DÍA
DUODÉCIMO
MEDITACIÓN
Santidad
de las almas del Purgatorio
¿Por
qué deméritos son condenadas las almas a las atroces penas del Purgatorio? Si el
mundo los considerase, los llamarla bagatelas, juegos, fragilidades de fácil
perdón o de ningún reato. Pero no así Dios, que conoce su malicia intrínseca y
los castiga a medida de su verdadera gravedad. ¡Oh cuan diversos son los
juicios de los hombres de los de Dios! Nosotros juzgamos según nuestros
caprichos y movidos de las pasiones que nos dominan. Dios juzga con su
inalterable justicia, que no está sujeta, ni a prevención ni a error. No nos
dejemos, pues, engañar, de las falsas ilusiones del mundo. Los deméritos de
aquellas almas, comúnmente se cree que consisten en pecados llamados veniales,
las cuales son culpas ligeras en comparación de las mortales, pero que se
pueden llamar gravísimas, comparadas con la ofensa hecha a Dios, bondad
infinita. Pues si las culpas veniales son castigadas con tanto rigor en el
Purgatorio, ¿por qué hacemos de ellas ten poco caso hasta bebérnoslas como, se
bebe el agua, y tener por escrupulosa a quien procura evitarlas? Abramos, ¡oh
cristianos! los ojos del
espíritu
sobre un objeto de tanta importancia, y propongámonos a huir cuanto sea
posible, de todo defecto, aunque ligero, y no reprobemos en adelante, sino
antes bien, imitemos la cautela y solicitud de aquellos piadosos fieles, que
por amor de Dios huyen del peligro de toda culpa como de la vista y de la
mordedura de una venenosa serpiente. Hay teólogos de profunda doctrina que
sostienen que el reato de culpa no se remite sino en la presente vida, por
medio de la detestación sincera del pecado, y por la infusión de la gracia
santificante. Por consiguiente, no detiene mancha alguna de culpa a las esposas
de Dios, en las espiaderas llamas del Purgatorio, sino solamente el reato de
pena debida a sus culpas, la cual, puede quedar aún, y queda frecuentemente de
hecho, para descontarse en la otra vida. Por eso dice la divina Escritura, que
no saldrán de aquella cárcel atormentadora, hasta que hayan dado a la divina
justicia la satisfacción más cumplida. ¿Nosotros cuántas deudas tenemos, según
el testimonio de nuestra conciencia, por las culpas cometidas? ¿Y en dónde
pensamos pagarlas, en esta o en la otra vida? Consideremos cuánto más rigurosa sea
la satisfacción de la otra vida que la
de
ésta, y por lo mismo propongamos darla lo más pronto posible.
ORACIÓN
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