viernes, 27 de noviembre de 2020

SIETE VIERNES A JESÚS DE LOS POBRES

 


 

SIETE VIERNES A LA MILAGROSA IMAGEN DE JESÚS DE LOS POBRES

Devoción compuesta por una pobre devota

 

Con licencia de la Autoridad Eclesiástica

Guatemala, 14 de diciembre de 1906

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS VIERNES

¡Adorable Jesús mío! aquí postrados ante tu soberana presencia, venimos a pedirte perdón de todos los extravíos de nuestra vida. Venimos arrepentidos a ofrecerte nuestro tibio y pobre corazón para que lo enciendas y lo enriquezcas en tu divino amor y lo apartes de todo lo que no sea conforme con tu santa Ley, que es toda caridad para con Dios y con todos nuestros prójimos en Dios. Te pedimos Señor, que nos conduzcas por tus Santos Caminos, dándonos luz, esa luz divina que de tanto necesitamos para salir de las luctuosas sombras del pecado, que son al mismo tiempo, duras cadenas que nos tienen sujetos en las prisiones de la maldad. Dadnos, Señor, fuerza contra nuestra flaqueza, paciencia en la desesperación, fé en la tibieza, calma en los arrebatos, resignación en las enfermedades, conformidad en la pobreza, en la que tengamos presente que Vos, Señor, naciste pobre, viviste pobre y moriste pobre, conformidad también en todos los trabajos que seáis servido enviarnos. Apartad de nosotros todos los ruines sentimientos de odio, de venganza, de envidia, y de mala voluntad contra el prójimo, encaminad nuestros pasos por la senda de la perfección para ser del número de tus escogidos. Yo te ofrezco Señor, en cuanto pueda y ayudado de vuestra gracia divina, apartarme de las ocasiones del pecado, para solo servirte obedeciendo tus santos mandamientos, y después de esta vida, ser digna de llegar a los pies del trono de tu Augusta Majestad en el cielo. Así sea.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

 

PRIMER VIERNES

LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL MONTE DE LOS OLIVOS

 

CANCIÓN

Aquí estoy mi Jesús, aquí me tienes

Humillado pidiéndote de hinojos

Una mirada de tus dulces ojos

Que inflame con tu amor mi corazón.

 

MEDITACIÓN

Divino Jesús mío, con los ojos del alma te vemos humildemente arrodillado en tierra, con las manos juntas y los ojos levantados al cielo elevando, elevando fervorosa oración a tu Padre Celestial en el Huerto de los Olivos, ofreciendo en sacrificio tu preciosa vida por nuestra salvación eterna. Allí, Jesús mío, se presentaron a tus divinos ojos todos los horrorosos tormentos y amarguras de tu cruelísima pasión, allí la Cruz, la Lanza, los clavos, los cordeles con que habías de ser atado y preso, los clavos que iban a traspasar tus sagrados pies y manos, la corona de espinas que había de taladrar tu Santa Cabeza, el desmayo que por la fiereza de la flagelación había de rendirte al pie de la Columna, tu Inmaculada Sangre derramada por el suelo y despreciada de todos, los groseros ultrajes de tus implacables enemigos, de tus tiranos verdugos, la calle de la amargura, tus repetidas caídas con la cruz a cuestas, el calvario, tu dolorosa y larga agonía, en fin, tu afrentosa muerte. Este cuadro aterrador con todos sus martirios, te obligó a sudar sangre y agua, haciéndote exclamar, agonizante y rendido por el dolor: “Padre mío, si es posible, aparta de mí este cáliz, más no se haga mi voluntad sino la vuestra.” ¡Jesús mío! haz que yo siga siempre y en todo, tan sublime ejemplo de humildad y de obediencia, y así como el Ángel del Señor vino a confortar tu ánimo, así también dadnos fuerza, valor y paciencia, para llevar con firme resignación todos los trabajos que seáis servido enviarnos, y hacer en todo, tu santísima voluntad.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

CANCIÓN

Me acerco a ti, cual infeliz mendigo

Que una limosna pide humildemente

Doblego al suelo mi abatida frente

Implorando limosna de tu amor.

 

ACCIÓN DE GRACIAS

¡Oh Jesús! Con el alma llena de unción, con mi pobre corazón lleno de amor y de gratitud, estoy aquí a tus pies para darte gracias infinitas por los beneficios que me habéis dispensado, y te ruego que, por tu Santa Misericordia, me sigáis dispensando, concediéndome tus grandes favores, pero no te pido solo mí, te pido también por mi familia toda y por cada uno en particular, te pido por todos tus devotos, por los enfermos, por los ancianos, por los presos, por los extraviados de tu Santísima Ley, y por toda clase de necesitados y desvalidos, dándote por mi y en nombre de todos ellos, nuestros más rendidos agradecimientos, y te ofrecemos de todo corazón, que de hoy en adelante, quedamos rendidos y sumisos a tu santísima voluntad, obedeciendo en todo a tu divina ley, con lo que deseamos agradarte, servirte y no ofenderte más en lo que nos faltare de vida, mereciendo un día el premio que nos tienes prometido, alcanzando la felicidad de adorarte en el Cielo por toda la eternidad. Así sea.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

CANCIÓN

Te amo Jesús con toda el alma mía,

Tu eres mi paz, mi dicha y mi consuelo

Amarte a ti es poseer el cielo,

Es gozar de la gloria desde aquí.

 

Eres Jesús la vida de mi vida,

En amarte no más encuentro calma

Ábreme el corazón Jesús de mi alma,

Y acógeme en tu amor hasta morir.

 

Y allá Jesús en tu presencia bella,

Cuando tiemble ante ti mi alma agitada

Dirígeme dulcísima mirada

Y déjame a tus pies cerca de ti.

 

Aquí estoy mi Jesús, aquí me tienes

Humillado pidiéndote de hinojos,

Una mirada de tus dulces ojos

Que inflame con tu amor mi corazón.

 

 

 

 

SEGUNDO VIERNES

LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

CANCIÓN

Aquí estoy mi Jesús, aquí me tienes

Humillado, pidiéndote de hinojos,

Una mirada de tus dulces ojos,

Que inflame con tu amor mi corazón.

 

MEDITACIÓN

¡Oh dulcísimo Jesús! Nuestro Padre, nuestro Criador y Redentor, aquí estamos a tus divinas plantas, humillados, avergonzados y arrepentidos de nuestras iniquidades, y venimos en este día consagrado a los recuerdos de tu Pasión Santísima, a pedirte perdones los errores que nos han apartado de vos, y la indiferencia de nuestros fríos y duros corazones en apreciar el mérito de tus enormes y dolorosos sacrificios que te llevaron hasta entregar tu preciosa vida, desgarrando a un tiempo el tierno corazón de tu Santísima e Inmaculada Madre. ¡Si Jesús mío! somos nosotros en la persona de los judíos, los que te hemos preso, azotado en la columna, burlado, coronado de espinas, abofeteado, escupido, ultrajado, llevado al Calvario cargando con la cruz, a donde llegaste agonizante, rendido, fatigado, para luego destrozar tu cuerpo, renovar tus llagas al ser arrancadas tus vestiduras, clavado de pies de manos en el madero, levantando en alto, y expuesto a la vista de tanto corazón frío e indolente que te contempla sin conmoverse, sin derramar una sola lágrima de dolor ni compasión… ¡Tres largas horas más de dolorosa agonía, pronunciando aquellas siete dulcísimas palabras, dirigidas a tu Padre celestial, pidiéndole el perdón para los mismos que lo han sacrificado! Haz Señor, que yo grave en mi duro corazón ese sublime ejemplo de caridad, enseñándome a perdonar a los que me hagan mal, devolviéndoles todo el bien que pueda, si de mi lo necesitan. Enséñanos a ser sufridos y resignados, poniendo en nuestras almas, un grande amor a tu Santísima Pasión, para que, siguiendo en esta vida tus santos caminos y hermosos ejemplos, logremos la perfección que ha de conducirnos a tus divinas plantas en la Jerusalén Celestial. Así sea.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

CANCIÓN

Me acerco a ti, cual infeliz mendigo

Que una limosna pide humildemente

Doblego al suelo mi abatida frente

Implorando limosna de tu amor.

 

ACCIÓN DE GRACIAS

¡Oh dulcísimo Jesús mío! recibe el homenaje de agradecimiento y sumisión que venimos a rendirte por los innumerables favores que te debemos, por los inmensos beneficios que a estas ingratas criaturas has dispensado, y por los muchos beneficios que todavía esperamos de tu misericordioso corazón, dándonos todos los días la limosna espiritual de tu divina gracia y de tu santo amor, para que sepamos servirte y amarte, correspondiendo a tus grandes finezas, y la limosna material en la que pedimos y esperamos el pan nuestro de cada día, para todos tus hijos necesitados, especialmente los ancianos, las viudas, huérfanos, y toda clase de pobres, dando a todos paciencia en sus trabajos, para tener acierto en hallar el camino verdadero que nos dejaste regado con tu sangre inmaculada, y hallarte en la tremenda hora de la muerte, lleno de misericordia, para concedernos el perdón de nuestras culpas, y ocupar el cielo un lugar a los pies de tu Divina Majestad. Así sea.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

CANCIÓN

Te amo Jesús con toda el alma mía,

Tu eres mi paz, mi dicha y mi consuelo,

Amarte a ti es poseer el cielo

Es gozar de la gloria desde aquí.

 

 

 

 

TERCER VIERNES

LA ENSANGRENTADA CORONA DE ESPINAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

CANCIÓN

Aquí estoy mi Jesús, aquí me tienes

Humillado, pidiéndote de hinojos,

Una mirada de tus dulces ojos,

Que inflame con tu amor mi corazón.

 

MEDITACIÓN

¡Humildísimo Jesús! Mi Padre, mi Señor y mi Dios, yo te adoro con todo mi corazón, por el hermoso ejemplo de sufrimiento, de paciencia y de bondad, por el silencio con que sufres amado Jesús mío, que tus verdugos agoten los recursos de la crueldad, inventando tejer una corona con ramas de agudas espinas, para colocarla sobre tu cabeza, apretándola en tus divinas sienes, hasta hacer brotar la sangre que corrió sobre tu rosto y tus cabellos, agregando un raído manto de púrpura sobre tus hombros y una caña en la mano, como Rey de burlas, luego ponen sobre tus ojos una venda, para que adivines quienes son los que golpean tu santísimo Rostro con bofetadas e injurias, a ti, Señor de las misericordias, a ti, rebosando el corazón de amor y caridad para con los mismos inhumanos verdugos, y así enseñarnos a no tomar venganza, sino a perdonar a los que nos ofenden. Arranca Jesús mío, de nuestro débil corazón, todas las malas pasiones, todo mal sentimiento y toda mala voluntad para con el prójimo, encaminándonos por el sendero de tu ley divina, que todo nuestro deseo sea amarte y servirte aquí en la tierra, para lograr acompañarte después en el cielo. Así sea.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

CANCIÓN

Me acerco a ti, cual infeliz mendigo

Que una limosna pide humildemente

Doblego al suelo mi abatida frente

Implorando limosna de tu amor.

 

ACCIÓN DE GRACIAS

¡Padre mío amantísimo de los pobres, Jesús mío! mi  lengua enmudece, mi boca no halla palabras para expresarte mi agradecimiento por todas tus bondades, tanto espirituales como temporales, que de tu dulce corazón he recibido en tanto tiempo en que he vivido descuidado de mis sagrados deberes, despreciando tus amorosas inspiraciones para llamarme a tu rebaño, como la oveja perdida entre los punzadores zarzales del mundo, entregado a mi perdición, desoyendo tus tiernos llamamientos, sordo a las cariñosas voces de tu amor, pero ya escucho, mi Jesús, tus dulces palabras, oigo que me llamas y que tienes abiertos los brazos de tu misericordia para recibirme, dándome el ósculo de bendición y yo, arrepentido de mi horrenda ingratitud, me arrojo a tus divinas plantas, te entrego del todo mi pobre corazón, mi alma, mi vida y todo cuanto soy y valgo como hechura tuya, esperando que tu divina gracia me sostendrá para no volver a caer envuelto en los espinosos zarzales del pecado. Llévame Señor a tu regazo, no quiero separarme de ti, líbrame de todos los peligros que me rodean ya que siempre estás dispuesto a levantarme cuando caigo. Acepta Señor, este corazón arrepentido, que vivirá por ti y para ti mientras le dure la vida, en justo agradecimiento de todas tus finezas y tu amor, de ese amor paternal tan tierno, tan dulce, el único verdadero que no me dejará perecer, sino que por ese mismo amor me conduciré a los pies del Trono de tu gloria, para alabarte y adorarte como a mi Dios por siempre en la eternidad como el Padre y el Espíritu Santo. Así sea.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

 

CANCIÓN

Te amo Jesús con toda el alma mía,

Tu eres mi paz, mi dicha y mi consuelo,

Amarte a ti es poseer el cielo

Es gozar de la gloria desde aquí.

 

 

 

 

CUARTO VIERNES

LA LANZA, ESPONJA Y CLAVOS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

CANCIÓN

Aquí estoy mi Jesús, aquí me tienes

Humillado, pidiéndote de hinojos,

Una mirada de tus dulces ojos,

Que inflame con tu amor mi corazón.

 

MEDITACIÓN

¡Pacientísimo Jesús de mi corazón! Cuanto dolor padeciste al contemplar todas las insignias que te habían de atormentar todas las insignias que te habían de atormentar en tu dolorosa pasión, la lanza que abrió tu pecho, donde se anida, inmensa, infinita tu misericordia, y quedó hermoseada con tu preciosa sangre. Santísima Sangre que en el momento de brotar de la herida curó la vista al ciego Longinos, y pudo verte y contemplarte, sacrificado por el y por todos nosotros. Sangre purísima que nos lavó y purificó, que nos curó y nos volvió a la vida de gracia y a las puertas de la gloria ¡Sangre Divina, bendita seas por todos los hombres y en todos los siglos! Y para que no quedase ¡Oh Jesús mío! parte sana de tu cuerpo, inventaron mortificar el paladar dándote a beber vinagre mezclado con hiel, acercando a tus purísimos labios una esponja empapada para quitarte la sed ¡Cuanta crueldad! No hay lengua ni palabras con que explicar tanta dureza, tan negra ingratitud en corazones humanos. ¡Oh Jesús, con la misma indolencia prepararon los verdugos, los gruesos clavos que debían traspasar tus pies y manos santísimos! Yo bendigo Señor, todos los instrumentos del suplicio que sirvieron para inmolarte, porque ellos son los instrumentos de nuestra salvación, ellos nos han abierto el camino de la vida, ellos han servido para abrirnos del par en par las puertas del cielo, pero falta que no vayamos a encerrarlas con nuestra indiferencia, para que, sabiendo aprovechar esa facilidad eterna, te acompañemos por todos los siglos con tus escogidos. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

CANCIÓN

Te amo Jesús con toda el alma mía,

Tu eres mi paz, mi dicha y mi consuelo,

Amarte a ti es poseer el cielo

Es gozar de la gloria desde aquí.

 

ACCIÓN DE GRACIAS

¡Dulcísimo Jesús mío! aceptad Señor, este corazón lleno de agradecimiento por todos tus favores, que con amargos sufrimientos me has dispensado y sufriste con cada uno de los instrumentos de tu dolorosa muerte, por mí y por toda humana criatura para satisfacer a la Divina Justicia y salvarnos de la muerte eterna, dándonos en cambio la vida de tu gloriosa resurrección celestial, que esperamos por tus méritos infinitos y los de tu santísima Madre, que son los únicos tesoros que pueden enriquecernos para merecer la felicidad que nos tienes prometida, pues pobres como somos de merecimientos, no somos dignos tampoco de alcanzarla si solos, y así lograremos la dicha de alabarte en el Cielo por siempre a los pies de tu Soberana y Divina Majestad. Así sea.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

CANCIÓN

Te amo Jesús con toda el alma mía,

Tu eres mi paz, mi dicha y mi consuelo,

Amarte a ti es poseer el cielo

Es gozar de la gloria desde aquí.

 

 

 

QUINTO VIERNES

LA SAGRADA SÁBANA Y LAS LLAGAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

CANCIÓN

Aquí estoy mi Jesús, aquí me tienes

Humillado, pidiéndote de hinojos,

Una mirada de tus dulces ojos,

Que inflame con tu amor mi corazón.

 

MEDITACIÓN

¡Jesús mío! Quisiera yo tener en mi pobre corazón los elevados sentimientos y la piadosa inteligencia que anima a los celestiales espíritus para entrar en la Santa contemplación de tu pasión dolorosa. ¡Ay Jesús mío! solo tu infinito amor por la salvación de los pobres hombres, muy pobres de merecimientos, pudo hacerte sufrir tan agudos tormentos. Yo contemplo con los ojos de mi pobre alma, todas las llagas de Tu Santísimo Cuerpo, todos tus miembros desgarrados por los golpes y la horrible flagelación, los tormentos de sangre derramada por el suelo y el incomparable desmayo que te hizo sucumbir estando atado de las manos en la columna, esa grandísima llaga que en tus espaldas formó la inaudita crueldad de los verdugos, esa llaga y esa Sangre divina, quedó estampada en la Sábana Sagrada, cuando fue envuelto en ella tu santísimo Cuerpo al ser bajado de la Cruz por los piadosos varones. ¡Oh caridad de mi Dios! Yo te pido más y todavía más, que graves en nuestros duros corazones los sentimientos de verdadero amor  a cada uno de los tormentos, dolores y amarguras que en toda tu pasión padeciste, que nos enseñes a seguirte por el camino de la Cruz, llevando con toda humildad, resignación y paciencia en todos los trabajos, que sea tu voluntad enviarnos, para enriquecernos en virtudes, dejando para siempre todas nuestras palabras, obras y acciones que sean ofensas a tu Sacratísimo Corazón, llevando siempre una vida en gracia. Sellad nuestros labios, sellad nuestro entendimiento y nuestra voluntad, para no abrirlo sino para entonar tus alabanzas, que sean a tu mayor gloria, en unión de toda la Augusta Majestad de los cielos, que es la Trinidad Beatísima, con el Padre Omnipotente y el Espíritu Santo. Así sea.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

CANCIÓN

Me acerco a ti, cual infeliz mendigo

Que una limosna pide humildemente

Doblego al suelo mi abatida frente

Implorando limosna de tu amor.

 

ACCIÓN DE GRACIAS

¡Jesús de mi corazón! ¡Jesús de mi alma! Si desde el momento de venir yo al mundo, hasta el día de hoy, hubiera empleado mi vida en amarte, servirte, adorarte y reverenciarte, ni, aun así, habría podido ni sabido corresponder a tu dulcísimo amor, ni a tus incomparables beneficios, ni a tus inmensos sacrificios, que por todos nosotros has hecho desde el pesebre de Belén hasta el Calvario, empleando toda tu preciosa vida en amarnos como nos has amado. Y nosotros ¿Cómo podremos corresponder a las durezas de ese amor y a esos enormes sacrificios?... Solo, Jesús mío, obedeciendo tu Santa Ley, dejando a un lado las grandezas humanas, los honores del orgullo, las riquezas materiales, sino para ejercitar la caridad con el prójimo, buscándote en la oración, en la humildad, en la pobreza, en la mansedumbre, en la obediencia, en el recogimiento, perdonando y olvidando ofensas, disculpando errores y procurando el bien posible a nuestros semejantes. Servíos Señor, aceptar este sincero voto de nuestra gratitud y de nuestro amor, que será lo más grato a tu Divino Corazón, pues siendo tan perfecta tu caridad y tan grande tu misericordia, no vacilas en perdonarnos y aceptar nuestros sinceros arrepentimientos, unidos a los tiernos y amorosos actos de corazones fieles que te alaban y bendicen aquí en la tierra, para alabarte y glorificarte después en el Cielo, en unión del Padre Omnipotente y el Espíritu Divino por toda la eternidad. Así sea.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

CANCIÓN

Te amo Jesús con toda el alma mía,

Tu eres mi paz, mi dicha y mi consuelo,

Amarte a ti es poseer el cielo

Es gozar de la gloria desde aquí.

 

 

 

 

SEXTO VIERNES

LA SANTA CRUZ DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

CANCIÓN

Aquí estoy mi Jesús, aquí me tienes

Humillado, pidiéndote de hinojos,

Una mirada de tus dulces ojos,

Que inflame con tu amor mi corazón.

 

MEDITACIÓN

¡Santísima Cruz! ¡Cruz divina! ¡Ancora de mi salvación, dulce esperanza en medio de las amarguras de la vida! Símbolo de mi fé, apoyo fuerte en las debilidades de mi espíritu, sombra protectora de caridad, lazo de unión entre el cielo y la tierra, entre los hombres y Dios. Yo te adoro, yo te bendigo, yo te venero con toda el alma, con todo el corazón. ¡Santísima Cruz, árbol fecundo fertilizado con la Sangre de Dios! ¡Tu me santificaste al nacer, tú me acompañarás al morir! Tu eres bendita y santa, porque tus brazos tocaron la carne divinizada del Verbo, y en tu presencia huyen los malignos espíritus. Tu eres manantial de gracia y por ti se abren las puertas del cielo. Santísima Cruz, instrumento bendito de redención, tabla salvadora del desgraciado naufrago perdido en el oleaje del mundo. Santísima Cruz, testigo elocuente del Santísimo Sacrificio de Jesús y de los dolores de su dulcísima Madre, cuyo corazón fue taladrado con las siete espadas de incomparables angustias, de espantosos dolores. Tu fuiste testigo de sus lágrimas, de sus sollozos, de sus lamentos, de su conformidad con la voluntad del Altísimo y de su obediencia, al ver cumplidas las profecías en la humanidad de Jesús, en el Hijo adorado de su Corazón. Tu fuiste testigo de la aguda contrición de Magdalena. ¡Bendita seas por toda la eternidad! Tu recoges el último suspiro del moribundo cristiano, como señal de bendición celestial y vives sobre el corazón de los que aman y los acompañan siempre. Tienes abiertos los brazos para que los que te buscan y para los que te olvidan, si alguna vez vuelven a tu lado. Bendita seas, herencia preciosa de nuestro Redentor, por toda la eternidad.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

 

TRES AVES MARÍAS A LA VIRGEN DOLOROSA

 

I.

¡Incomparablemente Dolorosa, dulcísima Virgen María! ¡Corazón despedazado con la cruelísima pasión de tu adorado Jesús! Por tus lágrimas divinas, bálsamo santo en nuestras dolencias, intercede con tu adorado Hijo Jesús por el remedio de las necesidades de la Santa Iglesia, perseguida y ultrajada por los incrédulos.

Ave María.

 

II.

Madre Dolorosísima, tu, junto con Jesús, fuiste sacrificada, junto con Jesús fuiste ultrajada, sufriste los atropellos, las caídas, burlas y bofetadas, las heridas y los golpes y con Jesús fuiste clavada en la cruz, porque los clavos atravesaron tu tierno corazón, las espinas penetraron en tu corazón, la lanza atravesó tu corazón, las tres horas de agonía de Jesús, hicieron agonizar tu corazón ¡Oh dulce y tierno corazón de la más amante y dolorosa de las Madres! Por todas las amarguras que padeciste, oye nuestros ruegos e intercede con Jesús por la conversión de los que se han separado de tu Santa Fé, y porque todos los pecadores sean arrepentidos y vuelvan al rebaño de tu Hijo Santísimo.

Ave María.

 

III.

¡María Dolorosísima! Cuando viste moribundo a Jesús, exhalando su último suspiro, se dividió también tu corazón de dolor, porque era tu vida, era todo tu amor, era tu corazón, era tu Dios, quedando sumida en el vació inmenso de tu tristísima soledad, que era la luz de tus ojos, derramando lágrimas a mares, pero santamente resignada con la voluntad del Padre Celestial. Desconsolada Virgen María, por tu tristísima soledad, dadnos valor en los trabajos y en nuestros pesares conformidad perfecta, para hacer en toda la voluntad de Dios.  

Ave María.

 

ACCIÓN DE GRACIAS

¡Santísimos y doloridos corazones de Jesús y de María! Como podremos pagar y agradecer los amargos y crueles sufrimientos que los padecieron por lograr nuestra eterna salvación. Es pequeño y frío nuestro pobre corazón, para ofrecértelo en holocausto de tu infinita caridad, pero pequeño y miserable, ingrato, frío y desconocido como soy, te lo ofrezco, junto con mi pobre alma, mi vida, mis trabajos, mis pobrezas, mis pesares. Enfermedades y todas las amarguras que me atormenten y como consuelos a tu triste soledad, te ofrezco acompañarte siempre con la meditación de tus padecimientos que sufriste desde la Encarnación de Jesús en tu seno purísimo, hasta dejarlo sepultado, tus dolores con mis dolores, mis pobrezas con tus pobrezas, y hacer en toda la voluntad de Dios, para así, poder esperar su gracia, santificando hasta el postrer momento de mi vida y poder acompañarte en la Gloria. Amén.

Stabat Mater.

 

 

 

SÉPTIMO VIERNES

(Viernes Santo)

En este día, solo se hará el ejercicio del Vía Crucis, con mucho recogimiento y devoción, meditando detenidamente todos los pasos que contiene y acompañando a la Santísima Virgen en su dolores y soledad.

 

 

SÁBADO DE GLORIA

PÉSAME A LA SANTÍSIMA VIRGEN

 

ORACIÓN

¡Corazón dulcísimo y afligido! Corazón hecho pedazos de dolor, corazón de María atormentado por mí, destrozado por mí, lágrimas de María, derramadas por mi causa, sollozos de María, arrancados de lo profundo de su alma por este criminal. Si, inconsolable Madre de Jesús, yo soy la causa de todos tus tormentos, amarguras y lágrimas, yo soy la culpable de tus lamentos, de tu triste soledad ¡Sola, sola sin tu Jesús, sin tu Dios! Lo buscas por todas partes y no lo encuentras, lo llamas y no te responde ¿Quién es capaz de aliviarte en tu desconsuelo? ¿Quién llevará a tu corazón de Madre dolorida por la muerte de tu Hijo, la dulzura de su amor? ¿Quién puede ocupar ese vacío que dejó a tu lado el Cordero sin mancha, el adorado de tu corazón?...

Canto apropiado

 

OFRECIMIENTO

¡Oh sola y tristísima Virgen María! ¡Yo me compadezco de tu dolor que es tan grande! Me compadezco de tu soledad, y quiero acompañaros todo el resto de mi vida con la meditación de tus padecimientos a ti consagrada, esperando aceptes estos actos de amor, de contricción y de arrepentimiento, por todo lo que os debo y ya que no soy capaz de saber corresponderos como es debido, al menos so ofrezco lo que puedo en obsequio de tu destrozado corazón, de tus inmensos dolores y de tu inconsolable soledad. Recíbelos Señora, porque estos sentimientos nacen de un corazón arrepentido de ser la causa de vuestras penas, y os ofrece evitar las ocasiones de ofender más a tu Santísimo Hijo Jesús, alcanzando por tu medio el perdón, la absolución y la gracia que necesito para no sepárame nunca de Jesús y de María. Así sea.

Se rezan tres salves a Nuestra Señora.

 

 

ACTO DE AMOR A LOS DULCÍSIMOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA

¡Cuánto amor! ¡Cuán ardiente caridad encierra para el hombre ingrato los dulcísimos corazones de Jesús y de María! ¡Cuantos dolores, cuantas amarguras y sufrimientos incomparables han pasado por ellos para satisfacer la Divina Justicia ultrajada! Como grandes fueron las ofensas y la infamia de los hombres con la Majestad Divina, grandes también tuvieron que ser los sacrificios para la reparación y como la grandeza de un Dios Eterno y Soberano, Creador del Mundo y Padre Universal de género humano, exigía otra grandez igual para que la reparación correspondiera y la ofensa hecha, hubo de sacrificarse una Víctima divino humana y sufrir dos corazones inmaculados, puros e inocentes: sacrificio y sufrimientos que habían de ver con indiferencia muchos ingratos y culpables. El corazón del hombre, colmado de todas las miserias es inhábil para corresponder a tanto amor, a tan ardiente caridad de vuestros amantes corazones. ¡Oh dulcísimos y amantísimo Corazones de Jesús y de María! Ni el amor de todos los hombres juntos rendidos y aniquilados por vosotros, serian capaces de corresponder siquiera en una parte al amor que os inflama y enciende por nosotros. ¡Pero nosotros, monstruos de ingratitud y de maldad, todos los días, a toda hora y cada minuto os pagamos finezas con el desprecio, con el insulto, con la indiferencia, a todas horas te flagelamos Jesús mío! Te coronamos de espinas, te llevamos al Calvario con la cruz a cuestas, te vemos caer bajo el peso abrumador de nuestras ofensas, te levantamos a empellones y con insultos, vemos con frialdad las lágrimas de tu Dolorosa Madre y allá en la cumbre del Gólgota te desnudamos, renovando tus llagas al arrancar las vestiduras de tu lastimado cuerpo, te crucificamos con la mayor crueldad, rompiendo tus santísimas manos y destrozados tus pies con los gruesos clavos de nuestra ingratitud, te damos la amarga bebida de la hiel para calmar tu sed, te abrimos el pecho con una lanza, te vemos agonizar y oímos que aun sí pides perdón a tu Eterno Padre para nosotros. Pero, ¡Ay Jesús mío, ni tu incomparable paciencia, ni tu mansedumbre, ni tu perdón, despiertan la dormida conciencia, ni mueven la fiereza de nuestros empedernidos corazones, y todos los días, ejecutamos los mismos negros oficios con la murmuración, con la mentira, con la calumnia, con la venganza, con el odio, con la envidia, con el rencor y todos los actos que ejecutamos contra la caridad, fomentando en el fondo de nuestras almas, ese hervidero de borrascosas pasiones! Pero, Jesús mío, no es solo tu clementísimo corazón el que crucificamos con tanta ingratitud, llegando nuestra crueldad a destrozar también el inocente e inmaculado como dulce y tierno corazón de tu desolada Madre. ¡Oh piadosísima Virgen María! Aquí tienes a tus pies a los más ingratos verdugos que despedazaron tu compasivo y misericordioso Corazón, haciendo sufrir la dolorosa pasión de tu adorado Jesús. Aquí venimos a declararnos culpables de tanta maldad, reos de tanto crimen. Pero no invocamos el tribunal severo de tu Soberana Justicia, sino que, acudimos arrepentidos y humillados al raudal de tus misericordias, implorando clemencia y perdón, esperando de tu inmensa piedad, quedar purificados, limpios y adornados con la aureola de tu divina gracia, para no separarnos más de tu lado, ¡Oh divinos corazones de Jesús y de María! Entregándonos para siempre como fieles esclavos de tu santo amor, logrando la felicidad de acompañarlos en la Mansión Celestial por toda la eternidad, cantando tus alabanzas en unión de los coros angélicos. Así sea.

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