NOVENA
AL SEÑOR DE LOS MILAGROS Y DEL BUEN CAMINO
Que
se venera en el Templo Parroquial de Ixtapaluca, Estado de México, México
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
Adorabilísimo
Jesús Crucificado, hijo de Dios vivo, que habéis venido del cielo a la tierra, y
os habéis sacrificado, muriendo en una Cruz para salvarnos, yo os reconozco por
mi verdadero Dios mi Padre, mi Salvador y mi Redentor, mi única esperanza en la
vida y en la muerte, y mi única salvación posible en el tiempo y en la
eternidad. Me tengo por indigno, Señor y Dios mío, de presentarme ante vuestra
Majestad por mi gran miseria y muchas culpas, pero ya me arrepiento de ellas y
confiado en vuestra grande misericordia, acudo a Vos. Dios Todopoderoso y
verdadero Señor de los Milagros, suplicando humildemente os dignéis hacer uso
de vuestra omnipotencia, obrando milagros de misericordia en mi favor y en el
de todos nosotros. Aplaca, Señor Misericordioso, vuestra justa indignación,
provocadas por nuestros pecados, calmad las iras de la tierra, del mar y de los
elementos, para que no seamos castigados con terremotos, tempestades, guerras,
ni otras calamidades que dé a continuo nos amenazan, liberadnos, Salvador
nuestro amorosísimo, de todo mal, en la vida y en la muerte, y obrad el mayor
de vuestros milagros en favor nuestro, haciendo que os amemos y sirvamos de tal
suerte en este mundo, que merezcamos veros y gozaros en el cielo, donde con el
Padre y el Espíritu Santo, vives y reinas, Dios, Uno y Trino, en infinita
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA
PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Considera
alma mía, como la devoción al Señor de los Milagros, ha sido siempre entre
nosotros, y sigue siendo todavía, un medio de que se vale este Divino Señor
para conceder especiales favores y gracias a los individuos, familias, y aun a
todo el pueblo. De las almas que acuden con fé y devoción a este Señor de los Milagros,
podemos decir espiritualmente y en verdad, que los ciegos ven, los sordos oyen,
los enfermos sanan, los muertos resucitan, y quienes se iban a perder, se
salvan. ¿Y quién podrá decir los secretos milagros que hace este mismo Seño en
favor de las familias que tiene la suerte de contar en su seno con alguna persona
devota que a El acude con fé y confianza? La ciudad misma, tan expuesta a
temblores de tierra, tal vez se hubiera arruinado mil veces y hubiéramos sido
sepultados todos entre ruinas y escombros, si no fuera por la gran devoción a
este Señor de los Milagros ¿y no es un verdadero milagro el que después de haber
pecado, no hayamos perecido para siempre y sin remedio? Si, Dios mío, grande
milagro de vuestra misericordia, es el manifestaros vivos, capaces de salvación
y penitencia, cuando hoy más que nunca, merezcamos vuestra justa indignación.
Haced, Redentor mío amabilísimo, que me aproveche de esta vuestra misericordia
y me salve para siempre. Amén.
Medítese
y pídase lo que se desea obtener del Señor por medio de esta Novena. Luego se
reza 5 Padrenuestros, 5 Ave Marías, y 5 Glorias en referencia a las
cinco Llagas del Señor.
PRECES
Señor
de los Milagros y del Buen Camino R/: Guíanos sanos y salvos a nuestro
destino
Signo
de victoria sobre nuestros enemigos
Remedio
saludable al mirarte
Simiente
promesa enemistada contra el pecado
Feliz
culpa de salvación
Ley
Divina de la Salvación anunciada
Árbol
que nos da el fruto de la Vida Eterna
Víctima
y Sacrificio incruento en el Memorial de tu Pasión
Faro
y Luz de los caminantes en las tinieblas
Puerto
seguro de nuestra Salvación
Promesa
de la Vida Eterna
Victima
de propiciación de nuestros pecados
Cordero
de Dios que quitas los pecados de los hombres
Sello
del Amor Divino
Humilde
súplica al Padre
Fuente
de Agua Viva
Consuelo
de los Afligidos
Refugio
de los caminantes
Pastor
de las almas
OREMOS: Oh
Dios quien, por la redención del mundo, te dignaste en nacer, en ser
circuncidado, rechazado por los Judíos, traicionado por el traidor Judas con un
beso, atado con cuerdas, conducido como un cordero inocente al sacrificio y,
con tantos insultos recibidos ante Anás, Caifás, Pilato y Herodes, acusado por
testigos falsos, golpeado con azotes y embates, abrumado con ignominias,
escupido, coronado con espinas, afectado con el junco, vendado, desnudado, sujetado
con clavos a la Cruz, elevado sobre la Cruz, contado entre ladrones, bebiendo
hiel y vinagre, y herido con la lanza: Oh Señor, por estos dolores sagrados,
los cuales yo, indigno, venero y, por Tu Santa Cruz y Muerte, líbrame del
infierno, y concede a dirigirme como Tu dirigiste al ladrón que fue crucificado
contigo: Tu, quien vives u reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los
siglos de los siglos. Amén.
OFRECIMIENTO
Suplícote
Padre Eterno, que, por tu infinita misericordia, y por los méritos de Nuestro
Señor Jesucristo sean servido de mirar por feliz estando de la Santa Iglesia y
el Prelado que la gobierna; por la paz y sosiego entre los príncipes
cristianos; por la extirpación de las herejías; conquista de la Tierra Santa;
victoria contra el príncipe de las tinieblas; y conversión de los infieles,
herejes y pecadores al gremio de nuestra sagrada Religión. Concédenos, Señor,
la intención del Sumo Pontífice, el tesoro de estas indulgencias, el descanso
de las ánimas benditas del Purgatorio y la fortaleza a los cautivos cristianos,
y a nosotros perseverancia en vuestro santo servicio, hasta el fin de la vida.
Amén.
ORACIÓN
A MARÍA SANTÍSIMA
Oh
Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra! Por la gran bondad de vuestro
maternal corazón oíd benigna los ruegos de todos nosotros que acudimos a vos,
no nos abandonéis, dulcísima Virgen María ni consintáis en nuestra ruina y
perdición. Mirad con ojos de misericordia y compasión a nuestra ciudad y a
todos sus moradores. ¿Qué sería de nosotros y qué valdría nuestras súplicas ante
el Señor a quien tanto hemos ofendido, si no fuera por vuestra intercesión?
Compadécete pues, misericordiosísima Madre nuestra, de estos desgraciados
pecadores que, aunque tan ingratos, son hijos vuestros. Conseguidnos, una vez
más el que hallemos gracia y misericordia delante del Señor: alcanzadnos los
favores que pedimos en esta Novena y cuanto Vos sabéis que necesitamos,
principalmente: el perdón de nuestros pecadores, el remedio de nuestras
necesidades, la perseverancia en el bien, una santa muerte, y la gloria eterna
del Cielo. Amén.
SEGUNDO
DÍA
CONSIDERACIÓN
Considera,
alma mía, cuán grande necesidad hay de que se acuda con fe y confianza a
implorar misericordia y perdón por los pecados a fin de que el Señor a quien
tanto y tan gravemente ofende, no nos castigue, movido por su justa
indignación, antes bien nos perdone y libre de los castigos que nuestros pecados
merecen. o haberse hallado en Sodoma y Gomorra diez justos siquiera que rogaran
al Señor, como refiere la Sagrada Escritura castigó Dios con terrible
destrucción aquellas poblaciones pecadoras. En otra ocasión, debiendo el mismo
Señor castigar a Jerusalén por ciertos pecados, sólo exigía del profeta
Jeremías las oraciones y méritos de algún justo para usar misericordia. ¡Cuánto
valen y de cuánto sirven las almas buenas que ruegan al Señor! Por ellas tiene
Dios paciencia con todos nosotros y como dice en el Santo Evangelio: "no
arranca la cizaña o arrancar con ella el trigo." Así por algunas personas
piadosas que vengan a orar con mérito ante este Señor de los Milagros podrá ser
que haya misericordia para todos y seamos libres de muchas y tremendas
desgracias que nuestros pecados reclaman. Acude, pues, alma mía a este Divino
Señor, llora tus pecados y los pecados de todos, a fin de que libre de todo mal
seamos salvos en el tiempo y en la eternidad. Amén.
TERCER
DÍA
CONSIDERACIÓN
Considera,
alma mía, como en Jesucristo Crucificado, verdadero Señor de los Milagros,
tenemos todos los bienes que podemos desear y hemos de necesitar, y el mayor de
todos los bienes, que es tener como cosa nuestra a este Divino Señor, Hijo de
Dios vivo, e igual al Padre, en quién están encerrados todos los tesoros de
grandeza, de riqueza y de gloria. El Padre celestial nos lo ha dado y Él se ha
entregado a nosotros y se nos ha dado también haciéndose todo para todos. Él es
para nosotros cuánto hay de bueno y amable. Es nuestro Padre, nuestro Maestro,
nuestro Amigo, nuestro Redentor, nuestro Bienhechor, nuestro Glorificador,
nuestro Dios. Se nos dio por hermano y compañero en esta vida en su admirable
nacimiento, se nos Dió por manjar delicioso en la Sagrada Eucaristía, se nos dio
por precio de nuestro rescate y medio de salvación en la muerte de cruz, y se
da por premio y eterna gloria en la inmortalidad. ¡Oh si conocieses y
comprendieras alma mía la grandeza de este don y los infinitos bienes que en él
se encierran! Todo lo tenemos en El: no hay milagro que no nos pueda hacer, ni
bien alguno, para nosotros, que no esté dispuesto a concederlo, si se lo
pedimos con fe. ¡Oh Dios de mi alma! Haced que yo sea todo vuestro para que Vos,
sumo bien, que encerráis todos los bienes, seáis todo mío en el tiempo y en la
eternidad. Amén.
CUARTO
DÍA
CONSIDERACIÓN
Considera,
alma mía, cuánta dulzura y consolidación se encuentra siempre en Jesucristo
Crucificado. En El encontró la pobre Magdalena consuelo a su pena y
satisfacción a su amor. En El halló, el arrepentido ladrón, el perdón de sus
crímenes, el remedio de sus tristezas en su agonía y un paraíso de goces
eternos por galardón. En El, como fuente inagotable de caridad y de amor, bebió
en abundancia su discípulo amado, la vida y la consolidación. ¿Y no hace
siempre este amantísimo Redentor, semejantes prodigios de misericordia y de
amor hacia los que le invocan con fervor? A los pies de este Dios de
consolidación, vienen los desgraciados pecadores a derramar su dolor con
lágrimas y encuentran misericordia y compasión. De las manos benditísimas de
este Señor Crucificado reciben los justos, con abundancia de gracias y
bendiciones, el más poderoso y constante apoyo de su virtud. En el Sacratísimo
Corazón de este Divino y amante Redentor podemos hallar todos nosotros raudales
infinitos de ternura, compasión, misericordia, luz, gracia y amor. Alma mía,
levántate de la postración en que te encuentras, corre a los pies de tu
amantísimo Salvador, entre el espíritu por la abertura de su sagrado Corazón,
bebe de la fuente de su divino amor en esta vida para que la goces con inefable
hartura en la gloria eterna. Amén.
QUINTO
DÍA
CONSIDERACIÓN
Considera,
alma mía, cómo Jesucristo Crucificado, con sus manos llagadas, su pecho herido
y su corazón abierto nos declara de la manera más elocuente que no nos
abandona, que nos ama siempre, que se sacrifica y muere nuestra salvación. Él
nos repite las palabras llenas de ternura que decía a la multitud que le
rodeaba: "Venid a mí todos los que estáis afligidos y padecéis trabajos y
yo os consolaré." "Tengo sed de vuestro amor y deseo vuestra
salvación", "Quiero recibiros en mis brazos y estrecharos sobre mi
corazón. ¿Quién desconfiará teniendo un Redentor tan misericordioso? Además, es
nuestro Abogado delante del Padre Celestial y por eso nos dice el Apóstol San
Juan: "Hijos míos, no pequéis, pero si alguno pecare, no desconfíe, porque
tenemos por abogado ante el Padre a Jesucristo su Hijo." Y como nos
aconseja el Apóstol San Pablo: "Teniendo un Pontífice y Medianero tan
grande como Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que penetró en los cielos y está
sentado a la diestra del Padre y es igual a Él, acudamos con eterna confianza
al trono de su misericordia, seguros de alcanzar las gracias que
necesitamos". Este trono de misericordia se ofrece a nosotros en la
sagrada Imagen del Señor de los Milagros. Entonces pues, alma mía, acude a este
divino señor, segurísima de que todo cuanto pidas al Padre Celestial en su
nombre se te concederá y El mismo te lo concederá. Si Dios mío, así lo creo
porque Vos lo dijisteis, y así lo hago abriendo mi corazón y descubriendo
humildemente mis necesidades para que Vos, Salvador del mío las remediéis y me
salvéis eternamente. Amén.
SEXTO
DÍA
CONSIDERACIÓN
Considera,
alma mía, cómo Jesucristo Señor Nuestro, nos da ejemplo de todas las virtudes
que debemos practicar para conseguir nuestra salvación. Él fue humilde con la
más profunda e incomprensible humildad en su Encarnación. Él fue humilde con la
más profunda e incomprensible humildad en su Encarnación, fue pobre con
asombrosa pobreza en su Nacimiento, obedecía a María y a José, a la vez que
cumplía fielmente toda la Ley. ¡Cuán tierno fue este Divino Señor con los
niños, cuán indulgente con los pobres pescadores, cuán Clemente con Magdalena,
cuán bueno con Juan y cuán benigno y dulce con el mismo Judas! El permanecía
tranquilo ante ultrajes, sufría con paciencia inalterable las contrariedades,
amaba, tiernamente a la humanidad, amaba, principalmente en sus últimos
instantes, bendecía con sus bondadosas miradas, perdonaba a sus enemigos y
moría por la salvación de todos los hombres. ¿Cómo quieres alma mía que Él te
atienda y proteja siendo tu conducta tan opuesta la suya? Aprende, pues, alma
mía a ser buena como El, humilde como El, pobre y desprendida como El,
obediente y mansa como El, paciente y misericordiosa como El, y si alguna vez
fuese necesario sufrir y padecer, acuérdate que El, primero derramó su sangre y
dio su vida por ti. Oh Jesús de mi vida! Haced el gran milagro de reproducir en
mí, vuestras virtudes, de suerte que llegue a ser semejante a Vos en este mundo
para que también lo sea eternamente en el Cielo. Amén.
SÉPTIMO
DÍA
CONSIDERACIÓN
Considera,
alma mía, lo mucho que padeció el Señor en su sacratísima Pasión. Míralo llegar
al Huerto de Getsemaní con sus queridos discípulos y apartándose un poco de
ellos, comenzar su oración, angustiarse profundamente, sudar sangre divina por
todo su cuerpo y entrar en mortal agonía cayendo en el suelo oprimido por la
consideración de nuestros pecados. Obsérvalo luego recibiendo el beso de Judas
a la vez que entregado al poder de sus enemigos llevado preso por las calles de
Jerusalén a los tribunales de Anás, Caifás, Herodes y Pilatos, despojando de
sus vestiduras sagradas y atado a la columna de la flagelación, vertiendo a
torrentes su sangre divina por horrible azotamiento. Sentado después en el
banco de ajusticiado, fue escupido, abofeteado, burlado y coronado de espinas.
Por fin sentenciado a muerte, obligado a llevar sobre sus hombros la Cruz en
que ha de ser inmolado, cayendo bajo su peso enorme consolando a las piadosas
mujeres que le siguen llorando, y en la cima del Calvario extendiendo sus
brazos sobre la Cruz para ser crucificado, sufriendo en su cuerpo y alma lo que
ya no se puede concebir y muriendo enclavado en la Cruz con un amor y una bondad
jamás vista entre los hombres. Oh Jesús mío Crucificado! No permitáis que sean
inútiles para mí los grandes sufrimientos de vuestra Pasión Santísima. Por lo
mucho que mi alma os ha costado, salvadla. Redentor amorosísimo, de todo pecado
en esta vida y de la muerte eterna en la otra. Amén.
OCTAVO
DÍA
CONSIDERACIÓN
Considera,
alma mía, cómo el milagro de los milagros de Jesucristo fue su muerte
preciosísima. Nadie ni nada podía haberle quitado la vida, porque tenía
potestad de dejarla y tomarla, era El mismo, la vida y manantial de toda clase
de vida, pero se ofreció a la muerte para que nosotros, sin menoscabo de la
justicia eterna, pudiéramos vivir eternamente. Murió en efecto por la fuerza de
los dolores que padeció en la Cruz, y así sufrió desfallecimiento por la
abundancia de sangre, que de sus heridas derramaba y, como sus venas se
vaciaban de sangre, comenzó a desnudarse su divino rostro y languideció su
sagrado cuerpo, hasta que, faltándole las fuerzas expiró… Las tinieblas se
extendieron entonces sobre la tierra, se rompieron las piedras, abriéndose los
sepulcros de algunos muertos y el velo del templo se rasgó en dos partes. El
Centurión y los soldados, viendo los portentos de tan sangriento como sagrado
espectáculo exclamaron: ¡Verdaderamente este era el Hijo de dios…! Y hasta la
turba del pueblo, que había asistido a tan tremenda tragedia, se volvió a la
ciudad hiriéndose los pechos en señal de dolor y sentimiento por la muerte del
Señor Crucificado. Oh Salvador del mundo! ¡No permitáis que sea yo más
insensible que la tierra, más duro que los peñascos y más cruel que los
verdugos que os sacrificaron! Haced en mi, semejantes milagros cubriendo mi
alma de tristeza santa por mis pecados, conmoviendo mi corazón con sentimientos
de dolor y de amor y haciendo que yo no viva sino para Vos, que habéis muerto
por mí, a fin de que llegue a gozaros en la gloria eterna. Amén.
NOVENO
DÍA
CONSIDERACIÓN
Considera,
alma mía como ese Señor y Dios nuestro, que murió en la Cruz, resucitó saliendo
gloriosísimo del sepulcro, se apareció a la Virgen Santísima su divina Madre, a
sus apóstoles y discípulos, conversó y trató familiarmente con ellos por
espacio de cuarenta días, al fin de los cuales, viéndolo todos, subió a los
cielos en admirable y gloriosa ascensión. De allí, del cielo ha de volver otra
vez al mundo a juzgar a los vivos y a los muertos. Entonces saldrán de sus
sepulcros los hombres de todos los tiempos y de todas las naciones para
presentarse ante este Divino Señor que hará ostensible, con gran gloria y
majestad, su justicia eterna y universal en la condenación de unos y en la
salvación de otros. Ante este Soberano Jesús comparecerán los judíos deicidas
que le blasfemaron y crucificaron, los impíos y sacrílegos de todas las edades
que le insultaron, todos los desgraciados pecadores que le despreciaron…
También comparecerán los buenos, los Apóstoles, los Mártires, Confesores,
Vírgenes y con ellos Ilustres penitentes, cuantos supieron arrepentirse a
tiempo de sus pecados, cuantos le sirvieron y amaron. Y volviéndose hacia los
buenos dirá: "Venid benditos de mi Padre, venid a poseer el reino de
gloria que os está preparado desde el principio del mundo, entrad en la gloria
de vuestro Dios y Señor"… A los malos les dirá “Id, malditos de mi Padre,
¡id al fuego eterno del infierno...!" E irán éstos al suplicio eterno y
los justos a la eterna gloria. Así terminarán las cosas de este mundo en aquel
grande día del juicio universal, en eso pararán todos los asuntos de la vida,
tal será también nuestro destino, o gozar eternamente de Dios en el cielo, ¡o
padecer eternamente con los demonios en el infierno… Oh Dios mío! Cómo he
podido olvidarme de semejante asunto… Haced con vuestra gracia Salvador mío
adorabilísimo que siempre os ame y sirva en este mundo, para que llegue a gozar
con Vos y con los bienaventurados la eterna gloria del Cielo. Amén.
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