NOVENA
A HONOR DEL ÍNCLITO BALEAR E INVICTO MÁRTIR EL BEATO RAIMUNDO LULIO
POR
D. JOSÉ AMENGUAL PBRO. Y CANÓNIGO, VOCAL DE LA I. JUNTA DÉ LA CAUSA PÍA LULIANA
AÑO
DE 1840
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
Rendida,
Señor, mi alma ante el trono de vuestra m a gestad con el fin de alabaros y
daros gracias por la admirable conversión, heroica penitencia y glorioso martirio
del B. Raimundo Lulio; mal podrían mis labios pronunciar palabras dignas de vos
permaneciendo el corazón maleado por la culpa. ¿Qué desacato sería el mío complacerme
y ensalzar vuestro santo nombre por las lágrimas de un insigne penitente,
insistiendo yo en la dureza del pecado? Mas solo vos que misericordioso concedéis
el perdón, dais la gracia también para suplicarlo y conseguirlo. No me lo
neguéis, Señor, ya que con tanta bondad habéis infundido en mi alma el deseo. Aprovechándome
ahora de favor tan singular, clamo a vos de lo más íntimo del corazón. Perdón,
Padre mío, perdón de todas mis culpas. Dad lágrimas a mis ojos para llorarlas
amargamente: contrición suma al corazón por la cual sea renovado como el de vuestro
siervo Raimundo: y por sus virtudes, merecimientos y trabajos apostólicos, el
celo perseverante en hacer frutos dignos de penitencia para reparar las
injurias hechas a vuestra bondad, los males acarreados a mi alma y el escándalo
dado al prójimo, á fin de lograr el premio prometido a los verdaderos
penitentes en el cielo. Amén.
DÍA
PRIMERO
Corría
ciego Raimundo
Del
torpe deleite en pos;
Mas
vuelve su espalda al mundo,
Y
sus ojos vuelve a Dios.
ORACIÓN
Pastor
dulcísimo de las almas Cristo Jesús, que con tanta solicitud buscáis a las que
se alejan de vuestro redil: bendita sea la bondad con que volasteis en pos de
la de Raimundo para restituirla a la sociedad santa de vuestros fieles servidores.
Una, dos y tercera vez os dignasteis presentaros a su vista bajo la horrorosa
imagen de lo que os hizo víctima en el Calvario. Sígueme, Raimundo, le
dijisteis; y taiunfó de su pertinacia vuestro tiernísimo amor. Loada sea tanta
misericordia en tan admirable conversión. Lo sea también en la mía, a fin de que,
no ensordeciendo yo por más tiempo a vuestros llamamientos, os siga como
Raimundo con fervor y constancia en la senda de la ley para entrar en la vida
del cielo. Amén.
Dígase
ahora nueve veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.
GOZOS
Pues
fuiste rayo del mundo
Con
muy brillantes fulgores,
Socorrednos,
dad favores,
Arcangélico
Raimundo.
Mallorca
reino dorado
Fue
vuestra muy noble cuna,
De
Lulio y Heril la fortuna
A
grande os ha remontado,
Del
rey D. Jaime el segundo,
Tuviste
grandes honores:
Cuando
ya desengañado
Los
rigores emprendiste,
Y
visitas merecisteis
De
Jesús Crucificado
Todo
abstraído del mundo,
Vivías
de sus amores:
Caridad,
amor y celo,
En
todo siempre mostrasteis,
Con
que ferviente aspirasteis
A
extender la fé en el suelo,
Sois
ilustrado y fecundo
En
prueba de sus ardores:
Un
rustico peregrino
Pregona
vuestra doctrina
Infusa,
ser y divina,
Del
cielo grande destino,
Portento
tan sin segundo
Por
si mismo da clamores:
Vuestros
escritos adora,
La
más pura y bella aurora
Con
Jesús os da consuelo,
En
éxtasis muy profundo
Admiráis
tales albores:
Para
contra el paganismo
Muchos
reyes incitasteis,
Y
reducir procurasteis
Herejes
y judaísmo,
Este
trabajo infecundo,
Os
costó muchos sudores:
Aquellos
lugares santos,
Intentabas
recobrar,
De
guerra, un orden fundar,
Para
ganar otros tantos,
Al
Papa y nobles del mundo,
Pasman
tales fervores:
Sufriste
con alegría,
Azotes,
grillos y cadenas,
Palos,
cárceles y penas
Que
inventó la tiranía,
De
Mahoma falso inmundo
Confundisteis
los errores:
Catorce
días vivisteis
Sin
comer, encarcelado,
Con
celo muy alentado
Otro
Elías parecisteis,
Vuestro
padecer fecundo
Burló
siempre los rigores:
Setenta
sabios pregonan
El
saber que ostentasteis,
Y
de los cielos alcanzasteis
Entre
piedras la corona,
Pregonero
fue fecundo
Un
rayo con resplandores:
De
San Francisco el cordón,
Sus
hijos os concedieron,
Papa
y rey os eligieron
De
la universidad patrón,
Vuestro
espíritu profundo
Os
logró tales honores:
Prometemos
los devotos
De
vuestra causa, especiales,
Acudir
muy liberales
Con
las limosnas y votos,
Para
que por todo el mundo
Os
festejen con loores:
L/:
Ruega por nosotros Bienaventurado Raimundo
R/:
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo
ORACIÓN: Señor
Dios, que, para desterrar las sombras del mundo, dotasteis de celestial
sabiduría al Beato Raimundo, vuestro mártir, haced que por medio de sus
doctrinas, se destierren los errores, y dejando la oscuridad y tinieblas del
pecado, caminemos por las sendas de la virtud, para que de este modo, amaros,
conoceros y adoraros, siéndoos al mismo tiempo intercesor para alcanzar de vos
la sabiduría, elocuencia y ciencia de los santos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
OFRECIMIENTO
PARA
TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
Ínclito
balear y dulce protector nuestro, bienaventurado Raimundo Lulio: ceñido vos en
el cielo con las diademas de heroico penitente, de apóstol de la fe y de mártir
de Jesucristo, interponed vuestro valimiento a favor de este ingrato, de la nación
y de todos los que rendidos ante vuestras reliquias o imágenes confiadamente os
invocan. Los progresos de la luz evangélica en las naciones bárbaras fueron el
singular objeto de vuestras marchas y tareas apostólicas: pedid para todos los
que yacen en tinieblas y sombras de la infidelidad luz para resucitar á nueva vida.
Vos excitabais el celo de los sucesores de san Pedro a fin de que adoptasen las
medidas más eficaces a la propagación y gloria del Evangelio y de su moral
santa: alcanzadles interés y constancia en esta empresa. Alcanzad a todos los
prelados y demás ministros de la Iglesia celo grande de la salvación de las
almas: gracia de conversión a los pecadores: aumento del fervor y el don de la
perseverancia a los justos: a todos por fin, con los beneficios temporales que
conduzcan a la salvación, el don inefable del divino amor, que tan encendido ardía
en vuestro pecho, a fin de que, unidos en caridad con todos nuestros prójimos y
con Dios, supremo bien, formemos parte de la ciudad santa del cielo, de la cual
vos ¡oh esclarecido Raimundo! sois tan gloriosa piedra. Amén.
DÍA
SEGUNDO
Sus
ojos que desprendieron
Llanto
de profano amor,
También
húmedos se vieron
Con
las aguas del dolor.
ORACIÓN
Perdida
¡oh Jesús mío! vuestra gracia por el pecado, reconocidos una vez los funestos
resultados de tanta maldad, no puede menos el corazón de partirse de dolor, y
las lágrimas dar testimonio del quebranto que se siente en el fondo del alma.
Grande fue la luz que recibió Raimundo, luego de convertido, de lo criminal de su
conducta anterior y de los desacatos hechos a vuestra bondad; pero muchas
fueron también las lágrimas y suspiros que la violencia del dolor arrancaba de
su corazón. Si amargas para Raimundo eran sus lágrimas ¡cuán agradables empero a
vos Dios mío, viendo la sinceridad de su arrepentimiento! No os privéis, Señor,
en mi alma delincuente de este consuelo. Romped la dureza de mi corazón, a fin
de que, siempre bañados mis ojos por el dolor de haberos ofendido, alcance yo
el perdón y consuelo prometidos a los que lloran sus culpas. Amén.
DÍA
TERCERO
En
penitente ejercicio
Armó
su brazo la fe:
Bajo
el áspero cilicio
La
carne vencida fue.
ORACIÓN
Si
vos ¡oh Jesús mío! como padre perdonáis al que de veras se convierte a vos como
juez no podéis menos de exigir del pecador la satisfacción proporcionada a la
gravedad y número de sus culpas. Con viva esperanza creía Raimundo que a la
bondad con que le habíais atraído a vuestros brazos acompañaba el perdón, mas
no por eso dejaba de vengar en su cuerpo las criminales delicias con que le había
corrompido: y en su interior los malos hábitos y depravadas inclinaciones con
que estaba viciado. La cueva de Randa, su retiro de Miramar, todos los lugares
en donde moró publican cual fue la venganza que tomó de su carne y espíritu
para daros condigna satisfacción por sus pecados. Este ejemplo ¡oh Jesús mío! avive
en mi alma el espíritu de mortificación por las injurias hechas a vuestra
bondad, a fin de que no caiga sobre mí el peso de aquella sentencia con que
dijisteis: Si no hacéis penitencia todos pereceréis. Amén.
DÍA
CUARTO
De
todo mundano afecto
Desprendiendo
el corazón,
Le
hace Dios su predilecto,
Y
él pone en Dios su afición.
ORACIÓN
¡Oh
maestro divino de las almas Cristo Jesús! habiéndoos sujetado a la mayor
indigencia queriendo nacer en un establo, vivir sin tener lugar propio para
reclinar la cabeza, y morir desnudo en una cruz, dijisteis: El que no renuncia
cuanto posee no puede ser mi discípulo. A todos los redimidos con vuestra
sangre obliga el desprendimiento interior de cuanto hay en la tierra; pero a
vuestros más allegados y perfectos imitadores. El desapropio real haciéndose
pobres como vos. Os imitó Raimundo con heroicidad renunciando cuanto poseía, pudiendo
decir en verdad: sigo desnudo al que desnudo murió por mi amor. ¡Qué lección
para mí tan humillante teniendo ligado el corazón con tantas cadenas cuantos
son los bienes que poseo, y ambicionando aun lo que en los otros alhaga mi interés
y orgullo! A imitación de Raimundo procure yo en adelante, con el auxilio de la
gracia, mantener libre el corazón de todo lo que no se dirige a vuestra gloria
y a mi salvación, a fin de que, siendo pobre de espíritu, alcance el reino de
los cielos. Amén.
DÍA
QUINTO
Concibe
grandiosos plañe
De
Randa en la soledad,
Y
preparan sus afanes
Entusiasmo
y caridad,
ORACIÓN
En
el silencio y en la soledad habláis vos ¡oh Dios mío! al corazón; y por lo
mismo llamáis a ella a los que escogisteis para ilustrar su mente con luces
soberanas, é inflamarles el corazón con llamas de vuestro amor. Apenas
convertido, voló Raimundo al monte de Randa, en cuyo retiro alumbrasteis su
ignorancia, enardecisteis su pecho, le infundisteis celo de vuestra gloria y de
la conversión de los bárbaros, y avigorasteis su espíritu para grandes empresas
en que cifraba vuestro honor, la salvación de muchas almas y su propia santificación.
¡Oh! ¡cuántos menoscabos sufre mi alma en el bullicio del siglo, buscando la
tranquilidad en el centro de la inquietud, y la luz en donde solo reinan
tinieblas y sombras de muerte! Desengañadme, Señor, por los méritos de
Raimundo. Haced que en el retiro del mundo, o al menos en el silencio y
recogimiento interior busque con ansias a la fuente de luz y de paz verdadera,
que sois vos, a fin de recibir afluencias de gracia que hagan digna mi alma de
la plenitud de luz y de gozo que forman la dicha de los bienaventurados en el
cielo. Amén.
DÍA SEXTO
Los
que fueron devaneos
De
aturdida mocedad,
Referidos
son trofeos
De
su ejemplar humildad.
ORACIÓN
¿De qué puede gloriarse el hombre? ¡oh Dios mío! polvo, vanidad y mentira? La soberbia, sin embargo, maldita simiente con que Lucifer inficionó a la humana naturaleza, malea a todos los hijos de Adán. Se hizo superior á esta dolencia el humilde Raimundo, no solo reconociendo lo que era y tenia de sí, y su mudanza por la virtud de la gracia, más también haciendo confesión pública de los desvíos de su juventud, para que vos fueseis loado con el vaso antiguo de su corrupción. Me confunda, Señor, tanta humildad de Raimundo y haced qué, imitando su ejemplo, al menos sufra yo en paz la humillación, para conseguir la gloria que dais a los humildes en el reino de los cie los. Amén.
DÍA
SÉPTIMO
Su
pecho devora el celo
De
la gloria del Señor,
Para
que, así como el cielo
La
tierra adore a su autor.
ORACIÓN
¡Oh
Rey inmortal de los siglos! si á vos solo se deben la gloria y el honor, y glorificáis
abundantemente a los que se desviven, para que seáis loado y. bendecido
¿cuántas y cuan refulgentes han de ser las lauréolas de que está coronado en el
cielo vuestro fidelísimo Raimundo que tanto interés se tomó en la propagación y
ensalza miento de vuestro santo nombre? Abrasado su corazón en ardientes llamas
de caridad nada quería, nada anhelaba, nada buscaba sino al amador eterno de
todas las criaturas, y al que de todas debe ser amado con preferencia; y por lo
mismo todas sus maneras, palabras y escritos no tendían a otro fin sino al de
que fueseis glorificado en el cielo y en la tierra. Penetrad, Señor, a mi alma
con el dardo del mismo amor, a fin de que siendo vos glorificado en mí con la práctica
de las virtudes, recibáis también con mi salvación el complemento de esta
gloria en el cielo. Amén.
DÍA
OCTAVO
Llevar
a incultas naciones,
Intenta
sagrada luz,
Para
que en todas regiones:
Victoria
alcance la Cruz.
ORACIÓN
Redentor dulcísimo del género humano, haciendo vos con tanta generosidad el sacrificio de toda la sangre y vida en rescate de los hijos de Adán; no solo disteis la mayor prueba de caridad, sino que manifestasteis al mundo cuánto vale a vuestros ojos cada una de las almas a tanta costa redimidas. Penetrado de este conocimiento, y con el fin de que no en vano hubieseis consumado tan cruento sacrificio, corría Raimundo de un clima a otro clima, de una nación a otra nación, sufría azotes, cárceles, naufragios, pareciéndole nada tantos sufrimientos con la única mira de que muchas almas no quedasen frustradas del precio de la redención. ¡Oh! ¡si de un tal celo estuviese enardecido el corazón por la salvación de la mía! Ya que por ella con tanta bondad moristeis en la cruz, sea eficaz este sacrificio, comunicándome por los méritos de Raimundo tal gracia que, mirando como único interés el negocio de mi eterna salud, no solo procure lograrla con el ejercicio de obras buenas, más también contribuir a la de mis prójimos, para recibir en compañía de muchos el fruto de la redención en el cielo. Amén.
DÍA
NOVENO
Contra
Raimundo se alza
El
berberisco furor,
Y
la de mártir realza
Su
corona de doctor.
ORACIÓN
¡Oh Rey y corona de los mártires, Cristo Jesús! vuestra infinita misericordia triunfó de la rebeldía de Raimundo convirtiéndole a vos, y vuestra omnipotente virtud, después de haberle conducido por sendas heroicas al colmo de la santidad, fortaleció su corazón, para que, toleradas tantas penas por la gloria de vuestro nombre, consiguiese en fin la palma del martirio. Las piedras con que fueron heridas y magulladas sus carnes, el alfanje que abrió su cabeza, la sangre que derramó por la fe son trofeos que proclaman su triunfo, y el poder de vuestra gracia y lo mucho que vale su protección. Que la experimenten todos los que le invocan, y muy especialmente los que con Raimundo os hemos honrado á vos en esta novena. Alcancemos por su mediación la fortaleza necesaria para triunfar de los enemigos de nuestra alma, para que, firmes en la fe y constantes en el bien obrar, recibamos en la muerte con el don de la perseverancia final la palma y corona prometidas en la patria del cielo. Amén.
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