TRIDUO
EN HONOR DEL B. VALENTIN DE BERRIO-OHOA Y ARISTI
DEL
ORDEN DE PREDICADORES
OBISPO
DE CENTURIA Y VICARIO APOSTÓLICO DEL TUNQUIN CENTRAL
MARTIRIZADO
EN 1ro. DE NOVIEMBRE DE 1861
ESCRITO
POR
ARISTIDES
DE ARTIÑANO Y ZURICALDAY
SECRETARIO
HONORARIO DEL GOBIERNO UNIVERSAL
DEL
M. N. Y M. L. SENORIO DE VIZCAYA
CHUZ
DE ORO “PRO ECCLESIA E T PONTIFICE”
ROMA.
1906
Hecha
la señal de la Cruz, se dirá:
Sea
por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del Altar y la Inmaculada
Concepción de María Santísima.
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
¡Dios
mío! que encomendasteis a vuestros Apóstoles y sus sucesores la predicación del
Santo Evangelio para propagar la verdad por todo el mundo, a fin de que,
acogiéndose los hombres a vuestra misericordia, se salvarán y gozarán de eterna
felicidad en el Cielo, mirad como abnegados misioneros Os ofrecen sus vidas en
holocausto, difundiendo las santas doctrinas en los pueblos infieles y
salvajes. Ved, Señor, sus privaciones, fatigas y sufrimientos por redimir sus
almas: vedlos, entregando sus cabezas p ara que el tiran o las siegue, antes que
abandonar el rebano que Vos les confiasteis; con que alegría y canticos de
alabanza, sufren bárbara muerte para alcanzar la recompensa que reserváis a
vuestros escogidos. Ya que no sepamos imitar a esos mártires de la fe,
permitid. Señor, sean nuestros abogados para aplacar vuestra justicia y
alcanzarnos las gracias que imploramos: ellos, que gozan de vuestra divina
presencia, suplirán la pobreza de estas plegarias y Vos, Dios mío, os dignareis
acceder a sus ruegos, otorgándonos aquella celestial Bendición, prenda segura
de que un día podamos ensalzaros y veneraros en la gloria por toda la eternidad.
Amén.
PRIMER
DÍA
Bien quisiera, Beato glorioso, inspirarme en los dulces sentimientos que os guiaron en la carrera de vuestra vida, para ejercitar, cual vos, esa hermosa virtud de la humildad, cuyos perfumes suavísimos percibimos, pero no sabemos producir. Seguiros en la juventud, siendo ejemplo de casto y sensible corazón, de rectísima conciencia, que huye de la vida mundana; estudiante, de todos admirado: novicio, fraile profeso, maestro de piedad y asombro de perfección, es ir contemplando cómo se forman los seres privilegiados, que Dios llama por los senderos de la santidad, reflejada en esa humildad, tan característica y eminente en vos, que resplandecía, a pesar de los esfuerzos que hacíais para ocultarla a todos. Esa profunda humildad en el espíritu de oración, en las mortificaciones que os imponíais, en el celo con que procurabais por las almas, al embellecer vuestro corazón, os atraía los de cuantos sentían el influjo benéfico de la esplendorosa luz que despedían vuestras virtudes. Infundid, Beato glorioso en nosotros, ese espíritu de humildad, que, al haceros obedientes en un todo a la divina voluntad, os prestaba fuerzas para sufrir penalidades, ardor para predicar la verdad y piedad insigne para obtener del Señor las gracias necesarias al cumplimiento de la hermosa misión que os estaba confiada. Fuisteis humilde por bondad, abnegado por cumplir deberes elevados y coronasteis vuestras virtudes con la palma del martirio: por eso los cristianos se extasían ante ese extraordinario conjunto de hechos sublimes, que forman un bellísimo timbre de gloria. Permitidnos, pues, que haciéndonos humildes de corazón, respetuosos y fieles creyentes, nos preparemos a impetrar, con el debido fervor, las gracias a que aspiramos, buscando vuestra eficaz protección, rogándoos presentéis al Sagrado Corazón de Jesús y a su Madre Inmaculada, estas sencillas deprecaciones:
¡Jesús
mío! Por la religiosa vida y perfecta humildad de vuestro siervo el Beato
Berrio-Ochoa, acoged misericordioso nuestras suplicas.
Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.
¡Virgen
Santísima! Guiasteis a los Apóstoles y sois la protectora de los heroicos
misioneros de la Cruz; al presentar a Vuestro Divino Hijo la abnegación de esos
mártires de la Fe, acordaos de cuantos veneramos su memoria e interceded por
nosotros.
Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.
¡Gloriosos
y Santos Mártires! Por la gloria con que acogéis en el Cielo a vuestros compañeros
en el sacrificio de su vida por difundir la verdad, rogad y pedid por nosotros.
Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.
L/: Ruega por mi ¡oh Beato Valentín!
R/: Para que sea digno de alcanzar las
promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN
A
Vos vengo, Jesús mío, lleno de confianza y con aquella humildad que Vuestra
excelsitud pide a las pobres criaturas. Se que vuestra misericordia se ejercita
siempre, que, sin dejar de ser justo, sois clemente y magnánimo, escuchando
todas las suplicas, si son fervientes y piadosas. Oídme, pues, y ya que el
Beato, a quien confío mis peticiones para que las eleve al Trono de vuestra
gloria, brillo acá en la tierra, por su cristiana humildad, dignaos. Señor,
atenderlas y otorgarme vuestra gracia, para que Os ensalce durante mi vida y después
Os aclame en la Gloria por toda la eternidad. Amén.
DÍA
SEGUNDO
Vida de santidad fue la vuestra, venerable Beato, ya en el Seminario donde os llamaban el Santo, como en la esclarecida Orden de Predicadores, en la que os consagrasteis al Señor; más la perfección se abrillanta y asegura si a la humanidad y la piedad se une el sacrificio, porque las virtudes se agigantan por la abnegación y se consolidan con los sufrimientos, las persecuciones y los peligros. ¡Quién poseyera esa sublime aspiración de vuestra hermosa alma, que, anhelosa de padecer por Jesús Os hacia exclamar allá, como presintiendo una vida de fatigas y padecimientos, algo semejante al camino del Calvario, que Os condujese al martirio! En aquellas selvas ignotas del Tunquin, rodeado de enemigos crueles, viviendo en grutas y escondrijos, sin otros alimentos que los frutos del campo, cuando se podía, siempre vigilante, jamás descansado, preocupado tan solo de salvar un alma, de bautizar un infiel, sostener en la fe de Cristo a quien vacila o de arrancar de tas garras de la impiedad a algún infeliz, predicando el Evangelio para llevar la luz de la verdad a aquellos ignorantes ¡Cuantas amarguras se sufren, que sacrificios se imponen, que abnegación es necesaria para soportarla alegre y contento porque es en servicio de Dios y en honor de su Purísima Madre! Empero, ¡que satisfecho respira el corazón cuando, tras de días y días de luchar con la intemperie el hambre y los peligros, se gana un alma para el Señor o se evita una calda fatal! Olvidadas todas las penas, alcance los ojos al Cielo para dar gracias a Dios del beneficio obtenido, a costa de tanto esfuerzo, que para el misionero se convierte en motivo de júbilo y de placer. Ya que no sea posible sigamos la senda de sacrificio que nos señalasteis en accidentada, más gloriosa vida por la propaganda de la fe, séanos licito, al admirarla, acudir a la Inmaculada Virgen María, que en este mundo fue modelo de abnegación y de sufrimientos sublimes, dándole gracias porque Os alentó en esa hermosa empresa y para ganarnos su cariñosa protección, rogarla admita estas pobres deprecaciones:
¡Madre
de Dios y de los hombres! por aquellos amargos dolores que sufristeis con suprema
paciencia, permitid que al recordar la abnegación y virtudes del Beato
Berrio-Ochoa, impetremos vuestro auxilio p ara alcanzar del Señor gracias abundantísimas.
Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.
¡Ángeles
del Cielo! Al entonar esos dulcísimos canticos de amor con que saludáis al
Señor y a su bendita Madre, elevad, también, una súplica por los que acá en la
tierra suspiramos por unir nuestras alabanzas a vuestros angélicos coros.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
¡Gloriosos
Apóstoles! Por vuestro celo en la propagación de las doctrinas del Señor, que
tantos sacrificios Os impuso en aras de la Fé, siendo ejemplo de mártires y
confesores, interceded cerca de vuestro Divino Maestro en favor nuestro.
Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.
L/: Ruega por mi ¡oh Beato Valentín!
R/: Para que sea digno de alcanzar las
promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN
¡Virgen
muy amada! Sufristeis en el mundo cuantas tribulaciones y dolores caben
imaginar; tristezas supremas inundaban vuestro espíritu, las persecuciones Os
afligían y las penas casi no cesaban un instante; más vuestra alma, superior a toda
flaqueza, se levantaba al Señor, hallando goces inefables allí donde tantas
criaturas solo sienten angustias terribles. También los discípulos de vuestro
Divino Hijo experimentaron sufrimientos, cuando, cumpliendo la misión de
difundir la luz del Evangelio se ven perseguidos, maltratados y objeto de toda
clase de ultrajes, más alzando sus ojos, contemplan vuestra incomparable
belleza, experimentan los efectos de esa misericordia que Os es peculiar, y sienten
latir vigoroso el corazón y que nuevos alientos les infunden valor, constancia
y abnegación para continuar sin vacilaciones su hermosa obra. Sois, Señora, la
estrella milagrosa que guía a los misioneros, señalándoles la senda que por el sacrificio
conduce a la gloria; extended vuestra protección a nosotros y atendiendo las
suplicas de esos Bienaventurados, obtened del Señor las gracias que imploramos,
si son para bien de nuestras almas y haced que en la Gloria ensalcemos a Dios
por siempre jamás. Amén.
DIA
TERCERO
Consagrado Obispo, a pesar de sus ruegos y suplicas, despliega actividad prodigiosa para atender a las necesidades de la misión: mantienese de raíces, recorre, casi desnudo, las cuevas donde se ocultan los fieles para llevarles los Santos Sacramentos y consolarlos y animarlos en su desgracia, ve caer centenares de víctimas, inmoladas por la Fe y ni duerme .ni descansa, orando y trabajando a la vez, siendo el ejemplo y el apoyo de todos. Tantos riesgos, situación tan horrible en medio de una persecución tan espantosa, tuvieron sangriento, pero glorioso fin. Preso con otro Prelado y un Padre de su Orden, se les encierra como fieras, en estrechas jaulas. Confiesan con valentía y dignidad la predicación de la Fe; negándose resueltos a todo acto contrario a la Religión, oran tranquilos entre los sufrimientos que padecen y se aprestan a morir. Se les conduce al suplicio, se encomiendan al Señor, elevan su mirada al Cielo, entonando canticos de alabanza al Creador: atadas sus manos a la espalda y los cuerpos a unas estacas clavadas en el suelo, los dejan largo tiempo expuestos a los ardores de un sol tropical; mucho sufren, más sus labios solo himnos de gloria a Dios pronuncian, hasta que suena la bocina y ruedan por el suelo las preciosas cabezas de aquellos adalides de la verdad, en tanto que sus almas puras se elevan al Cielo, coronadas de inmarcesible gloria. Recordabais sin duda, glorioso Reato, en aquella solemne ocasión, los cruentos sacrificios de Jesús en el Calvario, los azotes, la corona de espinas, la cruz, la lanzada, la agonía de tres horas que por salvarnos sufrió nuestro Redentor, y comparando todos estos martirios con el que Os daban, hallaríais ser el vuestro ligero padecer, al lado del horrible tormento de un Dios todo bondad y que se inmolo tan solo por redimirnos de la culpa. Por eso, cantabais alabanzas, elevabais himnos de amor y ofrecíais vuestras vidas como débil tributo pagado a la abnegación sublime de Jesús. ¡Que hermoso ha de ser morir por Dios, entregándole el alma con alegría para que la reciba como digna de su misericordia! Contados son los que logran esa dicha y al recordarles, admirando su heroísmo, debemos, ya que no sepamos seguir su ejemplo, dar gracias al Señor que les ha concedido virtud y valor para dar su vida en la defensa de la Fe, ofreciendo obrar bien y apartamos del mal, rogándole con fervor y humildad sea nuestro abogado en el Cielo para que el Todopoderoso escuche benigno nuestras suplicas, para lo cual y para obtenerlas, le dirigimos estas deprecaciones:
¡Jesús
mío! Ya que nos redimisteis de nuestras culpas y pecados con aquellos azotes,
crueles vejaciones y muerte en la Cruz, dignaos darnos fortaleza en la Fe para
perseverar en ella hasta el fin de nuestros días.
Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.
¡Dios
de bondad! Así como permitís que los Mártires gloriosos mueran cantándoos
alabanzas, haced que nuestra vida se extinga con vuestro dulce nombre en los
labios y en el corazón.
Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.
¡Señor
de las misericordias! Acogéis en vuestra celestial gloria a los que dan su vida
por Vos: extended vuestra piedad a los que, sin sufrir el martirio, Os aman y
veneran como a su Creador, su Redentor y su Salvador.
Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.
L/:
Ruega por mi ¡oh Beato Valentín!
R/: Para
que sea digno de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN
¡Jesús mío! Padecisteis toda clase de ignominias, de dolores y de crueldades, hasta morir en afrentosa cruz, a pesar de vuestra inmaculada inocencia, para que el hombre fuera redimido y se abrieran para el las puertas del Cielo. Este sublime sacrificio, sin ejemplo en el mundo, nos obliga para con Vos con lazos de intensa gratitud. Cientos de miles de sencillos cristianos han querido probaros que en sus corazones germino la hermosa semilla sembrada por vuestra divina abnegación y entregaron sus cuellos a la cuchilla del verdugo para alcanzar vuestra misericordia. Así como Vos perdonasteis a los sayones que Os crucificaron, ellos elevaban hacia Vos sus canticos de amor, al dar sus vidas por la Fe. Adoptada la Cruz como emblema salvador, los pueblos entran de lleno en el camino de la verdad, de cuya senda pretende desviarlos el espíritu del mal. No permitáis, Señor, que la sangre que Vos derramasteis y la que vertieron los Mártires resulte infructuosa: fortificad la Fe, aumentad la piedad, llenad los corazones de los hombres de sentimientos de veneración hacia Vos para que, reinando la paz y el bien en este mundo, podamos un día gozar la dicha suprema de contemplaros en el Cielo eternamente. Amén.
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