domingo, 15 de noviembre de 2020

MES DE ÁNIMAS - DÍA CATORCE

 

DÍA CATORCE

MEDITACIÓN

Dios no suele, según la presente Providencia, socorrer a las almas del Purgatorio

Este mundo es un reino en el cual tiene cabida la bondad no menos que la justicia, y donde si alguna vez se hace sentir el azote do la ira divina, campean mucho más los rasgos generosos de la amable misericordia. Mas en el otro mundo no será así. Serán divididas y separadas las regiones de la bondad y de la justicia y la primera triunfará completamente en el cielo, y la segunda hará sufrir los más terribles suplicios en el infierno. Y en el Purgatorio ¿cuál de los dos divinos atributos reinará más, la bondad o a justicia? Siendo el Purgatorio una habitación del abismo, reina igualmente en él aquel atributo que hace tan espantoso el infierno: la inflexible justicia divina. ¡Oh cuánto debe temerse también el Purgatorio! La santidad, la justicia, el amor mismo de Dios hace inexorables su brazo divino en castigar a las almas del Purgatorio; la santidad, porque siendo tan esencialmente contraria a toda imperfección y defecto, no puede absolutamente permitir que entre a la gloria ninguna alma manchada; la justicia, porque debiendo compensar todo derecho de la divinidad ofendida, no puede dejar de castigar aquellas almas hasta que haya exigido de ellas hasta el último complemento de su deuda; el amor, porque deseándoles plenamente perfectas, las purifica en las penas hasta que se hagan una copia muy semejante de la bondad suprema. ¡Oh misterio de rigor verdaderamente divino! Procuremos al menos nosotros satisfacer en la vida presente las exigencias de estos tres divinos atributos, para no experimentar, como aquellas infelices pacientes, un inflexible rigor en el Purgatorio. De aquí es que, a pesar de ser Dios rico en misericordia y piedad, a pesar de que ama tiernamente a aquellas almas, no suele, sin embargo, en su presente providencia conceder la más leve remisión, ni de los defectos ni de las penas de sus esposas en el Purgatorio, sino que debe sacar enteramente la gloria de su santo nombre, aun de aquellas mismas penas que, no por un placer cruel de verlas padecer, sino por el purísimo fin de hacerlas dignas de sí, les aplica la divina justicia con una acerbidad sin igual. Porque exigiéndose, no tanto la pena, cuanto la perfección de aquellas almas, y no siendo ellas ya capaces de obtenerla por faltarles la libre voluntad, fuente de todo mérito en esta vida, conviene que sea compensada por la acerbidad de los suplicios, que sólo la Omnipotencia

y la justicia de Dios pueden decretar proporcionadamente. Deduzcamos por tanto qué intensidad de penas domina en el Purgatorio, casi capaces de superar los tormentos del infierno.

 

ORACIÓN

Justo sois, ¡oh Señor! y ejercitáis la más rigurosa justicia en el Purgatorio sobre las almas allí detenidas. Esta es la ley que os habéis impuesto a vos mismo, pero jamás os habéis impuesto la ley de excluir intercesores y medianeros para ellas. Antes bien, os agrada la mediación de los hombres, la deseáis, la aceptáis, y nosotros nos presentamos delante de vos como intercesores y medianeros de aquellas almas desoladas. Escuchad, ¡oh gran Dios! Nuestras súplicas, aceptad nuestras oblaciones. Nosotros os pedimos que concedáis a aquellas desconsoladas hijas de Sion la libertad tan suspirada, y os ofrecemos para su rescate todo el mérito de este santo ejercicio, todas las obras de piedad que se practican por los fieles en todo el universo. Sea vuestro rigor satisfecho con tanto bien, y la gracia que os pedimos corone las plegarias de la tierra y los ardientes deseos del cielo. Amén. 



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