DÍA
VEINTINUEVE
MEDITACIÓN
Sufragios
que podrán prometerse en el Purgatorio los bienhechores de aquellas benditas
almas.
Con
la medida con que tratáramos a los otros, seremos tratados también nosotros
mismos, y la felicidad de hallar o no hallar piedad en la otra vida, no es sino
efecto y mérito de la que practicamos sobre la tierra. La piedad es una dichosa
semilla que produce piedad, y el hombre en el siglo futuro no recoge otra cosa sino
lo que siembra en el presente. Por lo cual, si hemos sembrado sufragios en el
Purgatorio, los recogeremos más copiosos y abundantes para nosotros, cuando nos
acontezca caer en aquella región infelicísima de penas: más si no hemos dado
otras pruebas que de olvido y de dureza, ¡ay! cuán triste será el fruto que
recogerán nuestras almas! Encontraremos allá la misma dureza y el mismo olvido
que tuvimos en vida para con los difuntos, lo que nos será tanto más sensible,
y doloroso, cuanto menos podremos dudar que es fruto infelicísimo de nuestra
presente conducta. Para evitar, pues, tan triste caso, seamos generalmente
piadosos para con el Purgatorio. Dios todo lo puede; pero no está obligado a hacer
milagros. En los consejos de su santísima voluntad ha establecido una cierta
economía de providencia de la que ordinariamente no se aparta. Hace nacer su
sol sobre los terrenos ingratos y sobre los buenos; más sobre los ingratos
parece que pierde su influjo este astro benéfico, y sobre los buenos produce
abundantes cosechas; lo que sucede ahora en este, sucede también después en el
otro mundo: y aunque a ninguno de los difuntos podrán faltarle los sufragios de
la religión, al ingrato, empero, para con el Purgatorio, por justa retribución de
la Divina Justicia, poco o nada le aprovecharán, aun los que se hagan por él; y
por el contrario, el que fué misericordioso y piadoso, encontrará una piedad
felizmente fecundada y acrecentada por el favor divino, con una participación
más copiosa de los sufragios comunes, y aun de los particulares que se hagan por
otros. Procuremos, pues, al presente, este
divino
favor para no desearlo inútilmente, cuando no tendremos ya más tiempo en la
otra vida. En el mundo se obra más por imitación que por principios, y el
ejemplo es la razón más influente en las acciones de los hombres, si, pues,
nosotros hubiésemos dejado en la tierra ejemplos de una verdadera devoción para
con el Purgatorio, habrá otros que nos omiten en tal
piedad:
más si hubiéramos dado el escándalo de una fría indiferencia y de un cruel
olvido, ¿no seremos acaso olvidados y descuidados también nosotros? Aprovecha
dejar misas y otros piadosos sufragios a los herederos, para que los hagan
celebrar después de la muerte, pero los herederos serán como fuimos nosotros, puntuales
y exactos en cumplirlos, o negligentes e injustos en omitirlos. De nuestra conducta,
por tanto, depende todo, así el prepararnos un fruto de piedad en el otro mundo,
como procurarnos el favor divino, y granjearnos una generosa correspondencia de
los fieles. ¿Quién querrá defraudarse a sí mismo de tanto bien?
ORACIÓN
¡Ah!
nosotros no queremos defraudarnos, ¡oh Señor! del beneficio de la piedad de los
demás, y de vuestra misericordia: antes bien, nos encomendamos en gran manera a
las entrañas de vuestra infinita bondad, y a las obras de caridad de nuestros
hermanos. En el otro mundo no se puede recibir bien alguno, si no emana de tan preciosas
fuentes. Todo lo demás nos faltará; pero todo lo tendremos si vos, oh gran Dios,
nos asistís con vuestra clemencia, si los piadosos fieles nos socorren con sus
sufragios. Y para empeñar vuestra bondad y la caridad de nuestros hermanos en
socorrernos, queréis vos que nos granjeemos para ello el mérito en la presente
vida. Nosotros prometemos hacerlo con todo empeño; ¿cómo podrémo8 salir con
ello sin vuestra ayuda? Vos sois el que dais el poder y el querer: vos sois
quien sembráis en nuestras almas la semilla de una generosa piedad. ¡Ah!
Derramad en abundancia esta tan divina semilla, que será nuestro mayor empeño
corresponder plenamente a vuestra gracia. Amén.
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