lunes, 23 de noviembre de 2020

SIETE LUNES AL SEÑOR DE LAS MISERICORDIAS

 


EJERCICIO DE LOS SIETE LUNES

DEDICADO

AL SEÑOR CRUCIFICADO QUE SE VENERA EN LA CAPILLA DE ÁNIMAS DEL HOSPITAL GENERAL DE SAN JUAN DE DIOS

 

Compuesto por una persona devota suya

Con licencia de la Superioridad Eclesiástica

Guatemala, 1914

 

 

INDULGENCIAS

El secretario de Cámara y Gobierno Eclesiástica que suscribe, certifica que: el Ilmo. y Rev. Sr. arzobispo de esta Arquidiócesis, D. Luis Durou y Suré C. M., concede cien días de Indulgencias a todos los fieles del arzobispado, por cada oración que recen de este Ejercicio de los Siete lunes.

 

Palacio Arzobispal de Guatemala, 4 de marzo de 1930

José Luis Montenegro y Flores

Srio.

 

 

Se hará la señal de la cruz y luego se rezará lo siguiente:

 

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Amorosísimo Señor de las Misericordias, Hijo de Dios, igual al Padre y al Espíritu Santo, Dueño de la vida y de la muerte. Dador de penas y de consuelos, el mejor de todos los amigos, que por nosotros derramó hasta la última gota de su sangre, he aquí un pecador, que mucho te ha ofendido, mas hoy llora amargamente sus culpas, quiere amarte y suplir con su dolor y sus lágrimas el gran mal que cometió, apartándose de Ti. No desoigáis, Señor de las Misericordias, al pecador arrepentido, y pruébale de una vez más, cuan bueno eres extendiendo tus manos cual Padre cariñoso para abrazarlo. Si mis faltas levantaron un muro entre Tú y mi pobre alma, allí tienes a tu dulce madre que aboga por mí, allí esta esa Cruz en que fuiste muerto por salvar mi alma, allí están esos clavos y esas espinas que por mi te hirieron, allí, en fin, tus dolores, tus lágrimas, tu sed y tus sublimes palabras antes de expirar. Por estos tesoros de perdón tan inagotables, ten, Señor, misericordia de mí. Sed para mi un consuelo, en medio de mis tristezas que son tantas, oiga tu voz, como la oyó el dichoso ladrón, y que tu amor me diga: Hijo mío, te perdono, y te doy lo que me pidas. Así sea.

 

 

PRIMER LUNES

“Padre mío, perdónalos porque no saben lo que hacen”

 

ORACIÓN

Dulce Jesús de las Misericordias, que, en el colmo de la más cruel agonía, y en el punto supremo de tu muerte, orabas por nosotros, pobres pecadores, si tus ruegos de Dios agonizante eran dirigidos al Eterno Padre por los que te crucificaban, ¿Cómo no he de esperar que no me perdones y asistas en esta inmensa aflicción, si humillado te pido con tu amoroso perdón, la compasión y el olvido de mis faltas? Realmente, Señor, no conocí al ofenderte, el abismo de infinitos males que me causaba. Sea pues, el clamor de tu primera palabra, el sello de mi salvación, el ósculo de tu clemencia, y la llave de mi eterna felicidad. En recuerdo de tu heróica plegaria, te ofrezco Señor el ejercicio de este día y en mis pobres oraciones, recibe el suave incienso de mi fé y devoción. También te pido Señor, por tu Iglesia santa y sus ministros, para que destierres del mundo el error y la impiedad, y que todos te amen y busquen el reino de Dios y su justicia. Así sea.

 

Obsequio: Perdonar a los que nos hayan ofendido.

 

Jaculatoria: Dad, Señor, a las almas del Purgatorio, el descanso eterno.

 

 

 

 

SEGUNDO LUNES

“En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso”

 

ORACIÓN

Si el afortunado Ladrón, al reconocerte como Hijo de Dios y considerar la dicha que le cabía al morir a tu lado, confesándote Rey y pidiéndote le tuvieses presente al entrar en tu gloria, consiguió por su fé y su humildad, la dulcísima promesa de llevarle aquel mismo día al Paraíso, ¿Cómo, Señor Misericordioso, he de dudar de la ternura de tu corazón para aliviar la pena que me oprime, pues aunque ingrato y desleal, siempre te he reconocido y te reconozco como Soberano de los cielos y tierra, y en esta fé deseo vivir y entregar mi vida por defenderla? Espero Señor, que siempre me asistas con tu gracia, para poder oír de tu santísima boca, aquella divina promesa de llevarme a tu reino como el buen ladrón. San Dimas, tu confesor, sea mi abogado, y por su intercesión, escuchada mi súplica. Así sea.

 

Obsequio: Rezar una estación por las almas del Purgatorio.

 

 

 

TERCER LUNES

“Mujer, eh ahí a tu hijo, Juan, he ahí a tu Madre”

 

ORACIÓN

¡Amabilísimo Señor de las Misericordias! no tenemos los pecadores más sublime legado que el que nos dejaste en tu testamento, dándonos a tu Madre amantísima por Madre nuestra, ¿Qué temeremos con su amparo? Si su manto es nuestro escudo, nada nos hará sucumbir. Tu encomiendo la recibió con gusto, como encargo de un Dios moribundo, como deseo de un Hijo adorable y como especial misión de la Augusta Trinidad. Por eso vengo yo confiado, a implorar tu piedad. No me la niegues Señor, hazlo por tu tierna Madre, a quien todo con tanto amor le concedes. El primer beneficio te imploro, es mi satisfacción, y por medio de María la espero, te pido más, bien sabes Tú, cuantas amarguras y dolores oprimen mi corazón, arrebatándome la tranquilidad, incomparable don de tus manos, Tú conoces cuantas lágrimas vierte mi alma, presa de hondos sufrimientos. Dame pues, alivio y paz en mi aflicción, tu Santísima Madre te alabará por mí. Así sea.

 

Obsequio: Rezar una parte del Rosario a la Santísima Virgen por que padecen alguna tribulación.

 

 

 

 

CUARTO LUNES

“¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?”

 

ORACIÓN

¡Grande como el mar es tu tribulación, Señor de las Misericordias, cuando te obliga a exhalar tan dolorosa queja a tu Padre Celestial! ¡Como Dios mío, quisiste extremar tan inmensa agonía! Por amor a los hombres lo permitiste así. Deja pues, que yo ahora exhale también mi doliente clamor y te diga: ¡Padre mío! ¿Por qué me has desamparado?, pero, ¿Qué digo Jesús mío? perdóname, no quiero ofenderte, tu jamás desamparas a tus hijos. Tu Providencia vela sobre todos, otorgas tu gracia al que la pide, y a ninguno niegas tus bondades, como te implore arrepentido. Si alguna vez no concedes tus consuelos como desea el pecador, es prueba de tu ternura infinita, pues quieres darle la moneda del sufrimiento para comprar el cielo. Por el amor de tu amorosa queja, escucha, Oh Jesús, la voz de mi aflicción. Vaya mi ruego con tus benditas lágrimas para que te inclines compasivo a favorecerme. Así sea.

 

Obsequio: Dar una limosna en sufragio de las almas del Purgatorio.

 

 

 

 

QUINTO LUNES

“Sed tengo”

 

ORACIÓN

Inocentísimo Señor de las Misericordias, que quisiste sentir la más ardiente sed, para dar el más doloroso clamor, y significarnos cuanta es la que tenéis de nuestra salvación y cuanto quisisteis sufrir por nuestra salud. Dulce Jesús, Tú, que das cristalinas aguas a los manantiales y fertilizas los campos con lluvias bienhechoras y cubres los pétalos de las flores con perlas de rocío, quisiste padecer el más cruel de los tormentos, secándose por la sed tu sacratísima lengua hasta pegarse el paladar. Si todos los moribundos sufren indeciblemente con la sed, ¿cómo sería la que quisiste sentir con tan universales dolores y tan inauditos sufrimientos? Por esta otra prueba que diste del amor que nos tienes, te pido, Jesús dulcísimo, que yo tenga sed de virtudes, sed de santificarme y sed de salvar a mis semejantes, para que tu tierno clamor halle eco en mi corazón. Además de los bienes espirituales, he menester los bienes terrenos, bien conoces Señor, la necesidad que ahora me aqueja y tengo sed de verla remediada. Así sea.

 

Obsequio: Rezar el ejercicio de Vía Crucis, aplicándolo por la conversión de los pecadores.

 

 

 

 

SEXTO LUNES

“Todo está consumado”

 

ORACIÓN

¡Si, amoroso Jesús de las Misericordias! ya nos enseñaste tu doctrina, confirmada con tu ejemplo y milagros, ya nos regalaste a tu tierna Madre, ya nos diste tu sangre, y tu vida, todos nos lo diste. Nada nos falta para ser eternamente felices, pero ingratos y perversos, olvidamos tus beneficios y nos separamos de Ti para seguir a Satanás. Nos tienta el mundo, el demonio y la carne, preferimos sus efímeros placeres al goce eternal de tu gracia. No merecemos tu amor ni tus beneficios. Castigos en la tierra y eterno infierno, eso, merecemos, Señor, por nuestras muchas culpas. Pero ¿Qué sería de tu preciosa sangre, si ella misma no alegara en nuestra defensa? Por eso de rodillas te suplico, que esa adorable sangre sea mi galardón, y te incline a favorecerme. Así sea.

 

Obsequio: Oír misa por las almas del Purgatorio.

 

 

 

SÉPTIMO LUNES

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”

 

ORACIÓN

Ya entregaste tu alma a tu Eterno Padre y con ella entregaste la nuestra. ¿Qué podemos temer entonces, con tan grande clemencia? Si con tu sacratísimo y último suspiro nos endulzas las penas de esta vida, y con tu precioso aliento nos vivificas, ¿en donde buscaremos mejor consuelo que en tu Cruz? ¿a que buscar otra sombra si nos albergamos bajo el árbol santo en que nos redimiste? ¡Oh Divino Jesús Crucificado! En cada una de tus palabras nos dejaste rico tesoro de enseñanza, bálsamo suavísimo de consuelo, herencia inestimable de valor. ¿Qué puedo hacer yo, Señor, sino recordarte una a una tus misericordias y decirte con el profeta Rey: “ten misericordia de mí Señor, conforme a tu gran misericordia”? a esa última entrega de tu alma, uno y entrego también la mía. Encomiendo a tu paternal ternura mis íntimos dolores, mis trabajos, mi pobreza, mis penas y mis quebrantos. Esta necesidad que hoy me aflige y te presento, la elevo con tu postrera palabra. Tienes los brazos abiertos para recibir al pecador, recíbeme, pues, a mí, que soy el mayor de todos. No termine yo este ejercicio que en honra tuya he practicado, sin que tu dulce voz se deje oír en mi favor, servirá para tu mayor gloria y alabanza, pues mientras más indigno sea yo, más glorificado quedará tu santo nombre. Así Señor, me atrevo a decirte que dejas cumplida en mí, tu soberana obra de redención y de consuelo. En tus manos encomiendo, Señor de las Misericordias, esta nación, esta ciudad, este recinto, donde es acogido el infeliz que gime bajo el peso de la enfermedad. En tus manos encomiendo a tus bienhechores, y a esas almas abnegadas que velan por el afligido y el enfermo. En tus manos encomiendo a cuantos son víctimas de sufrimiento y de la desgracia. Derrama Señor, sobre todas las almas como sobre la mía, el bálsamo de tus consuelos. Y por las siete palabras que pronunciaste en las horas amargas de tu agonía, te pido paz y eterno descanso para las almas del Purgatorio. Así sea.

 

Obsequio: Hacer una fervorosa Comunión, por las almas del Purgatorio.

 

 

 

DEPRECACIONES

Las lágrimas de María por mis culpas derramadas, con la sangre de Jesús mescladas, sean mi consuelo y mi alegría.

 

Por tus Llagas, Señor   R/: Ten piedad de mí

Por tus dolores, Señor

Por tu tristeza, Señor

Por tu sed, Señor

Por tus lágrimas, Señor

Por tu Cruz, Señor

Por tu agonía, Señor

Por tus siete palabras, Señor

Por tu Preciosa Sangre, Señor

 

Por tu Santísima Muerte y Sepultura, líbranos Señor, de todo mal. Amén.

 

JACULATORIAS

L/: Dadles Señor, descanso eterno

R/: Que la luz perpetua las ilumine.

 

L/: Descansen en paz

R/: Amén.

 


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