DÍA
VEINTIUNO
MEDITACIÓN
Gloria
que se acrecienta al ciclo con los sufragios del Purgatorio
Si, al decir del evangelista San Lucas, se festejaba altamente en el cielo la conversión de un alma pecadora, que puede de nuevo extraviarse del camino de la salud, ¿cuál será la gloria de aquellos dichosos moradores al introducirse en aquella patria celestial sin peligro ya de perder una de aquellas afligidas almas, la cual no se podía unir á ellas sino por medio de una dilatada y rigorosísima expiación? Esto, responde David, acrecienta inmensamente la alegría y la gloria del Paraíso, y toda aquella feliz Iglesia de santos exaltará las limosnas de la tierra, que, con aumentar el número de los bienaventurados, aumenta también su felicidad y su gozo, una mirada, pues, al cielo, ¡oh cristianos! que se regocija y alegra con nuestros sufragios, y después dejemos de hacerlos sí podemos. A cada hombre, desde su nacimiento, le ha sido destinado un ángel para su custodio y guía. En el curso de la vida, cada uno de los fieles se elige algunos santos para sus especiales protectores y abogados, y entre todos ellos se entabla una confianza tan íntima y un amor tan particular, que cuanto más de vocación y obsequio profesa el hombre a aquellos ángeles y a estos santos, tanto más se empeñan en procurar su salvación. Imaginémonos, por tanto, ¿cuál será el gozo espiritual y el inefable trasporte de los ángeles de guarda y de los santos protectores y abogados, cuando del profundo báratro del Purgatorio venga a unirse en su compañía sus devotos clientes tan deseados y protegidos por ellos para ser felices para siempre en el cielo? Bendecirán eternamente las misericordias del Señor que se dignó secundar sus afanes, y harán resonar las bóvedas de aquella eterna mansión con las alabanzas de aquellos fieles que, merced a los sufragios, pusieron el último complemento a la felicidad de sus protegidas. ¿Quién, pues, no querrá ser tan glorificado en el Paraíso? Pero, la que más que todos rebosará de placer en la glorificación de las almas del Purgatorio, será aquella en quien están fijas las miradas del Universo, esto es, María Santísima, la cual, como venía escogida, como Madre de todos los hombres, y en especial como Madre y Reina de las almas que están en el Purgatorio, invitará a su Hijo, invitará a su Esposo, invitará a los coros de los ángeles, y a los órdenes de los Santos á alegrarse y regocijarse con ella, viendo finalmente llegar a su felicísimo reino, a su materno seno, sus fieles vasallos y las amadas prendas de su dulce amor. ¡Dichosos nosotros si podemos proporcionar a María tanto placer! Hagamos la prueba y pongamos generosamente todos los esfuerzos posibles para poner término a tan noble empeño.
ORACIÓN
Al
ver, ¡oh Señor! cómo toda la corte celestial se regocija por la libertad de las
almas del Purgatorio, nuestra devoción se despierta y enardece hacia á ellas,
por aumentar siempre más la gloria del Paraíso. Pero ¿cuánto más se alegrarán
los ángeles, los santos, María Santísima y las mismas almas sacadas de tan dura
prisión, si pudiesen vernos en su compañía para alabaros y bendeciros
eternamente? Sea pues, para su placer y el nuestro esta la merced do la piedad
que usamos, sea ésta la corona con que os dignéis remunerar nuestra devoción,
¡oh Soberano Hacedor y glorificador de los, ángeles y de los hombres; porque
obtenida esta merced, esta corona, habrá obtenido cuanto de más grande puede desearse
sobre la tierra, cuanto más de feliz se puede obtener en el cielo. Amén.
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