DÍA
NOVENO
DE
LA PORTENTOSA PENITENCIA DE SANTA TERESA
¿Si
es a Dios agradable la penitencia que hace el pecador en satisfacción de sus
culpas, en cuanto más no le será la penitencia hecha por un alma justa y santa,
que apenas tenía por qué satisfacer a la Divina Justicia? En este caso se
hallaba Santa Teresa de Jesús, y, no obstante, puede presentarse como modelo
de penitencia, a pesar de no haber cometido en toda su vida ni un solo pecado mortal,
ni venial, como ella misma lo afirma. Laceraba y mortificaba su bendito
cuerpo con durísimas penitencias, cual si hubiese sido gran pecadora como Santa
María Egipciaca o Santa Margarita de Cortona. Como hija espiritual que era del ejemplarísimo
penitente San Pedro de Alcántara, llegó la Santa, con las enseñanzas de tan
sabio maestro de penitencia, a un grado verdaderamente asombroso, en el cual se
mantuvo toda su vida con admiración de sus hijas, que se dolían de ver a su
Santa Madre, a su edad avanzada y en medio de sus achaques, mortificarse
tanto. A las grandes penitencias que puso Teresa en la Regla que dio su
Reforma, como vigilia toda la vida, ayunos continuos, malo y duro lecho,
y disciplinas frecuentísimas, añadió otras para sí, tales como en muchos días
mantenerse con pan y agua, llevar interiormente crueles cilicios,
azotarse duramente y tener por almohada un leño de encina, así como
otras tantas que solamente con la gracia de Dios pudo resistir. Admiremos
nosotros también tan asombrosa penitencia; y ya que no tengamos valor para
imitar a Santa Teresa en ella, al menos mortifiquemos nuestros sentidos en cuanto
nos sea posible, y tengamos a raya nuestras pasiones.
OBSEQUIO
Privémonos
hoy del manjar que más nos gusta, para honrar más a la Penitentísima Santa
Teresa.
MÁXIMA
Tenga
presente la vida pasada para llorarla, y la tibieza presente y lo que falta de
andar de aquí al Cielo para vivir con temor, que es causa de grandes bienes.
ORACIÓN
Gloriosa
Virgen Santa Teresa de Jesús: por aquella portentosísima penitencia y mortificaci6n
con que lacerasteis vuestro santo cuerpo, suplícoos me alcancéis del Señor
mortifique mis pasiones con la penitencia para tenerlas sujetas al espíritu, y
obtener así el feliz resultado que vos obtuvisteis. Amén.
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