DÍA
DIEZ Y OCHO
MEDITACIÓN
Con
las santas indulgencias se sufraga a las almas del Purgatorio.
Otro
eficacísimo medio, cuyo origen se remonta a los tiempos apostólicos y con el
cual se sufraga a las almas del Purgatorio, son las santas indulgencias, merced
a las cuales se remite la pena temporal debida a los pecados. Los méritos do
Nuestro Señor Jesucristo, de María Santísima y de los Santos, forman este precioso
tesoro; y así como estos méritos constituyen un valor infinito, así las santas
indulgencias pueden concederse sin límite alguno; más el dispensarlas, está
reservado a los pastores de la Iglesia, y principalmente al Sumo Pontífice
Romano. Hay indulgencias concedidas a los vivos, las cuales no se ganan sino
por quien cumple las obras prescritas, y otras en favor de los difuntos, las
cuales pueden ser aplicadas por los vivos. ¡Oh! cuán benigno ha sido el Señor
en multiplicar los medios de socorrer al Purgatorio. Entre las indulgencias,
unas son parciales, que perdonan una sola parte, y otras plenarias, que
perdonan toda la pena temporal que a cada pecado estaba prescrita en los
antiguos cánones penitenciales. Por lo cual, si se gana una indulgencia parcial
por las almas de los difuntos, se descuenta ordinariamente parte de su deuda;
si una plenaria, te borra ésta enteramente,
y
libres de aquella cárcel de fuego, vuelan a gozar la eterna felicidad del
Paraíso. ¡Oh! ¿quién hay entre nosotros que no pueda procurar tanto bien al
Purgatorio? Todos tenemos la misión legítima de hacerlo; todos lo podemos
si
queremos; y cuanto más generosa es la Iglesia en abrirnos sus tesoros en favor
de aquellas almas que tanto padecen, seremos más inexcusables, si no lo
hacemos. Para ganar las santas indulgencias por los difuntos, se requiere el
estado de gracia y la ejecución de las obras prescritas. El primer requisito,
pues, es el estar libre de todo pecado mortal en el cumplimiento de las referidas
obras, y si alguno no lo estuviere, debe purificarse con una buena y santa
confesión. El segundo es practicar las obras prescritas, las cuales de
ordinario consisten en la confesión, comunión y el rezo de algunas preces,
según la voluntad del concedente. Y es de notar que las personas que
acostumbran acercarse cada ocho días al sacramento de la penitencia, pueden ganar
todas las indulgencias que caen en el curso de la semana, aunque no se
confiesen con más frecuencia. Ei medio, pues, de las santas indulgencias, no
sólo aprovecha a las almas del Purgatorio, sino que además santifica las
nuestras con el uso de los sacramentos, y con el ejercicio de las virtudes.
Sea, por tanto, nuestro empeño recoger este doble fruto de tan saludable medio
de salvación.
ORACIÓN
Cuanto
más grande ¡oh Señor! es vuestra dignación en proveernos de abundantísimos
medios con que aliviar a las almas del Purgatorio, tanto mayor debe ser nuestro
empeño en valemos de ellos en favor de aquellas infelices, no menos que de
nuestras propias almas. Las santas indulgencias son un tesoro inagotable, abierto
siempre a beneficio de los vivos y de los difuntos; y tanto más os complacéis, cuanto
más se enriquecen de él los fieles. He aquí, pues, ¡oh Señor! que nosotros
hacemos intención de ganar todas las indulgencias concedidas por el ejercicio
de esta devoción, y os prometemos ganar también otras en lo sucesivo para
sufragar al Purgatorio, y para nuestro propio aprovechamiento; más vos, ¡oh
Señor! prevenidnos, acompañadnos, asistidnos siempre con vuestra gracia en tan
devoto empeño, para que no falten en nosotros las disposiciones necesarias para
conseguir copioso fruto. Amén.
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