NOVENA
AL GLORIOSO APÓSTOL
SEÑOR
SAN PABLO
DISPUESTA
POR EL P. FRAY JOSÉ VALDEZ,
DE
LA PROVINCIA DE SAN DIEGO DE MÉXICO
AÑO
DE 1792
Puestos
de rodillas delante de la imagen del gloriosísimo Apóstol Señor San Pablo, y
hecha la señal de la Cruz se dice el siguiente:
ACTO
DE CONTRICCIÓN
Señor
mío Jesucristo, mi amantísimo Redentor: Muy grosera ha sido hasta ahora mi
ingratitud, pues habiendo dado Tú tantas pruebas de que nada deseas más que mi
amistad yo he tenido el desacato de despreciarla, y haciéndome al lado de tus
mayores enemigos, el demonio y el pecado, me he declarado también enemigo tuyo.
Con cuánta razón podrás quejarte de mí, como te quejaste en otro tiempo de
Saulo diciéndome: ¿Por qué me persigues? Te he perseguido, Dios mío, y te he
perseguido de modo que cuanto estuvo de mi parte hubieras dejado de ser Dios
siempre que yo he pecado. Tanto como esto es la malicia de un pecado mortal, y
yo lo he cometido, no una sino infinitas veces. Me pesa una y mil veces de
semejante maldad. ¡Oh, quien tuviera un dolor igual a tanta ingratitud! Tú que
registras hasta el fondo los corazones, dígnate ver en el mío los deseos de
borrar con un verdadero arrepentimiento mis maldades; no podré conseguirlo si
no me ayudad con tu gracia; pues has tenido paciencia para sufrirme, ten ahora
la bondad de oír mis clamores y de darme un dolor verdadero de haberte ofendido
y de admitirme a tu amistad y tu gracia. Aborrezco ante todo el pecado por ser
ofensa contra ti, a quien amo sobre todas las cosas. Amén.
DÍA
PRIMERO
ORACIÓN
¡Oh
Santísimo Apóstol, mi abogado San Pablo! que, Destinado por Dios como Vaso
Elegido para llevar el nombre de Jesús por toda la redondez de la tierra,
supiste desempeñar tan gloriosamente tu destino que no hubo reino, provincia ni
nación a donde no introdujeses la fe de este Divino Nombre; yo por mi dicha
estoy ennoblecido con las luces de la fe y confieso este dulcísimo nombre de
Jesús. ¡Pero que diferentes son las obras que realizo con la fe que profeso!
Cuanto deshonran mis culpas la pureza de esa fe; dígnate pues interceder por
mí, para que dándome Dios los auxilios que necesito de la gracia, conforme mis acciones
con mi creencia. Alcánzame de la bondad infinita de Dios una fe viva, eficaz y
activa, para que, así como creo que hay más que un Dios a quien debo rendir
todas mis veneraciones y respetos; así también no hay otro objeto digno de mi
amor, acreedor de mi obediencia y justísimo remunerador de mis servicios: para
que empleado todo en servirlo y amarlo en esta vida, logre verlo cara a cara en
tu compañía en la gloria. Amén.
ALABANZAS
A LA SANTÍSIMA VIRGEN
Aquí
se rezan tres Ave Marías, saludando a María Santísima como Hija de Dios Padre,
como Madre de Dios Hijo y como Esposa de Dios Espíritu Santo.
Dios
te salve María Santísima, Hija de Dios Padre Ave María…
Dios
te salve María Santísima, Madre de Dios Ave María…
Dios
te salve María Santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo Ave María…
¡Oh
Purísima Virgen María, Reina de los Ángeles y de los hombres, de cuanto
consuelo se llena mi corazón al ver que esa alta Majestad de que estás
revestida en el Cielo está acompañada de una piedad tierna y amorosa hacia los
hombres; con cuanta confianza no deberé animarme al contemplar en ti un poder
de reina casi infinito con unas entrañas de la más amorosa madre. Señora,
confieso humildemente postrado a tus plantas que las culpas con que he ofendido
a tu Santísimo Hijo pedían que volviese a otra parte esos ojos de madre misericordiosa,
con que me has visto tantas veces, ¿pero han de poder más las maldades de un
hijo ingrato que la bondad de una madre tan piadosa? Cuantos son los pecados
que yo he cometido, tantos son los títulos que te acreditan de Madre de
pecadores. Desempeña, Señora, este título de Madre y Abogada de los pecadores
con el mayor de todos ellos. Así pues, Madre del Santo Amor, abre el seno de
tus misericordias con quien es tan miserable, dale la mano a quien caído te
invoca para levantarse. Acuérdate de que Jesús, estando para morir ente sus
mortales agonías, me encomendó a ti como hijo y me puso bajo de tu materna
protección. Muéstrame que eres mi Madre alcanzándome de Dios los auxilios de la
gracia que necesito para portarme como hijo tuyo. Amén.
ORACIÓN
FINAL DE TODOS LOS DÍAS
¡Oh
Santísimo Apóstol de las Gentes, Maestro de todo el mundo y fino amante de
Jesús, Señor San Pablo! ¿Qué empleo más gustoso para tu fervorosa caridad que
el socorro de un alma que se acoge a tu protección? Aquel Señor a quien tu
ponías por testigo de la sinceridad y ardor con que seseabas la salvación de
las almas, a ese mismo pongo yo por testigo de la sinceridad con que deseo
ponerme en la amistad y gracia de Dios. Si cuando aún estabas rodeado de la
flaqueza de la carne, te abrazabas en el fuego de la caridad por el celo del
honor de Dios, que no dudabas verte privado de la gloria eterna a cambio de
ganar un alma para Dios; como no estarás ahora abrazado de ese mismo fuego
estando ya tu amor en el más alto grado de perfección. Así pues, Abogado y Protector
mío, explica conmigo ese tu amor fervoroso, extiende las alas de tu protección
hacia este infeliz, que no pide ni pretende otra cosas sino lo que tú mismo
rogabas a los fieles a quienes instruías en la ley de Cristo: Esto es
sacrificarme enteramente a hacer la voluntad de Dios; alcánzame de Dios un
eficaz auxilio de su gracia para que convertido de todo corazón a su Divina
Majestad, pueda decir con verdad que nada hay en este mundo que me pueda
apartar de Dios; que no hay creatura alguna que pueda embarazarme a hacer la
voluntad de mi Señor Dios. Amén.
SEGUNDO
DÍA
ORACIÓN
¡Oh
Santísimo Apóstol de Jesucristo y protector mío San Pablo! a quien el Señor
fortaleció con una esperanza tan firme que despreciabas todos los bienes de la
tierra, en nada tenías todos los trabajos y los males del mundo, pero el Justo
Juez te estaba esperando para poner en tu cabeza la corona inmarcesible de la
gloria. Infunde en mi corazón la virtud de la esperanza que tan arraigada
estaba en el tuyo. Alcánzame de tu amado Jesús la luz que necesito de la gracia
para acabar de persuadirme de que no hay bienes o deleites en este mundo que
puedan 10 compararse con los puros deleites de la gloria, que no hay trabajos
no calamidades dignos de aquel premio celestial. Alcánzame de Dios que animado
de una santa esperanza no ponga mi corazón en las glorias falsas y perecederas
de este mundo, sino en la bienaventuranza eterna que Dios tiene prometida a los
que esperan en él. Amén.
TERCER
DÍA
ORACIÓN
¡Oh
Santísimo Apóstol de Jesucristo y protector mío, Señor San Pablo! cuya
fervorosa caridad y amor te había transformado de tal manera semejante a tu
amado Jesús que no vivías ni te movías por tu propio aliento y vida, sino por
la vida de Jesucristo; alcánzame de Dios un rayo de esa ardiente caridad para
que abrazado mi corazón en el fuego del amor divino pueda confiadamente decir
como tu: Nada hay en el mundo que pueda separarme de mi Dios. Haz que
insensible o muerto a los halagos lisonjeros y engañosos del mundo y de la
carne, no viva mi corazón sino con el espíritu de la caridad y el amor de Dios;
haz que, animado de aquel espíritu de reconocimiento y gratitud, del que
estabas tú tan vivamente animado, me resuelva a pagar a mi Dios sus continuos
beneficios con la moneda que a él le agrada, que es la de un puro y cordial
amor. Yo te debo, Santo mío, este favor de encender mi corazón en el amor de
Dios, y ya no dudará confesar que a ti te debo toda mi felicidad. Amén.
CUARTO
DÍA
ORACIÓN
¡Oh
Gloriosísimo Apóstol de Jesús y protector mío San Pablo! Que lleno de una
humildad inocente y profundísima, no te avergonzabas de publicar tus antiguos
11 delitos, haciendo patente a todo el mundo que habías sido blasfemo
perseguidor de tu amado Jesucristo; inspira en mi alma una humildad semejante
para que conociendo yo las gravísimas ofensas que he hecho a mi Dios y los
castigos que por ella merecía trate de enmendar y de borrar mis culpas por
medio de una fervorosa confesión. Tú mismo confesaste que solo el poder inmenso
de la gracia pudo trasladarte del infeliz estado de perseguidor de Cristo a
Apóstol suyo y predicador de su Ley. Interpón tu intercesión, redobla tus
súplicas, repite tus clamores a fin de infundir en mi alma la luz de mi propio
conocimiento, para que conociendo que por mí mismo nada soy, que por mi nada
puedo, no deje de pedir a Dios su santísima gracia para servirle
verdaderamente. Amén.
QUINTO
DÍA
ORACIÓN
¡Santísimo
Apóstol de Jesucristo y protector mío San Pablo¡ Que temeroso de no ser contado
en la funesta masa de los condenados desventurados y reprobados, te abrazaste
estrechamente con la cruz de la mortificación, trayendo siempre tus miembros
crucificados para sujetar así la rebeldía de la carne a las leyes del espíritu;
si tu después de tantas pruebas como Dios te había dado su amistad y gracia,
así te mortificabas y hacías penitencia ¿Qué deberé yo hacer estando tan cierto
de que he agraviado a mi Dios con tan justa desconfianza de mi dolor y
arrepentimiento? Conozco la necesidad que tengo de hacer penitencia y
satisfacer con ella a la Justicia Divina, pero conozco también que, si Dios
Nuestro Señor no usa conmigo una de sus grandes misericordias e infunde en mi
corazón un espíritu de compunción y de aborrecimiento a mí mismo, jamás podré
resolverme a ella. Alcánzame, Santo Apóstol, esta gracia: Alcánzame de Dios un
auxilio eficaz, para que, arrepentido de corazón de todos mis pecados, haga
frutos dignos de verdadera penitencia y me resuelva a satisfacer con ella las
deudas que contraje por mi culpa. Amén.
SEXTO
DÍA
ORACIÓN
¡Oh
Santísimo Apóstol de Jesucristo y protector mío San Pablo! Que deseoso de
entregar por entero todo tu corazón a Dios y no dividirlo entre su Divina
Majestad y las creaturas, te sacrificaste como hostia pura e inmaculada en los
altares de la pureza y la castidad, yo te suplico humildemente me alcances de
Dios nuestro Señor esta angélica virtud, para que apartando mi corazón de todo
lo que pueda mancharlo, solo reine en el amor a su divina hermosura. No
permitas, Santo mío, que un corazón que se ha puesto hoy en tus manos y que se
gloría de ser devoto tuyo, se vuelva a contaminar con los afectos terrenos y
carnales; inspira en él pensamientos puros, sentimientos castos, movimientos limpios;
apaga en él cualquier afición que desdiga la pureza, borra cualquier
inclinación que desvíe del amor puro a Dios: Que nada ame, nada quiera, nada
apetezca, sino solo agradar a mi Dios, unirme a él por su amor y por su gracia,
para ir a cantarle a la gloria las alabanzas que no pueden entonar sino los que
han seguido al Cordero sin mancha. Amén.
SÉPTIMO
DÍA
ORACIÓN
¡Santísimo
Apóstol de Jesucristo y protector mío San Pablo! Que desde el punto mismo en
que el rayó la luz de la verdad en tu alma quedaste desengañado de la vanidad
del mundo, que ya no te considerabas sino como huésped peregrino en la tierra y
morador del cielo: yo te suplico me alcances del Padre de las luces un rayo de
luz semejante para que, conociendo la falsedad y el engaño de los bienes de
esta tierra, solo aspire a gozar los eternos de la gloria. Alcánzame de Dios un
verdadero desengaño para que, usando de las creaturas de este mundo, solo en
cuanto puedan conducirme a la felicidad eterna, a ninguna de ellas aprecie, ni
estime, sino como medios que me lleven al agradecimiento y amor de aquel que
las creó. Infunde, Santo mío, infunde en mi corazón, un generoso desprecio de
las riquezas y honores de esta vida y un justo aprecio por los deleites de la
gloria. Haz que mi corazón se desprenda enteramente de todo lo terreno y se
abrace con su verdadero y único bien que es Dios. Amén.
OCTAVO
DÍA
ORACIÓN
¡Santísimo
Apóstol de Jesucristo y protector mío San Pablo! Que en testimonio de tu
ardientísima y fervorosa caridad pusiste el cuello a la espada para firmar con
tu sangre las verdades de la fe de Jesucristo que habías predicado
constantemente: Yo te suplico que acordándote ahora de aquella caridad y celo
con que bañaste con la sangre y la leche que salieron de tu cuello a los mismos
verdugos que te degollaban para convertirlos a la fe y hacerlos compañeros
tuyos en la gloria, me bañes a mí con las influencias celestiales de la gracia,
para que sacrificando a Dios todos los afectos, las inclinaciones y los deseos
de mi corazón, acredite con la práctica de las virtudes cristianas la fe que
profeso en Jesucristo. Si tan piadoso te mostraste con tus propios enemigos que
les alcanzaste del Señor un auxilio eficaz para que de corazón se convirtieran
a Dios, cómo no he de esperar yo de tu piedad cuando te imploro me alcances a mí
también un eficaz auxilio de la gracia para entregarme todo a Dios y acabar mi
vida en amistad tuya. Amén.
NOVENO
DÍA
ORACIÓN
¡Santísimo Apóstol de Jesucristo y protector mío San Pablo! Que conservando en el Cielo en su mayor perfección la virtud del agradecimiento, correspondes generoso a tus devotos bajando a socorrerlos ya en peligros que les amenazan, en las deudas y perplejidades que les molestan, yo humildemente postrado a tus plantas y confiando en tu piedad te elijo, te nombro y te invoco como Patrón y Abogado mío. Protesto, publico y digo que soy tu esclavo, tu siervo y tu devoto, no con aquella perfección, fidelidad y eficacia que debo, a lo menos con todas las fuerzas de mi corazón y con los más vivos deseos de acertar a ser tu devoto a agradecerte y a hacerme merecedor de tu protección. Estoy cierto de los mucho que puedes con Dios. La de fe me enseña que el justo pago de los servicios hechos a Nuestro Señor, no olvida ni puede olvidar los que tú le hiciste; quien en premio de ello te dio una gloria tan singular como la que gozas en el Cielo ¿Qué te negará si se lo pides con eficacia? Pídele pues, que te constituya a ti por mi patrón y protector y ya tendré segura mi bienaventuranza, porque tu me asistirás constante para que no la pierda por mi maldad. Amén.
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