domingo, 15 de noviembre de 2020

MES DE ÁNIMAS - DÍA NUEVE

 


DÍA NOVENO

MEDITACIÓN

Intensidad de la pena de daño.

Da pérdida de un objeto, es tanto más sensible, cuanto más se conoce su mérito, se aprecian sus cualidades, y se le profesa mayor gratitud. Estas reflexiones que aumentan la pena de daño en el Paraíso. ¡Oh cuan sublime conocimiento tiene de Dios aquellas almas benditas! Le conocieron en vida con la luz de la razón, con la luz de la fé, y con las ilustraciones especiales de su gracia, pero mejor le conocieron al salir de este mundo, y señaladamente cuando en el juicio particular después de la muerte fueron presentadas a él, y el imprimió en su mente tan viva imagen de si mismo, que de ninguna otra cosa puede ocuparse ya su entendimiento sino de Dios. Y nosotros ¡Oh cristianos! Volvemos por ventura el pensamiento hacia nuestro Dios. Del conocimiento del entendimiento, nace la deliberación de la voluntad, y si el objeto contemplado por la mente es bueno, nos sentimos atraídos hacia él, se engendra en nuestro corazón el amor. Pero ¿Quién más bueno que Dios, que es la fuente de la verdadera bondad, el piélago de toda perfección? De aquí es, que, al dirigir sus miradas hacia él, tanto por el natural deseo, cuanto por los impulsos de la caridad, se aviva y se enciende de tal modo el amor divino en las santas almas del purgatorio, que para ya son todas y enteramente de Dios, y arden todas por Dios, pero entre tanto están allí detenidas, están privadas das de la vista del amado bien. Imaginémonos, pues, las ansias y el dolor que las atormenta. ¡Ahí ¿por qué es tan frío nuestro corazón? ¿Cómo no se inflama también en el amor divino? Amemos sumamente a Dios en esta vida, y entones podremos esperar gozarle sin demorarnos largo tiempo en el Purgatorio. Dios no solamente es bueno en sí mismo, sino que es bueno también con nosotros, y cada día nos colma de sus beneficios. Cuanto tenemos todo es suyo, cuanto tendremos lo habremos sólo de él. Sea en el alma, sea en el cuerpo, en esta vida o en la otra, él es autor de todo nuestro bien. ¿Cuánta, pues, debe ser la gratitud para con tan generoso bienhechor? Bien lo sienten las almas del Purgatorio, las cuales, en la economía de su eterna salud, reconocen una a una las gracias a ellas dispensadas por el Señor. Bien quisieran mostrar a sus pies, su reconocimiento, y darle las debidas gracias; pero el momento feliz no ha llegado todavía, y cuanto más se retarda, tanto más se aumenta su pena. Nosotros podemos anticipárselo con sufragios. ¿Y por qué no lo hacemos?

 

 

ORACIÓN

¡Ah! Señor, vednos aquí prontos a hacerlo todo para librar del Purgatorio a aquellas almas, y enviarlas felices para siempre al cielo. Acreciéntese su luz de gracia con su luz de gloria: Sáciese la llama de su puro amor con la posesión del Sumo Bien: Apáguese el sentimiento de su gratitud con el anhelado desahogo a los pies de su bienhechor. Dignaos, ¡oh gran Dios! dar cumplimiento a sus fervorosos deseos, que nosotros prometemos por ellas, humillar siempre nuestro entendimiento en obsequio de la fe, consumid nuestro corazón en un incendio de caridad, consagrad todo nuestro afecto en veneración y agradecimiento hacia vos, a quien rogamos que aceptéis nuestras humildes ofertas, en rescate de aquellas infelices almas que tanto padecen. Amén. 


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