DÍA
DIEZ Y SIETE
MEDITACIÓN
Modo
de socorrer a las almas del Purgatorio por vía de justicia
Se
socorre a las almas del Purgatorio por vía de justicia, cuando se redime su
pena con limosnas o se descuenta con ayunos. La limosna es un precio que se
exhibe para compensar los derechos de la Divina Justicia, da una satisfacción equivalente
a la pena, libra de los lazos del pecado, y admite a la participación de la
Divina gracia y de la vida eterna. Es como un agua que cae sobre el Purgatorio,
y que mitiga y extingue las llamas de aquel activo fuego, y entre las obras de
caridad que pueden ejercitar los vivos en favor de los difuntos, es una de las
más poderosas para granjearles la gloria. No considera tanto el Señor la
cantidad de la limosna, sino el afecto con que se hace. Seamos, por tanto,
ricos o pobres, procuremos todos dar según nuestro estado lo más que podamos de
limosna para bien del Purgatorio; que cuanto fuere mayor el mérito de hacerla,
tanto más copiosa será la redención de aquellas almas benditas. Las oblaciones
piadosas de aceite, cera, o de cualquiera otro género que se hagan a la Iglesia
en sufragio de los difuntos, les producen refrigerio y la salvación; pero son
contadas entre las limosnas que sirven al culto de la religión y al alivio de
los fieles. Otra clase de limosnas son igualmente todas las obras de caridad temporales
o espirituales para con el prójimo, y todas las veces que se ejercitan con la intención
de socorrer a las almas del Purgatorio, se recoge un doble fruto; el de
socorrer a un mismo tiempo a los necesitados de esta vida y a los mucho más
necesitados de la otra. ¡Oh qué rica mies está preparada a nuestra caridad!
imploremos el auxilio divino para que a la abundancia do esta, corresponda el
número y el empeño de los devotos operarios. Se descuenta finalmente la pena
debida a la Divina Justicia, con los ayunos, y bajo el nombre de ayuno se
comprenden, todas las especies, no sólo da penalidades voluntarias, sino también
de las tribulaciones necesarias de la vida, siendo todas obras satisfactorias
por los pecados, ¿quién hay que no pueda de alguna manera mortificarse a sí
mismo, ya en las potencias del alma, ya en los sentidos del cuerpo? ¿quién es
aquel que no padezca muchos males en el curso de la vida, ya sean generales o
particulares? ¿Por qué, en beneficio de aquellas almas no traficamos con estas
aflicciones? Cada padecimiento nuestro es para ellas un verdadero alivio, como
si ellas mismas lo sufriesen, cuando los ofrezcamos a Dios en descuento de sus
penas. Nada perdemos de mérito obrando así: antes bien, le acrecentamos, porque
a la paciencia de sobrellevar los males, añadimos la caridad de ayudar a otros.
Tomemos, pues, el uso do tolerar y de ofrecer todos nuestros trabajos en
sufragio de las almas del Purgatorio, que así agradaremos mejor a Dios,
mereceremos más para nosotros, y las socorreremos mucho más.
ORACIÓN
Nosotros
os ofrecemos, ¡oh Señor! todas las penas de nuestra vida; y cuanto suframos en
el cuerpo, cuanto toleremos en el alma, todo os lo ofrecemos en sufragio de las
almas santas del Purgatorio. Vos nos habéis colmado de aquellos bienes que
pasaron a nuestras manos de las de nuestros difuntos, los cuales nada
conservaron para sí, sino que todo nos legaron. Mas ahora ellos. ¡oh cuán
necesitados se encuentran de nuestros socorros! Movidos por tanto a compasión
de sus penas, ponemos nosotros en las manos de los pobres por medio da la
limosna, una parte de sus bienes. Dignaos, ¡oh gran Dios! de aceptarlos por su
cuenta, para que satisfechas finalmente las partidas de su deuda, puedan ser
admitidas a la suspirada posesión de la herencia celestial. Amén.
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