EJERCICIO DE LOS SIETE LUNES
DEDICADO
AL SEÑOR CRUCIFICADO QUE SE VENERA EN LA
CAPILLA DE ÁNIMAS DEL HOSPITAL GENERAL DE SAN JUAN DE DIOS
Compuesto por una persona devota suya
Con licencia de la Superioridad
Eclesiástica
Guatemala, 1914
INDULGENCIAS
El
secretario de Cámara y Gobierno Eclesiástica que suscribe, certifica que: el
Ilmo. y Rev. Sr. arzobispo de esta Arquidiócesis, D. Luis Durou y Suré C. M.,
concede cien días de Indulgencias a todos los fieles del arzobispado, por cada
oración que recen de este Ejercicio de los Siete lunes.
Palacio Arzobispal de Guatemala, 4 de
marzo de 1930
José Luis Montenegro y Flores
Srio.
Se
hará la señal de la cruz y luego se rezará lo siguiente:
ACTO DE CONTRICIÓN
Amorosísimo
Señor de las Misericordias, Hijo de Dios, igual al Padre y al Espíritu Santo,
Dueño de la vida y de la muerte. Dador de penas y de consuelos, el mejor de
todos los amigos, que por nosotros derramó hasta la última gota de su sangre,
he aquí un pecador, que mucho te ha ofendido, mas hoy llora amargamente sus
culpas, quiere amarte y suplir con su dolor y sus lágrimas el gran mal que
cometió, apartándose de Ti. No desoigáis, Señor de las Misericordias, al
pecador arrepentido, y pruébale de una vez más, cuan bueno eres extendiendo tus
manos cual Padre cariñoso para abrazarlo. Si mis faltas levantaron un muro
entre Tú y mi pobre alma, allí tienes a tu dulce madre que aboga por mí, allí
esta esa Cruz en que fuiste muerto por salvar mi alma, allí están esos clavos y
esas espinas que por mi te hirieron, allí, en fin, tus dolores, tus lágrimas,
tu sed y tus sublimes palabras antes de expirar. Por estos tesoros de perdón
tan inagotables, ten, Señor, misericordia de mí. Sed para mi un consuelo, en
medio de mis tristezas que son tantas, oiga tu voz, como la oyó el dichoso
ladrón, y que tu amor me diga: Hijo mío, te perdono, y te doy lo que me pidas.
Así sea.
PRIMER LUNES
“Padre mío, perdónalos porque no saben lo
que hacen”
ORACIÓN
Dulce
Jesús de las Misericordias, que, en el colmo de la más cruel agonía, y en el
punto supremo de tu muerte, orabas por nosotros, pobres pecadores, si tus
ruegos de Dios agonizante eran dirigidos al Eterno Padre por los que te
crucificaban, ¿Cómo no he de esperar que no me perdones y asistas en esta
inmensa aflicción, si humillado te pido con tu amoroso perdón, la compasión y
el olvido de mis faltas? Realmente, Señor, no conocí al ofenderte, el abismo de
infinitos males que me causaba. Sea pues, el clamor de tu primera palabra, el
sello de mi salvación, el ósculo de tu clemencia, y la llave de mi eterna
felicidad. En recuerdo de tu heróica plegaria, te ofrezco Señor el ejercicio de
este día y en mis pobres oraciones, recibe el suave incienso de mi fé y
devoción. También te pido Señor, por tu Iglesia santa y sus ministros, para que
destierres del mundo el error y la impiedad, y que todos te amen y busquen el
reino de Dios y su justicia. Así sea.
Obsequio:
Perdonar a los que nos hayan ofendido.
Jaculatoria:
Dad, Señor, a las almas del Purgatorio, el descanso eterno.
SEGUNDO LUNES
“En verdad te digo, que hoy estarás
conmigo en el Paraíso”
ORACIÓN
Si
el afortunado Ladrón, al reconocerte como Hijo de Dios y considerar la dicha
que le cabía al morir a tu lado, confesándote Rey y pidiéndote le tuvieses
presente al entrar en tu gloria, consiguió por su fé y su humildad, la
dulcísima promesa de llevarle aquel mismo día al Paraíso, ¿Cómo, Señor
Misericordioso, he de dudar de la ternura de tu corazón para aliviar la pena
que me oprime, pues aunque ingrato y desleal, siempre te he reconocido y te
reconozco como Soberano de los cielos y tierra, y en esta fé deseo vivir y entregar
mi vida por defenderla? Espero Señor, que siempre me asistas con tu gracia,
para poder oír de tu santísima boca, aquella divina promesa de llevarme a tu
reino como el buen ladrón. San Dimas, tu confesor, sea mi abogado, y por su
intercesión, escuchada mi súplica. Así sea.
Obsequio:
Rezar una estación por las almas del Purgatorio.
TERCER LUNES
“Mujer, eh ahí a tu hijo, Juan, he ahí a
tu Madre”
ORACIÓN
¡Amabilísimo
Señor de las Misericordias! no tenemos los pecadores más sublime legado que el
que nos dejaste en tu testamento, dándonos a tu Madre amantísima por Madre
nuestra, ¿Qué temeremos con su amparo? Si su manto es nuestro escudo, nada nos
hará sucumbir. Tu encomiendo la recibió con gusto, como encargo de un Dios
moribundo, como deseo de un Hijo adorable y como especial misión de la Augusta
Trinidad. Por eso vengo yo confiado, a implorar tu piedad. No me la niegues
Señor, hazlo por tu tierna Madre, a quien todo con tanto amor le concedes. El
primer beneficio te imploro, es mi satisfacción, y por medio de María la
espero, te pido más, bien sabes Tú, cuantas amarguras y dolores oprimen mi
corazón, arrebatándome la tranquilidad, incomparable don de tus manos, Tú
conoces cuantas lágrimas vierte mi alma, presa de hondos sufrimientos. Dame
pues, alivio y paz en mi aflicción, tu Santísima Madre te alabará por mí. Así
sea.
Obsequio:
Rezar una parte del Rosario a la Santísima Virgen por que padecen alguna
tribulación.
CUARTO LUNES
“¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has
desamparado?”
ORACIÓN
¡Grande
como el mar es tu tribulación, Señor de las Misericordias, cuando te obliga a
exhalar tan dolorosa queja a tu Padre Celestial! ¡Como Dios mío, quisiste
extremar tan inmensa agonía! Por amor a los hombres lo permitiste así. Deja
pues, que yo ahora exhale también mi doliente clamor y te diga: ¡Padre mío!
¿Por qué me has desamparado?, pero, ¿Qué digo Jesús mío? perdóname, no quiero
ofenderte, tu jamás desamparas a tus hijos. Tu Providencia vela sobre todos,
otorgas tu gracia al que la pide, y a ninguno niegas tus bondades, como te
implore arrepentido. Si alguna vez no concedes tus consuelos como desea el
pecador, es prueba de tu ternura infinita, pues quieres darle la moneda del
sufrimiento para comprar el cielo. Por el amor de tu amorosa queja, escucha, Oh
Jesús, la voz de mi aflicción. Vaya mi ruego con tus benditas lágrimas para que
te inclines compasivo a favorecerme. Así sea.
Obsequio:
Dar una limosna en sufragio de las almas del Purgatorio.
QUINTO LUNES
“Sed tengo”
ORACIÓN
Inocentísimo
Señor de las Misericordias, que quisiste sentir la más ardiente sed, para dar
el más doloroso clamor, y significarnos cuanta es la que tenéis de nuestra
salvación y cuanto quisisteis sufrir por nuestra salud. Dulce Jesús, Tú, que
das cristalinas aguas a los manantiales y fertilizas los campos con lluvias
bienhechoras y cubres los pétalos de las flores con perlas de rocío, quisiste
padecer el más cruel de los tormentos, secándose por la sed tu sacratísima
lengua hasta pegarse el paladar. Si todos los moribundos sufren indeciblemente
con la sed, ¿cómo sería la que quisiste sentir con tan universales dolores y
tan inauditos sufrimientos? Por esta otra prueba que diste del amor que nos
tienes, te pido, Jesús dulcísimo, que yo tenga sed de virtudes, sed de
santificarme y sed de salvar a mis semejantes, para que tu tierno clamor halle
eco en mi corazón. Además de los bienes espirituales, he menester los bienes
terrenos, bien conoces Señor, la necesidad que ahora me aqueja y tengo sed de
verla remediada. Así sea.
Obsequio:
Rezar el ejercicio de Vía Crucis, aplicándolo por la conversión de los
pecadores.
SEXTO LUNES
“Todo está consumado”
ORACIÓN
¡Si,
amoroso Jesús de las Misericordias! ya nos enseñaste tu doctrina, confirmada
con tu ejemplo y milagros, ya nos regalaste a tu tierna Madre, ya nos diste tu
sangre, y tu vida, todos nos lo diste. Nada nos falta para ser eternamente
felices, pero ingratos y perversos, olvidamos tus beneficios y nos separamos de
Ti para seguir a Satanás. Nos tienta el mundo, el demonio y la carne,
preferimos sus efímeros placeres al goce eternal de tu gracia. No merecemos tu
amor ni tus beneficios. Castigos en la tierra y eterno infierno, eso,
merecemos, Señor, por nuestras muchas culpas. Pero ¿Qué sería de tu preciosa
sangre, si ella misma no alegara en nuestra defensa? Por eso de rodillas te
suplico, que esa adorable sangre sea mi galardón, y te incline a favorecerme. Así
sea.
Obsequio:
Oír misa por las almas del Purgatorio.
SÉPTIMO LUNES
“Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu”
ORACIÓN
Ya
entregaste tu alma a tu Eterno Padre y con ella entregaste la nuestra. ¿Qué
podemos temer entonces, con tan grande clemencia? Si con tu sacratísimo y
último suspiro nos endulzas las penas de esta vida, y con tu precioso aliento
nos vivificas, ¿en donde buscaremos mejor consuelo que en tu Cruz? ¿a que
buscar otra sombra si nos albergamos bajo el árbol santo en que nos redimiste?
¡Oh Divino Jesús Crucificado! En cada una de tus palabras nos dejaste rico
tesoro de enseñanza, bálsamo suavísimo de consuelo, herencia inestimable de
valor. ¿Qué puedo hacer yo, Señor, sino recordarte una a una tus misericordias
y decirte con el profeta Rey: “ten misericordia de mí Señor, conforme a tu gran
misericordia”? a esa última entrega de tu alma, uno y entrego también la mía.
Encomiendo a tu paternal ternura mis íntimos dolores, mis trabajos, mi pobreza,
mis penas y mis quebrantos. Esta necesidad que hoy me aflige y te presento, la
elevo con tu postrera palabra. Tienes los brazos abiertos para recibir al
pecador, recíbeme, pues, a mí, que soy el mayor de todos. No termine yo este
ejercicio que en honra tuya he practicado, sin que tu dulce voz se deje oír en
mi favor, servirá para tu mayor gloria y alabanza, pues mientras más indigno
sea yo, más glorificado quedará tu santo nombre. Así Señor, me atrevo a decirte
que dejas cumplida en mí, tu soberana obra de redención y de consuelo. En tus
manos encomiendo, Señor de las Misericordias, esta nación, esta ciudad, este
recinto, donde es acogido el infeliz que gime bajo el peso de la enfermedad. En
tus manos encomiendo a tus bienhechores, y a esas almas abnegadas que velan por
el afligido y el enfermo. En tus manos encomiendo a cuantos son víctimas de
sufrimiento y de la desgracia. Derrama Señor, sobre todas las almas como sobre
la mía, el bálsamo de tus consuelos. Y por las siete palabras que pronunciaste
en las horas amargas de tu agonía, te pido paz y eterno descanso para las almas
del Purgatorio. Así sea.
Obsequio:
Hacer una fervorosa Comunión, por las almas del Purgatorio.
DEPRECACIONES
Las
lágrimas de María por mis culpas derramadas, con la sangre de Jesús mescladas,
sean mi consuelo y mi alegría.
Por
tus Llagas, Señor R/: Ten piedad de
mí
Por
tus dolores, Señor
Por
tu tristeza, Señor
Por
tu sed, Señor
Por
tus lágrimas, Señor
Por
tu Cruz, Señor
Por
tu agonía, Señor
Por
tus siete palabras, Señor
Por
tu Preciosa Sangre, Señor
Por
tu Santísima Muerte y Sepultura, líbranos Señor, de todo mal. Amén.
JACULATORIAS
L/: Dadles Señor,
descanso eterno
R/: Que la luz perpetua las ilumine.
L/:
Descansen en paz
R/: Amén.
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