miércoles, 12 de agosto de 2020

NOVENA AL BEATO RAIMUNDO LULIO

 


NOVENA A HONOR DEL ÍNCLITO BALEAR E INVICTO MÁRTIR EL BEATO RAIMUNDO LULIO

 

POR D. JOSÉ AMENGUAL PBRO. Y CANÓNIGO, VOCAL DE LA I. JUNTA DÉ LA CAUSA PÍA LULIANA

AÑO DE 1840

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Rendida, Señor, mi alma ante el trono de vuestra m a gestad con el fin de alabaros y daros gracias por la admirable conversión, heroica penitencia y glorioso martirio del B. Raimundo Lulio; mal podrían mis labios pronunciar palabras dignas de vos permaneciendo el corazón maleado por la culpa. ¿Qué desacato sería el mío complacerme y ensalzar vuestro santo nombre por las lágrimas de un insigne penitente, insistiendo yo en la dureza del pecado? Mas solo vos que misericordioso concedéis el perdón, dais la gracia también para suplicarlo y conseguirlo. No me lo neguéis, Señor, ya que con tanta bondad habéis infundido en mi alma el deseo. Aprovechándome ahora de favor tan singular, clamo a vos de lo más íntimo del corazón. Perdón, Padre mío, perdón de todas mis culpas. Dad lágrimas a mis ojos para llorarlas amargamente: contrición suma al corazón por la cual sea renovado como el de vuestro siervo Raimundo: y por sus virtudes, merecimientos y trabajos apostólicos, el celo perseverante en hacer frutos dignos de penitencia para reparar las injurias hechas a vuestra bondad, los males acarreados a mi alma y el escándalo dado al prójimo, á fin de lograr el premio prometido a los verdaderos penitentes en el cielo. Amén.

 

 

DÍA PRIMERO

Corría ciego Raimundo

Del torpe deleite en pos;

Mas vuelve su espalda al mundo,

Y sus ojos vuelve a Dios.

 

ORACIÓN

Pastor dulcísimo de las almas Cristo Jesús, que con tanta solicitud buscáis a las que se alejan de vuestro redil: bendita sea la bondad con que volasteis en pos de la de Raimundo para restituirla a la sociedad santa de vuestros fieles servidores. Una, dos y tercera vez os dignasteis presentaros a su vista bajo la horrorosa imagen de lo que os hizo víctima en el Calvario. Sígueme, Raimundo, le dijisteis; y taiunfó de su pertinacia vuestro tiernísimo amor. Loada sea tanta misericordia en tan admirable conversión. Lo sea también en la mía, a fin de que, no ensordeciendo yo por más tiempo a vuestros llamamientos, os siga como Raimundo con fervor y constancia en la senda de la ley para entrar en la vida del cielo. Amén.

Dígase ahora nueve veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

 

 

GOZOS

Pues fuiste rayo del mundo

Con muy brillantes fulgores,

Socorrednos, dad favores,

Arcangélico Raimundo.

 

Mallorca reino dorado

Fue vuestra muy noble cuna,

De Lulio y Heril la fortuna

A grande os ha remontado,

Del rey D. Jaime el segundo,

Tuviste grandes honores:

 

Cuando ya desengañado

Los rigores emprendiste,

Y visitas merecisteis

De Jesús Crucificado

Todo abstraído del mundo,

Vivías de sus amores:

 

Caridad, amor y celo,

En todo siempre mostrasteis,

Con que ferviente aspirasteis

A extender la fé en el suelo,

Sois ilustrado y fecundo

En prueba de sus ardores:

 

Un rustico peregrino

Pregona vuestra doctrina

Infusa, ser y divina,

Del cielo grande destino,

Portento tan sin segundo

Por si mismo da clamores:

 

Vuestros escritos adora,

La más pura y bella aurora

Con Jesús os da consuelo,

En éxtasis muy profundo

Admiráis tales albores:

 

Para contra el paganismo

Muchos reyes incitasteis,

Y reducir procurasteis

Herejes y judaísmo,

Este trabajo infecundo,

Os costó muchos sudores:

 

Aquellos lugares santos,

Intentabas recobrar,

De guerra, un orden fundar,

Para ganar otros tantos,

Al Papa y nobles del mundo,

Pasman tales fervores:

 

Sufriste con alegría,

Azotes, grillos y cadenas,

Palos, cárceles y penas

Que inventó la tiranía,

De Mahoma falso inmundo

Confundisteis los errores:

 

Catorce días vivisteis

Sin comer, encarcelado,

Con celo muy alentado

Otro Elías parecisteis,

Vuestro padecer fecundo

Burló siempre los rigores:

 

Setenta sabios pregonan

El saber que ostentasteis,

Y de los cielos alcanzasteis

Entre piedras la corona,

Pregonero fue fecundo

Un rayo con resplandores:

 

De San Francisco el cordón,

Sus hijos os concedieron,

Papa y rey os eligieron

De la universidad patrón,

Vuestro espíritu profundo

Os logró tales honores:

 

Prometemos los devotos

De vuestra causa, especiales,

Acudir muy liberales

Con las limosnas y votos,

Para que por todo el mundo

Os festejen con loores:

 

L/: Ruega por nosotros Bienaventurado Raimundo

R/: Para que seamos dignos de las promesas de Cristo

 

ORACIÓN: Señor Dios, que, para desterrar las sombras del mundo, dotasteis de celestial sabiduría al Beato Raimundo, vuestro mártir, haced que por medio de sus doctrinas, se destierren los errores, y dejando la oscuridad y tinieblas del pecado, caminemos por las sendas de la virtud, para que de este modo, amaros, conoceros y adoraros, siéndoos al mismo tiempo intercesor para alcanzar de vos la sabiduría, elocuencia y ciencia de los santos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

 

OFRECIMIENTO

PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA

Ínclito balear y dulce protector nuestro, bienaventurado Raimundo Lulio: ceñido vos en el cielo con las diademas de heroico penitente, de apóstol de la fe y de mártir de Jesucristo, interponed vuestro valimiento a favor de este ingrato, de la nación y de todos los que rendidos ante vuestras reliquias o imágenes confiadamente os invocan. Los progresos de la luz evangélica en las naciones bárbaras fueron el singular objeto de vuestras marchas y tareas apostólicas: pedid para todos los que yacen en tinieblas y sombras de la infidelidad luz para resucitar á nueva vida. Vos excitabais el celo de los sucesores de san Pedro a fin de que adoptasen las medidas más eficaces a la propagación y gloria del Evangelio y de su moral santa: alcanzadles interés y constancia en esta empresa. Alcanzad a todos los prelados y demás ministros de la Iglesia celo grande de la salvación de las almas: gracia de conversión a los pecadores: aumento del fervor y el don de la perseverancia a los justos: a todos por fin, con los beneficios temporales que conduzcan a la salvación, el don inefable del divino amor, que tan encendido ardía en vuestro pecho, a fin de que, unidos en caridad con todos nuestros prójimos y con Dios, supremo bien, formemos parte de la ciudad santa del cielo, de la cual vos ¡oh esclarecido Raimundo! sois tan gloriosa piedra. Amén.

 

 

 

DÍA SEGUNDO

Sus ojos que desprendieron

Llanto de profano amor,

También húmedos se vieron

Con las aguas del dolor.

 

ORACIÓN

Perdida ¡oh Jesús mío! vuestra gracia por el pecado, reconocidos una vez los funestos resultados de tanta maldad, no puede menos el corazón de partirse de dolor, y las lágrimas dar testimonio del quebranto que se siente en el fondo del alma. Grande fue la luz que recibió Raimundo, luego de convertido, de lo criminal de su conducta anterior y de los desacatos hechos a vuestra bondad; pero muchas fueron también las lágrimas y suspiros que la violencia del dolor arrancaba de su corazón. Si amargas para Raimundo eran sus lágrimas ¡cuán agradables empero a vos Dios mío, viendo la sinceridad de su arrepentimiento! No os privéis, Señor, en mi alma delincuente de este consuelo. Romped la dureza de mi corazón, a fin de que, siempre bañados mis ojos por el dolor de haberos ofendido, alcance yo el perdón y consuelo prometidos a los que lloran sus culpas. Amén.

 

 

 

DÍA TERCERO

En penitente ejercicio

Armó su brazo la fe:

Bajo el áspero cilicio

La carne vencida fue.

 

ORACIÓN

Si vos ¡oh Jesús mío! como padre perdonáis al que de veras se convierte a vos como juez no podéis menos de exigir del pecador la satisfacción proporcionada a la gravedad y número de sus culpas. Con viva esperanza creía Raimundo que a la bondad con que le habíais atraído a vuestros brazos acompañaba el perdón, mas no por eso dejaba de vengar en su cuerpo las criminales delicias con que le había corrompido: y en su interior los malos hábitos y depravadas inclinaciones con que estaba viciado. La cueva de Randa, su retiro de Miramar, todos los lugares en donde moró publican cual fue la venganza que tomó de su carne y espíritu para daros condigna satisfacción por sus pecados. Este ejemplo ¡oh Jesús mío! avive en mi alma el espíritu de mortificación por las injurias hechas a vuestra bondad, a fin de que no caiga sobre mí el peso de aquella sentencia con que dijisteis: Si no hacéis penitencia todos pereceréis. Amén.

 

 

 

 

DÍA CUARTO

De todo mundano afecto

Desprendiendo el corazón,

Le hace Dios su predilecto,

Y él pone en Dios su afición.

 

ORACIÓN

¡Oh maestro divino de las almas Cristo Jesús! habiéndoos sujetado a la mayor indigencia queriendo nacer en un establo, vivir sin tener lugar propio para reclinar la cabeza, y morir desnudo en una cruz, dijisteis: El que no renuncia cuanto posee no puede ser mi discípulo. A todos los redimidos con vuestra sangre obliga el desprendimiento interior de cuanto hay en la tierra; pero a vuestros más allegados y perfectos imitadores. El desapropio real haciéndose pobres como vos. Os imitó Raimundo con heroicidad renunciando cuanto poseía, pudiendo decir en verdad: sigo desnudo al que desnudo murió por mi amor. ¡Qué lección para mí tan humillante teniendo ligado el corazón con tantas cadenas cuantos son los bienes que poseo, y ambicionando aun lo que en los otros alhaga mi interés y orgullo! A imitación de Raimundo procure yo en adelante, con el auxilio de la gracia, mantener libre el corazón de todo lo que no se dirige a vuestra gloria y a mi salvación, a fin de que, siendo pobre de espíritu, alcance el reino de los cielos. Amén.

 

 

 

DÍA QUINTO

Concibe grandiosos plañe

De Randa en la soledad,

Y preparan sus afanes

Entusiasmo y caridad,

 

ORACIÓN

En el silencio y en la soledad habláis vos ¡oh Dios mío! al corazón; y por lo mismo llamáis a ella a los que escogisteis para ilustrar su mente con luces soberanas, é inflamarles el corazón con llamas de vuestro amor. Apenas convertido, voló Raimundo al monte de Randa, en cuyo retiro alumbrasteis su ignorancia, enardecisteis su pecho, le infundisteis celo de vuestra gloria y de la conversión de los bárbaros, y avigorasteis su espíritu para grandes empresas en que cifraba vuestro honor, la salvación de muchas almas y su propia santificación. ¡Oh! ¡cuántos menoscabos sufre mi alma en el bullicio del siglo, buscando la tranquilidad en el centro de la inquietud, y la luz en donde solo reinan tinieblas y sombras de muerte! Desengañadme, Señor, por los méritos de Raimundo. Haced que en el retiro del mundo, o al menos en el silencio y recogimiento interior busque con ansias a la fuente de luz y de paz verdadera, que sois vos, a fin de recibir afluencias de gracia que hagan digna mi alma de la plenitud de luz y de gozo que forman la dicha de los bienaventurados en el cielo. Amén.

 

 

 

DÍA SEXTO

Los que fueron devaneos

De aturdida mocedad,

Referidos son trofeos

De su ejemplar humildad.

 

ORACIÓN

¿De qué puede gloriarse el hombre? ¡oh Dios mío! polvo, vanidad y mentira? La soberbia, sin embargo, maldita simiente con que Lucifer inficionó a la humana naturaleza, malea a todos los hijos de Adán. Se hizo superior á esta dolencia el humilde Raimundo, no solo reconociendo lo que era y tenia de sí, y su mudanza por la virtud de la gracia, más también haciendo confesión pública de los desvíos de su juventud, para que vos fueseis loado con el vaso antiguo de su corrupción. Me confunda, Señor, tanta humildad de Raimundo y haced qué, imitando su ejemplo, al menos sufra yo en paz la humillación, para conseguir la gloria que dais a los humildes en el reino de los cie los. Amén.

 

 

 

DÍA SÉPTIMO

Su pecho devora el celo

De la gloria del Señor,

Para que, así como el cielo

La tierra adore a su autor.

 

ORACIÓN

¡Oh Rey inmortal de los siglos! si á vos solo se deben la gloria y el honor, y glorificáis abundantemente a los que se desviven, para que seáis loado y. bendecido ¿cuántas y cuan refulgentes han de ser las lauréolas de que está coronado en el cielo vuestro fidelísimo Raimundo que tanto interés se tomó en la propagación y ensalza miento de vuestro santo nombre? Abrasado su corazón en ardientes llamas de caridad nada quería, nada anhelaba, nada buscaba sino al amador eterno de todas las criaturas, y al que de todas debe ser amado con preferencia; y por lo mismo todas sus maneras, palabras y escritos no tendían a otro fin sino al de que fueseis glorificado en el cielo y en la tierra. Penetrad, Señor, a mi alma con el dardo del mismo amor, a fin de que siendo vos glorificado en mí con la práctica de las virtudes, recibáis también con mi salvación el complemento de esta gloria en el cielo. Amén.

 

 

 

DÍA OCTAVO

Llevar a incultas naciones,

Intenta sagrada luz,

Para que en todas regiones:

Victoria alcance la Cruz.

 

ORACIÓN

Redentor dulcísimo del género humano, haciendo vos con tanta generosidad el sacrificio de toda la sangre y vida en rescate de los hijos de Adán; no solo disteis la mayor prueba de caridad, sino que manifestasteis al mundo cuánto vale a vuestros ojos cada una de las almas a tanta costa redimidas. Penetrado de este conocimiento, y con el fin de que no en vano hubieseis consumado tan cruento sacrificio, corría Raimundo de un clima a otro clima, de una nación a otra nación, sufría azotes, cárceles, naufragios, pareciéndole nada tantos sufrimientos con la única mira de que muchas almas no quedasen frustradas del precio de la redención. ¡Oh! ¡si de un tal celo estuviese enardecido el corazón por la salvación de la mía! Ya que por ella con tanta bondad moristeis en la cruz, sea eficaz este sacrificio, comunicándome por los méritos de Raimundo tal gracia que, mirando como único interés el negocio de mi eterna salud, no solo procure lograrla con el ejercicio de obras buenas, más también contribuir a la de mis prójimos, para recibir en compañía de muchos el fruto de la redención en el cielo. Amén.

 

 

 

DÍA NOVENO

Contra Raimundo se alza

El berberisco furor,

Y la de mártir realza

Su corona de doctor.

 

ORACIÓN

¡Oh Rey y corona de los mártires, Cristo Jesús! vuestra infinita misericordia triunfó de la rebeldía de Raimundo convirtiéndole a vos, y vuestra omnipotente virtud, después de haberle conducido por sendas heroicas al colmo de la santidad, fortaleció su corazón, para que, toleradas tantas penas por la gloria de vuestro nombre, consiguiese en fin la palma del martirio. Las piedras con que fueron heridas y magulladas sus carnes, el alfanje que abrió su cabeza, la sangre que derramó por la fe son trofeos que proclaman su triunfo, y el poder de vuestra gracia y lo mucho que vale su protección. Que la experimenten todos los que le invocan, y muy especialmente los que con Raimundo os hemos honrado á vos en esta novena. Alcancemos por su mediación la fortaleza necesaria para triunfar de los enemigos de nuestra alma, para que, firmes en la fe y constantes en el bien obrar, recibamos en la muerte con el don de la perseverancia final la palma y corona prometidas en la patria del cielo. Amén.

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