales de mi Dios! ¡Oh manos obradoras de tantas maravillas! ¡Oh manos dispensadoras de gracias celestiales! Vosotras me librasteis de las manos de mis enemigos; vosotras me habéis dado la mano y levantado del lago de mis culpas. Tenedme, Señor, de vuestra mano para que no vuelva a caer en ellas. ¡Oh sagrados pies de mi Jesús! ¡Que siendo estrechos los cielos para su digno asiento, los veo clavados en la cruz! Pasmase los serafines, y confúndense los hombres al mirar los pies de un Señor tan misericordioso y bienhechor traspasados con un clavo. Llora, alma mía, llora al ver aquel Pastor amoroso que tantos pasos dio por ti clavado de pies y manos en una cruz. Ya es tiempo que te eches a sus sacratísimos pies, y derramando lágrimas, de sangre los adores una y mil veces, y le supliques te perdone los torcidos pasos que tú has dado. Y ya que ni aun esto pueda tu tibieza, gime y suspira siquiera a los pies de tan benignísimo Señor: persevera con humildad, y dile lleno de confianza: No me levantare de vuestros pies hasta que alcance el perdón de mis pecados. ¡Oh buen Jesús! ¡Oh dignación infinita de mi Dios! en no haberme confundido cuando yo corría tan apresurado tras los placeres y apetitos de la carne pecadora! Veo vuestra piedad y misericordia en haberme apartado de los peligros y malas compañías. Bien hicisteis Señor, en cortarme los pasos; pero aun os suplico más que clavéis mis pies con los vuestros en esa cruz, para que ni un instante me separe de vuestra presencia, ni dé un paso sin Vos, y así consiga vuestra divina gracia. Así sea.

 

 

DÍA ÚLTIMO

ORACIÓN

¡Oh amorosísimo Jesús! ¡Oh Redentor de mi alma! ¡Oh vida de mi vida! ¡Oh Salvador amabilísimo, angustiado exánime por mí en esa cruz! Bendito y glorificado seáis mi Dios, pues tanto habéis padecido por mí; y si el Sol y la Luna se obscurecieron en vuestra dolorosa muerte, ¿cómo no se obscurecen mis ojos de lágrimas al veros espirar? Jesús ha muerto: ¡Oh alma mía! Ha muerto tu Rey, tu Criador, tu Padre, tu Salvador, todo un Dios humanado: ¿y tú que haces? ¿qué piensas? Los mismos verdugos se confunden, se dan golpes de pecho, y aun alguno confiesa que era hijo de Dios. ¿Y tú, alma mía, a quien tantos beneficios han hecho y hace el mismo Jesús, no te compunges, no te entristeces tú que con tus pecados has renovado a tu Señor la pasión y la muerte misma? ¡Oh amoroso Redentor! que ablandasteis hasta los corazones de vuestros encarnizados enemigos con la eficacia de vuestra gracia! Enterneced os ruego y compungid este durísimo corazón mío, de modo que llore, y vuelva siempre a llorar de nuevo amargamente mis culpas por amor de Vos, que fuísteis crucificado y muerto por amor mío. Alma mía, ponte en el calvario, bajo de la cruz; contempla a tu Señor traspasado y espirando, mira a tu Esposo, a tu Padre, a tu Dios cubierto todo de cardenales y de heridas, pálido y descolorido, y suplícale rendidamente que, pues prometió el Paraíso al buen Ladrón por estar ya arrepentido, no merezcas tu menos. No se pierdan ¡Oh divino Salvador! para mí, vuestros infinitos méritos, que ayudado de vuestra gracia encomiendo en vuestras manos mi espíritu. Y pues fueron estas las últimas palabras con que disteis el alma a vuestro Eterno Padre, téngalas yo siempre en la médula de mi corazón, y con ellas acabe mi vida en vuestra santísima gracia. Así sea.

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