miércoles, 16 de diciembre de 2020

NOVENA AL SEÑOR DE LAS MISERICORDIAS

 



NOVENA AL SEÑOR CRUCIFICADO

QUE SE VENERA EN LA CAPILLA DE ÁNIMAS DEL HOSPITAL GENERAL DE GUATEMALA

 

Compuesta por una devota suya

Guatemala, C. A. año de 1914

Unión Tipográfica

 

 

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Señor mío y Dios mío, Jesús Crucificado! Postrado a tus pies, reconozco humildemente que he pecado contra Ti, confuso y arrepentido estoy de haberte ofendido por ser quien eres, infinitamente bueno y amable, propongo nunca más pecar, confesarme y satisfacerte, y confiado espero, que, por tu preciosísima Sangre, lavando mi alma de sus culpas, llenará con tu gracia este corazón que es todo tuyo para siempre. Amén.

 

 

DÍA PRIMERO

CONSIDERACIÓN

Con los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, abrumado de tristeza en el Huerto de Getsemaní, su Corazón santísimo esta oprimido de dolor al considerar las injurias, ultrajes y tormentos de que va a ser inocente víctima para rescatarnos del pecado, y abrirnos las puertas del cielo, su cuerpo santísimo desfallecido por el copioso sudor de sangre que brota de sus poros, parece sucumbir al peso de tan gran sufrimiento, pero el inmenso amor que nos tiene alienta su espíritu, y elevando los ojos al cielo exclama: “Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya.” ¿Y nosotros, hijos despiadados, insensibles ante su mortal agonía, volveríamos a renovársela ofendiéndole?

 

ORACIÓN

¡Benignísimo Jesús mío! ¡Que infinita bondad la tuya en aceptar el terrible misterio de tu Pasión y Muerte por mi amor, y que enorme ingratitud la mía en ofenderte con mi rebeldía en cumplir tus divinos mandamientos! ¡Perdón Señor! ¡Perdona mi infidelidad! Dame fuerza para vencer a los enemigos de mi salvación, y por tu preciosísima Sangre, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Señor mío Jesucristo Crucificado! ¡Consuelo de los pobres, que buscan en este santo Hospital la salud del cuerpo, y por tu gran misericordia, encuentran a la vez la salud del alma! ¡Custodio amoroso de los cuerpos de aquellos tus hijos que tu Omnipotencia llama a si! ¡Mírame a tus pies, Jesús mío, esperando una mirada de tus ojos, que me abrase en tu divino amor! Aquí vengo a pedirte el alivio de mis penas, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis amarguras. Tu sabes bien cuales son. Si quieres puedes remediarlas y aliviármelas. Quiere pues, buen Jesús ¡Hazlo por tu sagrada Pasión y Muerte, hazlo por tu Santísima Madre! Me voy, pero dejo a tus pies dejo mi corazón ¡Oh Señor mío Jesucristo! En ti creo, en ti espero, en ti confío. Amén.

 

 

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

¡Oh Virgen Dolorosa! ¡Madre de Dios y Madre mía! Lleno de confianza me acerco a ti, bajo tu manto me abrigo ¡Tenme junto a ti, Reina y Señora! Y por los dolores que tu amantísimo corazón sufrió, y por las lágrimas que tus purísimos ojos derramaron en la Pasión y Muerte de tu Jesús, ruega por mí y alcánzame de tu Divino Hijo, el perdón de mis pecados, la perseverancia final, una santa muerte y la gracia que encarecidamente he pedido en esta novena, si conviene a la gloria de Dios y al bien de mi alma. Amén.

 

 

PRECES POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

 

L/: Dadles Señor, descanso eterno

R/: Que la luz perpetua las ilumine.

 

L/: Descansen en paz

R/: Amén.

 

 

DÍA SEGUNDO

CONSIDERACIÓN

Con los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, que, maniatado como facineroso, es conducido por sus crueles enemigos que le insultan, empujan y golpean, a casa de Anás, al tribunal de Caifás, y por último a la presencia del cobarde Poncio Pilatos. Los sacerdotes, escribas y fariseos, llenos de odio, lanzan innumerables acusaciones contra el mansísimo Jesús. Pilatos conoce y confiesa que Jesús es inocente, y, sin embargo, por temor a los judíos, condena a la muerte afrentosa de Cruz a Jesús Nazareno, y Él, el inocentísimo Jesús, guarda silencia en presencia de sus enemigos, rogando por los que le persiguen y calumnian, a su Padre Celestial.

 

ORACIÓN

¡Pacientísimo Jesús mío! ¡que grande es tu mansedumbre para con tus enemigos! Tu divina boca no se abre para protestar contra los crímenes que se te imputan, y yo ¡Cuánto me altero al oír una palabra que me contradiga! ¡Como se rebela mi orgullo y brotan de mi boca quejas y de nuestros a la menor observación que contraríe mis gustos o reprima mis deseos! ¡Perdón, Padre amorosísimo! Perdona mi iracundia y mi soberbia, y por tu preciosísima Sangre, dame humildad verdadera, y consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.

 

 

DÍA TERCERO

CONSIDERACIÓN

Con los ojos del alma contemplo a mi bue Jesús atado a una columna, desnudado su honestísimo cuerpo, estremecido por los azotes que con inhumana crueldad descargan sobre el los fieros verdugos, esta todo hecho una llaga, de la que mana su Sangre preciosísima, de su boca entreabierta no sale una sola palabra, ni un solo gemido, sufriendo en silencio toda aquella espantosa lluvia de golpes.

 

ORACIÓN

¡Dulcísimo Jesús mío! ¡Con que infinita mansedumbre sufriste el infamante suplicio de la flagelación, siendo inocente! Y yo, miserable pecador, no se sufrir sin clamar ni desesperarme el más leve castigo que por mis enormes culpas me impone tu Divina Justicia. ¡Ten piedad de mí, mansísimo Jesús! Dame resignación en las penas y trabajos que por tu santísima voluntad me sobrevengan, y por tu preciosísima Sangre, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.

 

 

 

DÍA CUARTO

CONSIDERACIÓN

Con los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, cubierto con el manto de escarnio, que sobre sus llagados hombros pusieron sus verdugos. Su sagrada cabeza coronada de espinas, por cetro una caña en la mano, hilos de sangre corren por aquel hermoso rostro, ahora desfigurado y sucio con las mas inmundas salivas que los soldados le arrojan, saludándole, hincando delante de el la rodilla, y diciéndole por sarcasmo: “Dios te salve, Rey de los Judíos.”

 

ORACIÓN

¡Humildísimo Jesús mío! ¡cuán resignado sufriste las afrentas de ese paso! ¡Mientras las espinas penetraban tu sagrada cabeza, pensabas con amor en la salvación de los hombres! Y yo, mientras tanto, me deleito en pensamientos contrarios a tu divina ley, y mis ojos están siempre abiertos para ver las faltas de mi prójimo. ¡Perdón, Jesús mío! aparta de mí los malos pensamientos y mortifica en mi la curiosidad que me lleva al pecado, y por tu preciosísima Sangre, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.

 

 

 

DÍA QUINTO

CONSIDERACIÓN

Con los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, pálido y desfallecido por la vigilia y los sufrimientos de la pasada noche, aceptando con amor la muerte de cruz a la que es inicuamente condenado. Le veo abrazar el sagrado madero, instrumento de su suplicio, y dirigiendo al cielo sus divinos ojos, nublados por las lágrimas y la sangre, hace al su Eterno Padre el sacrificio de su vida por la salvación de los hombres.

 

ORACIÓN

¡Dulcísimo Jesús mío! ¡Con que abnegación tomas y llevas sobre tus hombros el afrentoso madero de la cruz, satisfaciendo a la Justicia Divina por todas nuestras culpas! ¡Como palpita tu amante corazón al sentir sobre tu llagado hombro el peso de nuestras iniquidades! Y yo, Jesús mío, corriendo siempre en pos de los goces y placeres, huyo con horror de la más ligera mortificación, pareciéndome las penas y trabajos que tu bondad me envía, cruces pesadísimas que me agobias ¡Oh Jesús mío! dame fortaleza para sufrir con paciencia los trabajos y aflicciones que te dignes enviarme en expiación de mis pecados, y por tu preciosísima Sangre, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.

 

 

 

DÍA SEXTO

CONSIDERACIÓN

Co los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, caminando al Calvario, agobiado por el peso de la cruz. El sol en la mitad del cielo, le quema con sus ardorosos rayos, copioso sudor corre por su rostro y cuerpo divinos, sus ojos, espejos en que se miran los ángeles, están nublados por el polvo, la sangre, y las lágrimas, sus miembros debilitados flaquean y caen en tierra, intenta levantarse, pero la debilidad y la fatiga le hacen caer de nuevo. Los soldados tiran con crueldad de la soga que lleva atada a la cintura, mientras otros le hieren con sus lanzas, o le dan de puntapiés. El mansísimo Jesús logra al fin ponerse en pie, y mirando con bondad a sus verdugos, prosigue su tristísimo camino.

 

ORACIÓN

¡Amabilísimo Jesús mío! ¡Con cuanta humildad sufres los tormentos que te dan en tan rudo camino! Sacando fuerzas de tu amor por nosotros, te levantas y prosigues para el monte del sacrificio. Y yo, ¡Ay de mí! Solo quiero transitar por sendas de flores, anhelo ir siempre en pos de los placeres, si caigo en la culpa, en ella permanezco sin inquietarme. ¡Oh Jesús mío, perdóname! Haz que en adelante siga con fidelidad tus pasos, en mis caídas tiéndeme tu mano poderosa, y levántame, y por tu preciosísima Sangre consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.

 

 

 

DÍA SÉPTIMO

CONSIDERACIÓN

 Con los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús en el monte Calvario, mirando con amor el instrumento de su suplicio. Los verdugos, animados de rabiosa impaciencia, le quitan sus vestiduras con tal prisa y crueldad, que están la túnica interior, pegada al llagado cuerpo, se llevan con ella pedazos de piel y carne, corriendo de nuevo la sangre del Salvador. Desnudado el virginal Jesús, queda expuesto a las miradas del insolente populacho.

 

ORACIÓN

¡Amantísimo Jesús mío! ¡Que grande es tu amor cuando anhelas ser crucificado para redimirnos! Tu sagrado Cuerpo, espejo de pureza, está desnudo y la vergüenza que te causa tu desnudez es aun que tus dolores. Y yo, tan inmodesto y sensual, voy siempre en pos de los placeres de la carne. ¡Ah! ¡Perdóname Jesús mío! dame gracia para que sea en adelante puro de alma y cuerpo, y por tu preciosísima Sangre, consuela mía afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.

 

 

DÍA OCTAVO

CONSIDERACIÓN

Con los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, extendido sobre el afrentoso madero, un clavo puntiagudo penetra la carne, rompe los nervios y rasga las venas de su mano derecha a golpe de martillo, como la mano izquierda no llega al agujero señalado de antemano, átanla con cordeles y tiran del brazo con tanta inhumanidad, que le descoyuntan los huesos, horadan con gruesos clavos los divinos pies, y levantando en alto la cruz, la dejan caer de golpe en el hoyo abierto en la peña, todo el cuerpo del Hacedor se estremece y la sangre brota a raudales.

 

ORACIÓN

¡Pacientísimo Jesús mío! ¡Con que obediencia extiendes tus manos y tus pies para que sean clavados en la cruz! Y yo, ingrata criatura, cuantas veces he alargado mis manos a lo vedad, y he recorrido caminos de iniquidad ¡Ah, perdóname Jesús amable! No permitas que manche en adelante mis manos con acciones impuras, ni mis pies con pasos criminales, y por tu preciosísima Sangre, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.

 

 

DÍA NOVENO

CONSIDERACIÓN

Con los ojos del alma contemplo a mi buen Jesús, clavado en la cruz, entre dos facinerosos, el cuerpo desfigurado y convulso, coronada de espinas la cabeza, hundidas las mejillas, amoratado su rostro divino, aheleada su lengua, eclipsados sus ojos, entreabiertos sus labios, atravesados sus pies, taladrados sus manos, descoyuntado, en fin, y agonizando el mas hermoso de los hijos de los hombres. La Víctima Santa, rebosando amor por los pecadores, se vuelve a su Padre y dice: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” Después de tres horas de mortal agonía, dirigiendo sus moribundos ojos al cielo y alzando la voz exclama: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” e inclinando la cabeza, expira el Redentor del Mundo. La naturaleza toda se estremece ante el horrible Deicidio, solo el corazón del hombre permanece insensible. Un soldado atraviesa con su lanza el costado de Jesús, y de esa herida brota un raudal de sangre y agua que lava los pecados de las almas.

 

ORACIÓN

¡Oh Divino Redentor mío! mueres como vil facineroso clavado en esa Cruz, sufres indecibles tormentos, y, sin embargo, no tienes mas que palabras de perdón para los mismos que te dan muerte. De tu costado, atravesado por la lanza, brotan a raudales sangre y agua, quedando así abierta la fuente de la vida y de la gracia, la puerta del cielo. ¡Oh infinita bondad! ¡Oh infinita misericordia! Y yo, ¿Qué hago en reconocimiento de tanto amor? ¡Ofenderte! ¡Ah, no sea así en adelante! ¡Perdóname, dulcísimo Jesús mío! que ya arrepentida me despojo al pie de tu cruz de mi orgullo y vanidad, y lloro, como Magdalena, amargamente mis pecados. Lávame con el agua de tu costado, purifícame con tu sangre, y por tu dolorosa Pasión y Muerte, consuela mi afligido corazón, concediéndome la gracia que te pido. Amén.

 

 


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