DÍA
DÉCIMO QUINTO
PRUDENCIA
SINGULAR DE SANI2A TERESA
Justo
y razonable era que la Santa que fue dotada por Dios de todas las
virtudes en grado heroico, lo fuese especialmente de la prudencia, base
fundamental y guía de todas ellas. Así es que resplandecía notablemente en
esta virtud Santa Teresa de Jesús, según nos lo dice su confesor y cronista
Fray Diego de Yepes, el cual se expresa así: «Prudencia más que humana fue
menester para que una mujer flaca, pobre, enferma, desamparada de todo arrimo y
favor temporal, emprendiese una nueva reformación, no sólo de mujeres, sino
de hombres, y que por sí misma dirigiese tantos monasterios, y, lo
que es más, pobre y sin renta, venciendo tantas dificultades, templando
tantas condiciones, ganando tantas voluntades, despreciando varonilmente tantos
juicios y pareceres del mundo y el decir y murmurar de las
gentes, no
haciendo
más caso que si fueran ladridos de gozques, y, en fin, haber acertado con los medios
que para tan altas y tan grandes cosas fueron necesarios». Tan grande
era su prudencia para el buen orden de los conventos
de
su Reforma, que a todos asombraba; y así, una vez que la princesa
Doña Juana, hermana del rey D. Felipe II, escribía a la Santa Madre,
a quien amaba tiernamente, con ocasión de invitarla visitar el convento
de Descalzas Reales de Madrid, que había fundado, entre otras
cosas la decía en la carta: «No sé cómo os podéis valer, Madre Teresa,
con tantos monasterios, pues yo apenas puedo con uno». Prueba
asimismo de su prudencia es también la Regla y Constituciones que dio a sus
hijas, en las que se ven tan armoniosamente unidas la penitencia y
el rigor con la prudencia y la templanza, haciendo de esta manera
llevadera y hasta agradable la austera vida monástica. Aunque
era en extremo rigurosa consigo, no lo era con sus hijas, ni permitía
lo fuesen éstas consigo mismas, prohibiéndolas usar fuertes
penitencias, amándolas en lo íntimo de su corazón, siendo afable,
benigna y cariñosa con ellas, y en sus enfermedades las
cuidaba y atendía con gran esmero, soliendo decir: «Que antes habla de
faltar lo necesario para los sanos, que el regalo para los
enfermos». Diremos, por último, que su prudencia no conoció
límites, pues llegó a ser copia exacta de las vírgenes prudentes del
Evangelio, las cuales, con sus lámparas encendidas, esperaban la
llegada del Esposo en la noche de sus bodas, por lo que merecieron
acompañar para siempre al Amado de su alma, quien coronó sus
sienes con la corona que tiene preparada para sus esposas fieles y prudentes.
OBSEQUIO
Oigamos
la Santa Misa en este gran día de la fiesta de Nuestra Santa Madre Teresa de
Jesús.
MÁXIMA
En
las cosas que no le va ni le viene, no sea curioso en hablarlas, ni tampoco en
preguntarlas.
ORACIÓN
Gloriosa
Virgen Santa Teresa de Jesús: por aquella singularísima prudencia, que fue la
norma de todos los pensamientos, palabras y obras de vuestra vida, suplícoos me
alcancéis de Dios esta preciosa virtud, para que por ella sean dirigidas todas
mis obras, palabras y pensamientos. Amén.
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