jueves, 20 de agosto de 2020

MES DEL INMACULADO CORAZÓN - DÍA VEINTE

 

DÍA VIGÉSIMO

MEDITACIÓN

Al subir Cristo a los cielos dejó encomendado a María el cuidado de la naciente Iglesia para que como divina Pastora amparase a la pequeñita grey, como nodriza amorosísima la criase a sus pechos, y como· maestra sapientísima instruyese a los Apóstoles. ¡Cuántas cosas les enseñó de lo que habla aprendido de su Hijo, de lo que pertenecía a su origen temporal y primeros años de su vida! En el Cenáculo los dispuso y preparó para que el Espíritu Santo descendiese sobre ellos el día de Pentecostés. ¡Oh, qué buen maestro es el Corazón de María! Cercaríanla como los pámpanos a la vid, y ella derramaría en sus almas rocío celestial y luz de vida. De buena gana se recibe lo que se dice con amor. Quien enseña mal, aunque enseñe buenas cosas, a veces daña más que aprovecha: quita eficacia a la verdad porque la propone sin virtud. El ejemplo es el maestro más eficaz y persuasivo. Muchos enseñan y no hacen; quieren a los otros muy perfectos, y ellos se están de asiento en sus imperfecciones. Rígidos censores de vidas ajenas, son anchos para sí y blandos con sus vicios. El recogimiento, la oración, la caridad fraterna que une los corazones, y la devoción y magisterio de María son las mejores disposiciones para atraer sobre nosotros al Espíritu Santo.

¡Oh Corazón sapientísimo de María! enséñame tú, y no me enseñen los sofistas del mundo y los prudentes del siglo; enséñame la doctrina de Cristo, la sumisión a la Iglesia, lo que tú quieras que aprenda y practique para que reciba el divino Espíritu de que estuviste tan llena.

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