DÍA
VIGÉSIMO SEGUNDO
DE
LA GRAN VENERACIÓN QUE TUVO SANTA TERESA A LA SAGRADA EUCARISTÍA
Como
mujer amorosa y agradecida, Santa Teresa de Jesús no podía por menos que profesar
una gran devoción al augusto Sacramento llamado por antonomasia el del amor. Muy
singular fue la veneración en que tuvo la Santa el adorabilísimo Cuerpo de
Jesucristo; tanto que no dejaba pasar día sin recibirlo, hasta que el Señor,
para poner a prueba su amor, se dignó enviarle una enfermedad que le privó de
recibirle, pues diariamente tenía vómitos por la mañana y por la noche que le
impidieron durante algún tiempo el acercarse a la Sagrada Mesa. Mucho afligióse
la Santa Madre con esta enfermedad, por la dicha de que le privaba, y así
rogaba incesantemente a Su Majestad que, si era su voluntad, le quitase por lo
menos el vómito de la mañana, a fin de que pudiera recibir cotidianamente el
Santísimo Sacramento. Satisfecho el Señor del amor que con esto su sierva le
demostraba, oyó sus súplicas; pero el vómito de la noche le duró toda la vida,
como prueba evidente del milagro. Sus comuniones eran tan fervorosas, que en
ellas derramaba abundantísimas lágrimas; fervor que Dios recompensaba
otorgándola dones y gracias sobrenaturales que la hacían gozar anticipadamente
de las dulzuras celestiales. Después de comulgar, ofrecía al Señor su sacratísimo
Cuerpo por la salvación de las almas, las necesidades de la Iglesia, las de su
Orden y las suyas propias, y dábale gracias durante largo tiempo
por la gran merced que la había dispensado. Tan grande fue el amor y devoción
de Teresa a Jesús Sacramentado, que por algunos autores es llamada «la Doctora
Eucarística», y por el Padre Faber «la Maestra de la acción de gracias después
de la Comunión». La devoción de la Santa hacia el augusto Sacramento no quedó
limitada al tiempo de su vida mortal, sino que, por el contrario, la conservó y
aumentó hallándose en la vida eterna, como se deduce de las siguientes palabras
que dijo a una religiosa de su Orden, al aparecérsele algún tiempo después de
su muerte: «Nosotros los que estamos en el Cielo, y vosotros los que
estáis en la tierra, deberíamos ser una misma cosa en la pureza y en el amor:
nosotros gozando, y vosotros padeciendo; y lo mismo que nosotros hacemos
en el Cielo con la Divina Esencia, debéis vosotros hacer en la tierra con el
Santísimo Sacramento.
OBSEQUIO
Para
agradar Jesús de Teresa y a Teresa de Jesús, repitamos hoy michas veces: «Viva Jesús
Sacramentado: viva, y de todos sea amado».
MÁXIMA
El
día que comulgare, la oración de la mañana sea ver que, siendo tan miserable, ha
de recibir í Dios, y la de la noche de que le ha recibido.
ORACIÓN
Gloriosa
Virgen Santa Teresa de Jesús: por aquella devoción ardentísima que profesasteis
al adorable Sacramento del Altar, y por las gracias tan sobrenaturales que en pago
recibisteis del Señor, os suplico me alcancéis de Su Divina Majestad os imite
en vuestro amor la Sagrada Eucaristía, para que así pueda merecer, Santa mía,
las gracias que están vinculadas en tan alto Sacramento. Amén.
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