DÍA
QUINCE
MEDITACIÓN
Recíproca
comunión de auxilios entre las tres Iglesias
La
Iglesia cristiana es un cuerpo moral cuya cabeza es Jesucristo, dividido en
tres Iglesias particulares como en otros tantos miembros que la componen, a
saber: en la Iglesia triunfante que reina en los cielos, en la Iglesia Purgante
que padece en el Purgatorio, y la militante que combate sobre la tierra. Hay
entre estas Iglesias una mutua comunicación de caridad, que se llama comunión
de los Santos, en virtud de la cual se ayudan y socorren recíprocamente. Por
consiguiente, si Dios por la ley que se ha impuesto a sí mismo no suele
socorrer a las almas del Purgatorio, lo pueden no obstante las otras dos
Iglesias; y en lo cual es, digna de admiración la maravillosa economía de la
Providencia Divina, la cual, mientras reserva para sí la parte de la rigurosa
justicia, confiere a otros la de la piadosa misericordia en sufragio de las
almas santas del Purgatorio. Rindamos, pues, al Señor, las debidas gracias, y
aprovechémonos de tan singular favor. Los dichosos moradores del Cielo, en
medio de su felicidad, no se olvidan de las almas del Purgatorio, y si bien no
lea es dado merecer por sí mismos, pudiendo sin embargo rogar por otros, no
cesan de implorar la divina clemencia en favor de ellas, movidos no menos por
las gravísimas penas que afligen a aquellas infelices, que por la ardientísima
caridad que a ellas los une, y finalmente, por la felicidad que con librarlas
se les aumenta en la gloria. Así, pues, el cielo está en comunicación con el
Purgatorio, y le ayuda y le socorre, no con el tributo de lágrimas como se
acostumbra en la tierra, sino con los más santos y abrasados afectos hacia el
Soberano Señor. ¡Oh qué bello ejemplo de emulación para nosotros! ¿y quién no
querrá imitarle? Nosotros también, aunque peregrinos en la tierra, tenemos
comunicación con el Purgatorio En nuestras manos están las llaves de aquella cárcel
profunda, y poseemos abundancia de aguas prodigiosas para apagar aquellas llamas
tan ardientes. Así como los ángeles y los santos, nosotros también los mortales
podemos librar de aquellas almas benditas de sus atrocísimas penas; los ángeles
y los santos solamente pueden hacerlo con sus oraciones; más nosotros con todo
género de sufragios y de buenas obras. ¡Oh, cuán vasto campo se abre a nuestra caridad,
para que nos ejercitemos en alivio de aquellas infelices! apliquemos la hoz á
mies tan rica, y hagamos que nuestras obras. Hechas con el mayor empeño,
correspondan a la benéfica facultad de que estamos revestidos.
ORACIÓN
Señor,
vos que nos habéis dado la facultad de socorrer a las almas del Purgatorio,
dadnos también el empeño y el celo para ponerlo en práctica. No quede estéril
la fuente de la beneficencia, produzca un don tan precioso frutos dignos de sí,
¿más qué frutos puede producir una planta si no fuere regada y animada por otra
gracia? Encienda, pues, esta vuestra gracia en nuestros corazones, el amor a
los fieles difuntos, inflámelos y confórtelos con sentimientos de tierna piedad
y devoción; que entonces sabremos corresponder a vuestros rectísimos fines, y
emulando a los ángeles y á loa santos, demostraremos con las obras, que la Iglesia
militante, no menos que la triunfante, puede y sabe socorrer a la purgante, que
se encomienda a entrambas con las más fervorosas instancias. Amén.
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