DÍA
QUINCE
Humildad
de San Francisco
“Aprended
de mí que soy manso y humilde de corazón” decía el divino Maestro. En esta
escuela aprendió San Francisco aquel profundo y admirable conocimiento de si
mismo, que le hizo ser el santo por antonomasia humilde. “Cada cual es lo que
ante Dios y no otra cosa”, decía y apoyado en esta máxima, que Santa Teresa
tradujo por aquella otra, “la humildad es la verdad”, veíase, aunque lleno de
dones celestiales, tan pobre y miserable, que pasaba las noches exclamando: “¿Quién
sois vos Dios mío, y quien soy yo? ...” De esta comparación brotaba su humildad
profunda… si pensara yo frecuentemente en estas máximas del Santo, ¡Cuánto me
corregiría de mi soberbia!...
Máxima:
No olvidemos nunca que de nosotros mismos solo tenemos viejos y pecados.
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