DÍA
DUODÉCIMO
DE
LA ACRISOLADA FE DE SANTA TERESA
Fue
Santa Teresa singularísima en la virtud de la fe, pues tuvo siempre una
certidumbre completísima de todos los arcanos más incomprensibles y de
los misterios más impenetrables de nuestra Santa Religión; de tal manera que no
había cosa, por visible y evidente que fuese, que pudiera compararse con
la certeza que ella tenía de las inefables verdades de nuestra fe, como ella lo
dice por estas palabras: «En cosas de fe me hallo, mi parecer, con muy mayor
fortaleza. Paréceme a mí que contra todos los luteranos me ponía yo sola
hacerles entender su yerro. Siento mucho la perdición de tantas almas». Jamás
tuvo tentaciones contra la fe, porque la misma obscuridad é incomprensibilidad de
las cosas que esta virtud nos enseña era para Teresa un motivo más para creer
en ella y sentir más altamente de un Dios a quien no puede llegar a
comprender la bajeza nuestra y nuestro obscuro entendimiento. Aunque toda
su vida trató con letrados y filósofos, dice Fray Diego de Yepes, su
confesor, nunca les preguntaba, ni aun lo deseaba saber,
cómo
hizo Dios esto o aquello, o por qué lo hizo así y no de otra manera;
pues ella no necesitaba más que saber que Dios lo hizo, para alabarlo. Su fe no
tuvo límites, y así pudo llegar a gozar de aquel Señor en quien tanto
habla creído y en quien tanto siempre había confiado.
OBSEQUIO
Hagamos
hoy tres actos de fe de la Omnipotencia, de la Justicia y de la Misericordia
de Dios.
MÁXIMA
La
devoción interior no la demuestre sino con grande necesidad; mi secreto para
mí, dicen San Francisco y San Bernardo.
ORACIÓN
Gloriosa
Virgen Santa Teresa de Jesús: por la acrisolada fe que tuvisteis en las cosas divinas
y dogmas de la Religión, suplícoos me alcancéis del Señor esta virtud,
base fundamental de todas las demás, para que, imitándoos en ella, puedan
cumplirse en mí las palabras que Cristo Nuestro Señor dijo al Apóstol Santo
Tomás: «Bienaventurados los que no vieren y creyeren». Amén.
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