martes, 4 de agosto de 2020

NOVENA A LA ASUNCIÓN DE MARÍA



NOVENA A LA ASUNCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

DISPUESTA

POR EL Dr. D. GASPAR GOMEZ DE COS,

Capellán de S. M. en dicha Real Iglesia, y Examinador Sinodal de este Arzobispado de Toledo.

Año de 1835

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador, Padre y Redentor mío, en quien creo, en quien espero, a quien amo más que a mi alma, más que a mi vida, y más que a todas las cosas: por ser Vos quien sois, y por vuestra bondad infinita, a mí me pesa, pésame mi Dios de todo corazón de haberos ofendido: propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme, y cumplir la penitencia que me fuere impuesta: Ofrézcoos, Señor, mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y así como os lo suplico, así confío en vuestra divina bondad y misericordia infinita me los perdonareis por los merecimientos de vuestra preciosísima Sangre, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendar mi vida, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la hora de mi muerte. Amén.

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Soberana Virgen María, Madre de Dios, y Madre mía, aquí tenéis postrado a vuestros sacratísimos pies a este hijo pródigo, penetrado de confusión, de dolor y de arrepentimiento por haber pecado contra el cielo, y contra Vos: conozco, Señora, y confieso a presencia del cielo y de la tierra, que no soy digno de honrarme con el título de hijo vuestro: recibid, Madre de misericordia, esta humilde confesión de mi fea ingratitud, y mala correspondencia, dispensándome la gracia de admitirme en el número de vuestros esclavos: miradme con ojos de piedad, como acostumbráis ejecutarlo con vuestros siervos: y alcanzadme del Todopoderoso la gracia que principalísimamente os pido en esta santa Novena; y es, que reconocido de todos los yerros y extravíos de mi vida pasada, empiece desde ahora a llorar con amargas lágrimas todas mis culpas, á implorar las divinas misericordias, arreglando los pasos de mi vida de tal manera, que logre por vuestra poderosa intercesión una preciosa muerte para gozar de Dios en vuestra compañía por eternidades de gloria. Amén.

Aquí se rezarán tres Ave Marías en reverencia de los tres días, que piadosamente se cree haber mediado entre la muerte de María y su resurrección.

 

 

DÍA PRIMERO

Mi Dios y Señor, en quien creo, como verdad infalible, que prometéis la bienaventuranza eterna a todas las almas, que, teniendo la dicha de vivir en el gremio de la Santa Iglesia, se emplean en la observancia de vuestros divinos mandamientos, en crédito de no tener la fe muerta por el pecado, sino viva y animada por medio de vuestra gracia y caridad: yo os suplico, Señor, por aquella fe tan viva con que creyó en Vos, y obró en todo conforme a su creencia María Santísima , y por aquella gloria a que os dignasteis trasladarla en el día de su preciosa muerte y Asunción a los Cielos, para que os viese eternamente, no ya como en sombra, figura, o enigma, sino cara a cara, me concedáis la gracia de que imitando en cuanto sea posible a mis débiles fuerzas, aquella fe viva y obradora de esta celestial Reyna, y arreglando todas las obras de mi vida a esta fe sobrenatural y divina, me haga digno de veros en vuestra eterna gloria. Amén.

 

 

ORACIÓN PARA CONCLUIR TODOS LOS DÍAS

Dios de bondad, en quien vivo, en quien me muevo, y en quien disfruto el ser que tengo: que por un efecto de vuestra infinita misericordia tenéis empeñada vuestra divina palabra, de que no queréis la muerte eterna del pecador, sino que se convierta a Vos para vivir eternamente en vuestra amistad y gracia: yo os suplico, Señor, por vuestra bondad, por la vida, muerte y pasión de mi Redentor Jesucristo, y por los méritos de vuestra Madre María Santísima, elevada a los Cielos en cuerpo y alma, me otorguéis la gracia de convertirme a Vos con todo mi corazón, con toda mi alma, y con todas las fuerzas de mi vida: viva yo, Señor en adelante para amaros: muévame para serviros, y emplee todo cuanto soy en obedeceros: no permitáis, Señor, se abran mis ojos, sino para miraros: no se empleen mis oídos, sino en escucharos: mi lengua no tenga otro ejercicio que alabaros y bendeciros: no se dirijan mis pasos sino a buscaros: hacedme en fin, Señor, la misericordia de que mi alma y mi cuerpo detesten, y aborrezcan sobre todo la muerte eterna de la culpa, y suspiren incesantemente por la vida de vuestra amistad y gracia, para bendecir y alabar vuestras misericordias eternamente en la gloria. Amén.

 


DÍA SEGUNDO

Mi Dios, en quien espero, por ser un Señor de un infinito poder, que conducís al puerto de eterna salvación a todos los que esperan en Vos: que premiasteis la esperanza de nuestros Padres, no permitiendo fue sen confundidos, y libertándoles con vuestro brazo omnipotente de la eterna confusión de los malos: mi buen Dios, que, en justa remuneración de aquella firme esperanza, que depositó en solo Vos María Santísima, honrasteis a esta Señora en el día de su Asunción a los Cielos con la posesión de aquel sumo y eterno bien, por quien tanto había suspirado: concededme, Señor, por su intercesión poderosa, que a imitación suya viva yo animado de aquella firme esperanza, que separando mi corazón de todos los bienes aparentes de la tierra, suspire continuamente por la posesión de aquellos bienes verdaderos, que disfrutan los justos en vuestra gloria. Amén.


 

DÍA TERCERO

Dios de mi alma, Señor de mi vida, a quien amo sobre todas las cosas, como bien sumo, que me habéis amado hasta el extremo de haceros hombre, y morir por mí en el más afrentoso patíbulo: que en premio de aquel purísimo é intensísimo amor, que os tuvo María Santísima desde el primer instante de su vida, la ensalzasteis en su preciosa muerte sobre todos los Coros de los Ángeles en vuestra gloria, para ser por toda la eternidad el objeto más agradable de vuestras divinas complacencias entre todas las criaturas: concededme, Señor, por sus méritos, é intercesión, que al paso que me honro, y me glorío de ser un humilde esclavo de esta Señora, os ame a imitación suya con todo mi corazón, con toda mi alma, y con todas las fuerzas de mi vida: no permitáis, Señor, se apague jamás en mi corazón esta llama: haced sí, por un efecto de vuestra infinita caridad, que esta se aumente y crezca en mí durante la carrera de mi vida, y se perfeccione y perpetué por toda la eternidad en vuestra gloria. Amén.

 

 

DÍA CUARTO

Gran Dios, bienhechor de todas las criaturas, que nos mandáis amar a nuestros próximos como a nosotros mismos, y nos enseñáis con vuestro ejemplo a hacer bien a nuestros enemigos, disponiendo con vuestra adorable providencia, que nazca el sol todos los días para alumbrar a los buenos y a los malos: que el Cielo derrame sus abundantes lluvias para fertilizar los campos de los justos, y de los pecadores: yo os suplico, Señor, por aquel amor que profesó María Santísima a todos los hombres en su santísima vida, sacrificando la prenda más amada de su Hijo por nosotros a la muerte, y por aquel amor con que ahora nos mira desde el Cielo, haciendo el oficio de nuestra Madre y Abogada en vuestra divina presencia, me concedáis la gracia de que a imitación vuestra y suya acredite con mis obras, que soy hijo de tal Padre, y de tal Madre: que haga bien aún a aquellos mismos que me aborrecen: que dirija mi oración á Vos, aun por aquellos que me calumnian y persiguen: haced, Señor, en fin, que unido con mis prójimos en caridad y amor, como hijos todos de un mismo Padre, y de una Madre, merezcamos nos dispenséis vuestra santa bendición en esta vida, y la continuéis por toda la eternidad en vuestra gloria. Amén.

 

 

DÍA QUINTO

Mi Dios y Señor, infinitamente grande, e infinitamente humilde, que con el designio misericordioso de desterrar de los corazones de los hombres el vicio abominable de la soberbia, en que tuvo principio la ruina universal del mundo, os dignasteis manifestaros en la tierra, cubriendo con el velo de la humanidad aquella infinita grandeza y majestad, que admiran y veneran llenos de respeto los Santos y los Ángeles en vuestra gloria: yo os suplico, Señor, por esta humillación vuestra, y por aquella humildad sin segunda, de que estuvo adornada María Santísima, cuando elevada por Vos a la altísima dignidad de Madre vuestra, poseída de una santa confusión y respeto, se contentó, y glorió con el título de Esclava, me concedáis la gracia de que jamás me deje dominar del vicio de la soberbia: que conozca y confiese en vuestra divina presencia, no soy otra cosa que polvo y ceniza; y penetrado toda la Vida mi corazón de este pensamiento, arregle mis acciones de tal manera, que siguiendo vuestros pasos, y los de María Santísima por los caminos de la humillación y abatimiento en la tierra, merezca ser ensalzado por Vos eternamente en vuestra gloria. Amén.

 

 

DÍA SEXTO

Dios purísimo, que miráis como templo vuestro a aquellas almas que viven en castidad, y las ofrecéis la dicha incomparable de veros eternamente en vuestra gloria, y en cumplimiento de vuestra promesa premiasteis la pureza singular de María Santísima, no permitiendo que su cuerpo purísimo estuviese sujeto a la corrupción, sino resucitándole del sepulcro, para que en compañía de su bendita alma fuese conducido por los espíritus puros de vuestros Ángeles al trono de la gloria: yo os suplico, Señor, me concedáis, que imite, en cuanto me sea posible, la castidad y pureza de esta Señora. Dadme, Señor, por su intercesión unos oídos castos, una lengua pura, unos ojos modestos: criad de nuevo en mí un corazón limpio: renovad en lo íntimo de mi alma la rectitud de vuestro espíritu: purificadme de toda mancha de alma y cuerpo, para que viviendo y muriendo adornado de castidad y pureza, me haga digno de veros, poseeros y gozaros en la gloria. Amén.

 

 

DÍA SÉPTIMO

Dios de mi corazón, que, a pesar de todos los extravíos de mi vida, me sufrís y esperáis con infinita paciencia para usar conmigo de vuestra misericordia, añadiendo a este singularísimo beneficio tener la bondad de manifestar vuestra gloria en perdonar mis pecados: yo os suplico, Señor, por esta dignación vuestra, y por los méritos de vuestra Madre María Santísima, cuya admirable y prodigiosa vida fue sin intermisión alguna un continuo ejercicio de sufrimiento y de paciencia, venerando con el más profundo respeto las sabias disposiciones de vuestra adorable providencia, me concedáis la gracia de que a imitación suya, yo me entregue desde ahora en vuestras manos con una santa y total indiferencia, así en los sucesos prósperos como en los adversos de mi vida: si me concedieseis bienes, o si me regalaseis con trabajos y con males, haced, Señor, se cierre mi boca para la queja, y solo se abra para bendecir y alabar vuestro santísimo nombre: dispensadme, Señor, esta gracia, para que adornado de esta conformidad, posea mi alma en paciencia santa en esta vida, y disfrute después eternamente la paz de vuestra gloria. Amén.

 

 

DÍA OCTAVO

Dios mío, y todas mis cosas, que, siendo infinitamente rico, y Señor de todos los bienes del Cielo y de la tierra, tuvisteis la bondad de haceros voluntariamente pobre, con el designio de que vuestra santa pobreza enriqueciese a todos los hombres con los dones de vuestra gracia: yo os suplico, Señor, por aquella pobreza en que vivió y murió vuestra Santísima Madre, sin querer, ni desear jamás otra posesión, ni otra herencia, que a Vos en el Cielo y en la tierra, me concedáis la gracia, de que mirando el mundo como lugar de mi destierro, esté siempre desprendido mi corazón de todos los bienes de esta vida perecedera: haced, Señor, los repute todos como un poco de estiércol y basura, para que viviendo en pobreza de espíritu, á imitación de mi Madre y Señora María Santísima, suspire incesantemente por hacerme digno de disfrutar los verdaderos bienes del Reyno de la gloria. Amén.

 

 

DÍA NOVENO

Omnipotente Dios, liberalísimo remunerador, que conducís al puerto de salvación a todas las almas que perseveran en la observancia de vuestros divinos mandamientos hasta el fin de la carrera de esta vida mortal; y asimismo nos aseguráis que el alma que pone la mano sobre el arado, y vuelve atrás, no es a propósito para el Reyno de los Cielos: yo os suplico, Señor, por la intercesión de María Santísima, cuya perseverancia en toda clase de virtud hasta el último momento de su preciosa vida habéis remunerado con un peso de indecible gloria, me concedáis la gracia de fijar mis pasos en la observancia de vuestra divina ley: confirmad, Señor, en mí los propósitos y resoluciones que he formado en esta santa Novena, que son: de vivir en adelante animado, de una fe viva, de una firme esperanza, de una caridad ardiente, de una humildad verdadera, de una pureza y castidad conforme al estado en que me hallo al presente, o a aquel a que me destine vuestra divina providencia: de una paciencia inalterable: de una pobreza de espíritu, que desprenda mi corazón de todos los bienes de la tierra, y suspire incesantemente por la posesión de mi eterna bienaventuranza: dispensadme en fin, Señor, la misericordia de que yo persevere á imitación de mi Madre y Señora María Santísima, en el ejercicio de estas, y las demás virtudes, hasta respirar el último aliento de mi vida, para que entregando mi espíritu en vuestras manos, en las de mi amado Jesús y de .María, mi venerada Madre y Señora, pase a veros, gozaros, alabaros y bendeciros eternamente en vuestra gloria. Amén.

 

 

Sea todo para honra y gloria de Dios y de su Santísima Madre, que sea nuestra Abogada en vida y en muerte.

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