VISITA
A LA SANTÍSIMA VIRGEN DE MERCEDES
PARA
EL DÍA VEINTICUATRO DE CADA MES
Compuesta
por una devota
Con
Licencia de la Autoridad Eclesiástica
Guatemala,
1914
PRÓLOGO
¿Qué
cristiano habrá que no quiera agradar al Corazón Sagrado de Jesús? ¿Y quién es
aquel que ignore que obsequiando a su divina Madre lo honra y agrada él? Movida
por esta verdad, me propuse hacer esta visita a la Santísima Virgen de las
Mercedes, con el fin de alabarla y de impetrar su valimiento para con el Corazón
Sagrado de Jesús, para que nos alcance el remedio de todas nuestras
necesidades.
Preparémonos
con fervor para hacer esta visita a nuestra querida Madre, recibiendo si es
posible en este día el Augusto Sacramento del Altar, que será nuestro mejor
adorno para que lleguemos a la presencia de María.
Procuremos
también propagar la devoción de esta Señora, bajo el título de la Merced, y
vistamos su santo escapulario, que es un rico tesoro de indulgencias y no
obliga a ningún rezo o practica determinada, basta ganar las indulgencias de la
hermandad, llevar siempre el escapulario, que se habrá recibido de mano de
sacerdote autorizado para imponerlo, el cual debe inscribir en el registro el
nombre de cada hermano.
ACTO
DE CONTRICIÓN
Señor
y Dios mío Jesucristo, Hijo del Eterno Padre y de la hermosa Virgen de Nazaret,
escuchad benigno la súplica de esta infeliz criatura que gime bajo el enorme
peso de su iniquidad, y dignaos recibir el dolor con que ahora os manifiesta el
arrepentimiento de sus pecados. Abrid, Dios mío, los brazos de vuestra
misericordia y recibid a esta pobre alma, que cual otro hijo pródigo, ha hecho
tan mal uso de los tesoros con que vuestra infinita bondad la había
enriquecido. Dignaos ponerle la roja vestidura de vuestra preciosa Sangre, ya
que no puede ostentar la blanca estola de la inocencia. Vos habéis dicho,
Señor, que solo dos caminos hay para llegar a Vos, el de la inocencia y el de
la penitencia. Ya que desgraciadamente esta alma ha dado rienda suelta al
tropel de sus pasiones, compadeceos de ella y haced que tenga la dicha de oír como
la feliz Magdalena, tus pecados te son perdonados. Amén.
ORACIÓN
A LA SANTÍSIMA VIRGEN
Amantísima
Madre de Dios y Emperatriz soberana del Celestial Empíreo, Luna siempre llena que
recibe la luz del hermoso Salo de Justicia, Jesucristo nuestro Salvador, por
ese precioso Niño que tenéis en los brazos, os suplicamos derraméis sobre
nosotros las gracias espirituales en este día que consagramos a vuestra
portentosa revelación. Concedédnoslas Señora, por todas las que os infundió la
Trinidad Beatísima, cuando hizo de Vos su digno tabernáculo y hacednos participes,
Madre nuestra de Mercedes, de esas relevantes virtudes con que os dotó el
altísimo, iluminando nuestra oscurecida fé, reanimando nuestra languidecida
esperanza y haciendo un horno encendido de nuestra apagada caridad. Al mismo
tiempo, Señora, danos la fuerza suficiente para que podamos ejercitar en alto
grado las bellísimas virtudes de la humildad, obediencia, conformidad, pureza,
castidad, paciencia y silencio, para que podamos cumplir con todas las
obligaciones de nuestro estado, de suerte que, llegando a practicar así la
verdadera virtud, seamos apóstoles celosos de vuestro divino hijo y alcancemos
con nuestra dulzura y constancia, ganar millones de almas para la celestial
Jerusalén. Así sea.
ORACIÓN
¡Madre
nuestra de Mercedes, especial abogada de los náufragos! A vos recurrimos para
que nos defiendas en el mar turbulento de la vida, ¡Libradnos Señora, de las tempestades
que por doquiera nos amenazan! Sed nuestra estrella polar que nos indique la
patria celestial y el faro luminoso que nos marque el puerto de la Ciudad de
Dios. Allá es donde queremos ir y fijar nuestro eterno domicilio, en compañía vuestra
y de vuestro precioso Hijo. Amén.
ORACIÓN
Volved
a nosotros vuestros inocentes ojos, Virgen Santa, y mirad las necesidades que
tenemos, tanto espirituales como temporales. De todo estamos muy necesitados, y
Vos sois nuestra madre a quien venimos a pedir mercedes, en vuestras manos las tenéis,
colmadnos de ellas, pues os las pedimos por el amor de Dios (se hace la
petición) No dudamos Señora, que nos concederéis lo que os hemos pedido,
porque estáis mirando las angustias que padecen nuestros corazones, pero si
todavía no es tiempo del remedio, dadnos la fé, humildad y constancia de la
Cananea, para que de esa manera, alcancemos que nos digáis lo que le dijo Jesús
a ella: “Grande es tu fé, hágase como lo pides.”
Un
Ave María por las necesidades de la Iglesia…
Acepta
esta Ave María,
Del
Eterno, hija querida,
Has
que la Iglesia oprimida
La
veamos resplandecer.
Acéptala,
Madre Santa
¡Y
alivia nuestro quebranto!
Un
Ave María por la conversión de los pecadores…
Acepta
esta Ave María,
Madre
del Verbo encarnado,
Porque
salga del pecado
El
infeliz pecador.
Tiéndele
tu augusta mano,
Guíale
por el camino
Que
conduce al Ser divino
E
inflámalo con tu amor.
Un
Ave María para la hora de la muerte…
Acepta
esta Ave María,
Del
Santo Espíritu Esposa
Y
asístenos amorosa
En
el instante final,
Cuando
nuestra alma angustiada
Agonice
lentamente
Has
que veamos claramente
Tu
semblante virginal.
ORACIÓN
¡Virgen
Santísima de Mercedes! Lirio brillante del pensil divino, blanca rosa salpicada
con la sangre del Salvador, olorosa violeta con cuya esencia se perfuma el
universo entero, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo. Corredentora
del linaje humano. Por aquellas tres horas que estuvisteis en la cumbre del
Gólgota, con los ojos fijos en el ensangrentado cuerpo del Divino Verbo, por la
agonía que vuestro maternal corazón sufrió en aquellos terribles momentos y
especialmente en aquel supremo instante, en que visteis arrancarse el alma de vuestro hijo
de su santísimo cuerpo, que llevasteis en vuestras purísimas entrañas, os
suplicamos nos acompañéis en nuestra postrera enfermedad y que tengamos la
dicha de veros cuando estemos en el último paroxismo, dándonos el valor
necesario para pasar sin angustias esa tremenda transición de la vida a la muerte,
y cuando entremos a la honda eternidad donde no se cuentan las horas, no
podremos hacer nada por nosotros mismos, entonces Virgen Santísima, tomad en
vuestras manos inmaculadas nuestra alma y cubridla con el nítido manto de
vuestra revelación, para presentarla así al Juez Supremo ¡Oh Madre nuestra! Para
ese inapelable juicio os rogamos con toda la efusión de nuestros corazones le digáis
a vuestro hijo: Recuerda todo lo que sufrí por ti desde la encarnación
divina hasta tu gloriosa resurrección, y de todas las gracias de que me has
hecho depositaria, y de las cuales soy dispensadora, aquí te presento esta alma
en quien las derramo, porque en la tierra me invocaba bajo el título de la
Merced y me visitó todos los meses en memoria de mi revelación, llevando en su
pecho mi santo escapulario. Júzgala, Hijo mío, como Padre o como Juez.
Mas para que así podáis abogar por nosotros, Reina poderosa, es preciso que en
vida nos consagremos a Vos y nos alistemos en la bandera de Jesús, peleando
varonilmente contra las tentaciones de nuestros enemigos. Desde ahora, pues,
Señora, nos entregamos a Vos, aceptadnos por vuestros esclavos e infundidnos el
valor que necesitamos. Amén.
ORACIÓN
AL ETERNO PADRE
Gracias
infinitas os doy ¡Oh Dios Todopoderoso! Porque me habéis librado de cometer
pecados horrendos, ¿a quién Dios mío, debo esta dicha, sino a Vos que permitisteis
naciera en tierra de cristianos y que fuera educado en la divina piedad? A quien
si no a Vos, y mi Señora la Virgen María, que me inspiró una tierna devoción
hacia ella y a los ángeles y santos, en especial a aquellos que son mis
protectores y abogados. ¡Bendito seáis, Clementísimo Dios! Gracias infinitas os
doy Señor y Padre mío misericordioso, por haberme librado de cometer esos
pecados que hasta la sociedad rechaza. ¡Ay! Pero cuantos y cuantos eh cometido,
que tal vez han sido ofensas gravísimas ante tu divina presencia, y que al
mundo parecen insignificantes o que hasta han llegado a obtener sus alabanzas. Pero
Vos, Señor, debéis haberle dado todo el valor que merece mi ingratitud, por eso
me pesa en el alma el haberos ofendido, pues habiéndome visto con ojos de misericordia,
y habiendo derramado tantas gracias sobre mí, no he sabido aprovecharme, y he
pasado la vida sin fijarme en el fin para que fui creado. Pero desde ahora ¡Oh
Divino Padre de mi alma! Que he despertado del letargo en que yacía, os ofrezco
con todas las veras no volver a ser desleal a vuestros beneficios y procurar
ganarme el cielo con la mayor diligencia y esmerado cuidado. Amén.
DESPEDIDA
Hemos
concluido nuestra visita, Madre nuestra, nos retiramos a cumplir con nuestros
deberes, echadnos vuestra santísima bendición, para que todo lo que hagamos sea
a mayor honra y gloria de Dios. Perdonadnos todas las faltas que hayamos
cometido en el mes pasado, y aceptad el propósito firme que hacemos de
perfeccionarnos en este nuevo mes, y si durante este tiempo su Divina Majestad
fuere servido llamarnos a juicio, os suplicamos Señora, nos concedáis ir con
todos los auxilios espirituales para tener buena muerte, y que los recibamos con
el conocimiento de que nuestro fin esta cercano, y con alegría porque vamos a
ver a Dios y a Vos ¡Oh querida Madre! Amén.
¡A
mayor honra y Gloria de Dios!
(Se suplica a las personas que hagan esta visita, recen un Ave María, por la intención o el alma de la persona que escribió este ejercicio)
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