NOVENA AL SEÑOR CRUCIFICADO
QUE SE VENERA EN LA CAPILLA DE ÁNIMAS DEL
HOSPITAL GENERAL DE GUATEMALA
Compuesta por una devota suya
Guatemala, C. A. año de 1914
Unión Tipográfica
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Señor
mío y Dios mío, Jesús Crucificado! Postrado a tus pies, reconozco humildemente
que he pecado contra Ti, confuso y arrepentido estoy de haberte ofendido por
ser quien eres, infinitamente bueno y amable, propongo nunca más pecar,
confesarme y satisfacerte, y confiado espero, que, por tu preciosísima Sangre,
lavando mi alma de sus culpas, llenará con tu gracia este corazón que es todo
tuyo para siempre. Amén.
DÍA PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Con
los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, abrumado de tristeza en el Huerto
de Getsemaní, su Corazón santísimo esta oprimido de dolor al considerar las
injurias, ultrajes y tormentos de que va a ser inocente víctima para
rescatarnos del pecado, y abrirnos las puertas del cielo, su cuerpo santísimo
desfallecido por el copioso sudor de sangre que brota de sus poros, parece
sucumbir al peso de tan gran sufrimiento, pero el inmenso amor que nos tiene
alienta su espíritu, y elevando los ojos al cielo exclama: “Padre, que no se
haga mi voluntad, sino la tuya.” ¿Y nosotros, hijos despiadados, insensibles
ante su mortal agonía, volveríamos a renovársela ofendiéndole?
ORACIÓN
¡Benignísimo
Jesús mío! ¡Que infinita bondad la tuya en aceptar el terrible misterio de tu
Pasión y Muerte por mi amor, y que enorme ingratitud la mía en ofenderte con mi
rebeldía en cumplir tus divinos mandamientos! ¡Perdón Señor! ¡Perdona mi
infidelidad! Dame fuerza para vencer a los enemigos de mi salvación, y por tu
preciosísima Sangre, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que
te pido. Amén.
Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Señor
mío Jesucristo Crucificado! ¡Consuelo de los pobres, que buscan en este santo
Hospital la salud del cuerpo, y por tu gran misericordia, encuentran a la vez
la salud del alma! ¡Custodio amoroso de los cuerpos de aquellos tus hijos que
tu Omnipotencia llama a si! ¡Mírame a tus pies, Jesús mío, esperando una mirada
de tus ojos, que me abrase en tu divino amor! Aquí vengo a pedirte el alivio de
mis penas, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis amarguras. Tu
sabes bien cuales son. Si quieres puedes remediarlas y aliviármelas. Quiere
pues, buen Jesús ¡Hazlo por tu sagrada Pasión y Muerte, hazlo por tu Santísima
Madre! Me voy, pero dejo a tus pies dejo mi corazón ¡Oh Señor mío Jesucristo!
En ti creo, en ti espero, en ti confío. Amén.
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
¡Oh
Virgen Dolorosa! ¡Madre de Dios y Madre mía! Lleno de confianza me acerco a ti,
bajo tu manto me abrigo ¡Tenme junto a ti, Reina y Señora! Y por los dolores
que tu amantísimo corazón sufrió, y por las lágrimas que tus purísimos ojos derramaron
en la Pasión y Muerte de tu Jesús, ruega por mí y alcánzame de tu Divino Hijo,
el perdón de mis pecados, la perseverancia final, una santa muerte y la gracia
que encarecidamente he pedido en esta novena, si conviene a la gloria de Dios y
al bien de mi alma. Amén.
PRECES POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
L/: Dadles Señor, descanso eterno
R/: Que la luz perpetua las
ilumine.
L/: Descansen en paz
R/: Amén.
DÍA SEGUNDO
CONSIDERACIÓN
Con
los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, que, maniatado como facineroso, es
conducido por sus crueles enemigos que le insultan, empujan y golpean, a casa
de Anás, al tribunal de Caifás, y por último a la presencia del cobarde Poncio
Pilatos. Los sacerdotes, escribas y fariseos, llenos de odio, lanzan
innumerables acusaciones contra el mansísimo Jesús. Pilatos conoce y confiesa
que Jesús es inocente, y, sin embargo, por temor a los judíos, condena a la
muerte afrentosa de Cruz a Jesús Nazareno, y Él, el inocentísimo Jesús, guarda
silencia en presencia de sus enemigos, rogando por los que le persiguen y
calumnian, a su Padre Celestial.
ORACIÓN
¡Pacientísimo
Jesús mío! ¡que grande es tu mansedumbre para con tus enemigos! Tu divina boca
no se abre para protestar contra los crímenes que se te imputan, y yo ¡Cuánto
me altero al oír una palabra que me contradiga! ¡Como se rebela mi orgullo y
brotan de mi boca quejas y de nuestros a la menor observación que contraríe mis
gustos o reprima mis deseos! ¡Perdón, Padre amorosísimo! Perdona mi iracundia y
mi soberbia, y por tu preciosísima Sangre, dame humildad verdadera, y consuela
mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.
DÍA TERCERO
CONSIDERACIÓN
Con
los ojos del alma contemplo a mi bue Jesús atado a una columna, desnudado su
honestísimo cuerpo, estremecido por los azotes que con inhumana crueldad
descargan sobre el los fieros verdugos, esta todo hecho una llaga, de la que
mana su Sangre preciosísima, de su boca entreabierta no sale una sola palabra,
ni un solo gemido, sufriendo en silencio toda aquella espantosa lluvia de
golpes.
ORACIÓN
¡Dulcísimo
Jesús mío! ¡Con que infinita mansedumbre sufriste el infamante suplicio de la
flagelación, siendo inocente! Y yo, miserable pecador, no se sufrir sin clamar
ni desesperarme el más leve castigo que por mis enormes culpas me impone tu
Divina Justicia. ¡Ten piedad de mí, mansísimo Jesús! Dame resignación en las
penas y trabajos que por tu santísima voluntad me sobrevengan, y por tu
preciosísima Sangre, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que
te pido. Amén.
DÍA CUARTO
CONSIDERACIÓN
Con
los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, cubierto con el manto de escarnio,
que sobre sus llagados hombros pusieron sus verdugos. Su sagrada cabeza
coronada de espinas, por cetro una caña en la mano, hilos de sangre corren por
aquel hermoso rostro, ahora desfigurado y sucio con las mas inmundas salivas
que los soldados le arrojan, saludándole, hincando delante de el la rodilla, y
diciéndole por sarcasmo: “Dios te salve, Rey de los Judíos.”
ORACIÓN
¡Humildísimo
Jesús mío! ¡cuán resignado sufriste las afrentas de ese paso! ¡Mientras las
espinas penetraban tu sagrada cabeza, pensabas con amor en la salvación de los
hombres! Y yo, mientras tanto, me deleito en pensamientos contrarios a tu
divina ley, y mis ojos están siempre abiertos para ver las faltas de mi
prójimo. ¡Perdón, Jesús mío! aparta de mí los malos pensamientos y mortifica en
mi la curiosidad que me lleva al pecado, y por tu preciosísima Sangre, consuela
mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.
DÍA QUINTO
CONSIDERACIÓN
Con
los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, pálido y desfallecido por la
vigilia y los sufrimientos de la pasada noche, aceptando con amor la muerte de
cruz a la que es inicuamente condenado. Le veo abrazar el sagrado madero,
instrumento de su suplicio, y dirigiendo al cielo sus divinos ojos, nublados
por las lágrimas y la sangre, hace al su Eterno Padre el sacrificio de su vida
por la salvación de los hombres.
ORACIÓN
¡Dulcísimo
Jesús mío! ¡Con que abnegación tomas y llevas sobre tus hombros el afrentoso
madero de la cruz, satisfaciendo a la Justicia Divina por todas nuestras
culpas! ¡Como palpita tu amante corazón al sentir sobre tu llagado hombro el
peso de nuestras iniquidades! Y yo, Jesús mío, corriendo siempre en pos de los
goces y placeres, huyo con horror de la más ligera mortificación, pareciéndome
las penas y trabajos que tu bondad me envía, cruces pesadísimas que me agobias
¡Oh Jesús mío! dame fortaleza para sufrir con paciencia los trabajos y
aflicciones que te dignes enviarme en expiación de mis pecados, y por tu
preciosísima Sangre, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que
te pido. Amén.
DÍA SEXTO
CONSIDERACIÓN
Co
los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, caminando al Calvario, agobiado
por el peso de la cruz. El sol en la mitad del cielo, le quema con sus
ardorosos rayos, copioso sudor corre por su rostro y cuerpo divinos, sus ojos,
espejos en que se miran los ángeles, están nublados por el polvo, la sangre, y
las lágrimas, sus miembros debilitados flaquean y caen en tierra, intenta
levantarse, pero la debilidad y la fatiga le hacen caer de nuevo. Los soldados
tiran con crueldad de la soga que lleva atada a la cintura, mientras otros le
hieren con sus lanzas, o le dan de puntapiés. El mansísimo Jesús logra al fin
ponerse en pie, y mirando con bondad a sus verdugos, prosigue su tristísimo
camino.
ORACIÓN
¡Amabilísimo
Jesús mío! ¡Con cuanta humildad sufres los tormentos que te dan en tan rudo
camino! Sacando fuerzas de tu amor por nosotros, te levantas y prosigues para
el monte del sacrificio. Y yo, ¡Ay de mí! Solo quiero transitar por sendas de
flores, anhelo ir siempre en pos de los placeres, si caigo en la culpa, en ella
permanezco sin inquietarme. ¡Oh Jesús mío, perdóname! Haz que en adelante siga
con fidelidad tus pasos, en mis caídas tiéndeme tu mano poderosa, y levántame,
y por tu preciosísima Sangre consuela mi afligido corazón, concediéndome la
gracia que te pido. Amén.
DÍA SÉPTIMO
CONSIDERACIÓN
Con los ojos del alma contemplo a mi buen
Jesús en el monte Calvario, mirando con amor el instrumento de su suplicio. Los
verdugos, animados de rabiosa impaciencia, le quitan sus vestiduras con tal
prisa y crueldad, que están la túnica interior, pegada al llagado cuerpo, se
llevan con ella pedazos de piel y carne, corriendo de nuevo la sangre del
Salvador. Desnudado el virginal Jesús, queda expuesto a las miradas del
insolente populacho.
ORACIÓN
¡Amantísimo
Jesús mío! ¡Que grande es tu amor cuando anhelas ser crucificado para
redimirnos! Tu sagrado Cuerpo, espejo de pureza, está desnudo y la vergüenza
que te causa tu desnudez es aun que tus dolores. Y yo, tan inmodesto y sensual,
voy siempre en pos de los placeres de la carne. ¡Ah! ¡Perdóname Jesús mío! dame
gracia para que sea en adelante puro de alma y cuerpo, y por tu preciosísima
Sangre, consuela mía afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido.
Amén.
DÍA OCTAVO
CONSIDERACIÓN
Con
los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, extendido sobre el afrentoso
madero, un clavo puntiagudo penetra la carne, rompe los nervios y rasga las
venas de su mano derecha a golpe de martillo, como la mano izquierda no llega
al agujero señalado de antemano, átanla con cordeles y tiran del brazo con
tanta inhumanidad, que le descoyuntan los huesos, horadan con gruesos clavos
los divinos pies, y levantando en alto la cruz, la dejan caer de golpe en el
hoyo abierto en la peña, todo el cuerpo del Hacedor se estremece y la sangre
brota a raudales.
ORACIÓN
¡Pacientísimo
Jesús mío! ¡Con que obediencia extiendes tus manos y tus pies para que sean
clavados en la cruz! Y yo, ingrata criatura, cuantas veces he alargado mis
manos a lo vedad, y he recorrido caminos de iniquidad ¡Ah, perdóname Jesús
amable! No permitas que manche en adelante mis manos con acciones impuras, ni
mis pies con pasos criminales, y por tu preciosísima Sangre, consuela mi
afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.
DÍA NOVENO
CONSIDERACIÓN
Con
los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, clavado en la cruz, entre dos
facinerosos, el cuerpo desfigurado y convulso, coronada de espinas la cabeza,
hundidas las mejillas, amoratado su rostro divino, aheleada su lengua,
eclipsados sus ojos, entreabiertos sus labios, atravesados sus pies, taladrados
sus manos, descoyuntado, en fin, y agonizando el mas hermoso de los hijos de
los hombres. La Víctima Santa, rebosando amor por los pecadores, se vuelve a su
Padre y dice: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” Después de tres
horas de mortal agonía, dirigiendo sus moribundos ojos al cielo y alzando la
voz exclama: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” e inclinando la
cabeza, expira el Redentor del Mundo. La naturaleza toda se estremece ante el
horrible Deicidio, solo el corazón del hombre permanece insensible. Un soldado
atraviesa con su lanza el costado de Jesús, y de esa herida brota un raudal de
sangre y agua que lava los pecados de las almas.
ORACIÓN
¡Oh
Divino Redentor mío! mueres como vil facineroso clavado en esa Cruz, sufres
indecibles tormentos, y, sin embargo, no tienes mas que palabras de perdón para
los mismos que te dan muerte. De tu costado, atravesado por la lanza, brotan a
raudales sangre y agua, quedando así abierta la fuente de la vida y de la
gracia, la puerta del cielo. ¡Oh infinita bondad! ¡Oh infinita misericordia! Y
yo, ¿Qué hago en reconocimiento de tanto amor? ¡Ofenderte! ¡Ah, no sea así en
adelante! ¡Perdóname, dulcísimo Jesús mío! que ya arrepentida me despojo al pie
de tu cruz de mi orgullo y vanidad, y lloro, como Magdalena, amargamente mis
pecados. Lávame con el agua de tu costado, purifícame con tu sangre, y por tu
dolorosa Pasión y Muerte, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia
que te pido. Amén.
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