DÍA
DIECISIETE
Mortificación
de San Francisco
Si
la penitencia, en rigor, solo es necesaria al que ha pecado, la mortificación
lo es a todos, porque previene el pecado, frenando las pasiones e impidiéndolo.
Inclinado el hombre al mal desde su niñez, ¡desgraciado el que no practique la
mortificación para reprimir sus malas inclinaciones, esclavizando sus pasiones
a la razón y su razón a Dios! Los santos ¡, aunque fuesen inocentes, fueron
profundamente mortificados. De san Francisco, dice su fiel hijo y biógrafo San
Buenaventura, que “cuando pareció haber llegado ya a la cima de la perfección y
ser un hombre todo celestial, siempre buscaba nuevos motivos para mortificar
sus sentidos. Tenía con ellos pacto de contrariarlos siempre” … el apóstol
aconseja que llevemos la mortificación con nosotros mismos. ¿Cómo puedo
extrañarme de tantas y tan fáciles caídas en el pecado, sino por la ausencia
completa de la mortificación en mi vida?
Máxima:
El Señor desea ver la carne mortificad, despreciada y desnuda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario