DÍA
TRECE
Pureza
de San Francisco
Virtud
singularmente amada por aquel que “se apacienta entre lirios” y escogió por
Madre a una virgen, vivió virgen y amó singularmente a las personas vírgenes,
la pureza fue virtud amada y practicada por el Seráfico Padre. Sabía que este
amor había de costarle la constante tortura del cuerpo, en penitencias
increíbles, la cotidiana vigilancia sobre los sentidos, la dura lucha con el
espíritu inmundo de las tinieblas… más no por eso se arredró ante estas
dificultades. El cilicio, la disciplina, el agua helada, las punzantes espinas,
las diarias vigilias, los continuos ayunos fueron fieles ayudas suyas en esta
lucha contra si mismo, de la cual salió victorioso con perfecto dominio de sus
pasiones… así, cercado de espinas de mortificación, creció el lirio de purea…
¡Oh, ejempla para nosotros que ansiamos ser puros sin mortificarnos!
Máxima:
El enemigo más acérrimo del hombre es la carne.
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