TRIDUO
CONSAGRADO
A LA INMACULADA CONCEPCIÓN
BAJO
LA ADVOCACIÓN DE
NTRA.
SRA. DE LOURDES
ESCRITO
POR
OCTAVIANO
GARCÍA MOYEDA
CLÉRIGO MENORISTA DEL SEMINARIO DE LEÓN
LEÓN
1878
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Oh
amantísimo Dios y Señor dueño de mi corazón! Con cuánta vergüenza me postro a tus
divinos pies, para implorar el perdón de mis delitos tan enormes cometidos en
tu santa presencia y en la de tu Purísima Madre y mía; pero con cuánta
confianza dulce, Jesús mío espero alcanzar misericordia, pues realmente arrepentido
os pido perdón de haber cometido tantos crímenes. Me pesa crucificado Dios mío,
me pesa de haberte ofendido tanto; propongo con vuestra gracia no voy ver a
cometer ningún delito, esperando cumplir lo que fielmente os prometo, por intercesión
de vuestra Purísima Madre. Amén.
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
Dulcísima
Virgen María que el amor que nos tenéis te hizo bajar del cielo a la gruta de Lourdes,
y allí manifestaste a la humilde y feliz Bernarda, que extasiada os
contemplaba, a voluntad de vuestro divino Hijo, diciéndole que era su voluntad
se te edificara un templo en aquella humilde gruta; más viendo la incredulidad
de aquellos que solo creen en las doctrinas falsas exclamaste con un acento
conmovedor: ¡Penitencia! ¡Penitencia! Dando a entender la obligación que
tenemos de pedir por los que fueran del redil del Buen Pastor, solo se deleitan
en los placeres del siglo. Mas después, cuando os preguntó vuestro nombre la dichosa
niña; alzasteis tus divinos ojos ante el trono de vuestro divino Hijo, y con
una voz dulce y apacible exclamaste: -YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN- Y desde
aquel feliz momento comenzaste a derramar sobre la tierra un número sin cuento de
milagros que asombraron aún a los mismos impíos; siendo entre ellos la
aparición de la fuente milagrosa. Y o te suplico Madre mía que, así como á Bernarda
mandaste que bebiera de la fuente, y su alma sintió un grande consuelo con tus
amables palabras; haz que la mía oiga tan consoladoras palabras, de que corra a
purificarse con la adorable sangre del corazón sagrado de tu divino Hijo, para
que pueda amarte más y más por los siglos de los siglos. Amén.
PRIMER
DÍA
¡Oh Madre mía amantísima! qué dichosos son aquellos justos que en el santuario de sus pechos os edifican un templo con toda la magnificencia posible y decoro que vos mereces ¿pero qué diré de mí, infeliz pecador, que por el pecado me he hecho reo de muerte eterna y esclavo de Satanás? ¡Ojalá y desde el principio de mi vida hubiera sabido amarte querida Madre mía! ojalá y que todas las criaturas te amaran como tú mereces; más Señora, tú puedes hacer que las almas tibias se cambien en fervorosas; haz, pues dulcísima medianera, que la mía se convierta de tal manera, que sea un templo santo donde puedas habitar, y que yo, infeliz pecador, sea de hoy en adelante un esclavo vuestro y fiel hasta la muerte. Amén.
ORACIÓN
Aquí me tenéis, Divina y Pura Reina, implorando me remedies mis necesidades, en particular la que tu sabes que necesito en estos momentos. Dadme licencia Señora mía, que cuando me presente en tus santos templos, no sea causa de escándalo, ni con mi mal ejemplo se vayan a perder algunas almas; antes mandadme un rayo de vuestra luz, para que con el ejemplo de los buenos se edifiquen templos en los corazones de todos los que estamos al pie de vuestros altares tributando los homenajes debidos por vuestra Concepción Inmaculada. Amén.
L/:
Oh María concebida sin pecado.
R/:
Ruega por nosotros.
SEGUNDO
DÍA
Purísima
Virgen María, Reina del Cielo y de la tierra, amantísima Madre mía, concebida
sin los horrores del pecado, yo te saludo con todo el afecto de mi corazón, y
os doy las más rendidas gracias, por el amor con que habéis arrebatado el corazón
de tu humilde Bernardita, y además el de un concurso numeroso de católicos e
impíos que corrían a agruparse a la feliz gruta, y habiendo sabido que de tus divinos
labios salieron las dulces palabras: ¡PENITENCIA! ¡PENITENCIA! ¡PENITENCIA! Inmediatamente se postraron a tus pies, y pidiéndote
intercedieras por ellos con tu Divino Hijo, les concediste que de impenitentes se
hicieran penitentes, y que por ese medio lograran ser tus amantes Hijos. Te
suplico niña hermosa, que des a mi corazón un espíritu de penitencia tan
grande, que por ella logre gozarte por toda la eternidad. Amén.
ORACIÓN
¡Oh Virgen divina, Madre amorosa, espejo purísimo donde se refleja todo el amor que no tienes a los pobres desterrados hijos de Eva. Míranos postrados a tus plantas implorando tu santa protección; ya aseguramos maestro amor de hijos; y á vos, Madre mía amantísima, pertenecemos; de vos son nuestras acciones y todos los pensamientos, esperando que aceptéis nuestras débiles súplicas, por ser de tus hijos que te aman: recibe as Virgen pura, y danos el consuelo en nuestras tribulaciones. Concédenos las gracias que os pedimos por los méritos de vuestro divino Hijo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
ÚLTIMO
DÍA
Cuánta debe ser nuestra gratitud ¡oh Virgen Santísima! cuánto nuestro amor y cuanta nuestra confianza, oh Reina de las Vírgenes! Al ver que con tanta amabilidad bajaste a este mundo miserable y no te desdeñaste en dejar un digno asiento en el trono celestial para morar por unos momentos entre los mortales, y dar un golpe maestro al dragón infernal, que con su mortífero veneno trataba de perder a la raza humana, oscureciendo por medio de la impiedad cuanto le era posible las palabras de aquel venerable anciano del mártir del Vaticano tu digno siervo el Sr. Pío IX, que, habiendo declarado tu Concepción Inmaculada, trataron los sectarios de desvanecer cuanto les fue posible este sagrado dogma. Y tú quisiste confirmarlo para que el siglo XIX comprendiera que este santo anciano estaba iluminado por el Espíritu Santo: y presentándote a la niña Soubirous llena de gloria y amabilidad alzaste tus ojos divinos ante el trono de tu Hijo, y exclamaste: "Y o soy la Inmaculada Concepción” Mas, ¿qué sucedió en el infierno? a esa hora el demonio hubo dando un rugido tan espantoso, que hizo estremecer a todo el infierno, y él avergonzado, se internó en la caverna más profunda. En ese momento los ángeles todos entonaban himnos de acción de gracias, por los privilegios que os concedió el Padre de las misericordias; todos los Santos se arrodillaron y alabaron la más bella hechura de sus manos. Por tanto, yo te suplico querida Madre mía, que avives mi fé más y más, para ir a alabar tu pureza a la patria celestial, donde vives y reinas con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
ORACIÓN
Purísima María, Reina del cielo y abogada de los pecadores: á vos os pedimos el consuelo de todas las necesidades que nos afligen; pues nadie mejor que tú ¡Oh Virgen clementísima! sabe cuáles son. Por eso a ti recurrimos llenos de confianza, y ¿qué saldremos sin consuelo? no; porque todo el que se ponga bajo tu protección, saldrá siempre con la dulce confianza de que sus súplicas serán oídas. más ¿quién con tan amable protectora no esperará el consuelo en sus tribulaciones? ¿seré caso yo niña hermosa el primero que salga sin consuelo? no; jamás se puede esperar que salga desconsolado el que recurre a ti, tasto que tú seas nuestra abogada para con Dios y basta también que seas Refugio de pecadores. Ea pues, niña hermosa, cándida azucena y fragante rosa: vuelve a nosotros tus divinos ojos y danos una mirada de compasión a lo que, humillados a tus plantas, te rogamos nos concedas el estar algún día en tu compañía. Amén.
PLEGARIA
A
LA INMACULADA CONCEPCIÓN BAJO LA ADVOCACIÓN DE NTRA. SRA. DE LOURDES
¡Oh
Madre del Verbo Eterno!
Virgen
tan amante y pura,
Con
tu maternal ternura
Me
librarás del infierno.
Te
suplico Madre mía
Hermosísima
Señora,
Que
tú seas mi protectora
Benignísima
María.
Por
esto mi corazón
En
ti confiado reposa;
Sálvame
Virgen hermosa
Por tu limpia Concepción.
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