martes, 13 de octubre de 2020

MES DE OCTUBRE A SANTA TERESA - DÍA TRECE

 


DÍA DÉCIMO TERCERO

FIRMÍSIMA ESPERANZA DE SANTA TERESA

En la gran obra de la Reforma Carmelitana fue donde más demostró la gloriosa Teresa la firme esperanza que tenía en Dios Nuestro Señor, pues la emprendió sin confiar para nada en los favores y auxilios humanos, sino fiada única y exclusivamente en la palabra y ayuda del Señor, que se la había inspirado. Ella no tenía bienes ni medio alguno para poner en práctica tan gigantesca obra, y sin embargo esto no la detuvo, antes, al contrario, poniendo toda su esperanza en Dios, acometió la empresa, esperando recibir de su divina bondad los medios necesarios para llevarla a cabo, como así efectivamente sucedió, según hemos visto al tratar de la grandeza de ánimo con que Dios la dotó. También probó Teresa su esperanza en la Regla que escribió y en las Constituciones que dio su Reforma, pues en ella prohíbe a las comunidades tener rentas y bienes, queriendo que sus hijos viviesen de la limosna esperando que el Señor les proveería del sustento necesario, como provee de él a los animales de la tierra, a las aves del espacio y a los peces del mar; pues tenía muy presente aquella sentencia del Espíritu Santo: «Poned en Dios todo pensamiento sobre vuestro alimento, y El proveerá». Otra muestra de su admirable esperanza la tenemos en las siguientes palabras, que ella escribió en su Vida (cap. 25): «¡Oh quién diera voces para decir: Señor, ¡cuán fiel sois Vos para vuestros amigos! Todas las cosas faltan; más Vos, Señor mío, no faltáis. Fálteme todo, Señor mío, que, si Vos no me desamparáis, no os faltaré yo a Vos. No me faltéis Vos, Señor, que ya yo tengo experiencia de las ganancias con que sacáis a quien en solo Vos confía». Tanta era, por último, la esperanza que la Santa tenía en la bondad y misericordia divinas, que llegó a tener gran certeza de que iría a ver y gozar de Dios en la gloria, y por tanto la vida era para ella el mayor de los tormentos, porque la privaba de esa inmensa dicha que esperaba disfrutar. Esta pena que tuvo siempre por vivir, la hizo componer la hermosísima glosa que empieza así: «Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero». Pongamos, imitación de Teresa, toda nuestra esperanza en Dios, y así jamás podremos ser confundidos.

 

OBSEQUIO

Hagamos hoy un fervorosísimo acto de esperanza en la misericordia de Dios.

 

MÁXIMA

Si nos parece que el Señor nos ha dado alguna virtud, entendamos que es un bien recibido y que nos la puede tornar fi quitar, como a la verdad, ocurre muchas veces, y no sin gran providencia de Dios.

 

ORACIÓN

Gloriosa Virgen Santa Teresa de Jesús: por aquella firmísima esperanza que siempre tuvisteis en la misericordia divina, afianzada en aquellas palabras de nuestro adorable Redentor: «Dichosos los que en Mi pongan toda su confianza, porque Yo les consolaré en el día de la tribulación», suplicoos, Santa, mía me alcancéis del Señor esta virtud tan necesaria en la vida, para que en mí se cumpla también esa consoladora promesa. Amén.

 


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