viernes, 20 de noviembre de 2020

MES DE ÁNIMAS - DÍA VEINTE



DÍA VEINTE

MEDITACIÓN

Con los sufragios hechos en favor de las almas de los difuntos, se imita y se completa la Redención del Salvador

La obra de la Redención fué la obra digna de un Dios, y el imitarla es casi lo mismo que hacerse semejante a la Divinidad. Alegrémonos pues, ¡oh cristianos! porque todos podemos ser fieles imitadores de una obra tan santa,

enviando al Purgatorio copiosos sufragios. Jesucristo con la redención libró al hombre del reato de la culpa, y nosotros, con los sufragios borramos también en aquellas almas las manchas de sus defectos; Jesucristo salvó al hombre da la deuda de la pena eterna, y nosotros con los sufragios satisfacemos también por el resto de la pena de que son deudoras aquellas almas a la Divina Justicia; Jesucristo, con su gracia hizo recobrar al hombre la amistad de Dios, y rehabilitarse de nuevo en sus derechos a la eterna felicidad; y nosotros con los sufragios enviamos también a aquellas almas al seno de Dios, y las ponemos en plena posesión del reino bienaventurado. Podemos pues, todos, hacernos redentores del Purgatorio, y dignos imitadores de Jesucristo. ¿Quién será el que no quiera participar de tanta gloria? Jesucristo, para redimir al mundo, descendió del cielo, se vistió de nuestra frágil humanidad, y derramó toda su preciosísima sangre para nuestro rescate. No se exige tanto de nosotros para ser redentores del Purgatorio. No es necesario que sacrifiquemos nuestra vida, ni que nos privemos de todos nuestros bienes. Si los sacrificios que se hacen en el mundo, si todo lo que se emplea en juegos, en vanidades, en pecados, lo aplicásemos en sufragio de aquellas almas santas, ¡oh cuánta parte de su deuda quedaría satisfecha! Si cuanto padeció Jesucristo por la redención del mundo fuese aplicado por nosotros, como lo hacían los primeros cristianos, por la redención del Purgatorio, ¡oh cuántas de aquellas infelices volarían continuamente al seno de Dios. Valgámonos, pues, como es debido, de los medios que Dios nos da en el orden de la naturaleza, y de los que Jesucristo nos suministra en el orden de la gracia, y podremos enviar del Purgatorio al cielo un infinito número de almas. Elevemos aún nuestro pensamiento, ¡oh cristianos! y conoceremos, que, así como en esta tierra la Divina Sabiduría no deja al justo, penar solo en medio de sus trabajos, sino que desciende con él a la cárcel, y no le abandona entre las cadenas, así Nuestro Señor Jesucristo, en la cárcel del Purgatorio, no abandona a las almas entre las llamas, sino que las acompaña, y padece en ellas como Redentor en sus redimidas, como Padre en sus hijas, como amante en sus esposas, como cabeza en sus miembros, por cuya libertad es tan solícito como si fuese propia, y nos repite con la voz más conmovedora, lo que decía en el mundo de sus pobrecitas: a saber, que cuanto hagamos en favor de aquellas almas, Él lo acepta como hecho a sí mismo, como si El fuese el paciente que por nuestros sufragios debiese ser redimido de tanta pena. ¿Pueden desearse motivos más fuertes y más poderosos para decidirse a una obra, de tanta piedad? Alentémonos, pues, a hacerla con todo empeño, y a semejanza de Él, que descendió después de la muerte con el espíritu al Purgatorio para hacer felices a aquellas almas, descendamos también nosotros con abundantes sufragios, para granjearles la verdadera paz y la libertad sempiterna.

 

ORACIÓN

¡Oh Señor Nuestro Jesucristo! nosotros vemos muy bien que la causa del Purgatorio no es solamente propia de aquellas almas, sino que es también vuestra, porque por el afecto son comunes entre vos y ellas las penas y los gozos. Ya vos nos enseñasteis con vuestra Redención cuánto merecen las almas, y nuestros deberes nos enseñan cuánto merecéis vos. Por vos, pues, y por ellas, queremos hacer todo esfuerzo posible por vaciar el Purgatorio de todas las almas que están allí prisioneras. Tomaremos de vos el ejemplo que nos diste para que le imitásemos, más imitando nosotros tal ejemplo, haced que podamos ser vuestros verdaderos secuaces y discípulos, no sólo por la intención, sino aún más por el afecto, procurando una completa redención al Purgatorio, con una serie no interrumpida de sufragios, valorados con el mérito de vuestra preciosísima sangre. Amén.

 


 

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