domingo, 15 de noviembre de 2020

MES DE ÁNIMAS - DÍA DIEZ

 


DÍA DÉCIMO

MEDITACIÓN

Resignación de las almas del Purgatorio

Conocer que Dios es el último fin de la criatura racional, y desgraciadamente no poderle amar, es la pena de daño que padece el réprobo en el infierno; amar a Dios libre y necesariamente, y no poderlo gozar por demérito, es la pena de daño propia del Purgatorio, y si el odio que por carecer de la gracia tienen contra Dios los infelices condenados, forma una gran parte de sus penas, la vehemencia del amor con que las almas del Purgatorio, animadas de la gracia suspiran por su Dios, añade tanta intensidad a sus penas, que casi

las hace superiores a las del mismo infierno. ¡Ah! Ciertamente, que el amor no satisfecho es el más cruel tormento del corazón humano. Cuidemos, pues, ¡oh cristianos! de arreglar un afecto tan vehemente. Por el grandísimo amor que las almas del Purgatorio tienen a Dios, desean en todo instante unirse a él, mas no lo pueden conseguir hasta que no queden plenamente purificadas en las llamas. Por lo cual, cuanto más suspiran por ver a Dios estimuladas por el amor, otro tanto desea no verle, detenidas por sus deméritos. El amor, pues, al mismo tiempo las mueve y las detiene, las eleva y las abate, las enciende y las hiela, y con alternarse de continuo los afectos contrarios, hieren y despedazan de tal suerte su ánimo, que es mucho más cruel el fuego que las quema en lo interior, que el que las abraza por de fuera. La paz del alma es la felicidad del hombre, y nosotros, ¿cómo amamos la paz y la procuramos con las obras? Atendido el perfecto amor a Dios, deben las almas del Purgatorio estar resignadas en sus penas, y la resignación, si no las quita del todo en la tierra, endulza de tal modo su amargura que disgusta menos, y a veces se hace agradable lo que se padece. Pero en el Purgatorio no es así. Porque por lo mismo que están aquellas almas más resignadas en la voluntad de Dios, son también más atormentadas, pues en virtud de su misma conformidad desean hacerse enteramente dignas de su amor, y conociendo que no lo son todavía, se deshacen por serlo lo más pronto posible, a fuerza de sufrimientos. Por consiguiente, cuanto más padecen más desean padecer, y no se sacian jamás de sus tormentos. ¿Qué especie de martirio es este tan inexplicable? Y nosotros, ¡oh cristianos! ¿no buscaremos sino rosas y flores, divertimientos y placeres? Confundámonos, pues, y enmendémonos como es debido.

 

ORACIÓN

¡Oh cuánta confusión nos causa, ¡oh Señor! nuestra conducta! Nosotros nos humillamos al considerar la admirable resignación de las almas del Purgatorio. ¡Ah! Por esta misma resignación dadles, ¡oh gran Dios! la libertad. No merece ya penar quien está dispuesto a sufrir tormentos mayores. Es bien digno de vuestra gloria, quien se abstendría de ella por más tiempo por tal de aún más merecerla. Aceptad, ¡oh Señor! los generosos sentimientos de aquellas almas, y sed generoso también vos pon ellas, perdonando todas sus pasadas faltas y admitiéndolas en el goce de vuestra eterna felicidad. Amén. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...