domingo, 22 de noviembre de 2020

MES DE ÁNIMA - DÍA VEINTIDÓS


 

DÍA VEINTIDÓS

MEDITACIÓN

El sufragar a las almas del Purgatorio, es una de las más excelentes oirás de la fe

El pensamiento de sufragar a los difuntos es santo por el santísimo principio de fe de donde proceden. Los sentidos acompañan al hombre hasta la tumba; más allá de la tumba se oscurece la razón, y poco ve. La fe es la antorcha luminosa que disipa las tinieblas del otro mundo, y nos obliga a no abandonar las almas de los difuntos. Deshágase en buena hora el cuerpo, y redúzcase a cenizas, el alma no perece con la muerte corporal, sino que incorruptible é inmortal, entra en las regiones de la eternidad para recibir su recompensa. ¡Oh cómo se aviva la fe de la inmortalidad de los espíritus y del premio de las obras, cuando presentamos abundantes sufragios por las almas del Purgatorio! Así como el esforzado Judas Macabeo, dio una prueba irrefragable de su religiosa creencia en la otra vida, cuando ofreció en el templo de Jerusalén, las doce mil dracmas de plata por la expiación de sus difuntos hermanos, así, cuando nosotros ofrecemos sufragios por los muertos, demostramos muy bien que creemos que no han sido ellos reducidos a la nada, sino que viven y viven en comunicación con nosotros: que vendrá

día en que iremos a reunimos con ellos, y que enviamos por delante provisiones de obras piadosas, las cuales al presente serán de provecho para ellos; pero que mucho más aprovecharán a nosotros cuando vayamos a unirnos con ellos en el otro mundo. No seamos, pues, avaros con ellos; porque cuando más liberales seamos con ellos en vida, tantas mayores ventajas reportaremos para nosotros mismos, después de la muerte. Los reyes de la tierra, no son reyes sino de los que viven. La muerte sustrae a los hombres de su imperio, y Dios sólo es el soberano de los vivos y de los muertos, delante del cual hasta los muertos viven. Cuya verdad confesamos de hecho, cuando rendidos ofrecemos a Dios sufragios por los difuntos: reconocemos entonces su absoluto dominio sobre todo el universo: reconocemos la dependencia que tienen de él todos los mortales, bien sea los que viven ahora en el mundo, o bien sean del número de los que han pasado al otro; damos satisfacción a la divina justicia, por los deméritos que estos cometieron en vida: damos satisfacción a la divina misericordia con librarlos del Purgatorio: nos ejercitamos, en suma, en los actos más meritorios de fe para con el Ser Supremo. y si la nobleza y el mérito de las obras, es uno de los más poderosos estímulos para practicarlas, ¿cómo podremos dispensarnos, ¡oh cristianos! de sufragar a las almas del Purgatorio, ¿en que se ejercita con tanto mérito una excelente obra de fe? Mas ofreciéndose piadosos sufragios, ¿a dónde se envían las almas? Se envían al cielo, para ser eternamente felices con Dios. He aquí otro sublime objeto de la fe, que ejercitamos con los sufragios. No es un fin terreno y caduco el que mueve la piedad de los fieles para con los difuntos; la fe no tiene miras mezquinas y bajas. Ella despliega un vuelo de la tierra al cielo, descorre el velo de la divinidad, y en el seno de aquel Ser inmenso, que es todo felicidad por esencia, nos muestra el término a que llegan las almas socorridas por nuestra piedad. Ya se considere, por tanto, el principio de donde procede, o los atributos divinos que engrandece, o el dichosísimo fin a que conduce el sufragar a los difuntos, es uno de los pensamientos más santos, uno de los actos más heróicos de la fe. Sea, pues, este, el más frecuente ejercicio de nuestra vida, y sea tanto fecundo en obras, cuanto más vivificado esté del espíritu de fe.

 

ORACIÓN

¡Oh Dios! Autor, objeto y premio de la santa fe, nosotros no os conocemos en la tierra, más que bajo la sombra de los enigmas, bajo el velo de los misterios: más para las almas del Purgatorio, el velo de la fe está en parte rasgado, y ya os experimentaron como juez, no resta, pues, más que os consigan como premio. Completad, ¡oh Señor! para ellas, este último rasgo de vuestra justicia y bondad. Entregaos a ellas como premio y corona de la vivísima fe que alimentaron en la tierra, de la firmísima confianza de que se alimentan en el Purgatorio, y entones desaparecerá toda la solicitud de su fe y de su esperanza, y sólo triunfará con la feliz posesión de vos, la perfección de aquella caridad, de aquel amor, que, en la tierra, en el Purgatorio y en el cielo, las abrasó v las consumirá eternamente. Amén.

 

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