martes, 24 de noviembre de 2020

MES DE ÁNIMAS - DÍA VEINTICUATRO

 


DÍA VEINTICUATRO

MEDITACIÓN

Razones generales que nos obligan a socorrer a las almas del Purgatorio

El amor es la vida del corazón, y la naturaleza ha impreso de tal modo este sentimiento en todos los vivientes, que no sólo lo experimenta la criatura racional hacia sus semejan semejantes, sino también las bestias hacia los de su especie; ese sentimiento no se extingue en el hombre con la muerte, sino que dura más allá del sepulcro. No hay nación tan bárbara sobre la tierra, que no tenga cuidado de sus muertos, que no sienta piedad de sus almas, y que no procure sufragarlos de alguna manera. La misma naturaleza, pues, nos lleva a tener compasión del infelicísimo estado de las almas del Purgatorio, a las que estamos unidos por la humanidad, y sería una crueldad el resistir a un sentimiento tan vivo del corazón humano. La religión no rompe los vínculos de la naturaleza, antes bien los estrecha, los refuerza, los perfecciona. El vínculo de la fraternidad universal que tenemos con todos los hombres por razón de la descendencia de nuestro primer padre Adán, es mucho más íntimo y perfecto entre nosotros los cristianos por razón de la religión que nos reúne a todos en Jesucristo. Él es la cabeza de todos los fieles, y cada uno de estos es miembro de su cuerpo místico, la Iglesia. Debemos, pues, mirar a las almas del Purgatorio como una parte del todo, como a una porción de nosotros mismos, porque no están separadas de la Iglesia, sino que antes bien forman la porción más escogida que presto será glorificada en el cielo. Trasladémonos pues, en espíritu al Purgatorio con los sentimientos de una religión llena de caridad, y consolemos a aquellas afligidísimas almas en sus angustias. La razón de patria nos constituye más vecinos y allegados a aquellos que tuvieron con nosotros un mismo y común suelo natal. El conocimiento especial de cada uno de ellos, las diversas relaciones que a ellos nos ligan, la uniformidad de costumbres y de los hábitos que se adquieren viviendo en su compañía, son otros tantos títulos en nuestro corazón que nos obligan a tener una peculiar consideración con nuestros conciudadanos, así en esta como en la otra vida. En esta misma vida comenzamos las relaciones de la patria, que se completan después en aquella gran patria del cielo, en donde estaremos todos reunidos en una eterna caridad. Mas hasta tanto esto no se cumple, siempre nos obligan los deberes de patria, que deben animarnos a hacer tanto más generosos para con el Purgatorio, cuanto que se encuentran ya en el último grado de necesidad aquellas almas benditas. Traigamos por tanto continuamente a la memoria los tres referidos títulos de naturaleza, de religión y de patria, y así nos moveremos eficazmente a generosa piedad para con los difuntos.

 

ORACIÓN

¡Gran Dios! tú inspiraste é imprimiste en los corazones de los hombres las leyes de la naturaleza, tú las máximas de la religión, tú el amor a la patria, para que viviendo se ayudasen entre sí, y no se olvidasen los unos de los otros después de la muerte. ¡Ah! tú que eres el autor de todo generoso sentimiento, renueva entre nosotros la observancia de leyes tan santas, la emulación de tan venerables máximas, la práctica de amor tan saludable, para que, inflamado nuestro corazón de este triplicado espíritu de beneficencia, pueda derramar con generosa abundancia sufragios en el Purgatorio. Amén.

 


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