domingo, 15 de noviembre de 2020

MES DE ÁNIMAS - DÍA OCHO

 


 

DÍA OCTAVO

MEDITACIÓN

Pena de Daño

La pena más gran de que se sufre en el Purgatorio es la de daño, que consiste en separación de Dios. Cien y mil penas de sentido redobladas, dice el Crisóstomo no pueden compararse con el sentimiento de comparecer indigno a los ojos de la Majestad Divina y de ser desechado de su presencia. Un alma lejos de Dios es un objeto fuera de su centro; y aunque lo está por poco tiempo, sin embargo, el ser por culpa suya le hace su estado tan amargo que no hay lengua creada que lo pueda explicar. ¿Y nosotros tantas veces perdemos a Dios sin darnos, cuidado alguno? Bien se ve que estamos animados por los sentidos, y hechos Viles esclavos de la culpa. Cuando un alma queda libre de los lazos del cuerpo se abstrae, por decirlo así, de todos los sentidos, deja el mundo con todas sus facultades, con más fuerza que un cuerpo grave es impedirlo hacia su centro, es llevada a Dios, semejante a un caudaloso río que dividido en su curso en varios arroyos, reuniéndose después en un solo cause, va a desembocar con grande ímpetu en la mar, pero si antes de entrar en el se encuentra un fuerte obstáculo que lo detiene, se hincha, murmura, brama e intenta abrirse paso por todas partes, tal es igualmente el estado del alma en el feliz momento de unirse a Dios, sintiéndose detenida por la divina justicia en el Purgatorio se aflige, se deshace, se despedaza, e inquieta en sus congojas, no halla paz ni descanso hasta que no llega al seno del sumo bien. Nosotros ¿Qué ansias sentimos de oír a Dios? Cuanto mas separado del mundo se vive, tanto más se siente esta ansia, y si de ningún modo la experimentamos, es indicio de que somos en un todo del mundo y no de Dios. Absalón con David le obligó éste a volver a la corte; pero le fué prohibido al mismo tiempo comparecer en su presencia. Tal prohibición fue tan sensible a aquel ingrato corazón, que prefería el destierro e invocaba la muerte deplorando su suerte con tan amargo llanto, que convirtió el real palacio en un teatro de tristeza y dolor. Así las almas del Purgatorio les fueron ya levantado del destierro del mundo, están seguras de la gloria del Paraíso, pero por sus imperfecciones no puede la Justicia Divina admitirlas a la visión beatífica de su rostro divino. Están detenidas en aquel lugar de expiración, y sus deseos, sus suspiros y gemidos son tan continuados y profundos, que no solo hacen resonar las bóvedas de aquella cárcel, sino que penetran hasta el cielo ¡Ah! Lleguen alguna vez también a nuestros oídos para movernos a interponer los más fervorosos oficios de la soberana clemencia, para que sean consoladas con la vista de su Divino Padre.

 

ORACIÓN

Consolad, oh Señor, a aquellas almas que desean ardientemente unirse a vos. A vos las inclina la naturaleza como a su último fin, vos las dirige la gracia como a su centro bienaventurado; a vos las lleva el amor como al objeto suspirado; á vos las impele el deseo como blanco de sus afectos. No hay para ellas sino Dios por quien a cada instante suspiran, Consoladas pues, ¡oh Señor! en sus ardientes deseos, consoladlas en sus incesantes suspiros con daros a ellas prontamente en premia, en bienaventuranza, en corona de su irresistible afecto.


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