DÍA
TRECE
MEDITACIÓN
Incapacidad
de merecer de las almas del Purgatorio
Duro
es el padecer en este mundo; pero tiene recompensas que puedan hacer que se
soporten con paciencia y aun llegue a desearse con alegría. Espantase la
naturaleza a la sola idea de sufrir; pero la consideración de perfeccionarse uno
a sí mismo en medio de los trabajos, y de recibir una eterna recompensa en el cielo,
hacia rebosar de júbilo a los mártires á vista de los ecúleos y las hachas, y
poblaba la Tebaida de fervorosísimos penitentes. Mas el padecer del Purgatorio
es un padecer que no admite tales recompensas, es una pura satisfacción de las
deudas, y podría llamarse un puro pecar. ¡Cuán digno es por lo mismo de compasión
y de socorro! La virtud no nace con nosotros, sino se adquiere. La naturaleza
nos da la disposición a la virtud. Dios nos infunde los hábitos de ella, la gracia
nos comunica estímulos y auxilios; pero no se adquiere la virtud 6Íno en los
actos, y cuanto más se multiplican estos, tanto más virtuosos y perfectos seremos.
El cuidado del cristiano consiste en perfeccionarse cuanto pueda con la práctica
de las virtudes. Pero semejante ejercicio no dura sino cuánto dura la vida. En
la muerte, con la pérdida de la libertad se pone el sello a toda la carrera de
merecimientos, y basta donde se ha llegado en vida hasta allí se permanece. Se
haya padecido poco o mucho:
háyanse
o no practicados actos de virtud, no se gana ya ningún mérito en la otra vida.
Sean, pues, enhorabuena desapiadadas y crueles las penas que sufren las almas
del Purgatorio, sean heróicos sus sentimientos, su virtud no
crece
sus méritos, no se aumentan. Apresurémonos, pues, ¡oh cristianos! a acumularlos
en vida, y no pase un solo día sin que demos un paso adelante en la carrera de
la virtud. A proporción del progreso en la virtud y de los méritos que se
adquieren en la vida, se sube más alto en el Paraíso, y se obtienen mayores grados
de gloria. Quien hubiere ganado más en la tierra, brillará con mayor esplendor en
el cielo, y ninguna obra, ninguna palabra, ningún deseo quedará sin la
correspondiente merced por parte de Dios, como El mismo lo ha prometido. Las
almas del Purgatorio, así como no crecen en méritos, así tampoco adelantan en
los grados de gloria. Su estado es fijo, y su mansión está decretada. Esta
reflexión, que hace sus padecimientos mucho más atroces, debe estimularnos por
lo menos a ser más cuidadosos y solícitos en procurarnos en vida un lugar más
distinguido en el Paraíso.
ORACIÓN
Señor,
dadnos gracia y tiempo para acumular en esta vida copiosos frutos de buenas
obras, a fin de obtener cerca de vos un puesto más elevado y luminoso en los
cielos; pero al mismo tiempo dignaos de abrir las puertas de ellos y vuestras
queridas esposas del Purgatorio, recibiéndolas en aquellos tronos de gloria que
le ganaron en vida con sus obras. Quitad todo impedimento que se interponga a
su libertad, perdonad toda la deuda que les quede aún por expiar entre las
llamas, y haced que después de tantas penas sufridas en tan dura cárcel, lleguen
finalmente a obtener de vuestras divinas manos aquella corona de justicia y de
gloria que para su eterna recompensa habéis preparado en la celestial Sion.
Amén.
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