VISITA
DOMICILIARIA DE LA MEDALLA MILAGROSA
RECIBIMIENTO
DE LA IMAGEN
Ha
llegado para nosotros ¡Oh dulce y tierna Madre! El momento feliz de veros en
nuestra casa. Ya tenemos la suerte de contaros entre los miembros de nuestra
familia. Nuestro corazón salta de regocijo al recibir vuestra visita, ¡Oh Madre
del Amor Hermoso y de la Santa Esperanza! ¿De dónde a nosotros tanto fervor?
¿Quién os ha movido, celestial Señora a conceder esta gracia a una familia tan
pobre, miserable y pecadora como esta? ¡Ah! lo sabemos vuestra gran bondad el
deseo que tenéis de bendecidnos y de caldear nuestros pechos con esos rayos de
amor que brotan de vuestras manos. Venís con los brazos abiertos para recibir
en ellos a estos vuestros ingratos hijos. Venís para endulzar nuestros pesares
y compartir nuestras tristezas. Venís para vivir entre nosotros como en otro
tiempo al lado de vuestra prima Isabel y colmarnos de celestiales favores.
Gracias Virgen Milagrosa por tanta bondad. Esta familia no acierta a
manifestaros su agradecimiento, pero os da su bienvenida y os recibe llena de
filial cariño. De este momento Vos seréis la Señora de la casa y todos nos
juzgaremos dichosos a vuestro lado. Miradnos como cosa vuestra, y no permitáis
que nos separemos de vuestra obediencia y de vuestro amor.
¡Oh
María, sin pecado concebida! Rogad por nosotros, que recurrimos
a Vos.
DESPEDIDA
DE LA IMAGEN
¡Oh
cariñosa Madre! Ha llegado la hora de vuestra marcha, y nuestros corazones se
ven precisados a daros la despedida llenos de pena y sentimiento, ¡Que feliz
día hemos pasado a vuestro lado! Que tristeza para nosotros veros salir de
nuestra casa, que vacío dejáis en esta pobre familia. Adiós querida Madre, pero
no os retiréis sin bendecidnos, no os olvidéis de que os amamos mucho y
esperamos impacientes el momento de hospedaros otra vez. Mientras tanto, os
acompañarán nuestros corazones. Gracias por la dignación que habéis tenido en
visitarnos y por los beneficios que inmerecidamente nos dispensa vuestro amor.
Tened el velo de vuestra misericordia sobre las desatenciones que con Vos hemos
tenido, las cuales no provienen, bien lo sabéis, de mala voluntad, sino de
nuestra fragilidad y de nuestra ignorancia. Caiga de vuestros ojos una mirada
de compasiva bondad sobre nuestras almas, mientras los nuestros se alzan a Vos
en actitud suplicante, implorando vuestro favor para amaros en el tiempo y
veros en la eternidad. Amen.
¡Oh
María, sin pecado concebida! Rogad por nosotros, que recurrimos a Vos.
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